El plan de Dios no tiene fronteras

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio de este domingo (Lc 4, 21-30) nos remite nuevamente a la sinagoga de Nazareth, donde Jesús después de haber proclamado un pasaje del profeta Isaías, que revela su misión profética a la luz del Espíritu, encuentra algunas reacciones de parte de sus oyentes. Hay por una parte expresiones de admiración y reconocimiento y por otra, suceden también actitudes y comentarios de rechazo.

Las reacciones se generaron entre otras cosas, porque la gente le reclama a Jesús que realice en su tierra las señales milagrosas, que ha hecho en otros lugares y también porque Jesús afirma que el poder de Dios no tiene límites territoriales, como fue el caso de los profetas Elías y Eliseo, Dios llevó a cabo hechos prodigiosos en territorios que estaban fuera de Palestina.

En pocas Palabras, Jesús nos satisface la curiosidad y los intereses de sus paisanos, por eso encuentra esas reacciones; y por otra Jesús les estaba enseñando cosas nuevas, que les resultaban difíciles de aceptar. Es eso lo que genera el Rechazo.

A este respecto podemos reflexionar en algunas consecuencias para nuestra vida cristiana.

Jesús anuncia su mensaje lleno del Espíritu de Dios. Este Espíritu lo impulsa a revelar el proyecto del Padre celestial. Dios desea salvar a todos los hombres, no sólo a un pequeño grupo. Esto genera incomprensiones, no obstante, Jesús se mantiene fiel al proyecto de Dios. También nosotros, por nuestro bautismo hemos sido ungidos por medio del Espíritu Santo para anunciar a los demás el mismo proyecto salvífico del Señor, los riesgos existen de no ser bien recibido en el mensaje, sin embargo, no se debe buscar la complacencia del auditorio, sino la voluntad de Dios.

Como aquellos nazarenos, muchas veces existe la tentación de querer construirnos una imagen de Dios que se acomode más a nuestro modo de ver la vida, y por lo tanto, subrayamos más nuestros proyectos y planes personales, en pocas palabras deseamos construirnos un Dios a nuestra imagen y semejanza, sin embargo lo que nos enseña hoy el evangelio es que debemos aceptar el proyecto de salvación así como Dios lo ha querido manifestar. No es Dios quien debe adaptarse a nuestro modo de ver las cosas, sino nosotros a él y a sus diseños salvíficos. Debemos aprender a reconocer la forma como Dios se ha manifestado y asumirlo con todas las consecuencias.

La bondad de Dios no tiene límites territoriales, él es bueno con todos y manifiesta su generosidad y misericordia a cualquier persona, aún con aquellos que no creen en él. Nosotros ciertamente somos privilegiados de pertenecer a la Iglesia fundada por Jesús y de ser beneficiados por contar con tantos medios de salvación que él nos ha dejado en la comunidad cristiana. No obstante no podemos pretender encerrar a Dios, pues él también es generoso con muchas otras personas.

La alegría de ser y sentirnos hijos de Dios, nos debe llevar a darle siempre una respuesta más generosa en nuestra vida. Que sepamos poner a Dios en el centro de nuestra vida, para que como Jesús, busquemos hacer siempre su voluntad.

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa

Comparte:
Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.