El evangelio de este domingo ( Mt 17, 1-9) nos presenta el relato de LA TRANSFIGURACIÓN. Jesús sube a un monte elevado y se transfigura delante de tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan. San Mateo comenta lo siguiente: “su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús”.
La transfiguración es una revelación de la persona de Jesús, los signos de la nube, la luz y la voz divina así lo confirman. Estamos ante una verdadera epifanía como las que se narran en otros textos bíblicos. Jesús prepara a sus discípulos para el misterio pascual, esta revelación dispone a los discípulos para que puedan superar la prueba de la pasión y al mismo tiempo tengan elementos para interpretar la resurrección. Con la transfiguración Jesús revela anticipadamente su gloria.
La presencia de Moisés y de Elías en esta manifestación completa la escena. Moisés es el representante de la Torá (Ley judía) y Elías representa al profetismo. Ambos tuvieron revelaciones especiales en el Antiguo Testamento. El hecho de que estos dos personajes aparezcan dialogando con Jesús muestra que su mensaje está en sintonía con las enseñanzas que Dios había ya revelado en la ley judía y por medio de los profetas. De hecho Jesús ha dicho “No he vendido a abolir la ley ni los profetas, he venido para darles cumplimiento” (Mt 5, 17).
San Mateo pone la atención en el rostro de Jesús: “su rostro se puso resplandeciente…” Esto nos recuerda al salmo 27, 9 que dice: “Si, Yahvé, tu rostro busco; no me ocultes tu rostro”. Quien quiera conocer a Dios debe contemplar el rostro transfigurado de Jesús. El mismo Jesús dice en otro evangelio: “El que me ve a mí, ve a mi Padre” Jn 14, 9. El rostro de Jesús revela la santidad y la misericordia de Dios.
La voluntad de Dios para los seres humanos se revela ahora en la persona de Jesús. De hecho, luego de la transfiguración se escucha una voz: “este es mi Hijo muy amado en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Quien desea vivir la voluntad de Dios debe seguir a Jesús, escucharle, acoger sus enseñanzas y con la ayuda de la gracia divina profundizar en ellas.
La transfiguración prepara a los discípulos, representados por Pedro, Santiago y Juan, a enfrentar la fuerza de la cruz. Cuando vean a Jesús rechazado, juzgado y colgado de la Cruz, comprenderán así que el que sufre es el Hijo predilecto de Dios; interpretarán la pasión como un misterio luminoso por una parte, pero también oscuro.
La pasión es un misterio oscuro por sus aspectos humillantes, dolorosos y escandalosos; pero es también un misterio luminoso porque revela el amor infinito de Dios. Revela el amor del Padre que nos entrega a su Hijo; revela el amor del Hijo que se entrega voluntariamente, se ofrece a sí mismo y ofrece su vida para salvarnos, como él mismo había dicho: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” Jn 15, 13.