El sembrador salió a sembrar

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos muestran a Dios sembrando su Palabra en el campo de la vida, siendo Cristo el sembrador y sus ángeles los segadores. Veamos.

«Unos granos cayeron a lo largo del camino»

Son los que escuchan la palabra pero no la entienden. La Palabra de Dios es útil y eficaz, como una lámpara que alumbra la vida de los hombres, una luz en su sendero. (cf. Heb 4,12; 1ª Tim 4,8; 2ª Tim 3,16; Sal 119,105). Entender la Palabra es dejarse guiar por ella, dejar que el Espíritu ilumine nuestro entendimiento (cf. Lc 24,32), quien nos guiará hacia la verdad plena (cf. Jn 16,13). Para que la Palabra de fruto necesita ser conocida, meditada, reflexionada, analizada y contemplada.

«Otros granos cayeron en terreno pedregoso»

Son los que oyen la Palabra pero son inconstantes y no echa raíces. La constancia, la disciplina y la perseverancia son actitudes esenciales en el proceso del discipulado, en el conocimiento y seguimiento de Cristo, sin ellas, cualquier indicio de la Palabra solo es pasajero, sin raíces, sin proyección ni futuro. A través de la raíces, los árboles toman los minerales que proporciona la tierra para conducirlos a las ramas, que a su tiempo darán flores y frutos. Pero sin raíces no hay nada: ni tallos ni frutos. Por eso el conocimiento de la Palabra debe ser constante y permanente.

«Otros granos cayeron entre espinos»

Son los que escuchan la Palabra pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan. Nada más débil y frágil que una preocupación, una seducción o una ansiedad. Para sobrepasar estas situaciones debemos ser fuertes, estar preparados y vivir en comunión con Dios. La Palabra de Dios nos prepara, nos anima y nos fortalece. Por ello debemos escucharla con atención, brindándole el tiempo y el espacio necesarios para meditarla, orando con ella (lectio divina), haciéndola el centro de nuestra vida y nuestra pastoral, como un eje transversal. Poner a Dios como una prioridad, hará que todo lo demás tengo un valor periférico, dándole a Él su justo lugar.

«Otros granos cayeron en tierra buena»

Son los que oyen la Palabra, la entienden y dan fruto. La Palabra de Dios «penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Heb 4,12). Nadie puede comprender los designios de Dios si no es iluminado por el Espíritu Santo.  Una vez que entendemos cuál es la voluntad de Dios, estamos capacitados a dar frutos para la vida del mundo (cf. OT # 16). En la Biblia se nos revela que la voluntad de Dios es que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1ª Tim 2,4), buscando la unidad con el Padre (cf. Jn 17,21), amándonos unos a otros como Cristo nos enseñó (cf. Jn 15,12). Además, escudriñando les escrituras conocemos que los frutos de la Palabra y del Espíritu son el amor, el gozo, la paz, la tolerancia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la templanza y el dominio propio (cf. Gal 5,22). Tú ¿qué frutos estás dando para la vida del mundo? ¿Qué tipo de tierra es tu corazón? ¿En tu corazón hay abrojos y espinos? ¿Eres sofocado por la tentación de las riquezas?

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