El fin del mundo

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

La Iglesia Católica nos invita en este penúltimo domingo del año litúrgico a meditar en el tema del FIN DEL MUNDO, prefigurado por la mención de la destrucción del Templo de Jerusalén en el texto del evangelio de San Lucas que se lee en este día.

El Antiguo Testamento habla en distintas ocasiones del «día del Señor», para muchos eso significaba un día de liberación y por consiguiente de alegría y de júbilo. Los profetas por su parte lo entendían como un día catastrófico donde se manifestaría la «Ira de Dios»; el día del Señor era presentado como un día de castigo o un día terrible. Estas interpretaciones están a la base de la visión escatológica del fin del mundo que presentan los evangelios. Un día terrible para los que practican el mal y un día de luz para los que hacen el bien.

Jesús en el Evangelio de este domingo (Lc 21, 5-19) aparece delante del templo de Jerusalén. El templo había sido reedificado y embellecido por el rey Herodes y era realmente una construcción magnífica. De ahí que algunos resaltaban su belleza. Jesús habla de su destrucción como castigo por la rebelión a la voluntad de Dios por parte del pueblo judío. «Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra». Junto a este anuncio aparecen las advertencias de Jesús para sus discípulos.

Jesús recomienda a sus discípulos algunas actitudes que deberán cultivar ante la certeza del fin de los tiempos. El fin del Mundo y el regreso de Jesús coinciden pero ciertamente no hay que asustarse ni dejarse engañar ante los falsos profetas. Uno debe tener esperanza en todos esos tiempos de calamidad. Los signos de caducidad del tiempo presente como las guerras, las luchas, las enfermedades, las catástrofes naturales, las mismas persecuciones y divisiones deben alertar al creyente sobre la necesidad de estar preparado para el encuentro definitivo con Dios.

Debemos recordar además que Dios no usa el miedo ni el terror para forzar la fe, sino el convencimiento y la manifestación de su amor y su verdad.

Una actitud que Jesús nos recomienda mantener ante la certeza del fin del mundo, es en primer lugar la lealtad. Es fundamental ser fiel a Cristo y a su Iglesia. Se trata de la Iglesia fundada sobre el cimiento de los apóstoles. Otra actitud es la de estar alerta para no dejarse seducir ni engañar por ningún falso profeta. Que nadie nos robe a Cristo ni todas sus riquezas espirituales que él nos ofrece por medio de los sacramentos, la vida de oración, su Santa Palabra y la caridad.
Ante situaciones desastrosas como las que vivimos en la actualidad donde hay violencia, desórdenes, abusos de autoridad y corrupciones desmedidas, no debe imperar el pánico. El Cristiano es una persona con esperanza, no lo debe paralizar el miedo o el terror. Debe aprender a ver esta realidad con ojos de fe.

Ante situaciones adversas Jesús puso su confianza en el Padre y se entregó a su voluntad. Es más Jesús nos enseña hoy en el Evangelio que la adversidad es ocasión para hacer más fuerte la fe de saberse amado por él y de experimentar su compañía en medio del dolor y las tragedias. «Eso Será para ustedes ocasión para ser testigos» dice Jesús. “Yo les daré palabras sabias que vuestros adversarios no podrán resistir» Y previene a sus discípulos “Ustedes serán aborrecidos y perseguidos pero “No se perderá un solo cabello de vuestra cabeza”.

Por lo tanto el evangelio que la liturgia nos regala en este domingo es una invitación a mantener la esperanza y la fidelidad a Cristo porque él nunca nos abandona.

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.