El desierto, la conversión y la humildad

II DOMINGO DE ADVIENTO

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio que escucharemos este domingo (Mc 1, 1-8) nos habla de Juan el Bautista, una de las grandes figuras de este periodo del Adviento porque él nos enseña cómo debemos disponernos para la venida de Jesús. Juan el Bautista preparó el camino del Señor, él nos ayuda a entender mejor el espíritu que debe caracterizar este tiempo de preparación para el nacimiento del Hijo de Dios.

El texto evangélico que escucharemos destaca tres realidades importantes de la espiritualidad del Adviento, estas tres cosas son la experiencia del desierto, la Conversión personal y la humildad.

LA EXPERIENCIA DEL DESIERTO

Uno de los significados bíblicos que tiene el desierto es que aparece como el lugar del encuentro con Dios. En efecto, ha sido ahí en el desierto donde el pueblo de Dios tuvo las más bellas experiencias y más significativas. Dios condujo a su pueblo al desierto para hablarle al corazón, en el desierto el pueblo descubrió que la principal seguridad que vale la pena cuidar es la relación con Dios. En el desierto Dios se reveló a Moisés e hizo una alianza con su pueblo. En el Evangelio de hoy se dice que desde el desierto se hace esta invitación: PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR, ENDERECEN SUS SENDEROS. Esta es una clave importante para el Adviento. Si deseamos hacer la experiencia de encuentro con Dios en esta Navidad es necesario prepararse escuchando la voz de Dios, ordenando la propia vida conforme a los valores del reino de Dios y caminar por la senda del bien.

LA CONVERSIÓN PERSONAL

Un segundo aspecto es la Conversión personal, Juan predicaba un bautismo de conversión dice el evangelista San Marcos. La conversión es la respuesta al amor de Dios que se nos manifiesta en el nacimiento de Jesús, la conversión sucede cuando hemos descubierto a Dios en algún momento o lugar de nuestra vida. Convertirse quiere decir cambiar el rumbo y volver a Dios; dejar todo aquello que nos aparta de él y nos distrae en el camino. La conversión es necesaria para que nuestro corazón tenga como señor solamente a Dios. Si no hay conversión, no hay vida cristiana. Hay personas que viven fascinadas con algunas realidades y personajes de nuestro tiempo. Hay personas que admiran a ciertos personajes y no son capaces de descubrir las mentiras que repiten frecuentemente. Se necesita volver el corazón a Dios.

LA HUMILDAD

Es el tercer aspecto. Juan Bautista es modelo de humildad, esto lo expresa por medio del vestido y de la comida. No somos más por lo que nos ponemos encima, lo que tenemos o por lo que comemos sino por lo que somos interiormente. El verdadero valor de una persona se encuentra en su interior y en su dignidad. En este tiempo de Adviento es necesario trabajar en el ser más que en el tener. Y por lo tanto hay que practicar hoy y siempre las virtudes cristianas de la solidaridad, la honestidad, la rectitud, el servicio desinteresado, la ayuda a los demás, el compromiso, la caridad, entre otras cosas. Recordemos que somos hijos de Dios y que estamos llamados a la santidad por lo mismo es bueno volver la mirada a la meta que Dios nos propone mediante su Hijo Jesús.

En conclusión, quien va al desierto o crea un ambiente de desierto, tiene la posibilidad de escuchar la voz de Dios y de encontrarse con él y por lo tanto, de hacer una opción fundamental, vivir la conversión asumiendo un estilo de vida cristiano.

Comparte:
Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.