El proverbio de los últimos

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Dice san Marcos, que JESÚS con los suyos iba de camino a Jerusalén cuando hace concluir la polémica sobre los ricos, las riquezas y la salvación con la conocida sentencia: “muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros” (Cf. Mc 10,37) La lógica del poder y la primacía del dinero no tienen cabida en la acción del Reino de DIOS, que “sufre violencia al abrirse paso en este mundo, y son los que se hacen violencia quienes entran en él” (Cf. Mt 11,12). La violencia armada está descartada en este versículo; se refiere, por otra parte, al ejercicio ascético que realiza aquel que decide posponer sus apegos personales a las pautas dadas por JESÚS en el Sermón de la Montaña; o lo que dice el profeta para vivir según DIOS: “lo que se te pide es que practiques el derecho y la misericordia, y camines humilde con tu DIOS” (Cf. Mq 6,8) Así, por una vía de pobreza personal, en la que el corazón no está  prisionero de los bienes materiales, el discípulo puede seguir a JESÚS. Los anuncios sobre la Pasión dados por JESÚS se entienden mejor cuando se viene de las últimas filas de la consideración social. Los honores humanos se adhieren con gran facilidad e hinchan el ego, que pronto ocupará el lugar requerido por DIOS mismo. En JESUCRISTO, DIOS revela sin lugar a dudas que se dispone a ser el SERVIDOR del hombre. Esto es inaudito, pero constituye  un principio de fondo. Si DIOS se despoja de su Gloria para servirnos o salvarnos es correcto que nos pida una disposición semejante. Nos sirve el cántico de Ana y el magníficat de la VIRGEN MARÍA para aproximarnos a la comprensión del proverbio releído al ser dado por JESÚS: “derriba el SEÑOR del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes. A los  hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacío” (Cf. 1Sm 2,7-8; Lc 1,52-53).La preferencia del último o del menor viene declarado desde los comienzos en la Escritura: Abel es preferido a Caín: Isaac es preferido a Ismael; Jacob el menor ostentará la bendición y la primogenitura. Pocas desgracias se sienten más como la falta de descendencia  por la mujer con vocación de madre como Ana, mujer de Elcaná (Cf. 1Sm 1,2), y DIOS hace desaparecer ese oprobio dando fertilidad al seno estéril. En este caso el resultado de la maternidad es el nacimiento del profeta Samuel, que realizará funciones de juez, en medio del Pueblo. David, el menor de los hijos de Jesé es ungido como rey de Israel por el profeta Samuel. De forma repetida, DIOS nos avisa de sus preferencias y camino a seguir, pero las tendencias humanas no siempre coinciden o aceptan de buen grado los caminos dispuestos por la Divina Providencia.

 

Para ser de los últimos

No es fácil la cosa cuando se trata de bajar por la pendiente del desasimiento. Algunas de las cuerdas o cadenas que nos amarran, detienen o inmovilizan, las conocemos, pero otras  funciona sin control de nuestra parte. Cuando un primero decide ser de los últimos emprende  una empresa, en la que DIOS debe intervenir directamente. Esa persona decide hacerse pobre empezando por su espíritu, que es la clave de todo lo que se debe  resolver. El ego, que hasta ahora ocupaba el primer lugar en todo, está dispuesto a servir a los demás y no ser servido.  No es poca cosa conocer lo que se debe realizar para obtener resultados, pero lo importante de verdad es plasmar en hechos el proyecto espiritual. El PADRE está dispuesto a podar la vid para que el sarmiento produzca más fruto (Cf. Jn 15,1). No se le escapa al SEÑOR los movimientos interiores que desean destronar el ego para hacerlo siervo, por lo que empezará la tarea tan pronto como vea una sincera decisión. Este camino de descenso contemplado a la luz de este capítulo diez de Marcos dispone al discípulo para el Reino de DIOS y para la libertad. Es necesario reconocer que son muy pocos los grupos cristianos, que a lo largo de veinte siglos podrían testimoniar la vida eclesial según el perfil del Reino de DIOS, pues los sumarios recogido en el libro de los Hechos de los Apóstoles representan al modelo ideal de  una comunidad cristiana, que se mantenía en tensión hacia ese modelo, pero con deficiencias manifiestas señaladas en el propio libro sagrado. Intuimos algunos, que la vivencia cristiana del Reino de DIOS en este mundo se dará en algún momento de este lento ascenso de la Gracia dentro de la comunidad humana y eclesial. Después de la victoria de JESÚS en la Cruz, nada puede impedir que el objetivo principal de instaurar el Reino de DIOS en este mundo, sea cumplido sin paliativo alguno. El comportamiento de los hombres, nuestras actuaciones, son capaces de entorpecer o acelerar la manifestación del Reinado de DIOS entre nosotros, pero el entorpecimiento no será nunca impedimento frontal. La victoria es de JESUCRISTO, aunque se  ciernan espesas nubes grises en el horizonte.

 

Los primeros por ser los últimos

En estos veinte siglos de Cristianismo, algunos de los nuestros han llegado a vislumbrar en este mundo el Reinado de DIOS. Estos últimos, servidores de todos, son los santos. Ellos actúan a modo de faro que destella en la noche para señalar el acantilado y ofrecer seguridad al navegante. Cuando tenemos la rara experiencia de cruzarnos en la vida con una persona santa admiramos la paz que transmite, la misericordia que ejerce o la ausencia de protagonismo en sus iniciativas, que orienta hacia el servicio a los demás. Presentimos cerca de la persona santa que estamos con alguien que se lleva bien con DIOS. Nadie tiene un medidor exacto para calibrar las cualidades antes señaladas, pero todo eso trasciende en cierta medida y es suficiente. Gracias a estos que en su conjunto constituyen un pequeño resto, se mantiene la antorcha del gran objetivo mesiánico de extender a todos los hombres el Reino de DIOS ya iniciado. La existencia de un “resto” y la localización del mismo no necesita  de un espacio geográfico definido, sino que convive perfectamente diseminado en cualquier  grupo humano. Estos últimos, que consiguieron ese honor por la acción transformadora de DIOS, estarán en la vanguardia de la manifestación del Reinado de DIOS cuando esta epifanía, auténtica acción del ESPÍRITU SANTO, tenga lugar en medio de una humanidad que se aprecia a sí misma con gran pesimismo, y razones para ello no faltan.

 

Transformación personal

Las transformaciones personales son graduales y dolorosas en determinados momentos. Los cambios espirituales que se desean, siguen un ritmo lento y desasosegante. DIOS  no está en el pensamiento mágico y menos en un comportamiento de ese tipo. La magia obtiene resultados aparentemente inmediatos, pero ficticios. Pareciera que DIOS quiere hacernos partícipes de la eternidad de la que ÉL dispone, adoptando para nosotros unos tiempos en los que da la sensación que nada se mueve. Nada que ver con la inmediatez o instantaneidad de las tecnologías modernas, que generan estados de ansiedad cuando no se establece el necesario control personal. Pero volvamos al caso de los Apóstoles a los que JESÚS eligió para que estuvieran con ÉL (Cf. Mc 3,13-14) Poco más, en principio, le era necesario al discípulo para crecer espiritualmente de forma conveniente. El modelo en el cual debía inspirarse lo tenía a su lado físicamente; y esto constituía un valor añadido al aprendizaje. Pero lo que narran los evangelios se acerca a la vertiente torpe de aquellos seguidores, que en algún momento hicieron exclamar a JESÚS “!¿hasta cuándo tendré que soportaros!?” (Cf. Mt 17,17). San Marcos señala tres anuncios de la Pasión en tres capítulos seguido (Cf. Mc 8,31; 9,31;10,33-34). En el primero ofrece la mirada correcta sobre su propia condición mesiánica, que los discípulos no alcanzan; la segunda, el miedo les impide seguir preguntando y se distraen con la cuestión de quién es más importante en el futuro reino a instaurar; el tercero viene dado con la mención explícita de la subida a Jerusalén, en la que se tendría que producir la manifestación mesiánica y resolver de una vez por todas las dudas y reticencias de las autoridades judías. Los tres anuncios mantienen los términos de la entrega, martirio, muerte y resurrección, pero en los tres casos los discípulos prefieren desviar la cosa por otros derroteros. San Marcos ofrece la hiriente exigencia de Santiago y Juan para ocupar los puestos de honor en ese reino que inmediatamente JESÚS va a inaugurar. A las puertas de la gran traición, entrega y muerte de JESÚS no se acepta muy bien la insensibilidad de estos apóstoles, y, en otra medida, del resto de los discípulos. Pero esta es la condición humana que se debate entre los instintos más primarios y la acción de la Gracia.

 

El cáliz del SEÑOR

Una vez más las lecturas nos detienen ante las horas más dolorosas de la vida del SEÑOR., porque el comentario que hagamos del capítulo cincuenta y tres de Isaías, sólo puede ser atribuido a JESÚS de Nazaret. Los textos más audaces, en este sentido, que encontramos en la Escritura nos hablan del sufrimiento del justo. Ante la tesis aceptada de la bendición y abundancia para el justo, y la desgracia para el impío por su maldad, se levantan algunas voces diciendo que esa ley no siempre se cumple en todas las ocasiones. Parecía que la cosa llegaba a su listón más alto con el sufrimiento del justo, que padecía sin un motivo aparente; pero el cuarto cántico del Siervo de YAHVEH presenta un cuadro inaudito: sufrir la desgracia por los pecados de otros con la finalidad de salvar o redimir a los mismos que están infringiendo tal desgracia, daño, dolor y sufrimiento. Si el pecado sólo DIOS lo puede perdonar, el que puede cargar con el pecado y las consecuencias de todos y cada uno de los humanos sólo puede llevar a cabo DIOS mismo. Este es el calado de los dos versículos de la primera lectura de hoy, del cuarto cántico del Siervo de YAHVEH en su conjunto, que sólo encuentra en la persona de JESUCRISTO el cumplimiento ajustado de sus palabras proféticas. Al autor sagrado se le concedió entrar en el Misterio de DIOS para contemplar por un instante la singularidad de la Redención y exponerla por escrito unos cuatrocientos cincuenta años antes.  JESÚS de Nazaret, y no otro, tendrá que beber hasta la última gota la copa de sufrimiento  causado por la maldad humana con fondo satánico.

 

Lo que el SEÑOR quiso

“El SEÑOR quiso triturarlo con sufrimientos” (v.10 a). La carta a los Hebreos señalará que fue perfeccionado con los sufrimientos convirtiéndose en modelo para todos los que lo obedecen, pues ÉL mismo aprendió sufriendo a obedecer (Cf. Hb 5,8 ) Extraña vía a primera vista la que DIOS utiliza para acercarse al hombre, pero en el fondo subyace el Amor. La desobediencia inicial en el origen fue un atentado contra el Amor. Aquel acto primigenio de rebeldía sembró de consecuencias dolorosas la vida de los hombres. La condición humana quedó cercada por las alambradas de la frialdad hacia DIOS, la sospecha hacia el semejante, el miedo a los fenómenos naturales porque el medio ambiente se hizo hostil; y para colmo la insatisfacción interior es el resultado de toda la suerte de despropósitos que emanan del corazón. DIOS quiere un hombre nuevo, y tuvo que aparecer el hombre capaz de soportar el volver al barro de la naturaleza humana para ser recreado de nuevo. La Resurrección de JESÚS es la auténtica Nueva Creación; pero antes tenía que producirse el holocausto voluntario: “sacrificios y ofrendas no te han satisfecho; y TÚ, oh DIOS, me has preparado un cuerpo; y aquí estoy para hacer tu voluntad” (Cf. Slm 40,7-8; Hb 10,5-10). Las palabras proféticas del Salmo cuarenta se actualizan en la carta a los Hebreos, ya que señalan la íntima vocación de JESÚS de Nazaret, Sumo y Eterno Sacerdote. Estas palabras de la Escritura debieran servir para no distraernos de especulaciones que lleven a poner en duda la conciencia mesiánica de JESÚS y de su línea a seguir desde el principio, pues JESÚS es el HOMBRE a partir del cual todo hombre puede ser recreado como hombre nuevo. DIOS no cambia a capricho las leyes establecidas en su Creación que nos desborda sobradamente por sus enigmas. Todo puede ser conocido por el hombre en el mundo creado, pero eso no quiere decir que lo haya logrado, ni su conocimiento sea comprendido en algún punto de la existencia que se proyecta hacia la eternidad. Pero lo importante ahora es considerar la seriedad del orden establecido por DIOS, alterado por el hombre en repetidas ocasiones como nos dice la Biblia con una única vía de restauración que viene dada por el HIJO en la Redención. Nos dice el cuarto cántico del Siervo de YAHVEH: “le pareció bien a YAHVEH quebrantarlo con dolencias. Si se da a SÍ mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a YAHVEH se cumplirá por su mano” (v.10). El imperio de la muerte sobre el hombre y la creación misma puede quedar anulado porque la inmolación del HIJO incorpora nuevas posibilidades a la actuación de DIOS en el hombre y en el mundo: “nada es imposible para DIOS” (Cf. Mc 10,27; Lc 1,37). En su justicia perfecta, por virtud de la entrega de JESUCRISTO, DIOS puede actuar con infinita Misericordia con toda la humanidad. En este momento sólo la Misericordia Divina es frenada, si ésta es negada por el hombre. Bastará, por otra parte, que un resto de creyentes invoquen dicha Misericordia Divina para que DIOS actúe a favor de todos.

 

DIOS nos perdona por causa de JESUCRISTO

El pecado existe y no ha dejado de crecer, enraizándose aún más por momentos; lo mismo que la Gracia prosigue su curso de manifestación y perfeccionamiento de las personas que a ella se acogen. Estamos en el tiempo intermedio, en el que el trigo y la cizaña crecen juntos (Cf. Mt 13,29-30). Nos desasosiega por momentos el avance de las iniciativas devastadoras que vienen a demoler las raíces antropológicas del ser humano o a proponer la deificación de elementos naturales como en los tiempos más primitivos, en los que se terminaba sacrificando vidas humanas para que las lluvias o el buen tiempo fueran propicios: había que arrancar en vivo el corazón a varias personas para calmar la ira de las deidades regidoras de los ciclos naturales. Fue la pensadora de origen judío Hannah Arendt quien habló en su día de la “vanalidad del mal”, al observar las declaraciones de Eichmann por ser responsable de millones de vidas judías, en el holocausto de las cámaras de gas, en la Segunda Guerra Mundial. La conciencia del hombre pierde el sentido de la gravedad de los actos y puede eliminar vidas humanas sin hacer un ejercicio de valoración moral o ética. La vida humana termina no valiendo nada, o empieza a ser algo negativo a eliminar. Las técnicas de manipulación del lenguaje y del pensamiento van conduciendo a una insensibilidad de la conciencia frente al mal, de manera que la vanalización puede crecer de forma dramática. La pendiente que conduce a esos desfiladeros se inicia cuando el hombre se emancipa con respecto a DIOS. Más aún, en un momento del pensamiento moderno se declara que “DIOS ha muerto”; y el hombre moderno ya no tiene que preocuparse de agradarle o pedirle perdón por las hipotéticas ofensas. En definitiva el pecado desaparece de la conciencia de muchas personas, que han cortado cualquier contacto real con DIOS y la trascendencia. Si el pecado personal no encuentra perdón, reparación, sanción y justificación, ¿a que se ve abocada la vida espiritual del hombre? La respuesta es sencilla: el hombre sin DIOS está solo ante el abismo del vacío interior, que nada ni nadie puede llenar. Así las cosas, no debe extrañarnos el creciente número de suicidios, y de modo especial en las personas más jóvenes. Es verdad que el pecado más grave cometido por la humanidad ya ha sucedió: la condena a muerte del HIJO de DIOS, crucificado en el Gólgota hace dos mil años. Allí se llevó a cabo el deicidio, que nunca más se volverá a reproducir; pero, no es de orden menor el retroceso espiritual de Occidente en cuanto a la conciencia de pecado se refiere. El infanticidio practicado por los romanos se había erradicado, el nivel supersticioso fue decreciendo, el valor de la vida humana fue adquiriendo consideración y merecen mencionarse las leyes de Indias nacidas de la Escuela de Salamanca (1550), en las que se preservaba la vida y derechos de las tribus indígenas americanas. Se necesita un rearme moral y ético de Occidente, que no será posible sin volver a las raíces cristianas, para conducir al hombre moderno a una relación personal con DIOS. Este cuarto cántico del Siervo de YAHVEH profetiza una vía relativamente sencilla: “”por el conocimiento de mi Siervo serán muchos justificados, pues sus culpas soportará” (v.11). DIOS mantiene para nuestros tiempos que el reconocimiento de la obra redentora de JESÚS es fuente de salvación personal y universal. Para el hombre moderno a las puertas del transhumanismo y de la alteración de las bases biológicas, sigue manteniéndose la mano tendida de DIOS ante el vacío existencial, que representa la negación de DIOS y el mundo de  tinieblas que cubre la muerte.

 

JESÚS se dirige a Jerusalén

El tercer anuncio de la Pasión es claro: “el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. Se burlarán de ÉL, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará” (Cf. Mc 10,33). La reacción ante el primer anuncio fue de negación, la segunda perplejidad; y en esta tercera el evangelista san Marcos narra a renglón seguido la petición de los dos hermanos, hijos de Zebedeo, que para nada estaba en la línea dibujada por las palabras de JESÚS. La conspiración de los enemigos de JESÚS iba a llegar a su total realización. Los evangelios muestran como se inicia desde los comienzos del ministerio apostólico un rechazo que aumenta en intensidad. Los que van a decidir en primer término la muerte de JESÚS son los sumos sacerdotes y los escribas, e incluyamos aquí al Sanedrín con sus setenta ancianos. Todos ellos son conocedores de la Escritura y los intérpretes autorizados de ese momento. Para todos ellos con la Escritura en la mano, JESÚS debía morir, haciendo recaer sobre ÉL graves acusaciones. JESÚS muere por la sentencia condenatoria de los valedores de la religión judía donde se encierran las profecías sobre el MESÍAS de DIOS. La consideración de este extremo es sobrecogedor. Y JESÚS veía todo eso acompañado de la incomprensión de un grupo de discípulos que ÉL eligió para agotar todos los recursos humanos y divinos de la enseñanza y el aprendizaje. Pero la cosa muestra la condición de nuestra torpe naturaleza. Aquellos discípulos, como nosotros, presentaron enormes resistencias a la bondad de DIOS.

 

Los discípulos viven otra realidad

A renglón seguido del anuncio de la Pasión, Santiago y Juan, deciden que aquel es el momento de pedir a JESÚS los primeros puestos en el Reino que se va a instaurar pues caminan hacia Jerusalén; y de todo lo anterior que había señalado JESÚS nada se iba a cumplir. En su momento discutieron los Doce sobre quién era el más capacitado y los que tenían mejores cualidades para ejercer las futuras responsabilidades que se avecinaban. La corrección de JESÚS, poniendo de ejemplo a unos niños para significar quién el más importante y con mejores cualidades, no parece que surtiera efecto. JESÚS había dado un poco más de cancha a Pedro, Santiago y Juan, por lo que sería posible alguna preferencia a la hora de asignar los puestos de relumbrón. Pero Santiago y Juan en la petición a JESÚS dejan de lado a Pedro, que se debió sentir un tanto desplazado, sin que al final se lo tuviera en cuenta. San Mateo, para complicar un poco más la cosa, hace entrar en escena a la madre que inicia la petición de forma imperativa: “MAESTRO quiero que hagas lo que te voy a pedir” (Cf. Mt 20,21). Los dos hermanos suponían que ante la petición de la madre, que ya peinaba sus canas, el MAESTRO no pondría objeción alguna. En el fondo toda esta escena no está exenta de cierta candidez, pues la cortedad de las miras humanas es causa de grandes torpezas, que JESÚS con divina paciencia las comprende y no deja en ridículo a aquella familia, querida por otra parte.

 

Un espíritu reivindicativo

En este capítulo diez de Marcos resalta el espíritu reivindicativo de los discípulos. Pedro se había hecho portavoz del resto ajustando con el MAESTRO que les iba a tocar a ellos que “lo habían dejado todo por seguirle” (v.28). Se empezaba a escribir la carta de los “derechos del discípulo”. La postura de Santiago y Juan va de modo directo a la reivindicación: “MAESTRO queremos que hagas posible lo que te pedimos. Y JESÚS no rehuye aquella petición firme y atrevida: “¿qué queréis que haga por vosotros?” (v.16) Podemos imaginar que JESÚS se distancia de la pregunta tanto como lo hizo de la respuesta, pues en absoluto entra a la contestación directa de la exigencia de los discípulos. No sólo los discípulos no sabían lo que estaban pidiendo, sino que daban muestras tristemente palpables de haber entendido muy poco de la enseñanza de JESÚS a lo largo de los tres años de seguimiento. Pero conforta, en cierto sentido, saber que los más próximos a JESÚS captaron las cosas del MAESTRO con gran lentitud. JESÚS manifestando sobre SÍ un control verdaderamente divino no prorrumpió en descalificaciones contra aquellos dos discípulos que ÉL había tratado siempre con cierta preferencia. Tenemos aquí una nueva muestra de la calidad pedagógica de JESÚS que no echa sobre la comprensión de los discípulos más cosas de las que pueden soportar; señalando, incluso, que habrá verdades que precisarán del tiempo del ESPÍRITU SANTO para ser comprendidas (Cf. Jn 16,13). La revelación de la verdad tiene sus tiempos para cada persona, y en conjunto para la Iglesia.

 

Queremos la gloria

Los discípulos no quieren menos que la gloria: “danos un puesto uno a la derecha y otro a la izquierda del poder de tu trono” (v.17). Nada nuevo bajo el sol: los discípulos quieren trono, gloria o poder, que es todo lo mismo. Las experiencias vividas con el MAESTRO estaban mal digeridas y presumían aquellos que el Reino se iba a manifestar en gloria y poder de un momento a otro, a partir de la experiencia en el Tabor. Aquel JESÚS transfigurado  compaginaba muy mal con la imagen tétrica descrita en los anuncios de la Pasión. Las profecías de Daniel estaban a punto de cumplirse, y ellos esperaban ocupar los primeros puestos, pues se consideraban con la iniciación adecuada. Daba igual poder político o poder religioso, la cosa derivaba en poder al fin y al cabo, y ellos estaban preparados

 

Los salva la ignorancia

“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que YO voy a beber; o a bautizaros con el bautismo con el que YO me voy a bautizar?” Y los dos hermanos no lo dudan: son jóvenes y de momento el miedo no va con ellos, por otra parte al lado de JESÚS no van a albergar ningún temor. Y contestan con resolución: “podemos” (v.39). Ante el desafío de JESÚS  estos dos hermanos no se cortan, pues  nadie va a cuestionar  su valor  y arrojo, por el que fueron calificados por JESÚS como “hijos del trueno” (Cf. Mc 3,17). JESÚS asiente sobre la participación en su cáliz y en su bautismo, pues sin ellos no existe la verdadera Gloria: la vida eterna. Sus esfuerzos, luchas y trabajos por el Evangelio van a ser una comunión con la sangre de CRISTO, que los transformará para la vida en la verdadera Gloria de la cual están llamados a formar parte de manera singular. Ellos constituirán el grupo que da nombre a las puertas de la Nueva Jerusalén (Cf. Ap 21,12). Allí contarán con el trono correspondiente para juzgar a las naciones, aplicando todos los méritos adquiridos por el CORDERO de DIOS que quita para siempre el pecado del mundo. Santiago vivirá la gracia del martirio cruento hacia el año cuarenta y cuatro, bajo el mandato de Herodes Agripa. Sobre Juan no se conoce martirio cruento, y parece que murió de ancianidad con una avanzada edad. Pero incluso en esta  circunstancia, Juan también bebió de otra forma el cáliz del SEÑOR y recibió el bautismo martirial que la vida misma va originando a través de los múltiples acontecimientos, que causan  desolación espiritual.

 

Un Reino en el que no hay preferidos

De momento a la izquierda y a la derecha del SEÑOR de modo visible en el trono de la Cruz encontramos a dos delincuentes; y a uno de ellos el SEÑOR le dice: “hoy estarás CONMIGO  en el Paraíso” (Cf. Lc 23,43). Se complica la cosa de los primeros puestos. Pero a esas alturas, los discípulos estaban lo suficientemente abatidos como para no preocuparse de las prebendas. “JESÚS lo ha puesto todo en manos del PADRE, sabiendo que de ÉL venía y a ÉL volvía” (Cf. Jn 13,3); y todo lo demás era secundario. A JESÚS le tocaba realizar la Redención según lo dispuesto desde siempre, y el establecimiento definitivo de las cosas en CRISTO está en el designio eterno que se manifestará cuando todo lo cristificado sea entregado al PADRE por el mismo REDENTOR (Cf. 1Cor 15,28). Por otra parte, la izquierda o la derecha de JESÚS en su gloria no parece muy coherente dado que sería inmiscuirnos en la misma vida intratrinitaria. Pero notamos una vez más como JESÚS deja las cosas a las puertas del MISTERIO.

 

Una indignación consecuencia de la ignorancia

“Los otros diez se indignan contra los dos hermanos” (v.41), y JESÚS intenta poner concordia con un hecho repetido a lo largo de la historia: los pueblos no son regidos por  los más sabios, ni buenos, inteligentes o santos. Y JESÚS declara: “sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como dueños absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que quiera ser primero entre vosotros, será esclavo de todos” (v.42-44). Los discípulos habían recorrido caminos con JESÚS manteniendo con ÉL una relación  esencialmente fraterna. La autoridad de JESÚS venía de su bondad y verdad. Nada tenía que ver la escuela de JESÚS con las formas de concebir la autoridad por parte de los reyes y dirigentes sociales y políticos. Es más fácil conseguir la obediencia expandiendo el temor entre las gentes; que conseguir la adhesión por el aprecio derivado del comportamiento compasivo. Los que ostentan el poder en el mundo han puesto su ego en un pedestal, para el que exigen  total sumisión; y en las teocracias de aquel tiempo era frecuente la atribución al mandatario de connotaciones divinas. En virtud de este parentesco con DIOS el césar, faraón o rey practicaba un absolutismo que era sentido de forma oprimente por los súbditos. Al mismo tiempo cada súbdito debía estar profundamente agradecido al déspota absolutista por permitirles malvivir a la mayoría. Durante siglos la dinámica del poder discurría por esos cauces y JESÚS en absoluto aceptaba adoptar como instrumento un poder de ese tipo para extender su Mensaje.

 

Servir al modo de JESÚS

“El Hijo del hombre ha venido a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (v.45). JESÚS es el MAESTRO y es el MODELO. De nuevo de forma conclusiva habla JESÚS de entregar la vida, convirtiendo la existencia en una oblación que se dirige a DIOS en el servicio concreto a los hermanos. Las glorias y las grandezas de los discípulos tienen que estar en los lugares  más desconsiderados por el mundo. En el mundo el que es servido es el grande y poderoso; en medio de los discípulos de JESÚS el que sirve a los hermanos, ese es el grande y el primero. Este ejercicio debe durar la vida entera y muchas personas anónimas pueden presentar este currículo, pues fueron capaces de sacar una familia adelante con espíritu cristiano, esfuerzo y sacrificio, sin escatimar todos los recursos a su disposición. Estas personas no saldrán nunca en las revistas o los periódicos, ni falta que les hace, pero en absoluto pasan desapercibidas a la  mirada paternal y providente de DIOS.

 

Carta a los Hebreos 4,14-16

JESÚS, el SUMO SACERDOTE de la Nueva Alianza entró en el Santuario no hecho por hombres, sino inaugurado por su Resurrección. Con ÉL comienzan los cielos nuevos y la tierra nueva (Cf. Ap 21,1), que no son otra cosa que los nuevos ámbitos espirituales a los que estamos llamados por pura Gracia. Nadie puede apropiarse de mérito alguno para exigir una morada en los nuevos cielos, en los que JESÚS, el SUMO SACERDOTE, nos ha preparado una morada, para que estemos con ÉL para siempre: “me voy a prepararos sitio y cuando las moradas eternas estén preparadas volveré y os llevaré conmigo, para que donde YO estoy estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,1-2). Los nuevos cielos pertenecen a la nueva creación que está asegurada para siempre por la victoria de JESÚS como el RESUCITADO. La condición de Sumo y Eterno Sacerdote que presenta de modo permanente la ofrenda de SÍ mismo, garantiza la intercesión continua por la que la Gracia llega a los hombres de modo incesante hasta el final de  los tiempos.

 

Firmes en la Fe

“Teniendo tal Sumo Sacerdote, JESÚS, el HIJO, que penetró en los Cielos mantengamos firmes la Fe que  profesamos” (v.14). Los ritos de las liturgias antiguas representaban de forma simbólica realidades trascendentes de un modo muy imperfecto. La nueva liturgia realizada por JESÚS es eficaz desde el primer momento en el que Sacerdote, víctima ofrecida y destinatario de la misma, el PADRE permanecen en una comunión total. JESÚS, el HIJO de DIOS no se ha quedado a las puertas del Santuario, sino que entró en ÉL de manera definitiva con una ofrenda, su misma vida, que el PADRE ha aceptado por la redención de todos sus hijos. En virtud de este hecho irrevocable, nuestra Fe tiene fundamento suficiente para permanecer, pues la Gracia que la sostiene proviene del mismo Santuario celestial. El hombre no puede olvidar ni por un instante el sacrificio redentor, por el que la deuda de nuestros pecados quedó cancelada. Mientras el hombre siga sobre la tierra habrá necesidad de mantener viva la memoria del sacrificio del Sumo Sacerdote, el HIJO de DIOS, que nos rescató con la entrega de su vida.

 

DIOS se compadeció de los hombres

“No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, pues probado en todo igual que nosotros excepto en el pecado” (v.15). Lo único que es incompatible con DIOS de la condición humana es el pecado, el resto de limitaciones, deficiencias o discapacidades, no representan obstáculo alguno para que DIOS entre en comunión solidaria  con todos nosotros. Pero de forma misteriosa, a JESÚS que no tenía pecado, DIOS lo hizo pecado (Cf. 2Cor 5,21) para cargar con los pecados de la humanidad. El obstáculo insalvable quedó destruido en la Cruz donde se manifestó de forma suprema el Sumo Sacerdocio de JESÚS. Los dolores de JESÚS en la Cruz no estuvieron determinados sólo por el martirio físico, sino que se estrecho la solidaridad con todo tipo de sufrimiento humano que denigra la dignidad del hombre: “no tenemos un Sumo Sacerdote que no sea capaz de compadecerse de las debilidades humanas”

 

Un Hombre débil

La carta a los Hebreos insiste en la condición débil de JESÚS, el HIJO de DIOS. ÉL no se presenta como superhombre, ni adopta las poses de la prepotencia humana del poder. Eso no impide que trascienda la excepcionalidad de su persona y las gentes perciban que no están ante un hombre cualquiera. Los destellos de la divinidad de JESÚS no fueron cegadores, por lo que todos tuvieron la oportunidad de discernir y permitir que el propio corazón se inclinase hacia el lado de la verdad. El HIJO de DIOS se acercó con discreción al mundo de los  hombres, para que nosotros de forma confiada hagamos lo mismo “acercándonos confiadamente al Trono de la Gracia, y alcanzar  Misericordia” (v.16).

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