* Ayer se produjo la salida del Gemelli, anunciada por sorpresa, y la primera aparición pública de Francisco en más de un mes.
Un Papa sufriente que no renuncia a su palabra ni a su ironía. Esta es la primera imagen de Bergoglio después de 38 días de internación en el Gemelli, transcurridos por fieles y obreros al ritmo de los boletines médicos. El sábado pasado se conoció primero la noticia de la primera aparición desde la ventana durante el Ángelus dominical, después la convocatoria de la reunión informativa de la tarde con el personal médico durante la cual se anunció el alta hospitalaria.
La neumonía se ha resuelto, explicó el profesor Sergio Alfieri, responsable del equipo médico del Gemelli, pero persisten algunas bacterias y el Papa necesita todavía oxígeno y una convalecencia de al menos dos meses.
Francesco, a quien le encanta repetir «sigo vivo», ha corrido peligro de muerte dos veces en 38 días. La oxigenoterapia de alto flujo ha dejado secuelas y ha dificultado el habla del anciano Pontífice.
Dadas estas premisas, los fieles que lo esperaban en la plaza Gemelli no esperaban oírle hablar . Y en cambio Bergoglio, apareciendo hacia el mediodía en el balcón del segundo piso del Policlínico, logró pronunciar algunas frases. Un gracias por la oración y luego un bello elogio a una señora –después supimos que se llamaba Carmela, es calabresa residente en Roma y desde hacía más de un mes iba todos los días a Gemelli a rezar bajo la ventana papal– que tenía consigo un ramo de rosas amarillas.
Ver al Papa desorientado, demacrado, sufriendo tuvo un cierto efecto en quienes en estos doce años se han acostumbrado a admirar su energía. Dada la ubicación, es difícil no recordar la imagen de Juan Pablo II que, hace exactamente veinte años, se tocó la garganta para hacer entender a “su” pueblo que no podía hablar.
Al salir del hospital, después de saludar a los directivos y médicos del Gemelli, Francisco hizo lo mismo : al llegar a Porta del Perugino dispuesto a regresar al Vaticano, pidió repentinamente a los hombres de seguridad que volvieran a la carretera para hacer una parada en Santa Maria Maggiore.
La intención era mantener la tradición de la oración ante el icono mariano de la Salus Populi Romani. Sin embargo, una vez llegado a la Basílica, el Papa no bajó del coche y se limitó a entregar el ramo de rosas –el mismo que el de Carmela– al cardenal Rolandas Makrickas. El arcipreste coadjutor, recién investido de púrpura en el último consistorio, siguió las instrucciones papales y depositó flores ante el icono mariano. La procesión papal regresó luego, esta vez, al Vaticano.
El evento no programado de ayer en Santa Maria Maggiore dio una muestra de lo difícil que será convencer al paciente Bergoglio a una convalecencia protegida.
Pero dentro de los muros sagrados son todavía muchos los que recuerdan el precedente de Juan Pablo II, que, dado de alta del Gemelli el 10 de febrero de 2005, se lanzó inmediatamente a la agenda papal, con recorridos en papamóvil, audiencias y ángeles sin cristal antifrío. Una actividad frenética a la que siguió una crisis más intensa y una nueva hospitalización apenas trece días después.
El equipo médico que trata a Francesco no quiere correr tal riesgo y pretende pedir disciplina al paciente. Y así Santa Marta, que nació como hotel y se mantiene como tal hasta hoy, se prepara para convertirse también en una especie de hogar de ancianos para su huésped más ilustre.
Hasta el día de hoy, el segundo piso del edificio, el de su apartamento privado, ha permanecido siempre a su completa disposición. Ahora, sin embargo, la necesidad de proteger la convalecencia la hará aún más inaccesible.
Los médicos cuentan con la persuasión moral que podrá ejercer sobre Bergoglio su asistente sanitario personal Massimiliano Strappetti, el enfermero que en el verano de 2021 lo convenció de someterse a una operación de colon salvándole así la vida y que ayer lo asistió durante la aparición desde el balcón del Gemelli.

Por NICO SPUNTONI.
CIUDAD DEL VATICANO.
LUNES 24 DE MARZO DE 2025.
LANUOVABQ.