El secretario de Benedicto XVI, otra vez sin alojamiento. En 2013, Francisco no quiso que ocupara la habitación oficial asignada

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Por ahora se sabe que el que fuera secretario del Papa Benedicto XVI, monseñor Georg Gänswein, a más tardar el de febrero deberá abandonar el apartamento que ocupaba para asistir al Papa Emérito J. Ratzinger en el Monasterio Mater Eclesia . 

La orden o petición, como siempre, vino como resultado, por decisión del propio Papa Francisco, quien -curiosamente- siempre ha intervenido personalmente en la cuestión de la asignación de alojamientos, especialmente cuando se trata de miembros de la alta jerarquía. 

La intervención del Papa tiene que ser escuchada aun cuando el sacar del Vaticano se dirija a alguien que no esté en su buena voluntad. Sucedió con varios de sus entonces importantísimos colaboradores. En estos casos, siempre interviene la Gendarmería Vaticana, que se pone en contacto con el interesado.

Entre otras cosas, es posible dejar constancia que los supuestos vaticanos respecto a los apartamentos los cumple el mismo Papa, que decidió en su elección (13 de marzo de 2013) no vivir en el Palacio Apostólico y a cambio tener un pequeño apartamento en la Casa Santa Marta.

En el contexto de estos hechos poco conocidos mencionados anteriormente, nos parece interesante este pasaje del libro del arzobispo Gänswein «Nada más que la verdad». 

En la mañana del 22 de julio de 2016, esperé de como costumbre al Papa Francisco en San Dámaso, de donde regresa el ascensor Nobile. Dejó el auto y de inmediato me dijo:

«- Escuché que hay un departamento en el Palacio Apostólico«. 

Precisamente era el apartamento del prefecto de la casa pontificia, temporalmente asignado a mí por motivos oficiales

“- Por favor, no lo tomes ahora”, agregó. 

Cuando le informé que era normal que el prefecto estuviese residiendo allí, para poder cumplir bien con su área –ya que, aún en este momento yo vivía en el monasterio con el Papa Emérito, esto era en todos los casos una residencia temporal – respondió:

«- Espera , antes tengo que hablar con mis allegados; no hagas nada hasta que recibas mi respuesta.

El 2 de septiembre siguiente, en la última ocasión, el Papa me dijo:

«- Esperabas una respuesta mía y ahora te digo que lo dejes. Cuando necesites un piso, yo me encargo». 

Ante mi expresión de gran asombro, expliqué que los habían asignado para el Secretario de Estado (Cardenal Pietro Parolin) y el Suplente de la Primera Sección para Asuntos Generales (entonces Arzobispo Giovanni Angelo Becciu), pero no para el secretario de la Segunda Sección para las relaciones con los estados. Concluyó con firmeza:

«- Lo he decidido«; y de hecho, algún tiempo después, el arzobispo Paul Richard Gallagher realmente quiso vivir en este apartamento.

En 2018, sin embargo, me pareció oportuno recordar su promesa al Papa Francisco para instrucciones dadas a Monseñor Vérgez y al final me asignaron un apartamento en la vieja Santa Marta, en el límite con el salón Pablo VI. Sin embargo, la retirada física del Palacio Apostólico representó el preanuncio de posteriores vuelcos.

A finales del año 2020, nuevamente para quedarme en el cotejo literario, me convertíu en “prefecto a la mitad”, parafraseando el título de la célebre obra de Italo Calvino “El vizconde a la mitad”. Después de esos calurosos días de polémica en torno al libro del cardenal Sarah, el lunes 20 le pedí al Papa Francisco poder hablar con él, en medio de una cita para el final de la mañana, al final de las audiencias. Me miró con expresión seria y sorprendida dijo:

«- De ahora en adelante, quédate en tu casa. Acompaña a Benedetto, que te necesita, y haz de escudo».

Me quedé impactado y sin palabras. Cuando traté de responderle diciéndole que pasó del año pasado, para poder seguir así en el futuro, él concluyó la conversación de manera abrupta:

«- Sigues siendo prefecto, pero no volverás a trabajar mañana». 

Respondí resignadamente:

«No puedo comprender, no aceptar humanamente, pero me adapto sólo en la obediencia». Y él respondió:

«- Esta es una palabra hermosa. Yo porque mi experiencia personal es que «aceptar en obediencia» también es bueno». 

Mi preocupación fue cómo comunicaría la noticia afuera, ya que, por supuesto, preguntarían por mi ausencia, pero el Pontifice dijo que no quería para hacerlo en absoluto y asi lo fue.

Regresé al Monasterio y durante el almuerzo les dije a los Memores y a Benedetto, quien comentó, a medias, de manera irónica: «¡Parece que el Papa Francisco no confía en mí y quiere que seas mi vigilante!». Respondí, sonriendo también: «Así es…, pero ¿debo ser conserje o vigilante?». Luego añadí que presumiblemente era un pretexto relacionado con la espinosa suposición de Sarah, ya que ella no tenía que cambiar de la noche a la mañana.

Como había anticipado, después de un día de ausencia pública comencé a recibir correspondencia electrónica y mensajes preguntándome qué me había pasado, y obviamente no respondí a nadie. El sábado 25 de enero, escribí una nota de unas líneas al Papa Francisco informándole que estaba recibiendo estas solicitudes de información y sugiriendo que habrían pasado varios días de suspensión, para que eventualmente pudiera reincorporarme al cargo. El 1 de febrero me contesta: «Querido hermano, muchas gracias por tu carta. Por el momento creo que es mejor mantener el statu quo. Gracias por todo lo que haces por el Papa Benedicto: que nada le falta. Rezo por ti, hazlo por mi. Que el Señor la bendiga y la Virgen la guarde. Fraternalmente, Francisco».

Por LUIS BADILLA.

CIUDAD DEL VATICANO.

DOMINGO 15 DE ENERO DE 2023.

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