- Del Santo Evangelio según San Lucas: 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a su discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
COMENTARIO:
- El Santo Evangelio de este domingo nos hace cuestionarnos: ¿Cristo ha venido a traernos la paz o la guerra?. Sabemos que Jesús “es nuestra paz” (Ef 2,14), pues Jesús nos muestra y concretiza el amor de Dios reconciliándonos con el Padre, y enviándonos el Espíritu Santo que realiza en nosotros el amor de Dios.
- ¿Por qué entonces Jesús reafirma que ha venido a traer “la división”? Ésta es consecuencia de la primera y profunda afirmación: “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”; podemos entender aquí que el Señor se refiere al fuego del Evangelio, a la Verdad divina que procede del Padre y que Cristo revela, y la revela pues no está al alcance de la simple razón humana, aunque no contradice a ésta sino la trasciende, y que sólo conocemos por designio sobrenatural del Padre.
- Esa verdad es la Verdad de Dios, la Verdad del Padre que el Hijo nos trasmite como la verdad en su Evangelio, y que es la que nos hace auténticamente libres (cf. Jn 8,32); es verdad de salvación pues, abarcando la verdad natural, nos lleva a las alturas del misterio de Dios que nos ama, y que nos ha hecho para Él (“nos hiciste para Ti Señor…”, en palabras de San Agustín). Sólo Cristo tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6,68).
- Jesús afirma que debe “recibir un bautismo” y sufre angustia mientras éste llega: se trata de la misión redentora de Jesús; deberá morir por la salvación de la humanidad, es una clara alusión a su pasión y muerte, de las que saldrá victorioso por su Resurrección.
- Como consecuencia de que Cristo es “la Verdad” (Jn 14,6), y es Verdad de salvación para nosotros, dada la libertad del ser humano, obsequiada por Dios, éste debe decidir ante la verdad de salvación que Cristo ofrece, si acepta esa verdad de amor y salvación, o bien, terriblemente si en su libertad la rechaza; no caben puntos de componenda, de hipocresía o simulación. Cristo estácomprometido con la Verdad que nos trae del Padre, cuyo horizonte, sin dejar de vivirse en el aquíy el ahora, es siempre la eternidad, dimensión definitiva del Reino.
- Ante Cristo, verdad eterna del Padre, no es posible permanecer en una postura de indefinición; ese fuego de la verdad de salvación que nos predica Cristo depura el corazón humano de toda doblez o indefinición, y lo apremia a una clara decisión. Cristo es “signo de contradicción”, ante quien todo ser humano, en última instancia, define su destino temporal y eterno, su exaltación o su ruina (cf. Lc 2,34).
- “De aquí en adelante” -dice Cristo- habrá división entre quien acepta a Cristo, y quien no. Esa verdad de Jesús es de tal forma comprometedora que va más allá de los fuertes lazos familiares; a causa de esa verdad trascendente, en una misma familia habrá división, incluso entre padres e hijos. Palabra profética de Cristo que se ha cumplido a lo largo de la historia.
- La libertad humana es respetada por Dios, y si alguien rechaza el Evangelio, Dios lo permite, aunque ese hermano está labrando su propia ruina. Ante esta triste opción de alguien en la familia, es inevitable el contraste con quien en la misma familia sí acepta a Cristo, cual debe ser, y es el mismo amor de Cristo en esa persona, el que buscando la salvación de los demás, lleva a proponer y reproponer, de una forma u otra, una y otra vez, “con oportunidad o sin ella” diría San Pablo (2 Tm 4,2), el Evangelio a quien todavía no lo acepta en su corazón. El fuego de la verdad de salvación deseamos los creyentes, como Cristo mismo, arda en todo hermano; ello nos compromete a llevar el Evangelio a los demás, a testimoniarlo y predicarlo, a proponerlo en nuevas formas.
- Ese mismo fuego debe proyectarse también en un compromiso social, de horizonte eterno, pero incidente en el presente por la acción del creyente en Cristo. No olvidemos que nuestros Obispos en México nos invitan a buscar, particularmente cada tercer domingo de mes, en este año 2022 (cf. Mensaje “Diálogos por la Justicia y la Reconciliación para la Paz”, 11 agosto 2022), la reconciliación entre nosotros, en base a la justicia y a la auténtica paz, que es consecuencia de la paz profunda que Cristo nos obsequia al aceptar vivir su Evangelio.
- Que la Virgen Santísima de Guadalupe, nos guíe, y siga conduciendo, como ha hecho siempre en nuestra historia como Nación, hacia su Santísimo Hijo, e interceda para que México siga siendo fiel a Cristo: ¡¡¡ Santa María de Guadalupe, salva nuestra Patria y conserva nuestra fe !!!