El Señor escucha atentamente la oración de los que confían en Él, dice el Papa Francisco a los discapacitados del mundo

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Hoy a las 12.00 horas, en la Sala «Juan Pablo II» de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en Via della Conciliazione 54, tuvo lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad. , que se celebra el 3 de diciembre.

Intervinieron en el encuentro con los periodistas el P. Alexandre Awi Mello, ISch., Secretario del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; Dr. Vittorio Scelzo, encargado de la pastoral de ancianos y personas con discapacidad; y la Sra. Antonietta Pantone, Comunidad Fe y Luz.

A continuación, después de compartir el texto íntegro del Mensaje papal, se muestran las intervenciones de los ponentes con motivo de la presentación:

“Ustedes son mis amigos” (Jn 15,14)

Queridos hermanos y hermanas:

Con motivo de su Día Internacional, quisiera dirigirme directamente a ustedes que viven con algún tipo de discapacidad, para decirles que la Iglesia los ama y necesita de cada uno de ustedes para cumplir su misión al servicio del Evangelio.

Jesús, el amigo

¡Jesús es nuestro amigo! Él mismo lo dijo a sus discípulos en la última cena (cf.Jn15,14). Sus palabras llegan hasta nosotros, iluminando el misterio de nuestro vínculo con Él y nuestra pertenencia a la Iglesia. «La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja encontrar por nosotros y está a nuestro lado por donde vayamos» (Exhort. ap. postsin.Christus vivit, 154). Los cristianos hemos recibido un don: el acceso al corazón de Jesús y la amistad con Él. Es un privilegio con el que hemos sido bendecidos y que se convierte en nuestra llamada, ¡nuestra vocación es ser sus amigos!

Tener a Jesús como amigo es el mayor de los consuelos y puede hacer de cada uno de nosotros un discípulo agradecido y alegre, capaz de dar testimonio de que la propia fragilidad no es un obstáculo para vivir y comunicar el Evangelio. La confianza y la amistad personal con Jesús pueden ser la clave espiritual para aceptar las limitaciones que todos experimentamos y para vivir nuestra condición de forma reconciliada. Pueden suscitar una alegría que «llena el corazón y la vida entera» (Exhort. ap.Evangelii gaudium, 1) porque, como escribió un gran exégeta, la amistad con Jesús es «una chispa que enciende el fuego del entusiasmo»[1].

La Iglesia es su casa

El Bautismo hace que cada uno de nosotros seamos miembros de pleno derecho de la comunidad eclesial y, sin exclusión ni discriminación, nos da la posibilidad de exclamar: “¡Soy Iglesia!”. La Iglesia, de hecho, es la casa de ustedes. Nosotros, todos juntos, somos Iglesia porque Jesús ha elegido ser nuestro amigo. La Iglesia —queremos aprenderlo cada vez más en el proceso sinodal que hemos emprendido— «no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón» (Catequesis, 13 abril 2016). En este pueblo, que avanza a través de los acontecimientos de la historia guiado por la Palabra de Dios, «todos son protagonistas, nadie puede ser considerado un mero figurante» (A los fieles de Roma, 18 septiembre 2021). Por ello, cada uno de ustedes está llamado también a aportar su propia contribución en el camino sinodal. Estoy convencido de que, si es realmente «un proceso eclesial participado e inclusivo»[2], la comunidad eclesial se verá verdaderamente enriquecida.

Por desgracia, aún hoy muchos de ustedes «son tratados como cuerpos extraños en la sociedad. […] Sienten que existen sin pertenecer y sin participar», y «hay todavía mucho que les impide tener una ciudadanía plena» (Carta enc.Fratelli tutti, 98). La discriminación sigue estando demasiado presente en varios niveles de la vida social; se alimenta de los prejuicios, la ignorancia y una cultura que lucha por comprender el valor inestimable de cada persona. En particular, seguir considerando la discapacidad —que es el resultado de la interacción entre las barreras sociales y las limitaciones de cada persona— como si fuera una enfermedad, contribuye a mantener sus vidas separadas y alimenta el estigma en su contra.

En lo que respecta a la vida de la Iglesia, «la peor discriminación […] es la falta de atención espiritual» (Exhort. ap.Evangelii gaudium, 200), que a veces se ha manifestado en la negación del acceso a los sacramentos que, por desgracia, algunos de ustedes han experimentado. El Magisterio es muy claro en este asunto y recientemente elDirectorio para la Catequesisdeclaró explícitamente que «nadie puede negar los sacramentos a las personas con discapacidad» (n. 272). Frente a la discriminación, es precisamente la amistad de Jesús, que todos recibimos como un don inmerecido, la que nos redime y nos permite experimentar las diferencias como una riqueza. En efecto, Jesús no nos llama siervos, mujeres y hombres de dignidad a medias, sino amigos, confidentes dignos de conocer todo lo que Él ha recibido del Padre (cf.Jn15,15).

En tiempo de prueba

La amistad de Jesús nos protege en el tiempo de la prueba. Soy consciente de que la pandemia de Covid-19, de la que estamos luchando por salir, ha tenido y sigue teniendo repercusiones muy duras en la vida de muchos de ustedes. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de permanecer en casa durante largos periodos; a la dificultad que tienen muchos estudiantes con discapacidad para acceder a las herramientas de aprendizaje a distancia; a los servicios de atención al público que se interrumpieron durante mucho tiempo en muchos países; y a muchas otras dificultades que cada uno de ustedes ha tenido que afrontar. Pero, sobre todo, pienso en los que viven en centros residenciales y en el sufrimiento que ha supuesto la separación forzosa de sus seres queridos. En estos lugares el virus ha sido muy violento y, a pesar de la dedicación del personal, se ha cobrado demasiadas víctimas. Sepan que el Papa y la Iglesia están cerca de ustedes de manera especial, con afecto y ternura.

La Iglesia está al lado de todos los que siguen luchando contra el coronavirus. Como siempre, la Iglesia insiste en la necesidad de que todos sean atendidos, sin que la discapacidad sea un obstáculo para acceder a los mejores cuidados disponibles. En este sentido, algunas conferencias episcopales —como las de Inglaterra y Gales[3]y la de Estados Unidos [4]— ya han intervenido para pedir que se respete el derecho de todos a ser tratados sin discriminación.

 

El Evangelio es para todos

Nuestra vocación también deriva de nuestra amistad con el Señor, que nos ha elegido para que demos mucho fruto y que nuestro fruto permanezca (cf.Jn15,16). Presentándose como la verdadera Vid, quiso que cada sarmiento, unido a Él, pudiera dar fruto. Sí, Jesús quiere que alcancemos «la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada» (Exhort. ap.Gaudete et exsultate,1).

El Evangelio también es para ti. Es una Palabra dirigida a todos, que consuela y, al mismo tiempo, llama a la conversión. El Concilio Vaticano II, hablando de la llamada universal a la santidad, enseña que «todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad […]. En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, […] se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo» (Const. dogm.Lumen gentium, 40).

Los Evangelios nos dicen que cuando algunas personas con discapacidad conocieron a Jesús, sus vidas cambiaron profundamente y comenzaron a ser sus testigos. Es el caso, por ejemplo, del ciego de nacimiento que, curado por Jesús, afirmó con valentía delante de todos que era un profeta (cf.Jn9,17); y muchos otros proclamaron con alegría lo que el Señor había hecho por ellos.

Sé que algunos de ustedes viven en condiciones extremadamente frágiles. Pero me gustaría dirigirme a ustedes —quizá pidiendo, cuando sea necesario, a sus familiares o a las personas más cercanas a ustedes que les lean estas palabras o que les transmitan este llamamiento que hago— y pedirles que recen. El Señor escucha atentamente la oración de los que confían en Él. Que nadie diga: “No sé rezar”, porque, como dice el Apóstol, «el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque como no sabemos orar como conviene, él mismo intercede por nosotros con gemidos inexplicables» (Rm8,26). En los Evangelios, de hecho, Jesús escucha a los que se dirigen a Él incluso de forma aparentemente inadecuada, quizá sólo con un gesto (cf.Lc8,44) o un grito (cf.Mc10,46). En la oración hay una misión accesible a todos, y me gustaría encomendársela a ustedes de manera especial. No hay nadie tan frágil que no pueda rezar, adorar al Señor, dar gloria a su santo Nombre e interceder por la salvación del mundo. Ante el Todopoderoso todos nos descubrimos iguales.

Queridos hermanos y hermanas, su oración es hoy más urgente que nunca. Santa Teresa de Ávila escribió que «cuando los tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios para sostener a los flojos» [5]. La época de la pandemia nos ha mostrado claramente que todos somos vulnerables, «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos»[6]. La primera forma de hacerlo es rezar. Todos podemos hacerlo; e incluso si, como Moisés, necesitamos que nos sostengan (cf.Ex17,10), estamos seguros de que el Señor escuchará nuestra súplica.

Les deseo lo mejor. Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los proteja.

Roma, San Juan de Letrán, 20 de noviembre de 2021

FRANCISCO

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[1]Rudolf Schnackenburg,Amicizia con Gesù, Brescia 2007, p. 68.
[2]Sínodo de los Obispos,Documento preparatorio. Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, 2.
[3]Cf.Bishops’ Conference of England and Wales,Coronavirus and Access to Treatment(20 abril 2020).
[4]Cf.USCCB – Public Affairs Office,Statement on Rationing Protocols by Health Care Professionals in Response to COVID-19(3 abril 2020).
[5]Vida, 15, 5.
[6]Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia(27 marzo 2020).

Discurso del padre Awi Mello, ISch.

Me alegra especialmente estar hoy aquí para presentar este documento porque, para el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, la pastoral de las personas con discapacidad representa un nuevo tema en el que hemos decidido comprometernos e invertir mucha energía. . Es un ámbito que, más que otros, muestra cómo es necesario hablar del laicado, la familia y la defensa de la vida en común, con un enfoque multidimensional. Cada vez es más evidente, y la inclusión de las personas con discapacidad lo demuestra claramente, que nuestras comunidades eclesiales deben acostumbrarse a una pastoral transversal capaz de trabajar en red entre diferentes competencias y especializaciones.

Las personas con discapacidad en virtud del Bautismo son laicos, que comparten la misma vocación que todos los cristianos; su presencia cuestiona la pastoral familiar y están en el centro de la preocupación de la Iglesia en la defensa de toda vida. Cada una de las tres áreas de acción pastoral del Dicasterio está involucrada.

Por eso nos alegra que, mientras nos preparamos para recorrer un camino nuevo para nuestro Dicasterio, llegue este mensaje que ofrece importantes indicaciones para la reflexión y la acción. La primera es que los protagonistas de esta pastoral no son tanto las asociaciones especializadas o los cuidadores , que también merecen una atención renovada, sino las propias personas con discapacidad: el Papa, de hecho, se dirige directamente a ellos, pidiéndoles que se impliquen con generosidad en la proceso sinodal. Es una elección sencilla pero profundamente innovadora que los inserta de manera ineludible en la dinámica del Pueblo de Dios y reconoce que son un sujeto eclesial. Fieles laicos que en virtud del bautismo están llamados a seguir a Jesús.

También es particularmente significativo que este texto llegue en este mismo momento. La primera prueba para una pastoral verdaderamente inclusiva será comprender cómo escuchar a las personas con discapacidad dentro del proceso sinodal y, al mismo tiempo, cómo ayudarlas a tomar conciencia de la llamada que ellas, como todos los cristianos, han recibido en este momento particular de la vida de la Iglesia.

Esto es una novedad porque siempre hemos estado acostumbrados a pensar en las personas con discapacidad solo a partir de su necesidad de asistencia y a considerar poco o nada lo que pueden dar a nuestras comunidades eclesiales.

Por otro lado, el Santo Padre insiste en que, incluso en la asistencia, no hay discriminación y lo hace refiriéndose al difícil período de la pandemia durante el cual algunas conferencias episcopales sintieron la necesidad de reiterar que la discapacidad nunca puede ser un problema. criterio para elegir curar o no.

Afirmar que el Evangelio es para todos, como hace el Papa, significa decir que el cristiano es un camino accesible, que todos pueden recorrer. Me gusta recordar que en la antífona Alma Redemptoris Mater , María se define como pèrvia cœli porta – puerta accesible al cielo – y que esta antífona fue escrita por Ermanno di Reichenau, también llamado el Contrato por su discapacidad física.

Este mensaje, reconociendo que las personas con discapacidad tienen su lugar en el santo Pueblo fiel de Dios, es una gran invitación, para nosotros en el Dicasterio, pero sobre todo para las realidades parroquiales, diocesanas y asociativas a emprender nuevos caminos con creatividad pastoral. Es una puerta que se abre para pensar en una pastoral ya no para, sino con y, en este sentido, el abanico de perspectivas que se abre es verdaderamente amplio.

Discurso del Dr. Vittorio Scelzo

En el mensaje que presentamos hoy, el Papa Francisco afirma que si el Sínodo «es verdaderamente» un proceso eclesial participativo e inclusivo «, la comunidad eclesial se verá verdaderamente enriquecida». De alguna manera nos dice que, si la Iglesia logra acoger a sus hijas e hijos con discapacidad, será más bella; estará poblada de sus sonrisas y sus abrazos que muestran la amistad desmotivada y exagerada de Jesús.

La amistad es, de hecho, la categoría más adecuada para comprender la forma particular en que las personas con discapacidad, especialmente aquellas con discapacidad intelectual, viven su fe y su experiencia espiritual. Es una forma alegre y afectiva de ser cristiano, una alternativa a lo que el Papa, en broma, pero no demasiado, define los «rostros fúnebres» que se ven en determinadas parroquias.

En el mensaje, el Santo Padre nos acompaña a entender que la amistad con Jesús es un camino sencillo, accesible a todos, pero no ingenuo. Cita a Teresa de Ávila, pero podríamos referirnos a muchos otros santos que vivieron esta dimensión de manera intensa. En las palabras del Papa podemos ver los ecos de la reflexión de la Iglesia latinoamericana sobre la piedad popular o de las palabras de Pablo VI en Evangelii Nuntiandi sobre la «sed de Dios que sólo los simples y los pobres pueden conocer» (EN 48).

La Exhortación continúa diciendo que esta forma de vivir la fe «implica un sentido agudo de los atributos profundos de Dios: paternidad, providencia, presencia amorosa y constante; genera actitudes interiores raras veces observadas en otros lugares en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desprendimiento, apertura al otro, devoción ”(EN 48).

Por otro lado, a lo largo del texto, hay una comprensión actualizada de la discapacidad. El Papa lo hace explícito cuando dice que no se trata de una enfermedad, sino del resultado de la interacción entre las barreras que coloca la sociedad y los límites de cada una. Se trata de una importante afirmación, que recoge una reflexión ya consolidada tanto en el ámbito eclesial como en el civil, pero que debe convertirse en una oportunidad para rejuvenecer la pastoral a partir de categorías renovadas. Ver a las personas con discapacidad como enfermas (de una enfermedad de la que nunca podrán recuperarse) ayuda a envolver sus vidas con un aura de tristeza y sufrimiento. Pero la realidad, afortunadamente, es muy diferente.

Este mensaje está dirigido a las personas con discapacidad, pero también nos invita a cada uno de nosotros a abrirnos a la escucha y a recorrer un trozo del camino con ellos. Esto es lo que ha querido hacer el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida con la campaña #IamChurch, Soy Iglesia, que lanzaremos el 6 de diciembre. Son cinco videos, cinco pequeños viajes a la experiencia eclesial de algunos cristianos con discapacidad de diferentes países del mundo. Hablarán sobre la labor evangelizadora que llevan a cabo algunos jóvenes sordos en México, el monasterio donde en Francia algunas hermanas con síndrome de Down viven su vocación, el grupo de jóvenes italianos con discapacidad intelectual que participan en las Jornadas Mundiales de la Juventud y mucho más.

Es el descubrimiento de una humanidad sonriente y no victimizante, de un rostro atractivo de la comunidad eclesial, una manera de iluminar, al menos un poco, uno de los muchos rostros de ese magnífico poliedro que es la Iglesia: el de nuestras hermanas. y de nuestros hermanos con discapacidad.

Discurso de la Sra. Antonietta Pantone

Soy Antonietta, tengo 31 años y vivo en las afueras de Roma.

Gracias por invitarme aquí, estoy muy emocionado de estar con ustedes.

En este mensaje del Papa Francisco me llamó la atención la presencia de la palabra amistad. Muchas veces. La amistad es fundamental para mí: ser amigos y tener amigos. Significa que puedo confiar en alguien y que alguien puede confiar en mí. Y también pasa con Jesús, lo mismo.

La presencia de amigos en mi vida no ha sido tan evidente: en la escuela, en las clases de catecismo no siempre he encontrado amigos fácilmente o en ambientes verdaderamente inclusivos.

Comprendí que Jesús era mi amigo con la Comunión, me tendió la mano y quiso estar conmigo, con Antonietta, incluso con mis dificultades.

Luego, años después me di cuenta de que quería confirmar mi estar con él también en el sacramento de la Confirmación.

Tener a Jesús como amigo es esencial para mi crecimiento espiritual y esto ha aumentado mi fuerza interior.

Sé que tengo un amigo a mi lado en las pruebas de la vida.

También fue muy importante encontrar una comunidad (como Fe y Luz) con la que discutir el evangelio y orar juntos. Con los demás pude ver que el evangelio no excluye a nadie, ¡que es para todos!

Me alegra que el Papa haya escrito que soy importante para la Iglesia, que me necesitan. Por supuesto, por mi situación, necesito muchas cosas, pero también tengo mi tarea como discípulo de Jesús.

Sé que muchos en la Iglesia nos consideran ángeles … pero sé que tengo mis defectos, como todos los demás. Ser considerado un ángel me hace casi no humano. Y quiero que me reconozcan como ser humano.

Me reconforta que el Papa reconozca que las cosas, para nosotros las personas con discapacidad y para nuestras familias, no son nada fáciles. Y que con la pandemia han sido aún más difíciles. También experimentamos una separación forzada con nuestros amigos de la comunidad colocados en estructuras residenciales. Hablamos por teléfono.

La amistad ha sido severamente probada en este último período, pero entendemos profundamente la importancia de estos contactos.

Seguro que todos tenemos una herida, una dificultad. Los míos se ven, los de los demás no. Somos iguales en esto.

A los ojos de Dios, ya sé que es así.

Espero que este también sea cada vez más el caso en la sociedad y que la Iglesia dirigida por el Papa Francisco sea un ejemplo para todos en este camino.

 

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