El título del presente hace referencia al Espíritu Santo, ya que, en la actualidad, es capital en la vida de los hombres y las mujeres pues por su acción ilumina, vivifica, protege, rige nuestras vidas y abre nuevos caminos para vivir la fe en contextos específicos al discernir los signos de los tiempos actuales.
El Espíritu Santo es la fuerza creadora de todas las cosas, es la fuerza divina, el amor que lo renueva todo y regresa a su genuino origen a su estado primigenio; es reestablecer una cosa vieja por otra nueva. El Espíritu Santo vivifica los corazones con su amor, alienta a una persona débil o desanimada, aviva y reanima a las personas con su gracia divina para seguir adelante, dando una vida nueva. Se reconoce su paso por los signos, con frecuencia esplendorosos, pero no se puede saber de dónde viene ni a dónde va. Él nunca actúa solo, se manifiesta a través de las personas, tomando posesión de ellas y transformándolas.
Propicia que alguien cambie su ser, que sea distinto, renovado, respetando totalmente su persona y sus características esenciales; es cierto que produce manifestaciones extraordinarias, pero su acción parte del interior y desde el interior se le conoce. El Espíritu Santo de Dios se ha revelado en una persona, en Cristo nuestro Señor, como una fuerza divina que transforma los corazones humanos para volverlos capaces de realizar gestos excepcionales. Estos gestos o rasgos moldean el corazón para hacerlo servidor y asociado de Dios Padre adherido a Él, ¡un hombre nuevo! Todos nosotros estamos llamados a recibir al Espíritu Santo, si tienes algún sacramento ¡ya mora en ti!, solo hace falta una acción más permanente, por ejemplo, Jesucristo, pues en Él no solo descendió el Espíritu, sino que reposó sobre éste. “Los cielos se abrieron y vio al Espíritu Santo que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Éste es mi Hijo amado; éste es mi elegido, la promesa hecha por Jesucristo de una nueva presencia. “Dentro de poco ya no me verán, pero después de otro poco me volverán a ver”, decía el Señor Jesús, refiriéndose al Espíritu Santo que iba a ser derramado el día de Pentecostés. ¿Cómo esperaban los discípulos al Espíritu Santo? Todos ellos, los discípulos, en compañía de algunas mujeres, principalmente de María, la madre de Jesús, y quienes se habían adherido, perseveraban en oración.
A todo esto, ¿quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; el corazón del hombre necesita entonces distinguir y adorar a cada una de las Persona divinas, en efecto, Él está en el centro de tu alma, óyele y atiende sus inspiraciones, que no sea un desconocido para ti, pues es el primero que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva, por eso podemos decir que El Espíritu ya no es únicamente inteligencia y fuerza, también es conocimiento, es amor de Dios capaz de domeñar la soberbia del corazón del hombre porque Él es el amor del Padre manifestado en su Hijo, que siempre te espera en lo más íntimo de tu ser.