La Arquidiócesis de Xalapa, siendo consecuente con su naturaleza, misión y doctrina declara que: el matrimonio sólo puede darse entre un hombre y una mujer. El término matrimonio viene del Latín “matrimonium” que quiere decir: oficio o condición de la mujer (Madre), este oficio o condición femenina se fundamenta en la posesión de la matriz. La matriz es un órgano reproductor con el que la mujer procrea.
Por lo tanto, la unión de dos varones que no pueden procrear, nunca puede ser matrimonio por rotunda imposibilidad física y biológica, ya que ninguno de los dos contrayentes posee matriz. En el caso de ser dos mujeres, que no logran realizar su condición de posibles madres, al no poder fertilizar sus matrices entre sí, tampoco se puede emplear ese término. La posesión de la matriz, es pues el condicionante fundamental que se da para que pueda constituirse un verdadero matrimonio, desde el punto de vista físico, biológico y etimológico.
La historia y tradición de la humanidad, nos ha enseñado que el matrimonio tiene una naturaleza propia, finalidades específicas y propiedades esenciales, que una relación entre personas del mismo sexo, aunque venga reconocida civilmente, nunca podrá alcanzar. No se puede denominar matrimonio a una relación socio-asistencial, sexual o meramente afectiva. Llamar “matrimonio” a las uniones civiles entre personas del mismo sexo es algo contradictorio, una realidad contra natura, y algo que ofende a la humanidad.
Las personas homosexuales o lesbianas tienen todo el derecho a proteger civilmente su patrimonio, su bienestar y su estilo de vida, para ello ya el Estado contempla diferentes formas jurídicas.
La desaprobación y rechazo de llamar “matrimonio” a una unión entre personas del mismo sexo, no significa de ninguna manera discriminar a las personas homosexuales. Ellos merecen todo nuestro respeto porque son personas; respetamos las decisiones que tomen sobre sus vidas, les reiteramos nuestro aprecio. La Iglesia mantiene abiertas sus puertas a todas las personas, con sus debilidades y defectos, con sus grandezas y miserias y trata de ayudarlos; a los que tienen virtudes más fuertes para profundizarlas, y a los que tienen debilidades para tratar de superarlas con la ayuda de la gracia.
La decisión de la Corte o de un Congreso de llamar “matrimonio” a las uniones entre personas del mismo sexo, suena más a un caciquismo legislativo, a una imposición ideológica o un cambio de paradigma que responde más bien a una ideología que a los derechos humanos; ese veredicto lesiona el concepto de familia y crea malestar en la sociedad mexicana. El reconocimiento de esa unión civil como “matrimonio” va contra el bienestar público y contra el equilibrio y desarrollo de los niños.
Cambiar el paradigma del matrimonio dado sólo entre un hombre y una mujer resulta irresponsable y peligroso para la sociedad. Quienes defienden esto o lo desean imponer, lo hacen por razones ideológicas de rechazo a la familia y no por razones científicas y ni siquiera de demanda social.
Hoy más que nunca necesitamos fortalecer el matrimonio y la familia que han sido siempre la principal escuela de los valores, el espacio donde uno aprende lo fundamental de la vida; El matrimonio y la familia es el espacio donde se transmiten los valores humanos. Una relación entre personas del mismo sexo nunca podrá equipararse a la dignidad y grandeza que tiene el matrimonio, eso sólo adultera el concepto de familia y lejos de enriquecerlo o aportarle algún beneficio sólo lo empobrece y deteriora.
El estado de Veracruz debería proteger la institución natural del matrimonio de otra manera triunfará el caciquismo legislativo, la imposición ideológica y el deterioro de la sociedad y de los valores.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes