En diez años se han recibido en el Vaticano budistas de diversas filiaciones, desde los de Mongolia hasta los de Tailandia. El Papa estrechó la mano de los budistas japoneses y los de Taiwán -como sucedió esta mañana-, pero todavía no hay lugar para el Dalai Lama. El líder mundial budista más seguido del planeta, símbolo de paz y emblema valiente de todo un pueblo perseguido por China, ya ni siquiera pide audiencia. En cualquier caso, el Papa Francisco nunca lo recibiría, al contrario de lo que hicieron sus predecesores. Francisco no quiere estropear las relaciones diplomáticas con Pekín.
El Dalai Lama sigue predicando la armonía y la paz desde Dharamsala, India, donde vive desde su exilio. “El Tíbet ha pasado por grandes dificultades, pero hemos tratado de preservar nuestra cultura y tradiciones budistas en beneficio de los pueblos chino, mongol y tibetano. Al mismo tiempo, creció el interés por Occidente y los científicos estaban ansiosos por aprender sobre el funcionamiento interno de la mente y las emociones. Pretendo seguir haciendo lo que pueda en las próximas décadas», continúa repitiendo el Dalai Lama.
Desde que llegó al trono de Pedro, el Papa Francisco ha cerrado las puertas al Dalai Lama y ha tratado de evitarlo por todos los medios. Hasta ahora nunca ha querido recibirlo aunque sea el líder de un pueblo abofeteado por China. Para no ofender al quisquilloso gobierno chino, hasta el momento no se ha alzado ninguna voz para denunciar las persecuciones en el Tíbet. Hace un par de años, la entrevista en Repubblica con el histórico secretario del Dalai Lama, Tethong, fue esclarecedora cuando decía: «El Papa Francisco se niega a recibir a nuestro líder porque está negociando con Pekín el reconocimiento de los obispos de Roma». La realpolitik de Francisco siempre ha prevalecido sobre la defensa de los derechos humanos en el Tíbet.
Benedicto XVI, por su parte, expresó en repetidas ocasiones «tristeza y dolor ante el sufrimiento de tantas personas» en el Tíbet y que esperaba que se elija el camino del diálogo. “Los problemas se agravan con la violencia”, dijo Benedicto XVI.
«Sigo con gran inquietud las noticias que están llegando desde el Tíbet en los últimos días. Mi corazón de padre siente tristeza y dolor ante el sufrimiento de tantas personas. Los invito a unirse a mí en oración. Pedimos a Dios todopoderoso, fuente de luz, que ilumine la mente de todos y les dé a todos el coraje de elegir el camino del diálogo y la tolerancia».
Lo mismo hizo el Papa Wojtyla que quiso llamarlo a Asís a la reunión de los líderes religiosos.
El Papa Francisco recibió esta mañana de jueves a una delegación de más de un centenar de monjes budistas taiwaneses, pertenecientes a la Asociación Unida de Budismo Humanista, recibidos en la Sala Clementina junto al delegado de la Iglesia Católica en Taiwán, con motivo de su peregrinación educativa interreligiosa a los lugares sagrados de la religión católica. “Vuestra visita, que habéis definido como peregrinación educativa, representa una ocasión privilegiada para promover la cultura del encuentro, en la que nos arriesgamos a abrirnos a los demás, con la esperanza de descubrir en ellos amigos, hermanos y hermanas, y en así aprendemos y descubrimos más sobre nosotros mismos. De hecho, al experimentar a los demás en su diversidad, nos anima a salir de nosotros mismos y a aceptar y abrazar nuestras diferencias».
Pero ni siquiera una mención del Dalai Lama. Así como cuando recibió en el Vaticano a una delegación de monjes de Camboya. Junto a ellos, representantes de la sociedad civil del “noble país”, con el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso.
A los 33 monjes budistas de las escuelas Theravada y Mahayana, con motivo del cincuentenario del histórico encuentro del decimoséptimo patriarca budista supremo de Tailandia con Pablo VI, el 5 de junio de 1972, Bergoglio les habló del diálogo y la colaboración entre los dos tradiciones religiosas.
Por Franca Giansoldati.
Ciudad del Vaticano.
Il Messaggero.