El Informe McCarrick pasa de puntillas sobre el problema del ‘lobby gay’ clerical

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Más de 400 páginas sobre el encubrimiento de décadas de abusos homosexuales de un poderosísimo cardenal, misteriosamente protegido y consentido por un rosario de prelados ‘gay friendly’ en una jerarquía cada vez más laxa con las parejas del mismo sexo. Y, sin embargo, la homosexualidad no parece ser un problema para los redactores del informe.

El informe ha llevado dos años, un tiempo más que sobrado para que se trate en profundidad de uno de los asuntos que más claros aparecen en este y otros muchos escándalos contemporáneos o del pontificado de Juan Pablo II: la prevalencia entre los abusadores de homosexuales, que a su vez refleja una cantidad desproporcionada de homosexuales entre los sacerdotes católicos, al menos en Estados Unidos, y que permite deducir una proporción no muy distinta en el episcopado.

Por otra parte, las dificultades para denunciar y sacar a la luz estos casos, así como el nombramiento para altos cargos en la jerarquía de homosexuales o prelados favorables a los grupos LGTBI.

El informe recalca en numerosas ocasiones que si no se tomaron medidas contra Theodore McCarrick, de quien se conocen casos de abusos relativamente temprano en su brillante carrera clerical, se debe a que todo quedó siempre al nivel de rumores, sin pruebas documentales que los avalasen. De hecho, una vez se produjo el escándalo, todo el mundo parece coincidir que todo el mundo sabía de las inclinaciones y las andanzas del poderoso cardenal y su preferencia por los seminaristas bien parecidos.

Sin embargo, en Catholic World Report, el psiquiatra católico Richard Fitzgibbons no está de acuerdo con la conclusión del informe de que nada podía hacerse. Por el contrario, asegura Fitzgibbons, “en este informe aparecen testimonios creíbles por parte de laicos, seminaristas, sacerdotes y obispos en el sentido de que Theodore McCarrick observaba regular y repetidamente conductas de intensos toqueteos con adolescentes y seminaristas”. De hecho, Fitzgibbon fue consultado en la redacción del informe y ahora se siente decepcionado de que sus observaciones no aparezcan en el mismo.

En declaraciones al National Catholic Register, un cardenal que pidió permanecer en el anonimato confesó que “la raíz del problema del escándalo McCarrick es la homosexualidad. Un acto homosexualidad con un muchacho es un pecado mortal. Es un delito en el sentido eclesiástico del términos por destruye la fe de estos jóvenes y su relación con Dios, así como la credibilidad de la Iglesia”.

El citado cardenal añade en un reciente artículo del prestigioso vaticanista Edward Pentin que el Vaticano “no tiene en cuenta el problema real, que es que el 80% del abuso sexual clerical lo perpetran homosexuales, y que las víctimas no suelen ser niños, sino varones que han pasado la pubertad”.

La primera gran consecuencia del ‘caso McCarrick’, de hecho, fue un ‘minisínodo’ sobre el tema de los abusos en los que se obvió por completo la evidencia de que una abrumadora mayoría de los abusos era de carácter homosexual, e incluso sus organizadores se apresuraron a afirmar que la subcultura gay prevalente en muchos seminarios “no tenía nada que ver con el sexo con menores”.

Con información de InfoVaticana/fernado Beltrán

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