“La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) ” (Catecismo de la Iglesia Católica, 677).
En este día “inmenso” con que se abren las puertas del Santo Triduo Pascual, y que damos gracias de todo corazón por cada sacerdote fiel a lo largo y ancho de la Iglesia en el mundo, quisiéramos también alzar la voz ante los que una vez más, prefieren callar el nombre de Cristo y quemar incienso al respeto humano, en un mal llamado “diálogo interreligioso” que se desentiende completamente de la salvación de los hombres, colocando en un blasfemo plano de igualdad la Fe verdadera junto a cualquier otra
Es el caso escandaloso del p. Marcó –quien fuera vocero del Episcopado mientras Mons. Bergoglio era Arzobispo de Bs.Aires- , y que ya ha dado más de una muestra de formar parte de la apostasía reintante. En este caso, se trata del Mensaje interreligioso para las Pascuas que encabeza para el Instituto del Diálogo Interreligioso (IDI), y que fue publicado el último Domingo de Ramos por la Agencia de Noticias Pachamama como podemos ver aquí.
Como se puede observar, la “información” que el padre Marcó brinda, se limita a señalar que “el misterio que celebramos los cristianos esta Semana Santa tiene que ver con la Pascua judía”, sosteniendo que “Jesús lo que celebra el jueves santo por la noche en la Última Cena es nada más y nada menos que una cena de Pesaj”, dándole al mesaj “un sentido nuevo”, porque “Él se identifica con el Cordero Pascual (…)”.
Según Marcó, los cristianos celebramos el paso de Jesús por nuestra vida, “hacia una vida distinta, una vida mejor”…concluyendo en que “es lindo que podamos compartir con nuestros hermanos mayores estas tradiciones que tanto nos acercan aunque sean diferentes en su contenido pero que hunde sus raíces en una misma fe.”
Pero eso es una grandísima mentira.
Porque no podemos hablar de una misma fe con quienes no reconocen a Cristo como Salvador de todos los hombres, “a cuyo Nombre toda rodilla ha de doblarse en la tierra, en el cielo y en los abismos” (Flp.2,10) y fundamentalmente, “Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos” (Rm 14, 9).
Y pese a la “cara de estampita” con que suelta el speech políticamente correcto, no dice una sola palabra del punto central que nos caracteriza y convoca en estos días, que es la Verdadera Resurrección, y sin la cual “vana sería nuestra fe” (I Cor.15,14), porque la Pascua de Resurrección no es “una tradición bonita” que recordamos, y que pasaría a un segundo plano mientras que todos nos unamos en una moral más o menos (más menos que más) compartida.
Esta es la fe por la que dan HOY su vida tantos mártires cristianos ante las persecuciones judía e islámica, en que por la Iglesia, se sigue persiguiendo a Cristo. Y esto hay que decirlo, simplemente en honor a la Verdad, que es la única que nos hace libres, hoy y siempre, porque no hay Verdad fuera de Cristo, Alfa y Omega, y quien sirve a la mentira y a ciertos disimulos, no hace sino servir a Otro, que también tendrá su vicario.
Pues lo admitan o no, la realidad es la que es. El Jueves Santo es luminoso por la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio, con esa luz de lucero que presagia ya el resplandor enceguecedor del Domingo de Resurrección, porque en la Eucaristía se concentra el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, quien “ya no muere más”(Rom.6,9).
Pero es también un día en que las tinieblas no pueden obviarse, porque Judas estará haciendo su obra, preludiando el zarpazo que el viernes dará el demonio y la muerte al Divino Inocente.
Así también, hoy no hemos de perder de vista a los Pilatos que se inclinan ante la “voz inequívoca del pueblo” como ante su ídolo, en el concierto de acuerdos tenebrosos que conducen al Verbo hacia el patíbulo.
Nuestra fe nos hace saber y esperar firmemente que Éste que ha resucitado verdaderamente “volverá con gloria”, y hasta entonces hemos de ser fieles en predicar Su Nombre, teniendo en cuenta que
674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por “todo Israel” (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que “una parte está endurecida” (Rm 11, 25) en “la incredulidad” (Rm 11, 20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: “Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas” (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: “si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?” (Rm 11, 5). La entrada de “la plenitud de los judíos” (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de “la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios “llegar a la plenitud de Cristo” (Ef 4, 13) en la cual “Dios será todo en nosotros” (1 Co 15, 28).
Ahora bien, no se procura el reconocimiento de Cristo si se proscribe o disimula su anuncio claro y firme, y por el contrario, lo que se abona con esa traidora obsecuencia es la aclamación del Anticristo, cuya llegada es tan claramente esperable como la segunda venida de Cristo, pues hemos de tener también en cuenta -y es vergonzoso que esto se calle sistemáticamente desde los púlpitos- que
675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).
¿Y qué es sino una autoglorificación del hombre lo que estamos viviendo, esperando de sus solos esfuerzos interreligiosos la “pacífica convivencia” entre las religiones, bajo el Nuevo Orden Mundialista, de claro signo masónico? Frente a todo canto de sirenas, hay que recordar entonces que
“…la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso” (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando “los errores presentados bajo un falso sentido místico” “de esta especie de falseada redención de los más humildes“; GS 20-21).” (Cf.676).
El video completo, sin embargo, es el siguiente, en donde -sugestivamente- se desliza al comienzo la leyenda orwelliana “quédate en casa” junto a la esfinge de Eva Perón que se alza en la Av. 9 de Julio y al final un “la vacuna somos todos” (sic!)…
El canto de fondo, “Sólo le pido a Dios”, interpretado por un conjunto de rockeros y comunistas, como lo son la notoria dupla Mercedes Sosa – León Gieco ha sido bandera popular del pacifismo de izquierda si las hay, y es hoy un guiño demagógico seguro para las masas, como toda la porquería con que la izquierda gusta adormecer a millones. Así también impregnó la sensibilidad espiritual de las actuales generaciones con la excusa “pastoral” de acercarlas a una fe deletérea, y en cambio vaciaron las iglesias, hoy en vías de demolición o remate.
Quien considere que hay elementos “fuera de lugar”, es que no ha comprendido la lógica interna de la nueva “iglesia peronista”, en la que indigenismo pachamámico, pacifismo, sincretismo religioso, feminismo y todas esas yerbas se dan la mano al abrigo de la misma Revolución que hunde sus raíces en el Génesis, y abomina de toda verdad absoluta por considerarla “represora” e “intolerante”…
En medio de tanto silencio cómplice de pastores asalariados, hay sin embargo, sacerdotes que no callan, y a quienes hoy queremos dar las gracias. Uno de ellos, el p. Lofeudo, pronunció la siguiente homilía del IV sábado de Cuaresma, y que viene muy a propósito de lo que tratamos. Refiere allí cómo expresamente hay ya quienes apremian la llegada de un mesías que no es Cristo sino Su diabólica parodia, y hay, también, judíos observantes que por gracia de Dios se CONVIERTEN a la Fe verdadera, admitiendo su absoluta novedad y radical diferencia con el judaísmo, y refutando con su vida el dialoguismo absurdo que nos quieren vender:
Pidamos a Nuestro Señor que nos libre del sueño, que a Su regreso nos encuentre velando -en vez de dialogando-, o nos despierte cuanto antes, para reconocerlo sólo a Él, y que no seamos seducidos por ninguno de los impostores de Su nombre.
Tengan todos los lectores un Santo Triduo y una muy feliz y Santa Pascua de Resurrección!
Mª Virginia Olivera de Gristelli.
INFOCATÓLICA