El hombre no sólo vive del pan material

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El evangelio de este domingo es una continuación del milagro de la multiplicación de los panes. Vemos a Jesús en la sinagoga donde habla del pan bajado del cielo que no solo quita el hambre, sino que además da la vida eterna. Dice el Señor: “Yo soy el pan bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.

Antes de que Jesús iniciara su predicación, se fue al desierto y ayunó durante 40 días; el maligno se presenta para someterlo a la tentación, una de ellas es: “Si eres el hijo de Dios, convierte estas piedras en panes”, pero Jesús le responde tajante: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra salida de la boca de Dios”.

Efectivamente, el hombre no sólo vive del pan material. Cuando hablamos de pan, hablamos de las cosas necesarias para vivir, el alimento, la casa, el vestido, en fin, las cosas necesarias para la sobrevivencia. No estás en esta vida solo para obtener y disfrutar de estos satisfactores porque no sólo eres un ser material, tú también eres un ser espiritual, fuiste creado a imagen y semejanza de Dios, tienes un alma espiritual que es inmortal y que necesitas alimentar.

¿Qué es lo que sucede cuando una persona deja de alimentarse? Después de varias semanas muere o si se alimenta mal, crece desnutrida y deficiente. ¿Qué sucede si no alimentas tu alma, tu vida espiritual? Se muere o si la alimentas muy poco o mal, desarrollas una anemia espiritual y es fácil que te enfermes y te debilites, que seas incapaz de enfrentar con entereza la vida y sus problemas, que te desesperes y te derrumbes porque no tienes fortaleza espiritual.

El alimento del alma son dos. El primero es la palabra de Jesús, su evangelio; el segundo, que te dará la vida eterna, es su cuerpo y su sangre que recibes en la eucaristía cuando te acercas a comulgar en estado de gracia, es decir, libre de pecados graves. El que se alimenta de la palabra y del cuerpo de Jesús tiene vida plena, se robustece y puede enfrentar la batalla de la vida y, además, tiene garantizada la vida eterna, pues Jesús prometió que lo resucitará el último día.

“Señor Jesús, hoy te quiero pedir una gracia: Que me concedas tener hambre y sed de ti, que así como añoro el alimento cuando tengo hambre y el agua cuando tengo sed, así te desee a ti, así te busque a ti, que experimente en mi corazón lo mismo que los santos, que sin ti no es posible vivir, no vale la pena vivir. Concédeme, Señor, tener hambre y sed de ti”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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