El que quiera ser grande

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos hablan del servicio; para ello ponen como ejemplo al siervo doliente, al sumo sacerdote y a Jesucristo, quienes interceden por los pecadores y cargan con los dolores y sufrimientos de los demás. Sin embargo, algunos de sus discípulos, que no han entendido la Misión de Cristo, optan por buscar algunos puestos principales en el Reino.

 

  1. «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

Los discípulos, sin entender el proyecto de Cristo que implica sufrimiento y dolor, deciden aventurarse en una petición que incluye un estilo de vida ideal con comodidades y confort. Pero, seguir a Cristo no solo excluye privilegios sino que implica sacrificios, renuncias y persecuciones (Cf. Mc 10,30). Ésta petición expone la idea egoísta de poder, de ambición y de codicia, del deseo de estar sobre los demás, mandarlos y usarlos. Ellos creen tener esta posición de exclusividad debido a la cercanía que tienen con el Maestro. Se entrevé en esta situación un posible tráfico de influencias. Pero Jesús no sólo les niega este “posible derecho” sino que los ubica en la posición que les toca.

 

  1. «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos»

La grandeza del ser humano está en su dignidad tanto de hijo como de persona, pues por el Bautismo nos llamamos y somos verdaderos hijos en el Hijo; pero también por ser imagen y semejanza de Dios, con capacidad propia de amar, de pensar y decidir (ser libre). No hay nada que se equipare a esta Dignidad. Sin embargo, el ser humano, consciente de su valor y su naturaleza cree tener un poder superior, cree ser más que los demás seres, incluso que él mismo; esto sucede por una ofuscación en su conciencia, por una antropología supra valorada y por una mala entendida autoestima. Jesús, al respecto, les da una enseñanza a sus discípulos y les dice que este tipo de grandezas está en el servicio, en el amor al prójimo, en la solidaridad con los más necesitados. Jesucristo mismo se hace esclavo, servidor de todos. Pero servir no sólo consiste en ayudar sino también en enseñar, en corregir, en capacitar, en orientar, en fomentar la justicia, en promover el bien común, en ser misericordiosos.

 

  1. «Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

La principal obra de Cristo es la salvación, que consiste en redimir al ser humano de sus pecados. La salvación contiene tres momentos: creación, redención y santificación; y en este proyecto,  Dios Padre crea, Dios Hijo redime y Dios Espíritu santo santifica. Los textos bíblicos afirman que Jesucristo vino al mundo para rescatar a los que estaban  perdidos y atados por el demonio (Cf. Hech 10,38). En este sentido, Jesucristo es el Redentor pues vino a liberar a las personas de la opresión mal, a perdonarles sus pecados, a devolverles la salud (incluyendo la vista, oído y movimiento de manos y pies) y anunciarles el año de gracia del Señor (Cf. Lc 4,18).  Un momento clave o significativo de este servicio fue su sacrificio en la Cruz, donde entregó su vida en rescate por todos. Él había proclamado que no había amor más grande por los amigos que dar la vida por ellos y lo cumplió (Cf. Jn 15,13). A ejemplo de Cristo, seamos servidores de la vida, amémosla, cuidémosla y respetémosla.

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