El próximo 20 de marzo, alrededor de las 03:00 de la madrugada, hora centro de México, tendrá lugar el primer Equinoccio del 2021, fenómeno astronómico que marcará el inicio de la primavera en el hemisferio norte. Se trata de uno de los momentos más especiales del año, porque el día y la noche tendrán prácticamente la misma duración en todo el mundo, unas 12 horas.
Se denomina equinoccio al momento del año en que el sol está situado en el plano del ecuador terrestre. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el sol alcanza el cenit. El paralelo de declinación del sol y el ecuador celeste entonces coinciden. La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium y significa “noche igual”. Ocurre dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año, épocas en que los dos polos de la tierra se encuentran a igual distancia del sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios.
En el equinoccio sucede el cambio de estación anual contraria en cada hemisferio de la tierra. Se habla de un equilibrio en cuanto a la duración, el tiempo que dura el día y la noche en todos los rincones del mundo y a su vez la luz que emite el sol, esa claridad que trasmite durante el día y las sombras de la noche; es todo un equilibrio. De esto quiero hablar: la vida equilibrada no puede alcanzarse sin una vida espiritual, aunque algunos psicólogos y terapeutas hablan de la inteligencia emocional, mientras tanto yo quiero hablarte de la parte espiritual del ser humano.
Hay personas que tienen un mundo interior muy rico y otras que son más relacionales, también las hay volcadas en el trabajo o en su vida personal, y todo vale, aunque es importante tener claro lo que nos hace felices para definir ese equilibrio único y personal.
Desde mi experiencia me atrevo a decir que por regla general la dedicación que ofrecemos al mundo interior es muy escasa o mejor dicho en muchos prácticamente nula, no hace falta ser un experto en espiritualidad o sociología para percibir la profunda crisis que vive el hombre en general, esto da la impresión de que la fe religiosa no es relevante en nuestro tiempo ni ayuda a mejorar el nivel de vida ni mucho menos el bienestar de la calidad de vida guardando un equilibrio “un equinoccio espiritual”.
El equilibrio ecológico se produce cuando hay armonía y estabilidad entre los seres vivos y el medio en el que habitan. Pero el ser humano, a través de la relación que establece con el medio ambiente, influye de forma beneficiosa o perjudicial sobre el mantenimiento de ese equilibro que es tan necesario para la vida de las especies animales y vegetales, pero el llevar una vida espiritual te permite mantener una relación con Dios al punto que te encuentras en armonía contigo mismo, los demás y con todo lo que te rodea, asumiendo la fe que en la verdad te hace libre y el centro es Jesucristo.
La espiritualidad nos lleva a darle sentido a nuestra vida; nos permite mantener la vista en las cosas importantes y discernir cuáles son aquellas de mayor relevancia, así somos llamados a ser felices, bienaventurados.
Esta dicha nos lleva a alcanzar la vida plena. Ser santos supone un gran esfuerzo; y este esfuerzo lo llamamos vida espiritual, es decir, todas aquellas acciones y actividades que realizamos para alcanzar la amistad con Dios. Por tanto, nuestra vida espiritual dará frutos de eternidad, en la medida que hagamos caso de los llamados y exhortaciones de Dios. Gracias a esto, es que encontramos realmente un sentido a nuestra vida y un “equinoccio espiritual”, equilibrando la vida sin que deje de ser Dios el centro.
La espiritualidad cristiana católica es el resultado de un encuentro con el Señor, un encuentro que en algún momento de nuestra vida nos ha invitado y nos ha llamado a una conversión, dejar el hombre viejo para dar paso al hombre nuevo.
Necesitamos también que las familias, las escuelas, los centros laborales sean un ambiente propicio donde esta espiritualidad crezca y se robustezca. Hagamos padres y madres empeñados en vivirla ellos mismos, para contagiar a sus hijos y demás familia.
Es urgente vivir este “equinoccio espiritual”, ser ciudadanos comprometidos de cara al mundo que participen para lograr el equilibrio social, cultural, económico y político, para el bienestar de los habitantes de nuestro país.
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.