El encuentro con Jesús nos llama a vivir dos actitudes: escuchar y vivir la Palabra

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El Papa Francisco, en su homilía en el estadio Gelora Bung Karno, en Yakarta, recordó a los fieles que el encuentro con Jesús nos llama “a vivir dos actitudes fundamentales, que nos hacen capaces de llegar a ser sus discípulos: escuchar la Palabra y vivir la Palabra”.

Francisco, en su homilía en el estadio Gelora Bung Karno, en Yakarta, recordó a los fieles que el encuentro con Jesús nos llama “a vivir dos actitudes fundamentales, que nos hacen capaces de llegar a ser sus discípulos: escuchar la Palabra y vivir la Palabra”.

El Papa dijo que primero es importante escuchar la Palabra de Dios”, porque todo nace de la escucha, de abrirse a Él, de acoger el don precioso de su amistad, les dijo. Pero después de escucharla, de recibir la Palabra, es necesario vivirla, dijo, «para no ser oyentes superficiales que se engañan a sí mismos (cf. St 1,22), para no arriesgarnos a escuchar sólo con los oídos sin que la semilla de la Palabra llegue al corazón y cambie nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar. La Palabra que se nos da y que escuchamos tiene que hacerse vida, transformar la vida, encarnarse en nuestra vida». Estas dos actitudes esenciales: escuchar la Palabra y vivir la Palabra, podemos contemplarlas en el Evangelio que se acaba de proclamar, señaló.

Escuchar la Palabra

Comentando el Evangelio de hoy, donde el evangelista Lucas narra que mucha gente acudía a Jesús y que «la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios» (Lc 5,1). Al respecto Francisco, dijo que la muchedumbre buscaba a Jesús, «tenían hambre y sed de la Palabra del Señor y la oyeron resonar en las palabras de Jesús». Es un escena que se repite continuamente en el Evangelio, y denota, afirmó el Papa, que el «corazón del hombre está siempre en búsqueda de una verdad», para alimentar y saciar su deseo de felicidad, por el hombre, dijo el Santo Padre, no se conforma con las palabras humanas, con criterios de este mundo o con sus juicios mundanos.

“Necesitamos siempre una luz que venga de lo alto para iluminar nuestro camino, un agua viva que pueda calmar la sed de los desiertos del alma, un consuelo que no defrauda porque proviene del cielo y no de las cosas efímeras del mundo. En medio del aturdimiento y la vanidad de las palabras humanas, necesitamos la Palabra de Dios, la única que sirve de brújula en nuestro camino, la única que, frente a tantas heridas y pérdidas, es capaz de devolvernos al significado auténtico de la vida.”

Ponerse a la escucha de la Palabra que salva 

Francisco advirtió que la primera tarea del discípulo no es la de vestir el hábito de una religiosidad exteriormente perfecta, ni de hacer cosas extraordinarias o dedicarse a grandes proyectos. Simplemente se debe poner a la escucha de la única Palabra que salva, la de Jesús. «Nuestra vida de fe comienza cuando acogemos humildemente a Jesús en la barca de nuestra existencia, cuando le hacemos un espacio, cuando nos ponemos a la escucha de su Palabra y dejamos que esta nos interpele, nos agite y nos cambie».

Vivir la Palabra de Dios, encarnándonos en nosotros, apostar por la Palabra como lo hizo Jesús a Pedro: después de que Jesús terminó de predicar a la multitud desde la barca, se dirigió a Pedro y lo exhortó a asumir el riesgo de apostar por esa Palabra: «Navega mar adentro, y echen las redes» (Lc 5,4).

Viviendo la Palabra del Señor para que no quede como «una bonita idea abstracta, o suscitando sólo la emoción del momento»,  la Palabra de Dios nos pide que cambiemos nuestra mirada, que nos dejemos transformar el corazón a imagen del de Cristo, continuó el Papa; nos llama a echar con valentía las redes del Evangelio en medio del mar del mundo, “corriendo el riesgo” de vivir el amor que Él nos ha enseñado y ha vivido primero.

“El Señor nos pide ir mar adentro, alejándonos de las orillas pantanosas de los malos hábitos, de los miedos y de las mediocridades, para atrevernos a emprender una nueva vida.”

Francisco nos recuerda nuestra fragilidad humana, nunca faltan los obstáculos y las excusas para decir que no, pero nos anima a fijarnos en la actitud de Pedro: «había pasado una noche difícil en la cual no había pescado nada, estaba cansado y decepcionado; sin embargo, en vez de quedarse paralizado en ese vacío y bloqueado por su fracaso, dice: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes» (Lc 5,5). Si tú lo dices, echaré las redes. Y entonces sucede lo insólito, el milagro de una barca que se llena de pescados a tal grado que casi se hunde (cf. Lc 5,7)».

Mirar a Jesús y confiar en Él 

El Papa nos advierte que no nos sintamos insuficientes, frente a las numerosas ocupaciones de nuestra vida cotidiana; ante la llamada, que todos sentimos, de construir una sociedad más justa, de avanzar en el camino de la paz y del diálogo —llamada que aquí en Indonesia se ha propuesto desde hace tiempo—, que no nos dejemos abatir ante tanto compromiso que no «siempre da los frutos esperados o de nuestros errores que parecen frenar el camino». No nos encerremos en nuestros fracasos, no nos detengamos en ver nuestras redes vacías, al contrario, afirmó el Papa, miremos a Jesús y confiemos en Él.

“»[ Siempre podemos arriesgarnos a ir mar adentro y volver a echar las redes, aun cuando hayamos pasado a través de la noche del fracaso, a través del tiempo de la desilusión en el cual no hayamos sacado nada. ]»”

Por último, Francisco recordó hoy la memoria litúrgica dedicada a Santa Teresa de Calcuta, «que incansablemente cuidó a los más pobres y se hizo promotora de la paz y del diálogo, decía: “Cuando no tengamos nada que dar, demos ese nada. Y recuerda: aunque no tengas nada que cosechar, no te canses nunca de sembrar”.  A los fieles de Indonesia, les animó a que tampoco ellos se cansen de «zarpar y echar las redes, no se cansen de soñar y de seguir construyendo una civilización de paz. Atrévanse siempre a soñar en la fraternidad. Con la Palabra del Señor, los animo a sembrar amor, a recorrer confiados el camino del diálogo, a seguir manifestando vuestra bondad y amabilidad con la sonrisa típica que los caracteriza, para ser constructores de unidad y de paz. Y así difundirán el perfume de la esperanza en su entorno, dijo.

Por Patricia Ynestroza.

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