El séptimo día

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El tiempo es de DIOS, pero ÉL no tiene los contrarios del “día y de la noche”. Los días de la Creación transcurren al ritmo del “atardeció y amaneció, día primero, segundo o sexto” (Cf. Gen 1,1ss). Pero el Séptimo Día, no sigue esa secuencia, y queda abierto sin comienzo o final:”se concluyeron los Cielos y la tierra y todo su aparato; y dio por concluida DIOS toda la labor que había hecho en el Séptimo Día y cesó en el Séptimo Día de toda la labor que hiciera. Y bendijo DIOS el séptimo Día y lo santificó, porque en él cesó DIOS de toda la obra creadora que había hecho” (Cf. Gen 2,1-3). El segundo relato de la Creación aclara el papel del hombre en la Creación hecha por DIOS: “el día en que hizo YAHVEH la tierra y los Cielos no había aún arbusto alguno del campo y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues YAHVEH no había hecho llover sobre la tierra ni había hombre que labrara el suelo” (Cf. Gen 2,4-5). La tierra esperaba al hombre para ser trabajada y producir los bienes necesarios. La naturaleza asilvestrada y salvaje no está en el proyecto inicial de DIOS, es necesaria más bien la interacción adecuada para que la tierra sea fecunda y sirva al hombre como don de DIOS para su sustento. Seis días de laboriosidad, en los que el trabajo del hombre tiene su protagonismo colaborando con la actividad del CREADOR, pero el Séptimo Día queda establecido como el tiempo del descanso sagrado, que aparece dado de forma solemne en el tercer precepto del Decálogo (Cf. Ex 20,8-11). En la Primera Alianza el sábado dispone el tiempo en el que el hombre con la Creación entra en el descanso de DIOS. El precepto del descanso sabático: “recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para YAHVEH, tu DIOS. No harás ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad; pues en seis días hizo YAHVEH el Cielo y la tierra y todo cuanto contiene y el séptimo descansó. Por eso bendijo YAHVEH el día del sábado y lo hizo sagrado” (Cf. Ex 20,8-11). La Creación entera fue hecha en función del sábado que la completa. Seis días tiene el hombre para desplegar su actividad en colaboración con el CREADOR y la obra queda completada cuando DIOS la hace suya y la consagra. El hombre es a quien DIOS dirige su mirada con preferencia. En el día séptimo, el hombre tiene que estar del todo disponible para DIOS. La adoración, la alabanza y la acción de gracias deben presidir el descanso sabático, porque es el Día del SEÑOR cuando el tiempo de la actividad humana se abre a la eternidad. Las cosas y el crecimiento del hombre terminan de hacerse por el hombre santificado o consagrado. El sábado no es un recordatorio de las acciones providenciales de DIOS, sino que cumple el objetivo cuando se produce una participación y vivencia de la acción misma de DIOS. Dice san Pablo, que “la Creación entera está expectante a la espera de la manifestación de los hijos de DIOS” (Cf. Rm 8,19), como si sufriese la Creación dolores de parto, porque ninguna otra criatura en este mundo tiene capacidad de adoración, alabanza y acción de gracias a su CREADOR. El hombre posee una función y responsabilidad vicaria con respecto al resto de todas las demás criaturas de este mundo, y DIOS cuenta con él para santificar o consagrar la Creación. No se trata de un ecologismo ideológico que denigra al hombre y enaltece a los animales, sino de la correcta preeminencia del hombre con respecto a todo lo que lo rodea. El descanso santificado lleva al trabajo santificador, porque el hombre dedicó un tiempo a ser renovado y transformado por DIOS. Cuando lo sagrado entra en el descanso sabático el hombre y el mundo se van transformando.

La Fiesta de las Tiendas

El quince se septiembre daba comienzo la Fiesta de las Tiendas, que en un primer momento duraba siete días. El primero y el último día se establecían como días de descanso sabático. La Fiesta de las Tiendas es la tercera fiesta en importancia, y todo fiel israelita estaba convocado a su celebración. El trasfondo de esta fiesta es de carácter agrícola, dando lugar a la acción de gracias a DIOS por la cosecha recogida; pero el sentido fuerte de la Fiesta de las Tiendas venía dado por el recuerdo imborrable de los cuarenta años de Israel en el desierto viviendo en tiendas. Era necesario recordar cada año cuando estaban sedentarizados en la Tierra Prometida aquellos años de vida en el desierto cuando forjaron su identidad como Pueblo elegido, en medio de numerosas pruebas. El Pueblo elegido tenía que aprender a desprenderse de los ídolos y a adorar al único DIOS, que sacó al Pueblo de la esclavitud egipcia y lo iba conduciendo hacia una tierra que “mana leche y miel” (Cf. Ex 3,8.17). El CREADOR de todas las cosas se muestra, al mismo tiempo, como el REDENTOR, que saca al Pueblo elegido de la esclavitud. Instalados en la Tierra Prometida y establecido el Templo y el culto, los israelitas están en condiciones de celebrar anualmente la Fiesta de las Tiendas, que estaba vigente en tiempos de JESÚS. En las terrazas de las casas se hacían cabañas con ramas y se habitaban durante los días prescritos, aunque hubiese alguna incomodidad añadida, pero también se favorecía el sentido de fiesta. La tienda entra en la nomenclatura de términos que indican morada, lugar, sitio o estado de vida; por eso el libro del Apocalipsis alude a los bienaventurados que esperan la acción de DIOS en este mundo y el reencuentro con los que aún peregrinan, diciendo: “alegraos cielos y todos los que moráis en su tiendas” (Cf. Ap  12,12). La Tierra Prometida representó en el imaginario religioso del Pueblo elegido un motivo de Esperanza concreto, objetivo y al alcance del esfuerzo que estaban realizando. El Pueblo elegido entró en la Tierra Prometida en el tiempo oportuno, que estuvo desde el primer momento dependiente de la Voluntad Divina. Cuando leemos atentamente en los libros del Pentateuco resalta inmediatamente los condicionamientos que las actuaciones humanas ponen a los planes divinos, aunque estos se lleven a término y DIOS tenga que rescribir nuevas rutas de acceso. La Fiesta de las Tiendas representó durante todo el tiempo que el Pueblo elegido vivió en Palestina, la experiencia religiosa y comunitaria de haber entrado en el descanso del SEÑOR. Aquellos que sucedió en figura (Cf. 1Cor 10,6), como dirá san Pablo, se replantea con unos contenidos totalmente nuevos con el Mensaje de JESÚS.

DIOS sigue interviniendo en la Historia

Los profetas mediante un modo literario apocalíptico señalan con énfasis la intervención redentora de DIOS en la Historia. Nos puede resultar extraño el lenguaje y las imágenes empleadas, pero es la mejor forma de expresar la intervención poderosa de DIOS, que siendo el CREADOR y SEÑOR de todo lo existente no se ha desligado de su Creación y relación con el hombre. Imágenes fuertes son las que nos trae este domingo el profeta Malaquías: “fuego de fundidor y lejía de lavandero” (Cf. Mlq 3,2), pero indican que DIOS no está ausente y no le es indiferente la conducta o comportamiento del hombre, porque el destino último del ser humano no es la disolución, sino la vida en las Moradas Eternas. De las tiendas de una vida nómada y provisional pasaremos a unas tiendas o moradas no construidas por manos de hombre, gracias a que el rigor del Día del SEÑOR se cambiará en Bienaventuranza Eterna. No estamos hechos para que nuestra condición humana termine enterrada de nuevo en el barro de la tierra o disuelto en una pretendida energía cósmica universal: estamos destinados a compartir de forma personal la Vida Eterna con DIOS, que se nos ha revelado como TRINIDAD.

Algo más sobre la morada de lo Bienaventurados

JESÚS es el pararrayos de la Justicia Divina. Todo lo que nos pueda ser imputado por nuestros pecados por parte de DIOS, se queda paralizado, cancelado o clavado en la Cruz de JESUCRISTO, si mostramos un verdadero arrepentimiento. Toda la Justicia Divina destinada hacer desencadenada sobre la humanidad se proyectó sobre el HIJO. Si este hecho salvador para nosotros no se reconoce, entonces la tormenta de la Divina Justicia nos tocará sensiblemente. Pero no hubo Cruz sin Resurrección, y llegada la tribulación hay que esperar la bonaza para el mundo y la Vida Bienaventurada para los que hayan partido. La Historia de Salvación continúa, porque la vida más allá de este mundo es una realidad misteriosa pero cierta. Para el cristiano la vida en el más allá, en palabras de san Pablo, es “estar con CRISTO” (Cf. Flp 1,23). Pero algo aparentemente tan elemental se vuelve harto complejo. Algunos textos de la Escritura ofrecen una nueva luz sobre estas verdades de las realidades últimas.

Las moradas o tiendas definitivas

No se pueden olvidar las palabras de JESÚS a los discípulos de todos los tiempos: “en la Casa de mi PADRE hay muchas estancias y me voy a prepararos sitio” (Cf. Jn 14,2). En esta expresión, JESÚS muestra el infinito Amor por los discípulos, pues no habla de los padecimientos que está a punto de sufrir por todos nosotros, sino que anuncia la parte buena, el resultado del triunfo sobre la muerte: “me voy a prepararos sitio, para que donde esté YO, estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,2-3). Ahora nos importa señalar la analogía establecida con el término “tienda” o “morada”. En la Casa del PADRE existen numerosas estancias, tiendas, moradas o sitios, en definitiva, ámbitos de relación en la que la nueva condición de los discípulos llegados al estado celestial pueda desenvolverse. La relación es primeramente con DIOS y en segundo lugar con todos los bienaventurados, y en ellos contemplaremos también la presencia de DIOS, pues cada uno de los hijos es transparencia de DIOS mismo sin disminución de la identidad personal. Una nueva condición humana en el Cielo, en unas nuevas moradas o tiendas, porque los ámbitos de relación son del todo nuevos y definitivos.

Las nuevas moradas vistas por san Pablo

Merece la pena detenerse en los primeros versículos del capítulo cinco, de la segunda carta de san Pablo a los de Corinto: “Sabemos que si esta  tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona tenemos un edificio eterno, que es de DIOS no hecho por mano humana, que está en los Cielos. Si gemimos en este estado y deseamos ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste, si es que nos encontramos vestidos y no desnudos. Los que estamos en esta tienda gemimos abrumados, no es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la Vida” (Cf. 2Cor 5,1-4). La corporeidad que poseemos es la “tienda o morada terrestre”, que es imprescindible por la misma condición de seres humanos e hijos de DIOS. Los Ángeles no precisan de corporeidad alguna, pero nosotros somos corpóreos por naturaleza y estamos salvados porque DIOS se ha hecho hombre, y por tanto corpóreo. La humanidad glorificada de JESÚS es el ámbito de nuestro nuevo revestimiento: la verdadera o eterna identidad personal de cada hombre está en JESUCRISTO. La morada o tienda presente se desmorona, porque le afecta la enfermedad, la vejez y la muerte; sin embargo DIOS prepara para cada uno un edificio o morada eterna no hecha por mano humana, que está en los Cielos. Es JESUCRISTO mismo quien nos prepara a cada uno en tiempo real el sitio, la tienda o la morada adecuada al crecimiento en ÉL; “me voy a prepararos sitio, y cuando os prepare sitio volveré y os llevaré CONMIGO”. No existe mano humana que pueda hacer algo en los Cielos si no es DIOS  mismo. Los Cielos se abrieron para los hombres porque JESUCRISTO, que es DIOS, resucitó con una humanidad glorificada y puede transformar nuestra precaria corporeidad “en un cuerpo glorioso como el suyo” (Cf. Flp 3,20). Esta cita de la carta a los Filipenses junto con el capítulo quince de la primera carta a los Corintios es clave para aproximarnos a la concepción de nuestra “Morada Eterna”. San Pablo sigue insistiendo: “deseamos ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste”. Son muy pocas las personas que muestran ese santo deseo imperativo de unirse al SEÑOR, pero su testimonio nos sirve de señal e indicación. San Pablo después de haber tenido importantes experiencias místicas, incluida la de su conversión, le cuesta trabajo vivir en este mundo tan diferente del que el SEÑOR le mostró y desearía ardientemente estar allí, pero el cuerpo presente es inadecuado, y él sabe que el SEÑOR tiene dispuesta otra corporeidad que lo hará apto para vivir como humano glorificado en los Cielos que ÉL ha conquistado a precio de su sangre (Cf. Ap 7,14). El Apóstol desea preferentemente ser “sobrevestido” de tal forma que la morada actual, o la humanidad presente, se encuentre transformada en la presencia del SEÑOR (Cf. 1Tes 4, ). Los discípulos de JESÚS que no alcanzamos las cimas místicas del Apóstol tenemos a nuestra disposición un camino dispuesto por JESÚS en su Iglesia: la EUCARISTÍA. A la hora de comulgar deberíamos recordar alguna de las palabras contenidas en el capítulo seis de san Juan. El realismo de las palabras de JESÚS no iban por la línea de la antropofagia como las estaban entendiendo los judíos, sino por la vía de un realismo espiritual, que nosotros expresamos muy a renglón seguido de la Consagración en la Santa Misa: “este es el Sacramento de nuestra Fe”. En Fe recibimos a JESÚS en la EUCARISTÍA y viene a nosotros con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, para transformar “algo” de lo que somos y ofrecernos su corporeidad glorificada. En el Padrenuestro pedimos el “pan cada día” y según san Lucas pedimos de forma especial el “pan del mañana” (Cf. Lc 11,3), porque diariamente nuestra “tienda presente se va desmoronando” y debemos ser revestidos o sobrevestidos del Cuerpo Glorioso de JESUCRISTO presente en la EUCARISTÍA.

Después del exilio

Con frecuencia hay que referirse al exilio o deportación de los israelitas a Babilonia. Nabuconodosor rey de Babilonia  llevó a cabo la deportación en dos fases con intervalo de diez años (597-587 a.C.). La deportación fue acompañada de la destrucción del Templo de Jerusalén. Los tesoros del Templo fueron saqueados y el Arca de la Alianza desapareció definitivamente para disgusto o aliciente de los fabuladores. Hacia el año quinientos treinta y ocho, Ciro rey de Persia se hace con el dominio de la región y permite a los israelitas el regreso a su tierra, favoreciendo la construcción del segundo Templo más modesto que el anterior. Se calcula que el Templo quedó terminado hacia el año (515a.C). Este mismo Templo sería mejorado en tiempos de Herodes el Grande, continuando las obras después de su muerte hasta el año sesenta y tres (d.C.). Las obras de mejoramiento y ampliación consiguieron en la opinión de algunos, que la edificación resultase uno de los edificios más grandiosos de la época. Pero debemos volver al tiempo de Malaquías, cuyo nombre significa “Mensajero Divino”. Este nombre y su etimología está próximo a “Malak-YAHVEH” o Ángel de YAHVEH. Malaquías cierra la serie de los llamados Profetas Menores y su profecía gira en torno al año cuatrocientos veintiocho (a. C.). El libro de Malaquías se distribuye en tres capítulos y recoge varias quejas de gran importancia religiosa y social enmarcadas entre un comienzo, en el que YAHVEH reafirma su Amor y predilección por el Pueblo, y un final de carácter mesiánico y esperanzador. Cincuenta o setenta años de exilio en Babilonia no surtieron el efecto espiritual esperado, y el Pueblo de la Alianza con YAHVEH sigue mostrando conductas similares a las que habían traído la desgracia y la desolación. Como en el profeta Joel o Sofonías, DIOS habrá de intervenir para restaurar el orden moral, espiritual y religioso con las características propias del “Día de YAHVEH”.

Elección de YAHVEH

A pesar de la dureza de corazón, DIOS mantiene sus promesas con el Pueblo elegido. En la misma línea del Deuteronomio (Cf. Dt 7,7), el autor sagrado señala que la elección realizada por DIOS está basada en su Amor incondicional hacia los israelitas: “os he amado, dice YAHVEH…, y YO llamé a Jacob” (Cf. Mlq 1,1-2). La elección realizada por DIOS permite al profeta señalar con indignación los fallos y pecados del Pueblo que debía mantenerse en santidad para su DIOS. El final de este libro propone la intervención mesiánica como solución a los males acumulados, pues existen sobradas pruebas de la incapacidad humana para su propia enmienda y cambio de rumbo: “acordaos de la Ley de Moisés a quien YO prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. He aquí que YO os envío al profeta Elías antes que llegue el  Día de YAHVEH grande y terrible, él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres no sea que venga YO a herir la tierra de anatema” (Cf. Mlq 3,22-23). Esta síntesis final del libro de Malaquías es aplicable a todos los cambios de época, en los que las fuerzas sociales provocan un alejamiento de DIOS. Perdido el norte de los principios hay que volver a las Diez palabras dadas por DIOS a Moisés en el Horeb y atender la voz profética de Elías que es el modelo de profeta y anuncia la dimensión profética del MESÍAS. Desoír las Diez Palabras y la voz del MESÍAS trae consigo la ruina total o anatema.

Graves anomalías

Malaquías denuncia los grandes males del momento. Los sacerdotes que sirven en el Templo deshonran al SEÑOR aceptando los sacrificios defectuosos (Cf. Mlq 1,8). Además de resaltar las graves irregularidades en la presentación de ofrendas y la realización de los sacrificios, los sacerdotes incurren en grave negligencia al no exponer con claridad la Ley al Pueblo (Cf. Mlq 2,9). Estos son acusados de hacer tropezar al Pueblo y de corrupción. Declara Malaquías la arbitrariedad y la acepción de personas. El profeta denuncia el matrimonio con mujeres extranjeras que introducen la idolatría en la vida familiar, pues siguen el culto a sus ídolos de origen y eso constituye uno de los mayores males para Israel (Cf. Mlq 2,11). El profeta se opone al divorcio, pues muchos abandonaban a la esposa de su juventud para unirse a extranjeras (Cf. Mlq 2,16). El profeta denuncia la inversión del juicio moral: “vosotros decís: todo el que hace el mal es bueno a los ojos de YAHVEH y ÉL le acepta complacido; o también, ¿dónde está el DIOS del  juicio?” (Cf.  Mlq 2,17). Este último versículo del capítulo segundo es de una máxima gravedad, pues la inversión de valores atribuida a DIOS supone desnaturalizarlo en la conciencia del creyente y DIOS deja de ser DIOS. Por esencia DIOS sólo puede promover el Bien y la Verdad. Nada podría haber llegado a la existencia sin el poder benéfico amoroso y verdadero de DIOS. La posición anterior es mucho más grave que el indiferentismo actual hacia DIOS para sentirse libres de adoptar una posición ética o moral a la carta. Una vez más hay que desmentir, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Existen aspectos del pasado de una gravedad extrema.

Un Día de Juicio

El Día de YAHVEH mencionado en los profetas nos impresiona o sobrecoge con razón; pero una segunda lectura nos ayuda a reconocer la acción providencial que encierra. Las grandes profecías de la Biblia están abiertas a la Esperanza real, aunque por el camino se hagan necesarias las correcciones debidas. Este es el caso del profeta Malaquías. El Día de YAHVEH lo viviremos como la intervención de DIOS que aplicará su Juicio sobre la humanidad que le pertenece y debe seguir adelante en su Designio Eterno de Salvación. El sello de la Creación está en todas las acciones extraordinarias de DIOS. La tierra caótica está sobre el abismo, y el caos de la tierra es ordenado por el RUAH de DIOS (Cf. Gen 1,1). DIOS es especialista en hacer nuevas todas las cosas y para eso prevé un Día de Juicio, que se deja sentir con carácter general. Algunas imágenes de Malaquías nos ayudan a entenderlo: “he aquí que YO envío mi Mensajero delante de MÍ y en seguida vendrá a su Templo el SEÑOR a quien vosotros buscáis; y el Ángel de la Alianza que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice el DIOS del Universo” (Cf. Mlq 3,1) El Templo desacreditado por la conducta de los sacerdotes vuelve a ser dignificado por la acción directa del SEÑOR. El profeta ve ese Día asistido por una gran manifestación de Poder y Gloria difícil de soportar: “¿quién podrá soportar el Día de su venida?, porque será como fuego de fundidor y lejía de lavandero” (Cf. Mlq 3,2) La extraordinaria manifestación del SEÑOR está inseparablemente acompañada de una acción purificadora. Para que la historia siga la acción providente de DIOS también tiene que producirse un proceso restaurador, que de nuevo ponga en pie al resto que se ha mantenido fiel.

La primera lectura de este domingo, Malaquías 3,19-20a

Con brevedad en este versículo y medio se establece el doble efecto del Día del Juicio: la ruina de los impíos y el restablecimiento de los justos. “Viene el Día abrasador como un horno: todos los arrogantes y los que cometen impiedad se consumirán como paja, y los consumirá el Día que viene hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para vosotros los que teméis mi Nombre brillará el Sol de Justicia con la salud de sus rayos” (Mlq 3,19-20a). La autonomía moral radical que prescinde de toda normativa superior que viene de DIOS acaba anulando el propio discernimiento moral, y se deja de distinguir entre el bien y el mal, entre lo que es justo o injusto. El hombre no puede seguir su camino sin la heteronomía moral que proviene de DIOS que le muestra la guía de sus preceptos y leyes morales. Malaquías señala: “entonces vosotros volveréis a distinguir entre el justo y el injusto, entre quien le sirve a DIOS y quien no le sirve” (Cf. Mlq 3,18). La insensibilidad de la conciencia para los valores morales es un proceso inapreciable pero demasiado rápido cuando lo observamos en los estados de la opinión pública. Con los medios disponibles para los poderes públicos resulta muy fácil invertir en muy poco tiempo la escala de valores de grandes grupos humanos. 

JESÚS predica en el Templo

Desde los últimos versículos del capítulo diecinueve, san Lucas sitúa a JESÚS enseñando en el Templo de Jerusalén. Se cumple así la palabra de Malaquías antes comentada que ofrecía la señal por la que DIOS intervendría en la historia de los hombres de forma especial. El SEÑOR ha entrado en el Templo y todos están pendientes de su Palabra (Cf. Mlq 3,1; Lc 19,48). Los católicos tenemos el privilegio de contar con la Presencia Eucarística del SEÑOR en nuestros templos, en los que participamos también de la Mesa de la Palabra. El SEÑOR sigue presente y es un valor que no se puede descuidar en los momentos que corren.

La verdadera consistencia del Templo

“Algunos ponderaban ante JESÚS que el Templo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, pero ÉL dijo: esto que veis llegará un día que no quede piedra sobre piedra, que no sea derruida” (Cf. Lc 21,5). Los judíos ilustrados podían estar confundidos por una interpretación errónea de las Escrituras, pues en ellas leían sobre la permanencia del Segundo Templo y de su grandiosidad y belleza mayor que el primer Templo construido por Salomón. El Segundo Templo grandioso e indestructible era el propio JESÚS, pero esta revelación estaba oculta para la inmensa mayoría de los que escuchaban y seguían al MAESTRO; y por supuesto era una visión totalmente velada a los adversarios que deseaban matarlo. San Juan recoge al comienzo de su evangelio las palabras enigmáticas de JESÚS: “destruid este Templo y en tres días lo levantaré” (Cf. Jn 2,19). No sólo tenemos los hombres dificultades para entender a DIOS, sino que nos cuesta mucho entender los signos de los tiempos, a los que  JESÚS remite a sus seguidores en algunas ocasiones. La grandiosidad humana sin DIOS es un puro espejismo, ante el que la mirada se confunde una y otra vez. El Templo de Jerusalén parecía indestructible por la consistencia de la edificación, los materiales empleados y la gran obra de ingeniería realizada. Además los saduceos, que actuaban como clase sacerdotal superior mantenían buenas relaciones con el Imperio, gozaban de su protección, y habían convertido aquella institución religiosa en un emporio comercial por la normativa de los sacrificios, las ofrendas en dinero y los tributos o diezmos. El Templo de Jerusalén era un polo de atracción para todos los judíos del mundo conocido, que vivían en la dispersión. A los ojos de algunos seguidores de JESÚS aquel complejo transmitía una sensación de poder y parecía imposible su desaparición. Las palabras de JESÚS tuvieron que sonar muy extrañas, poco creíbles y para otros un verdadero desatino: “de esto no quedará piedra sobre piedra”. La cuenta atrás estaba a punto de iniciarse, pues aquel Templo podría permanecer sólo gracias a su transformación, pero nunca en el enfrentamiento a JESÚS, porque ÉL es el ENVIADO del PADRE.

Los más próximos

Los del círculo más cercano le preguntan a JESÚS: “MAESTRO, ¿cuándo sucederá eso?, y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?” (v.7). La pregunta no esta bien formulada, pero obedece a la insuficiencia humana, pues nos creemos que el conocimiento de los tiempos confiere capacidad para controlar y dominar el acontecimiento. Una y otra vez caemos en ese error. La pregunta correcta por parte de los circunstantes sería sobre lo que debería hacerse para evitar el desastre, si es que todavía fuese  evitable. Seduce mucho más la curiosidad morbosa y ociosa, que la determinación resolutiva del cambio de vida para modificar en la dirección correcta la marcha de los acontecimientos. La pregunta correcta al MAESTRO por las medidas a tomar para evitar aquel desastre, pondría en marcha desde ese mismo instante las fuerzas operativas para realizarlo. En los tiempos presentes proliferan los augures con presagios catastróficos y muchos preguntan cuándo va a suceder, en vez de emplear todas las fuerzas posibles en el análisis de los hechos y la adopción de estrategias para enfrentarse a las corrientes disolventes.

Engaños continuos

A lo largo de estos veinte siglos de Cristianismo se registran numerosas ocasiones en las que se anunciaba el cierre de la historia. Pero aquí estamos de nuevo en un cambio de época con muchas incógnitas, por lo que las palabras de JESÚS adquieren total actualidad: “no os dejéis engañar, porque vendrán muchos usurpando mi Nombre, diciendo YO SOY, el tiempo está cerca. No le sigáis” (v.8). Nadie puede ostentar el YO SOY más que JESÚS y su modo de venir será como “el relámpago que cruza el cielo de un extremo al otro” (Cf. Lc 17,24) La destrucción de Jerusalén y el Templo se convierten en un anticipo de lo que podría ser un cataclismo final, pero JESÚS había dado enseñanzas para evitar ese equívoco. La destrucción de Jerusalén y el Templo tendrá lugar pocas décadas después, pero la manifestación final del SEÑOR no mantiene una relación directa. Cuando algunos falsos profetas vengan diciendo “ahora, luego, aquí o allí”, estarán mintiendo porque la manifestación no ocurrirá ostensiblemente (Cf. Lc 17,21).

Habrá guerras

“Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones no os aterréis, porque es necesario que sucedan estas cosas, pero el fin no es inmediato. Se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares; habrá cosas espantosas y grandes señales en el cielo; pero antes de todo esto os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas, y cárceles, reyes y gobernadores por mi Nombre” (v.10-12). Tres grupos de señales se establecen: las guerras, los fenómenos naturales y la persecución de los cristianos. Según estos versículos el signo más relevante es el referido a la persecución de los cristianos, que en otros escritos está asociado a la apostasía; pero la persecución se vivió desde los primeros momentos y no ha cesado a lo largo de los siglos. Las guerras, revoluciones, hambre y peste nos acompañan de forma inseparable. Es posible que a medida que avanzamos en el tiempo el crecimiento de la cizaña (Cf. Mt 13,25) se haga más fuerte. Nos toca en la actualidad asistir a un mal de diseño. Hace siglos parecía que los males aparecían sin una causalidad directa; sin embargo en estos momentos presentes asistimos a guerras programadas, a la ruina de masas de población de forma programada; a la erradicación de la cultura y al analfabetismo de forma programados; a la desestabilización de la familia tradicional de forma programada. Los diseños y quienes los realizan ya no se ocultan, pues consiguen el suficiente apoyo mediático y popular. El mal diseñado en muchos frentes a la vez es una característica de nuestro tiempo gracias al factor tecnológico, que ofrece una capacidad inédita al que ejerce el poder. DIOS cogió barro y modeló al hombre; los poderes del Maligno cogen al hombre para hacerlo barro. La tensión de las fuerzas apocalípticas seguirán ese esquema tan simple. No tenemos que preguntar, cuándo sucederá, porque ya está aconteciendo. Nos encontramos en el fragor de una guerra cultural, religiosa y espiritual. En estos momentos nadie, le guste o no, va a quedar al margen, ni se va a sentir ajeno, por lo que es preciso tomar la posición correcta de acuerdo con lo que DIOS quiere.

Testimonio del Evangelio

Los cristianos lo deberíamos tener fácil, pues la posición correcta está en línea evangélica y en sintonía con la Iglesia que custodia el legado espiritual desde JESÚS. Pero en cada época los cristianos tenemos que renovar nuestra adhesión y fidelidad al Mensaje en medio de fuerzas encontradas. Habrá que comparecer ante reyes y gobernadores con sabiduría y elocuencia que el SEÑOR proporcionará gracias a la efusión renovada de su ESPÍRITU SANTO. Pero en estos momentos no se oyen con la suficiente fuerza esas voces ante los gobernadores y reyes por parte de los que en primer lugar recibieron el encargo de dar dicho testimonio. Ese vacío originará un nuevo modo de estar los cristianos en el mundo, especialmente los católicos. “Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros; y seréis odiados por todos por causa de mi Nombre” (v.16-17). Un texto similar lo encontramos en el envío de los Doce en el evangelio de san Mateo (Cf. Mt 10,17-18), porque el Mensaje de JESÚS es un revulsivo para cualquier sociedad en todo tiempo. Pareciera que se estuviera dando un producto contrario a un tóxico ingerido y el sujeto tiene cierta reacción de intolerancia. Afirmar hoy el matrimonio monógamo, heterosexual y para toda la vida cae mal o muy mal; afirmar la verdad sin compromisos o chantajes resulta de una insoportable intolerancia; afirmar la vida de los inocentes no nacidos es un atentado a los derechos no se sabe muy bien de quién. ¡Cuidado! por lo anterior ya se establecen multas y penas de cárcel. ¡Cuidado!, no se ponga a rezar un rosario en la vía pública en frente de algunos lugares porque es un acto subversivo del orden público. Todavía no hemos terminado de ver cosas que nos helarán la sangre, pero la Fuerza de DIOS está por encima de las debilidades humanas.

El silencio de DIOS

JESÚS anuncia en medio de todas estas calamidades un silencio o aparente ausencia de DIOS, en sí misma desconcertante. Pero es el mismo silencio que presidió todo el proceso y muerte en la Cruz del propio JESÚS: “no perecerá un cabello de vuestra cabeza; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (v.18-19). La perseverancia es una muestra externa de la fortaleza interior que el ESPÍRITU SANTO ha de infundir en el testigo de JESÚS, que soporta las tensiones de unos tiempos en los que se desatan fuerzas contrarias con una intensidad fuera de lo habitual. DIOS está pendiente de lo más insignificante y, por descontado, no le pasa desapercibido el testimonio de los suyos. Ningún cristiano tiene garantizado que su testimonio vaya a cambiar las cosas en este mundo, lo que JESÚS promete es la Salvación Eterna del cristiano testigo. 

San Pablo, segunda carta a los Tesalonicenses 3,7-12

Los versículos finales de esta carta proponen recomendaciones y consejos destinados a proseguir en el camino de Fe. No obstante, incluso ante la inminencia de los trascendentales acontecimientos, san Pablo emplea un tono de cierta ironía a la hora de amonestar o corregir: ”nos hemos enterado que algunos viven muy ocupados en no hacer nada y metiéndose en todo” (v.11). Los creyentes con facilidad hacemos una lectura de los acontecimientos en situaciones difíciles al estilo de san Pablo y sus comunidades. Para los ajenos a la Fe, la venida del SEÑOR puede ocurrir como “ladrón en la noche” (Cf. Lc 12,39). El creyente tiene motivos para permanecer en vela, porque vive en la seguridad de la venida del SEÑOR. La primera venida del SEÑOR tuvo lugar en el momento del Sacramento del Bautismo, y la segunda venida la esperamos cuando dejamos este mundo. La vida no se apaga con la muerte, sino que cambia de dimensión: dejamos el mundo con su espacio y tiempo para entrar en la dimensión gloriosa del RESUCITADO, que murió por todos nosotros. La Segunda Venida mantiene la aplicación particular a cada hijo de DIOS y la realización final cuando sea completado el número de los redimidos (Cf. Ap 6,11).

Importancia de la transmisión de la Fe 

El trabajo dignifica al hombre porque transforma la creación dada y desarrolla la creatividad particular de cada uno. Pero todavía la actividad humana se eleva muy por encima cuando se orienta a implantar el Reino de DIOS en este mundo. La Fe es un don de DIOS incuestionablemente, pero mantiene una parte muy importante de colaboración humana. La generación de los padres tiene la obligación de transmitir la Fe a los hijos, como está recogido en el Shemá (Cf. Dt 6,7). El gesto de Amor más noble hacia el hijo es transmitirle todo lo concerniente sobre el Amor de DIOS. En esta carta, como en otros escritos, san Pablo insiste en mantener vigentes las tradiciones, porque en ellas se canalizan las manifestaciones propias del Amor de DIOS para sus hijos.

Los padres y los evangelizadores

“Sabéis vosotros cómo imitarnos, pues estando entre vosotros no hemos comido el pan de balde” (v.7). En esta comunidad como entre los corintios, san Pablo compatibilizó el trabajo manual como tejedor de tiendas con la evangelización. Pero la imitación y el ejemplo abarca otros muchos aspectos. San Pablo fue un ejemplo de celo por extender el Evangelio y resaltar a JESUCRISTO como el eje de su doctrina. El Apóstol fue un modelo a la hora de trabajar por el Reino a fondo perdido, arriesgando su vida en más de una ocasión. Para la trasmisión de la Fe son imprescindibles los modelos: las personas que tocadas por el ESPÍRITU SANTO son creíbles para ser imitadas hasta cierto punto. Los hijos tienen que encontrar modelos imitables en sus padres, en los sacerdotes de su parroquia o en los profesores de su colegio. Los santos propuestos por la Iglesia son modelos imitables, que testifican distintos modos para seguir al SEÑOR. Todavía un grupo más de modelos de Fe lo encontramos en la Biblia, que muestra lo más grande de la condición humana y también los lados oscuros de la misma; pero por encima de todo reconoceremos el modo de actuar de DIOS, al que hemos de intentar imitar en primer lugar.

Comparte: