El evangelio de este Tercer Domingo de Pascua (Jn 21, 1-19) se desarrolla en dos momentos. En el primero se habla de la aparición de Jesús a siete discípulos que estaban en la ribera del lago de Tiberíades, luego de una noche fatigosa sin resultados y de un breve diálogo con el Jesús, sucede una pesca milagrosa y los discípulos comienzan a descubrir al Resucitado; el segundo momento nos habla del primado de Pedro donde Jesús encomienda al apóstol el pastoreo de la comunidad.
Todo el pasaje evangélico está lleno de signos y de símbolos, destacamos unos cuantos. La pesca milagrosa. Para los evangelios sinópticos, la actividad de pescar es una imagen que representa el servicio apostólico de los discípulos de Jesús: “síganme y los haré pescadores de hombres”, con esta expresión Jesús llamó a los apóstoles; en esta ocasión se cuenta también que los discípulos “no pescaron nada”. La pesca milagrosa sucede sólo hasta que los siete discípulos siguen las indicaciones del Resucitado: “echen la red a la derecha y encontrarán peces”. La enseñanza es muy clara: Cuando se sigue la voz del Señor, entonces suceden los milagros. Para tener éxito en el servicio apostólico es necesario ser un buen discípulo, es decir escuchar la voz de Dios y obedecerla. De esa manera el servicio apostólico será fructífero.
El reconocimiento del Resucitado. El evangelio nos describe cómo los discípulos van reconociendo a Jesús. Unos a otros se van ayudando en este proceso. En un principio nadie lo reconoció. Después poco a poco se va dando la revelación. La vida cristiana no crece espontáneamente, se desarrolla poco a poco y con la ayuda de la comunidad. Se necesita de alguien que nos hable del Señor. En este caso es el discípulo amado el que le habla del Señor a Pedro. Todos hemos conocido a Dios por medio del testimonio de alguien: nuestros padres, algún sacerdote, o algún catequista que nos ha revelado que el señor está cerca de nosotros.
El banquete. La revelación del Resucitado concluye con la mención del banquete. Cuando los discípulos llegan a la orilla ven un pescado y un pan y Jesús los alimenta con ello. El pan y el pescado son signos que hacen alusión a la Eucaristía. A través de este relato se nos enseña que el encuentro con el Resucitado lleva a los discípulos a participar en el banquete eucarístico. La Eucaristía hace posible experimentar la presencia del Señor resucitado.
Ante todo el amor. El evangelio se cierra con el diálogo entre Jesús y Pedro. La triple pregunta del Señor a Pedro si lo amaba, es sin duda alguna, una evocación de la triple negación del apóstol pero a la vez se expresa el puesto del primado de Pedro dentro de la comunidad. Jesús hace brotar de los labios de Pedro una confesión de amor mayor que el que le profesan los otros discípulos. Al responder afirmativamente a la pregunta ¿Pedro me amas más que estos? Jesús lo rehabilita y lo establece como pastor y jefe de sus corderos y de sus ovejas. Corderos y ovejas representan a todos los que siguen o seguirán a Jesús.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa