En el evangelio de este domingo se nos narra cómo un escriba, es decir, un hombre estudioso de las Sagradas Escrituras se acerca a Jesús para preguntarle cuál es el mandamiento más importante y Jesús le responde con el Shemá Israel. La palabra hebrea “Shemá” significa “Escucha”. Así pues, Jesús dice: “El primero es escucha Israel, el Señor, tu Dios, es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo”.
Podemos preguntarnos porqué Jesús ratifica el amor a Dios como el primero y más importante de los mandamientos. ¿Dios necesita ser amado por nosotros? ¿Por qué Dios debe ocupar el primer lugar de nuestro corazón, en nuestra alma, en nuestra mente y ser amado con todas las fuerzas? ¿No es esto como una especie de narcisismo de Dios?
Por supuesto que no. Si Dios manda a ocupar el centro de nuestro corazón y de nuestra alma es por una razón muy sencilla, porque al amarlo a Él sobre todo a las personas y las cosas, el amor humano toma equilibrio y autenticidad. Si tú amas a Dios antes que a todos, que a todo y que a ti mismo, tu amor se purifica, se hace auténtico. Tú amas a Dios con un amor pobre y limitado, un amor marcado por el egoísmo; sin embargo, si lo diriges a Él, lo toma y lo transforma en un amor auténtico de tal forma que ahora quedas capacitado para amar verdaderamente porque empezarás a amar a los demás, no con tu amor imperfecto, sino que en el mismo amor de Dios.
Después de amar a Dios sobre todas las personas y las cosas, te pide amar al prójimo como te amas a ti mismo. No dice que ames al prójimo como a Dios, cuando haces eso el amor se convierte en idolatría. La idolatría no es otra cosa que darle el lugar que le corresponde a Dios a personas o a cosas, siendo que Dios es sólo uno y nada ni nadie puede ocupar su lugar, pues la idolatría corrompe el corazón y te hace esclavo de lo que supuestamente amas.
Amar al prójimo de forma adecuada no es amarlo desde tu propio corazón, sino amarlo desde el corazón de Dios y amarlo con su mismo amor, ese amor que se llama caridad y el que te da cuando primero lo amas a Él con todas tus fuerzas y sobre todas las cosas.
“Señor Jesús, tú con el Padre y el Espíritu Santo, eres el único Dios y me mandas a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. Tú me conoces y sabes qué pequeño e imperfecto es mi amor por ti. Quisiera amarte con la fuerza que me mandas, pero no puedo, estoy atado a otros pequeños amores que me provocan alegrías pequeñas, pero que no me llenan, al final estoy triste y hueco. Ayúdame a cumplir tus mandamientos y amarte sobre todas las cosas, ayúdame a cumplir tus mandamientos y amarte con todo mi corazón; puesto que yo no puedo,. ven tú y toma mi vida, mi voluntad y mi amor para que pueda amarte con toda mi alma con todo mi corazón y con todas mis fuerzas”. feliz domingo. ¡Dios te bendiga!