El Evangelio

Job 7,1-4.6-7 | Salmo 146 | 1Corintios 9,16-19.22-23 | Marcos 1,29-39

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

JESÚS es el Evangelio en acción. Lo habíamos olvidado particularmente y en general: somos hijos amados del único DIOS. El pecado en el hombre había borrado un tanto de la certidumbre original de ser hijos de DIOS, y los hombres caminamos huérfanos durante muchos siglos, hasta que llegó la Plenitud de los Tiempos (Cf. Mc 1,15). De muchas formas, DIOS a lo largo de los siglos quiso hacerse entender de forma especial a través de los profetas, pero la dureza de corazón desvió esa Palabra creando el hombre a su alrededor un gran silencio, que en gran medida nada tuvo que ver con el silencio sagrado que rodea la misma presencia de DIOS. El silencio mundano es soledad y vacío, que parecen no tocar fondo. No obstante, de muchas maneras, DIOS ha intentado hacer oír su voz al estilo de lo expuesto en el libro de Isaías, cuando el caos y el dolor aparecían como resultado del servicio a los ídolos, que en realidad ejercen un poder destructivo hacia el hombre. Si DIOS se revela como el único DIOS, entonces el hombre tiene a alguien que lo espera en esta vida y en el más allá. Si  DIOS no existiera, el hombre carecería de esperanza alguna para una existencia eterna. La proliferación de falsos dioses se alimenta de multiplicar la falsa ilusión del “seréis como dioses” (Cf. Gen 3,5) al margen del único DIOS, en el manejo del bien y del mal de forma autónoma. El objetivo número uno de la Ley y los Profetas junto con los Salmos es la de transmitir la profunda convicción al corazón de cada uno de los israelitas, que el SEÑOR es el único DIOS, y no hay otros dioses que favorezcan al hombre: ”DIOS desde siempre es YAHVEH, Creador de los confines de la tierra, que no se cansa ni se fatiga, cuya inteligencia es inescrutable. Que al cansado le da vigor, y al que no tiene fuerzas le acrecienta” (Cf. Is 40,28-09) Faltan las fuerzas en la vejez y en la enfermedad. Los hombres vamos buscando la fuerza de la Vida, la energía vital, que nos hace estar en la existencia cumpliendo los propios objetivos. Los ídolos roban las fuerzas que el hombre tiene, creando estados de enfermedad. Después del pecado, DIOS acepta el término del hombre en esta vida por el decaimiento progresivo y la muerte biológica, pues sería penosa una permanencia para siempre en unas condiciones tan precarias dadas como resultado del pecado. Como signo de su presencia, DIOS proporciona al hombre una salud en este estado de vida, que los ídolos no pueden ofrecer, porque en realidad el espíritu satánico que está detrás del ídolo odia al hombre y busca su destrucción y satanización, para que termine en su mismo destino de condena eterna. Agotando todos sus recursos, DIOS envía a este mundo a su Único HIJO con la misión de dar el anuncio de nuestra pertenencia a la estirpe real de la condición de hijos de DIOS. “A DIOS nadie lo ha visto jamás, el HIJO Único, que está en el seno del PADRE es quien nos lo ha dado a conocer” (Cf. Jn 1,18). Si la ausencia de fuerzas o energía da cabida a la enfermedad, la muerte golpea de forma más contundente, y nos hace recapacitar y preguntarnos, ¿qué sentido tiene la vida presente?.

Criaturas o hijos

Las ideologías actuales que prescinden de DIOS, tienden a reducir al hombre al nivel de una criatura entre otras dentro del reino animal. No vamos a entrar en la serie de disparates, que oímos a políticos, comunicadores o intelectuales de la nada. Tampoco es comparable el rango dado al hombre por la tradición judeocristiana, en comparación con otras religiones o espiritualidades. No es igual la dignidad y concepción del hombre para el Cristianismo, que habla del DIOS personal, al resultado obtenido del panteísmo oriental, que confunde al individuo en la divinidad como una gota de agua en el océano. La Revelación bíblica, y en especial el Nuevo Testamento, nos dice que DIOS es capaz no sólo de crear, sino de tener hijos a partir de su Creación. DIOS da la condición de hijos a una parte de los seres creados, principalmente porque es TRINIDAD y la Segunda Persona es el HIJO en quien los Ángeles y los hombres es nuestro común punto de encuentro con DIOS. Ángeles y hombres entramos en la familia de DIOS gracias a JESUCRISTO: “ÉL es el Primogénito de toda la Creación en ÉL fueron creadas todas las cosas en el Cielo y en la Tierra, las visibles y las invisibles…Todo tiene en ÉL su consistencia…ÉL es el Primogénito de entre los muertos…DIOS tuvo a bien poner en ÉL toda la plenitud…, pacificando por la sangre de su Cruz lo que hay en los Cielos y en la Tierra” (Cf. Col 1,15-20). Los Ángeles también son hijos de DIOS en el HIJO; y nosotros recibimos esa revelación porque el HIJO se nos ha revelado con características específicas y diferentes a las de los Ángeles, aunque unos y otros estamos unidos por la “sangre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO”, que  establece el Nuevo orden entre el Cielo y la Tierra. Cada una de  las tres Personas de la TRINIDAD participa en la obra de la Creación a su manera, pero el PADRE quiere que todo lo creado esté realizado por el HIJO, sustentado por ÉL y todo obtenga de ÉL la perfección o acabado final, como el trabajo del alfarero que va modelando el barro hasta que lo termina como obra maestra después de haber pasado por el horno y la cocción, el esmaltado y la policromía. Esta imagen del alfarero, que viene del Génesis no pierde su validez y actualidad. Es el ESPÍRITU SANTO quien trabaja la obra prevista por la Voluntad del PADRE y puesta en la existencia por la Palabra Creadora del VERBO. Para que todo este misterio nos fuera revelado en alguna medida, el HIJO tuvo que hacerse hombre, y no sólo nos dio a conocer el Proyecto, sino que nos hace partícipes del mismo. No somos figurantes en el drama o en la trama de toda la serie de hechos, pues nos da la oportunidad de participar como destinatarios de todo el Plan Divino. Un perro, un caballo, un elefante, un chimpancé, un león o un gato, no saben nada del Plan de DIOS destinado a sus hijos: sólo el hombre en el estado presente de esta creación tiene conocimiento del Plan de DIOS previsto desde siempre, desde antes de todos los siglos (Cf. Ef 1,9-10). Este Plan de DIOS tiene su asiento en la eternidad y nos atrae hacia SÍ mientras vamos desentrañando algo de ÉL en medio de los acontecimientos de este mundo. Lo dice san Juan en su primera carta: “somos hijos de DIOS, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando ÉL se manifieste, seremos semejantes a ÉL, porque lo veremos tal cual es” ( Cf. 1Jn 3,2). “El mundo no nos conoce, porque no lo ha conocido a ÉL”. Se puede decir que los sabios de este mundo no conocen al hombre, porque no conocen a DIOS. Todas las barbaridades actuales, que afectan de forma directa a la dignidad humana, se están produciendo porque no se quiere reconocer la existencia de DIOS y su Divina voluntad. De forma enfrentada se asumen espiritualidades con la intención de plantear un reto a la revelación bíblica. Se disponen los falaces argumentos como si le dijeran a DIOS: “mira no necesitamos de Plan Divino, ni de tu escatología, pues eso de Cielo, infierno y purgatorio es un rollo que no nos gusta”. El resultado es una alternativa conducente al abismo y al engaño doloroso en esta vida y en la otra. DIOS nos concede la existencia para configurarnos con CRISTO” (Cf. Ef 4,24). Entendamos bien que sin el Evangelio no es posible nuestra configuración con CRISTO. El Evangelio constituye para nosotros todo lo dicho o revelado por JESUCRISTO y recogido en los cuatro Evangelios y los otros libros del Nuevo Testamento. Pero también tenemos la tarea de buscar en el Antiguo Testamento las señales que la Revelación fue dejando de la PALABRA que se iba a manifestar en la Plenitud de los Tiempos.

Garantía de VERDAD

En el conjunto del Evangelio se repite de modo admirativo la autoridad con la que habla JESÚS, dando a sus palabras una certidumbre, que abre el corazón del hombre a las grandes verdades a las que aspira y, por otra parte, necesita. El evangelio de san Juan ofrece distintas perspectivas del conocimiento que JESÚS tiene de SÍ mismo. Este propio conocimiento es esencial para hablar con una nueva autoridad o una Autoridad Divina en este caso. Cuando les expone la doctrina del Pan de Vida, JESÚS suscita una controversia, que por otra parte no evita, ni el evangelista omite: “los judíos murmuraban de ÉL, porque había dicho: YO SOY el PAN que ha bajado del Cielo. Decían: ¿no es éste, JESÚS, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: he bajado del Cielo?” (Cf. Jn 6,41-42). JESÚS les hace saber que conocerlo a ÉL verdaderamente es un don y una Gracia que el PADRE ha de conceder: “nadie puede venir a MÍ, si el  PADRE no lo atrae” (Cf. Jn 6,45). Pedro y el resto de los discípulos permanecen con JESÚS después de escuchar el difícil mensaje del Pan de Vida. Aquellos discípulos habían buscado y encontrado al MAESTRO (Cf. Jn 1,38), que les estaba demostrando poseer palabras de Vida Eterna: “SEÑOR, ¿a dónde vamos a ir? TÚ tienes  palabras de Vida Eterna; y nosotros creemos y sabemos que TÚ eres el SANTO de DIOS” (Cf. Jn 6,67-69). Observemos que los discípulos habían crecido notablemente en el reconocimiento del MAESTRO que se les iba manifestando. En el evangelio de san Marcos nos encontramos al comienzo con esta misma expresión dada por un espíritu inmundo al que JESÚS iba a expulsar de una persona poseída en la sinagoga de Cafarnam: “sé quien eres, el SANTO de DIOS” (Cf. Mc 1,23-24); pero JESÚS le ordena callar inmediatamente y salir de aquel hombre. Ahora en el caso de los discípulos es el ESPÍRITU SANTO quien va revelando la verdadera naturaleza de JESÚS. El enemigo infernal sabe quién es JESÚS pero no lo soporta. El discípulo se acerca a JESÚS porque de ÉL viene  la Salvación: “TÚ tienes palabras de Vida Eterna”. La Galilea es el lugar geográfico en el JESÚS va revelando quién es a los discípulos. Llegaba la Fiesta de las Tiendas y los parientes dicen a JESÚS que suba a Jerusalén y muestre allí quién es ÉL; pero ÉL responde que todavía no es el momento de esa manifestación, JESÚS subirá pero no lo hará como le sugieren sus parientes (Cf. Jn 7,1-10). JESÚS con este modo de actuar demuestra tener un control preciso de los tiempos, en los cuales es conveniente mostrarse al mundo o permanecer en la sombra. Revela así, una vez más, un conocimiento de SÍ mismo y de los que lo rodean. Una vez en Jerusalén, JESÚS ve oportuno ofrecer alguna enseñanza a grupos que se le acercan, coincidiendo con gentes conocidas: “los judíos decían, ¿cómo entiende de letras sin haber estudiado? JESÚS les respondió: mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (Cf. Jn 7,15-16). JESÚS no era conocido por haber frecuentado la escuela de alguno de los rabinos acreditados en Jerusalén; sin embargo su doctrina sorprendía por su Sabiduría. Algunos ponían en duda la autoridad de JESÚS pues lo localizaban en la Galilea, y entendían que el MESÍAS tendría una procedencia del todo desconocida; pero JESÚS les insiste: “me conocéis a MÍ sabéis de dónde soy, pero YO no he venido por mi cuenta, sino que el VERDADERO es el que me envía, pero vosotros no lo conocéis. YO lo conozco porque vengo de ÉL, y ÉL es el que me ha enviado” (Cf. Jn 7,28-29). De maneras distintas el evangelista san Juan reiterará estos argumentos sobre la identidad de JESÚS, utilizando escenas concretas de la misión o vida pública. También el relativismo ha entrado en la doctrina que algunos imparten en nuestros días, por lo que debemos permanecer como los discípulos junto a JESÚS, que tiene palabras de Vida Eterna, y  “es el mismo ayer, hoy y siempre” (Cf. Hb 13,8).

Job

El hombre paciente, que soporta con mansedumbre los inconvenientes y dificultades, decimos que encuentra en Job su modelo. La reacción a las desgracias que sobrevienen de forma súbita están recogidas en este libro poético. La imagen resignada que tenemos de Job puede cambiar si se lee este libro sagrado, en el que se ventila la reacción ante DIOS del hombre que cae en desgracia, y al mismo tiempo se considera justo. El libro de Job cuestiona la ecuación: le va mal al que obra mal; y desvela que también al hombre justo e inocente le pueden surgir desgracias. “Job era un hombre que temía a DIOS y se apartaba del mal” (Cf. Jb 1,1). Era padre de siete hijos y tres hijas. Tenía también tres mil camellos, siete mil ovejas y quinientas yuntas de bueyes, quinientos asnos y numerosos sirvientes. Toda esta abundancia era interpretada como Bendición Divina, correspondiendo al buen comportamiento de Job. Hecha la presentación, el libro sagrado sigue con la prueba: “Satán se presenta ante DIOS, que le pregunta, ¿de dónde vienes? Contesta Satán: de recorrer la tierra y pasearme por ella. YAHVEH dijo al Satán, ¿no te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra, es un hombre cabal y recto. Satán replica: ¿es que Job teme a DIOS de balde? ¿No has levantado TÚ una muralla en torno a él, a su casa y a todas sus posesiones? Lo has bendecido y sus rebaños se extienden por el país. Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes, y verás cómo te maldice en toda la cara. Dijo YAHVEH a Satán: ahí tienes todos sus bienes, cuida de no poner tu mano en  él” (Cf. Jb 1,2-13) Job en muy poco tiempo recibe la noticia de la muerte de sus diez hijos y la pérdida de todos sus numerosos bienes. La reacción de Job se encierra en la frase conocida: “postrado en tierra Job pronunció: desnudo salí del seno de mi madre, el SEÑOR me lo dio, el SEÑOR me lo quitó. Alabado sea el Nombre del SEÑOR” (Cf. Jb 1,21). De nuevo el Satán se presenta ante DIOS, que le muestra la conducta intachable de Job, a lo que el Satán replica: “piel por piel” (Cf. Jb 2,4) YAHVEH le dice: ahí lo tienes en tus manos, pero respeta su vida” (Cf. Jb 2,6). Después de haberlo perdido todo, Job pierde la salud, y queda en un estado que exige separarse de cualquier modo de convivencia por el peligro al contagio de sus llagas purulentas. El grado de postración de Job está en el límite, o muy por encima de las fuerzas humanas. Tres amigos llegaron al saber la desgracia de Job y estuvieron junto a él siete días y siete noches sin hablar, y al séptimo día Job prorrumpió su alegato frente a DIOS (Cf. Jb 3,1ss). Comienza en este libro la queja del hombre que padece y no encuentra respuesta cabal para el excesivo dolor que padece; por este motivo Job es un libro válido para todos los tiempos, pues el problema del mal persiste como el primer día de la historia de la humanidad. El libro de Job termina bien, aunque las respuestas a los  grandes interrogantes no llegan. Al final, DIOS se revela a Job y lo restaura de todas sus pérdidas, pero habrá que esperar varios siglos para encontrar el verdadero sentido del dolor y el sufrimiento en la Cruz de JESUCISTO.

El hombre cumple un servicio

“¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿No son jornadas de mercenario sus jornadas? (Cf. Jb 7,1). Job se reconoce como participe del Pueblo elegido por el SEÑOR, que es YAHVEH Sabaot, que es el DIOS de todos los ejércitos de Israel. En la línea del libro de Números, DIOS tiene el censo de todos los hijos de Israel y a cada uno lo llama por su nombre, pues están censados por su nombre de forma personal (Cf. Nm 1). Cada hombre que viene a este mundo, y se sabe como perteneciente a YAHVEH adopta la disposición del siervo agradecido con una función determinada. La Divina Sabiduría marca las pautas, o la guía, de la misión encomendada. La milicia requiere orden, disciplina, clara conciencia sobre a quién se está sirviendo, entrega en el servicio, pues no en vano se trata de un estado de vigilancia permanente. La paz alrededor es el resultado del esfuerzo mantenido por la implantación de la justicia, y tal cosa es una conquista. También JESÚS utilizó expresiones parecidas: “el Reino de los Cielos sufre violencia, y sólo los violentos lo arrebatan” (Cf. Mt 11,12) La disciplina militar crea unos hábitos aplicables al ejercicio de las virtudes. Las virtudes son fuerzas que han de arraigar en el alma por la acción de la Gracia y el ejercicio reiterado de tal acción. Para crecer en la Fe serán necesarios actos de confianza en DIOS ejercitados de forma frecuente. Lo mismo ocurre con la Esperanza o la Caridad. La prudente ayuda al prójimo se realizará sin gran esfuerzo cuando el hábito del servicio se haya afianzado. Cuando un hábito bueno o virtud se consolida, uno o varios vicios retroceden o desaparecen, porque nos estamos protegiendo con las armas de la Fe (Cf. Ef 6,16-18).

Otra comparación

“El hombre es como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que espera su salario” (v.2). Esta es la visión de Job cuando su vida gira ciento ochenta grados, y pasa de ser el más rico de toda la región a la situación de indigencia extrema. Grandes sectores de población han vivido en otras épocas en una gran indigencia o miseria, y pocos los que podían disponer de bienes sobrantes. Aunque ahora las zonas ricas hasta hace poco tiempo vemos un empobrecimiento progresivo de las clases medias, sin embargo, todavía mantenemos un cierto nivel con respecto a otras regiones del planeta. Pero el trabajo es una actividad que cansa, y en algunos casos hasta el agotamiento. La tierra se volvió hostil y pocos se ven inmersos en un trabajo creativo y satisfactorio. Lo que dice Job sigue teniendo actualidad: el hombre espera solaz para su cansancio por el duro trabajo, y un salario, que lo recompense y haga posible el mantenimiento propio y de su familia. Estas aspiraciones mínimas no siempre se cumplen, acentuando el drama particular y social.

Sufrir sin Esperanza

“Meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor” (v.3). Evoca Job en su alegato algo del dolor padecido por otros hombres que viven con un sufrimiento semejante al suyo. Job ahora se pone en la piel del hombre que padece, aunque las causas sean distintas de las propias. Los intentos fallidos por salir de una mala situación rinden a la mayoría en el desaliento. Llegados a ese punto la Esperanza desaparece, y las palabras de ánimo pueden tomarse por un sarcasmo, que aumenta el dolor y la indignación. Estuvieron muy bien los tres amigos de Job los siete días que lo acompañaron en silencio día y noche. Un poder superior tiene que venir en ayuda del hombre para disipar las espesas tinieblas, que asemejan a prolongadas noches de dolor. El silencio en la noche induce al sueño y descanso; pero el dolor en la noche se intensifica: “al acostarme digo, cuándo llegará el día; y al levantarme cuándo será el crepúsculo y repleto estoy de sobresaltos”(v.4). Muchas personas hospitalizadas durante días podrán ratificar estas palabras de Job. Lo mismo sucede con aquellas otras, que están pasando por la gran oscuridad de un episodio depresivo diagnosticado. La depresión mantiene al que la padece en el mismo punto oscuro noche y día.

Brevedad de esta vida

“Mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo. Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la dicha” (v.6-7) El sufrimiento ralentiza el tiempo, pero al levantar la mirada y mirar la vida en su conjunto el resultado nos da una impresión de fugacidad, y parece que el tiempo se nos ha ido sin realizar gran parte de los proyectos previstos. La brevedad de nuestro paso por este mundo debería ser un buen argumento para afirmar la Vida Eterna junto a DIOS, en su visión y contemplación. Las dudas e imprecisiones, que se puedan encontrar en las escrituras antiguas son comprensibles, pues engranar todas las piezas era un asunto que dependía de la aparición del SALVADOR. El mismo libro de Job tiene un texto luminoso desvelando la Vida Eterna: “ya sin carne veré a DIOS, mis propios ojos lo verán” (Cf. Jb 19,25). Job no puede alcanzar la doctrina sobre la Resurrección, que nos ofrece el apóstol san Pablo (Cf. 1Cor 15), y prever la participación en el cuerpo glorioso del SEÑOR.

De la sinagoga a casa de Pedro

JESÚS no dejará de tender puentes entre los judíos que son fieles a la religión de los padres, y el Nuevo Mensaje que se revela en el Evangelio. El cambio tenía que realizarse: “hasta Juan Bautista rigen la Ley y los Profetas pero están en función de la Gracia que viene por JESUCRISTO” (Cf. Jn 1,17). La sinagoga representa la asamblea reunida para la lectura y comentario de las antiguas escrituras, y para la oración. La sinagoga era el lugar de enseñanza por excelencia para la mayoría del Pueblo, que no vivía en Jerusalén. La asamblea cristiana cambiaría de lugar y se trasladaría a la casa de Pedro. En este evangelio de san Marcos la transición es inmediata: JESÚS deja la sinagoga y se encamina con Santiago y Juan a casa de Pedro y Andrés (Cf. Mc 1,29).

La suegra de Pedro enferma

”La suegra de Pedro estaba en cama con fiebre y le hablan de ella. Se acercó, y tomándola de la mano la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles” (v.30-31). La Salvación está significada ahora en la misión evangelizadora por la curación espiritual y física. El hombre endemoniado es liberado en la sinagoga, y la suegra de Pedro es curada en su casa, que representa el inicio de la Iglesia. La misma suegra de Pedro es un anticipo de la función de la Iglesia servidora de CRISTO; y para realizar esta función, la Iglesia, tiene que recibir la acción sanadora por parte del SEÑOR. No median palabras, y JESÚS toma de la mano a la mujer enferma y recobra la salud en el mismo momento que se levanta de la cama. Resulta una acción profética del nacimiento de la Iglesia tras la Resurrección del SEÑOR después de levantarse del sepulcro. JESÚS manifiesta sus signos de Poder al comienzo de su misión con el fin también de acrecentar la Fe de los discípulos en ÉL, que están dando los primeros pasos en el seguimiento. Desde un punto de vista práctico, aquella curación seguro que facilitó a Pedro seguir al MAESTRO en su ministerio de evangelización itinerante. También hemos de suponer que tanto la suegra de Pedro como su mujer disponían de los recursos suficientes para vivir, independientemente de lo aportado por Pedro y Andrés a la economía familiar. La suegra una vez curada se dispone a servir a JESÚS y a los allí reunidos: comenzaba en cierta medida el servicio al Reino de DIOS. Aquella mujer, podemos suponerla de edad madura, pero en absoluto anciana, y tenía capacidad suficiente para sacar adelante la atención a JESÚS y los acompañantes. Esta casa sería el lugar al que JESÚS acudiría siempre que se encontrase en Cafarnaum, por lo que va a aconsejar a sus discípulos en el futuro: “cuando vayáis a una ciudad, no andéis de casa en casa” (Cf. Lc 10,7). Una cierta estabilidad favorece la evangelización, pues la gente tienen una referencia precisa del lugar en el que JESÚS se puede encontrar.

Al atardecer

La mañana de aquel día había transcurrido entre la sinagoga y el encuentro con la familia de Pedro, era el día de Sábado en el que las actividades se restringen. El nuevo día comienza al atardecer, y entonces se levantan las prohibiciones propias del descanso sabático. “Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados. La ciudad entera estaba agolpada a la puerta. JESÚS curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios y no les dejaba hablar, pues lo conocían” (v 32-34). La ciudad entera dispuesta alrededor de la casa de Pedro el pescador. El texto no nos dice que JESÚS dirigiese la Palabra, sino que pasa directamente a la realización de los signos mesiánicos, que dan cuenta de un Poder nuevo en la tierra. Traen a todos los enfermos, porque la salud es para todos, o lo que es lo mismo: la Salvación es para todos. JESÚS no permite que los malos espíritus rompan el “secreto mesiánico”: ÉL es el SANTO de DIOS (v.24), pero no son los demonios los que lo han de manifestar. Por otra parte, JESÚS no quiere imponerse por su Poder capaz de realizar milagros, sino que busca el cambio del corazón que viene por el reconocimiento del Amor de DIOS. Empieza un nuevo día con la puesta del sol, aunque viene la noche, que en este caso no es signo de tribulación, sino del recogimiento que aquellas gentes deben vivir para asimilar de forma adecuada el raudal de gracias recibido. Nunca se había visto una cosa igual, y las palabras debían surgir de la constatación de los hechos que ellos mismos habían presenciado. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era JESÚS? Muchos en la ciudad podían haberlo visto con anterioridad en calidad de trabajador artesano, que en aquel tiempo desempeñaba distintas artes o actividades. De repente aquel artesano se revela con un Poder nunca visto. El Reino de DIOS estaba entrando en acción, y las enseñanzas vendrán para iluminar las conciencias, pero lo fundamental será estar a favor de JESÚS, reconocerlo como el CRISTO y seguirlo. Aparece para los hombres un nuevo servicio, o una nueva militancia, sugerida por el libro de Job: el trabajo por el Reino de DIOS.

La oración

“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó y salió y fue a un lugar solitario, y allí se puso a hacer oración” (v.35). Cada término empleado por san Marcos tiene gran recorrido. La primera parte de este versículo anticipa el momento de la Resurrección de JESÚS, que sucedió antes de salir el sol, cuando JESÚS se levanta del sepulcro y sale del lugar para iniciar la serie de apariciones. La oración cristiana es un don que nos viene del triunfo de JESÚS sobre la muerte. Los cristianos oramos al PADRE, porque el don del ESPÍRITU SANTO ha venido a nuestros corazones. Pero este texto nos remite a la oración propiamente de JESÚS, que el evangelista nos trasmite sin reparo alguno: JESÚS también necesitó de la oración para llevar adelante su misión. Del conjunto de los evangelios podemos afirmar, que JESÚS era un contemplativo en la acción, y en ningún momento perdía la conciencia de su unión con el PADRE; pero la condición humana tiene unas limitaciones que el VERBO de DIOS aceptó. Había que dedicar tiempo específico al encuentro con el PADRE a solas, alejado del gentío y ruido del mundo, que por otra parte, JESÚS, no rechazó como indigno de SÍ. El VERBO de DIOS unido indisolublemente a la humanidad de JESÚS de Nazaret tenía pendiente proclamar el Evangelio del Amor del PADRE por todos los hombres. La Salvación de los hombres está prevista desde siempre, porque DIOS es AMOR (Cf. 1Jn 4,8). JESÚS no tenía dónde reclinar la cabeza (Cf. Lc 9,58), según sus propias palabras, salvo en el encuentro con el PADRE, y ese descanso anímico y espiritual le era del todo necesario, pues también para ÉL la misión estuvo jalonada de graves inconvenientes, terminando martirizado y crucificado.

Otros lugares

“Simón y sus compañeros fueron en su busca. Al encontrarlo le dice: todos te buscan. ÉL les dice: vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique, pues para eso he salido” (v.36b-38). Da comienzo una nueva jornada, que había tenido su preámbulo al atardecer y caída de la noche anterior. La fama de JESÚS se iba extendiendo y eso tenía su importancia para proclamar el mensaje del Reino de DIOS, que los otros pueblos de alrededor debían recibir. El texto deja entrever que los de Cafarnaum trataban de aislar a JESÚS en el ámbito de su ciudad, pero tal cosa podía acabar con la misión evangelizadora. Por el contrario, JESÚS da muestras de buscar el encuentro con las gentes de otros lugares, y de forma especial para aquellos que no se podían desplazar, principalmente por discapacidad. Esa disposición misionera de JESÚS daba visibilidad al Amor Misericordioso de DIOS, que sale al encuentro de los más alejados y necesitados. JESÚS y sus discípulos comenzaban a dar los primeros pasos en la expansión del Reino de DIOS por la Galilea. Aquel territorio empezaba a asemejarse al grano de mostaza, que da origen a una planta y los pájaros llegan a trenzar nidos en sus ramas (Cf. Mt 13,31-32).

San Pablo, primera carta a los Corintios 9,16-19,22-23

Desde que san Pablo fue destinado a la misión, según narra estando en Antioquia, el Apóstol no ha dejado de evangelizar: “Mientras estaban celebrando el culto del SEÑOR y ayunando, dijo el ESPÍRITU SANTO: separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Cf. Hch 13,2). A partir de este instante, san Pablo no dejó de recorrer caminos, visitar ciudades, padecer prisiones y persecuciones por el Reino de DIOS; y todo ello, el Apóstol, lo lleva a cabo de forma gratuita, sin acogerse a los derechos que le otorga el ministerio de la Evangelización. Sobre este punto es particularmente explícito con los de Corinto. Las comunidades de esta ciudad son muy queridas para el Apóstol, pero, por sus cartas, le dieron más de un dolor de cabeza. En este capítulo nueve, san Pablo ofrece algunos versículos quejándose de su conducta con la finalidad de moverlos a la reflexión. Tanto ayer como hoy las cosas de DIOS deben ser valoradas en la medida adecuada, y los de Corinto tendían a pensar que todo lo merecían y les era debido; por lo tanto, poco tenían que agradecer. Como vemos, un comportamiento muy propio del momento presente. Corinto era una ciudad rica con un comercio intenso, pero el Apóstol viene a decirles que la evangelización necesita medios económicos; sin embardo con respecto a él pueden despreocuparse, pues ni un solo denario les va a pedir, pero tienen que tener en cuenta algunos extremos.

Derechos del Apóstol

“¿No tenemos nosotros derecho a comer y beber? ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana como los demás Apóstoles, los hermanos del SEÑOR y Cefas? ¿Sólo Bernabé y yo estamos privados del derecho de no trabajar? (v.4-6) con la maestría que le caracteriza, san Pablo plantea sus reivindicaciones mediante preguntas retóricas, que ahondan en la responsabilidad que tienen los cristianos de Corinto con respecto a sus evangelizadores o maestros en la Fe. No sólo deben hacerse cargo del Apóstol enviado, sino de su mujer. La cuestión del matrimonio o del celibato no es objeto en este momento, pero el Apóstol da por hecho la compañía de la esposa en la misión evangelizadora, que debe ser tenida en cuenta también. Como sabemos la concurrencia del Sacramento del Orden tanto en el grado de diaconado, presbiterado o de episcopado está vigente y atestiguado por las cartas de Timoteo y Tito, que terminan de escribirse a mediados del siglo segundo (Cf. 1Tm 3,1-13). Pablo y Bernabé son un ejemplo de los que “se han hecho eunucos-célibes- por el Reino de los Cielos” (Cf. Mt 19,12). ¿Si entre vosotros hemos sembrado bienes espirituales, es mucho que recibamos bienes materiales? (v.11). Sea cual sea la condición del evangelizador, casado o célibe, tiene derecho a recibir el mínimo vital que le permita desarrollar su ministerio.

Imperativo de evangelizar

”Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria es más bien un deber que me incumbe; y ay de mí si no predicara el Evangelio” (v.16). Para san Pablo la predicación del Evangelio tiene una dimensión expiatoria, por la conducta anterior a su conversión, pues se distinguió como perseguidor de los cristianos. En el caso particular del Apóstol la evangelización pertenece al campo de la Justicia, pues se encontró de frente con el SEÑOR Resucitado, y se le reveló que lo estaba persiguiendo (Cf. Hch 9,4-5). Esta circunstancia de san Pablo no impide considerar a la acción de evangelizar como algo inherente al primero y segundo preceptos del Decálogo. Amamos a DIOS cuando lo damos a conocer, y valoramos su Nombre cuando lo dignificamos ante  los demás. Los cristianos vemos a DIOS a través de la revelación del HIJO, por eso es imposible hablar del PADRE sin hacerlo también del HIJO. Predicar o referir la Presencia de DIOS en medio de nosotros es un modo de culto a DIOS, y una manifestación del Amor que le profesamos.

Recompensa

San Pablo manifiesta a los de Corinto que su recompensa por evangelizar es ofrecerles el Evangelio de balde (v.18). Las comunidades de Filipos auxiliarán al apóstol en algún momento, pero entre los de Corinto no quiere sembrar la más mínima duda sobre su desprendimiento personal, por eso gana su sustento mediante el trabajo del que es experto: tejedor de lonas y otras prendas de abrigo con lana de Cilicia especialmente dura, que ofrecía una buena impermeabilidad para las lonas de las tiendas de las legiones romanas. El evangelizador, no obstante, no puede perder de vista la palabra del SEÑOR: “lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis” (Cf. Mt 10,8); y ponderar muy  bien lo que debe percibir de la comunidad a la que sirve, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente.

Campo evangelizador

“Efectivamente, siendo libre de todos me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda” (v.19). Es cierto que se pueden producir situaciones enmarañadas y desagradables cuando el que ayuda al evangelizador se cree con derechos especiales sobre el mismo. Al evangelizador se le puede ayudar y sostener, pero nunca comprar, pues en ese momento se terminó la sana relación que impone la acción de la gracia. El Apóstol se hace esclavo de todos para ganar como sea a algunos. Es una gracia muy especial sintonizar con todos los estratos o segmentos de la evangelización; y san Pablo muestra una vez más la excepcionalidad de su figura y ministerio. Se puede pensar que el carisma de la Caridad encierra todos los otros, pero no siempre la acción del ESPÍRITU SANTO se manifiesta desde una misma persona para alcanzar a jóvenes, mayores, casados, solteros, viudos, militares o pescadores. “Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho  todo para todos, para salvar a toda costa a algunos” (v.22). El Apóstol no va de lider que arrastra con magnetismo extraordinario: admite que lo da todo para arrancar de las garras del paganismo solamente a algunos. A JESÚS muchos lo admiraban pero no todos se convirtieron al escuchar su predicación y ser testigos de sus milagros. El Apóstol también admite que su poderoso carisma no priva de la libertad de decisión a ninguno de sus interlocutores; y tanto el libro de los Hechos de los Apóstoles como sus cartas dan razón suficiente de este hecho.

Evangelizar

“Todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo” (v.23) El predicador del Evangelio no se excluye de lo que predica, pues necesariamente lo incluye. Nadie puede quedar fuera del Amor de DIOS manifestado en JESUCRISTO. Nadie puede privarse de la Salvación que está predicando. Habría de darse una esquizofrenia espiritual, que por otra parte daría inmediatamente la cara y desenmascararía al impostor. La evangelización se hace efectiva cuando el evangelizador es verdadero profeta de JESUCRISTO, que camina a su lado con la firme promesa de “estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20).

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