-
El 16 de julio 1251 la Virgen se apareció a San Simón Stock, y le dijo: «El que muera con el escapulario no padecerá el fuego eterno«.
-
¿Qué es el escapulario de la Virgen del Carmen y cómo se difundió esta devoción?
El escapulario del Carmen es una manifestación de la protección de la Madre de Dios a sus devotos. El 16 de julio 1251 la Virgen se apareció a San Simón Stock, y le dijo: «El que muera con él no padecerá el fuego eterno».
Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen».
También reconocida por Pío XII, existe la tradición de que la Virgen, a los que mueran con el Santo Escapulario y expían en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado siguiente a su muerte.
El escapulario del Carmen es un sacramental.
San Josemaría y el escapulario de la Virgen del Carmen
Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. —Pocas devociones —hay muchas y muy buenas devociones marianas— tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Camino, 500
Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha. Camino, 516
No estás solo. -Lleva con alegría la tribulación. -No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. -Pero… ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? -No estás solo: María está junto a ti. Camino, 900
Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! -Y aconséjalo a otros. Surco, 849
Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo del año, cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes momentos de cada jornada corriente, los cristianos pensamos muchas veces en la Virgen. Si aprovechamos esos instantes, imaginando cómo se conduciría Nuestra Madre en las tareas que nosotros hemos de realizar, poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos pareciéndonos a Ella, como los hijos se parecen a su madre.
Imitar, en primer lugar, su amor. La caridad no se queda en sentimientos: ha de estar en las palabras, pero sobre todo en las obras. La Virgen no sólo dijo fiat, sino que cumplió en todo momento esa decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el amor de Dios y conozcamos lo que Él quiere, debemos comprometernos a ser fieles, leales, y a serlo efectivamente. Porque no todo aquel que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial.
Hemos de imitar su natural y sobrenatural elegancia. Ella es una criatura privilegiada de la historia de la salvación: en María, «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Fue testigo delicado, que pasa oculto; no le gustó recibir alabanzas, porque no ambicionó su propia gloria. María asiste a los misterios de la infancia de su Hijo, misterios, si cabe hablar así, normales: a la hora de los grandes milagros y de las aclamaciones de las masas, desaparece. En Jerusalén, cuando Cristo —cabalgando un borriquito— es vitoreado como Rey, no está María. Pero reaparece junto a la Cruz, cuando todos huyen. Este modo de comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la profundidad, de la santidad de su alma.
Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios. Es Cristo que pasa, 173
¿Qué es el escapulario de la Virgen del Carmen?
Seguramente se ha cruzado por la calle con gente que lo llevaba puesto sin ser visto. Es el escapulario de la Virgen del Carmen, una devoción nacida en el siglo XII.
P. Miceal O´Neill, Carmelita: “El entonces Superior general, un inglés llamado Simon Stock, tuvo una visión en la que la Virgen María le dio esta prenda, el escapulario, y le prometió que cuidaría de la nueva familia religiosa carmelita”.
La Virgen María prometió una especial protección durante la vida y en el momento de la muerte a quien lo llevara puesto. Rápidamente, la devoción se extendió a otras órdenes religiosas y se convirtió en una devoción popular.
Esta pequeña prenda recuerda el hábito de los carmelitas. Las personas que lo llevan se comprometen a vivir una vida de oración, devoción a la Virgen María y compromiso con la Iglesia.
P. Miceal O´Neill, Carmelita:“Se le añadió este significado de protección durante la vida y en el momento de la muerte. Algo que durante los siglos se convirtió en muy importante para muchas personas. Así, la devoción al escapulario carmelita creció muy rápidamente”.
Esta devoción popular incluye el privilegio sabatino que garantiza a quien lo lleve ir al Cielo el primer sábado después de su muerte.
También es una devoción muy extendida entre los papas. Juan Pablo II la vivió durante toda su vida.
P. Miceal O´Neill, Carmelita: “No era ningún secreto que él ha llevado el escapulario toda su vida y habló de él, como una expresión de su particular amor por la Virgen María”.
Tras el Concilio Vaticano II, se dio un nuevo impulso al escapulario de la Virgen del Carmen.
Mucha gente pide a los carmelitas que le impongan el escapulario con una pequeña oración. La medalla puede ser de tela o de metal con una imagen del Sagrado Corazón en el reverso. Cualquier sacerdote puede imponer el escapulario al cristiano que lo solicita. Y quien lo lleva se vincula de alguna forma a la familia carmelita.