La humanidad enfrenta las dramáticas consecuencias de las decisiones descontroladas, a tal grado que se corre el riesgo de destruirla, y enfrenta una catástrofe de falta de conciencia de los valores bajo el efecto del subjetivismo y el relativismo; “nada es objetivo, todo es relativo”. Urge la necesidad de un cambio radical en el comportamiento del hombre, porque los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes y el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico cambio de mentalidad y moral, se vuelven, en definitiva, contra la vida misma.
La degradación humana está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia del ser humano, es decir, a las relaciones interpersonales diarias. Éstas comparten heridas profundas por nuestros comportamientos irresponsables, pero todas ellas provienen del mismo mal.
La libertad también tiene límites, es necesario tomar consciencia de que la vida es un regalo y hacer buen uso de ella sin mirarse demasiado a uno mismo. Debemos reflexionar, ajustar el camino y, si es preciso, cambiar el rumbo.
Todos estamos llamados a ser felices. En esta búsqueda es posible encontrar la felicidad; acerquémonos a alguien con experiencia, que nos comparta cómo le ha hecho para estar contento, satisfecho y sentirse pleno, porque lo vemos disfrutar de la vida en la realidad que está viviendo. Seguramente, esta experiencia estará matizada por grandes acontecimientos y momentos fuertes que le hicieron reflexionar para retomar el rumbo.
El hombre tiene así cierta afinidad con los demás, debe someterse a la voluntad de su creador y estar consciente de que tiene igual dignidad que todos los hombres. Cualquiera que sea su voluntad, encuentra un serio apoyo en el plano científico y un sólido fundamento en la existencia humana.
¿Cuál es el peligro real del relativismo cultural? Según sus detractores, puede servir de excusa para cualquier barbaridad, desde el genocidio hasta el sacrificio humano si se forma parte de una cultura y, si todas las culturas son igualmente válidas, ¿quién soy yo para juzgar?
Los enemigos de esta marca del relativismo lo definen de la siguiente manera:
“El Relativismo Cultural es la idea de que los sistemas morales o éticos, los cuales varían de cultura a cultura, son todos igualmente válidos, y ningún sistema es en realidad ‘mejor’ que otro… Por lo tanto, cualquier opinión sobre la moralidad o ética está sujeta a la perspectiva cultural de cada persona… esto significa que ningún sistema moral o ético puede ser considerado como el mejor o el peor, ni ‘bueno’ o ‘malo’”.
¡Cuidado! Según esta definición, lo bueno y lo malo existe. El simple hecho de que en otro país se acostumbre o se realice cierta acción, no significa que todo ello tiene el mismo valor para uno mismo, solo porque allí se dicte de ese modo. La realidad de una cultura no significa que sea igual de buena que otra cultura. Hay estándares universales, si no, la vida no tendría sentido y el mundo se vería abocado al caos.
¿Qué sería de nosotros?, ¡no te dejes influenciar por el relativismo o el subjetivismo! Sé concreto, di sí cuando es sí, y no, cuando es no. Razona, reflexiona y, por ningún motivo, pierdas tus creencias, es decir, aquellas que nos trasmitieron nuestros padres en favor de nuestro bienestar.