El cristiano

Sabiduría 9,13-18 | Salmo 89 | Filemón 9b-10.12-17 | Lucas 14,25-33

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Muchos aprendimos nociones muy valiosas en otros tiempos por el procedimiento didáctico de la pregunta y la respuesta. Normalmente las respuestas a los interrogantes formulados estaban muy bien precisadas, sin palabras superfluas y en un modo muy directo delimitando bien el concepto. A la pregunta formulada sobre quién es un cristiano, la respuesta aparece clara: el cristiano es el discípulo de CRISTO. El foco se pone inmediatamente en JESUCRISTO y en el término “discípulo”. El evangelio de hoy tiene como argumento el seguimiento a JESUCRISTO. Nacemos y a lo largo de la vida nos hacemos cristianos si queremos. Cualquier aparato o elemento tecnológico que adquirimos trae su manual de funcionamiento, o se ofrecen distintos tutoriales que facilitan la comprensión del propio manual. Cada lugar de actividad profesional tiene un diseño del modo de comportamiento y actuación para realizar dicha actividad de forma competente. El manual del discípulo de JESUCRISTO está en la Escritura, pero como bien sabemos no existe un capítulo amplio dedicado en exclusiva a la cuestión, sino que se encuentra diseminado a lo largo de los setenta y tres libros que contiene el canon de nuestra Biblia Católica. Para el cristiano católico está dispuesto también el Catecismo de la Iglesia Católica, que sistematiza de forma suficiente los principales contenidos que el cristiano de nuestros tiempos debe conocer. Esta es una guía segura para asimilar las cuatro vertientes en las que se distribuye el Catecismo: el Credo, los Sacramentos, el Decálogo –la moral-, y la oración. La formación intelectual de un cristiano con inquietudes de profundización se amplía notablemente mediante los estudios teológicos, que en nuestros días se realizan por distintos medios, sin moverse prácticamente del propio domicilio. La forma autodidacta se cultiva por la lectura de la vida de los santos, que aparecen como modelos y maestros con la enseñanza de su doctrina espiritual. Con demasiada frecuencia las quejas sentidas dibujan unos tiempos y circunstancias adversas al cristiano, pero a renglón seguido hemos de reconocer las posibilidades extraordinarias que hoy tenemos para una formación cristiana. Nunca hubo tantos medios a nuestra disposición como en la actualidad para ahondar en la Escritura, la doctrina de la Iglesia, o las vidas de los santos. Tampoco han existido tantas oportunidades de acudir a lugares de peregrinación, en los que muchas personas experimentan singulares gracias de conversión, sanación física o espiritual. Cuanto mejores cristianos seamos, el mundo mejorará.

El discípulo se hace

“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO; enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Cf. Mt 28,19). La palabra sacramental da la base al Sacramento del Bautismo que se realiza por la acción del ESPÍRITU SANTO. El cristiano nace de la inmersión en DIOS por la  Palabra y crece como discípulo e hijo de DIOS por la Palabra. Los cristianos somos discípulos del MAESTRO durante toda la vida, y en ninguna fase de nuestro recorrido vital estamos dispensados de prescindir de la vinculación con JESÚS como nuestro único MAESTRO. Se insiste comúnmente en la singularidad de JESÚS como único SALVADOR, y la cosa tiene pleno sentido; pero se mantiene diluido el protagonismo de JESÚS como único MAESTRO. Cualquier otro magisterio o enseñanza fuera del que JESÚS nos imparte es nocivo y contraproducente para el ser humano.   

Compendio de la enseñanza de JESÚS

< No existe un DIOS distinto del que revela JESÚS en su Evangelio.

< JESÚS es el único MEDIADOR entre DIOS y los hombres.

<Sólo el VERBO de DIOS, la Segunda Persona de la TRINIDAD, se ha hecho hombre, para que el hombre se pueda encontrar con DIOS plenamente.

< Sólo tenemos un Evangelio válido como dice san Pablo: “si alguien os predicase un Evangelio distinto del que yo os predico, sea anatema” (Cf. Gal 1,8).

<En la Presencia Eucarística está verdaderamente JESUCRISTO con todo su cuerpo glorificado, sangre, alma y divinidad.

<La VIRGEN MARÍA es la Madre de JESÚS y nuestra Madre en el orden de la Gracia, como la declaró el Concilio Vaticano II.

De ese breve resumen de verdades se derivan otras de gran repercusión espiritual, sobre las que es preciso profundizar en su conocimiento. El discípulo de JESÚS está llamado a conocer su enseñanza arraigando como convicción profunda. El MAESTRO no enseña teorías, sino realidades espirituales. Dice san Pablo: “hablamos entre nosotros una ciencia que no es de este mundo, nos referimos a cuestiones espirituales con palabras espirituales” (Cf. 1Cor 2,13). Bajo la acción del ESPÍRITU SANTO, JESÚS sigue enseñando a sus discípulos con todos los medios y auxilios espirituales dejados en su Iglesia.

El discípulo es curado por JESÚS

Aunque sean pronunciadas dentro del ambiente pesimista del profeta Jeremías, no debemos perder de vista esta sentencia: “nada más falso y enfermo que el corazón del hombre” (Cf. Jr 17,9). El SEÑOR permite que el discípulo se vea necesitado de sanación espiritual hasta el último instante de vida en este mundo. La pugna entre las fuerzas positivas y negativas mantendrán las espadas en alto hasta el último instante. De distintas formas san Pablo se refiere a ese aspecto, y uno de los textos más explícitos es el conocido de la carta a los Romanos: “hago el mal que no quiero, y no hago el bien que quiero, ¿quién me  librará de este cuerpo que me lleva a la muerte” (Cf. Rm 7,19-24). El MAESTRO comienza sanando a sus seguidores y mantiene la curación espiritual a lo largo de todo el trayecto por este mundo. El caso de María Magdalena no es el único: “lo seguían varías mujeres, entre ellas María Magdalena, de la que JESÚS había sacado siete demonios” (Cf. Lc 8,2). Lo que se dice de María Magdalena en distinta medida se puede aplicar a cualquier seguidor de JESÚS. Tenemos que ser sanados por el MAESTRO. Pensemos por la sanación que precisó Mateo el publicano para dejar su vida como recaudador y perseverar junto a JESÚS. Bartimeo sigue a JESÚS por el camino después de haber sido curado de su ceguera (Cf. Mc 10,52). La casa de Pedro se vuelve hospitalaria cuando la enfermedad se aparta de aquella estancia, siendo afectada la suegra de Pedro (Cf. Lc 4,38-39). La bendición, la salud y la paz, tienen que ocupar el lugar de la enfermedad espiritual para recibir el Evangelio.

El último lugar

Sin rodeo alguno digamos que el último lugar lo ha ocupado JESÚS en la Cruz; por tanto ya sabemos con precisión dónde se encuentra ese lugar, al que se refería el Evangelio del pasado domingo. El discípulo es un invitado al Banquete del Reino de los Cielos y no se puede dar el lugar a sí mismo en el escalafón: sólo DIOS sabe el lugar de cada uno, por lo que nos toca inicialmente es ir a ocupar el último lugar, para que en su momento sea el SEÑOR el que indique un lugar superior, y se alegrarán todos los presentes (Cf. Lc 14,10). Al pie de la Cruz, JESÚS  tendrá  que enseñarnos una y otra vez su máxima lección. “Gustad y ved, qué bueno es el SEÑOR; dichoso el que se acoge a ÉL” (Cf. Slm 34,8), cuando vienen los momentos de consolación y bonanza; pero la autenticidad se pone a prueba en las fases difíciles: “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque TÚ vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan” (Cf. Slm 23,4). El mandato espiritual que tiene el Ángel Custodio sobre su protegido es destruir su soberbia; y nuestro hermano espiritual está en el intento, pues no siempre lo consigue, porque nuestras decisiones van por otros caminos. Cuando orientamos la mirada hacia la Cruz buscando el último puesto encontramos inmediatamente la obediencia a la voluntad de DIOS; el servicio incondicional basado en la Misericordia; la renuncia a uno mismo y a la preeminencia de cualquier gratificación, la fortaleza para mirar de frente el dolor, el sufrimiento y el fracaso. Como en otros momentos de la lectura de la Palabra de DIOS nos encontramos con un imposible por delante. El último lugar no es exactamente el punto al que se llega por una máxima indolencia, sino todo lo contrario: es un camino de activo descendimiento. Las horas de la Pasión por parte de JESÚS precipitan los violentos sucesos que acaban con su vida y ponen de relieve algunas de las vertientes fundamentales de la personalidad de JESÚS. Puede ser que para la mayoría de los cristianos, sus seguidores, la gravedad de lo vivido por el SEÑOR sea para nosotros dosificado en etapas más dilatadas. Sólo el SEÑOR sabe las dimensiones de la Cruz que nos corresponde a cada uno.

Un oído despierto

La Palabra, incluso la escrita, está para ser escuchada y proclamada. La Palabra escuchada puede transformarse en imágenes que ofrecen corporeidad a la Palabra. La Palabra escuchada despierta fibras profundas del propio corazón que nos disponen en una corriente de comunicación empática. Escuchar la Palabra lleva su tiempo, de ahí que el medio idóneo sea la paz y el silencio interior, que supone un cierto nivel de ausencia de ruidos exteriores. Nuestros lugares sagrados ya no se respetan en muchas ocasiones y se llenan de ruido y bullicio. Es una gran pérdida la irreverencia que se produce en nuestros templos, en los que todavía está la presencia real de JESÚS en la EUCARISTÍA. Deberíamos esmerarnos en cultivar el silencio en los espacios sagrados, para que la Palabra pueda resonar en nuestros corazones. Moisés y Elías escuchan al SEÑOR en el silencio de la montaña (Cf. Ex 3,4; 1Re 19,13). El niño Samuel escucha la voz del SEÑOR, en el santuario de Silo, en el silencio de la noche (Cf. 1Sm 3,10). El Ángel Gabriel transmite el mensaje a MARÍA mediante la Palabra vacía de imágenes o visiones. La aparición del Ángel Gabriel transmite un mensaje hablado que MARÍA comprende, al que responde con total libertad (Cf. Lc 1,26-38). María Magdalena reconoce a JESÚS resucitado por la palabra que evoca su nombre y pronunciado por el mismo SEÑOR: ¡María!; y ella le responde, ¡RABBONÍ!; que viene a significar, “MAESTRO mío. María Magdalena vio primero con los ojos del corazón al RESUCITADO porque la Palabra le fue dirigida en esa misma dirección; y la respuesta  por parte de María fue inmediata. Lo que resucita a Lázaro es la poderosa Palabra de JESÚS (Cf. Jn 11,43-44). Esa Palabra de Vida es la que está contenida en el Nuevo Testamento a la espera de ser escuchada con un “oído despierto” (Cf. Is 50,4ss).

Estar con CRISTO

Con frecuencia nos referimos en estos comentarios a este modo de vivir el seguimiento de JESÚS. Es san Pablo de forma especial quien acuño la expresión (Cf. Flp 1,23). A partir de esta clave observamos que se establecen distintos grados o niveles a la hora de “estar con CRISTO”, que tienen su importancia para precisar el discipulado. JESÚS hacía gravitar a su alrededor a las personas que fue encontrando en el camino; lo mismo que lo sigue realizando en nuestros días. Los evangelios de forma especial muestran tres círculos alrededor de JESÚS: los Doce, los setenta y dos discípulo –seis representantes por cada una de las Tribus- y los cinco mil. Los estudiosos nos comentan que el grupo de los Doce sufrió alguna variación a lo largo de los tres años; por otra parte los setenta y dos podían ser en realidad un número mayor, atendiendo a los ciento veinte que recoge el libro de los Hechos de los Apóstoles, en oración con MARÍA. Los reunidos en las multiplicaciones de los panes y los peces forman grandes multitudes: cinco mil sin contar mujeres y niños (Cf. Mt 14,21; Mc 6,44). Independientemente de la discusión sobre el número, lo que nos importa ahora es considerar la gran atracción que sentían los coetáneos por estar en el campo de influencia de JESÚS. Humanamente no era posible contactar de forma directa con diez mil personas concentradas en un lugar y en unas cuantas horas, pero algo especial debía suceder que las multitudes lo buscaban y lo seguían por tierra cuando ÉL con sus discípulos hacían el recorrido en barca por el Mar de Galilea (Cf. Mc 6,33). Muchos corazones quedaron transformados por las palabras escuchadas a JESÚS, o por la mirada expectante en la distancia que tan solo podía dejar sentir la necesidad de una Palabra o encuentro que no podía producirse. San Pablo, en la primera carta a los Corintios, ofrece el dato sorprendente de más de quinientos hermanos que presencian conjuntamente una aparición del RESUCITADO. Santa María Valtorta, en sus visiones místicas, señala ese acontecimiento ocurrido en el Monte Tabor, en la Galilea. Muchos querían “estar con JESÚS”, porque en realidad es la única forma para poder seguirlo y ser su discípulo. Allí en el mandato de “haced discípulos de todos los pueblos” (Cf. Mt 28,19), concluye con la promesa solemne: “sabed que YO estoy con vosotros hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20). Distintas son las formas de estar del RESUCITADO entre nosotros, pero la más especial es la EUCARISTÍA. Algo muy grave viene sucediendo cuando las iglesias se van vaciando y terminan los templos por venderse para otros usos, o simplemente demolerlos y vender el solar. Los templos se vacían porque los bautizados, más de mil trescientos millones de católicos, no manifestamos una necesidad imperiosa de “estar con el SEÑOR”, de manera especial en los países europeos, que en otros tiempos formábamos la Cristiandad. La adoración a JESÚS EUCARISTÍA se va perdiendo y el pulso cristiano de la sociedad también. Europa se empeña en olvidar los valores dados un día por el Cristianismo, se quiere islamizar y suicidar. Paralelamente, Hispanoamérica deja el Catolicismo, para empobrecer su espiritualidad con otras corrientes cristianas y fraccionar más aún las naciones a base de identidades indigenistas con otras lenguas y religiones o creencias ancestrales. El bautizado español hace tiempo que asumió el mensaje político: la sociedad no necesita ver los valores cristianos reflejados en ella.

El duro trabajo espiritual

La primera lectura de este domingo hace de espejo a una realidad conocida: la dificultad del trabajo y perfeccionamiento espiritual. La Sabiduría viene en auxilio del hombre, que la reclama con humildad, “porque ella conoce y entiende todas las cosas” (Cf. Sb 9,11). El hombre necesita de la Sabiduría para juzgar rectamente sobre las cosas, de forma que pueda llevar una vida según la voluntad de DIOS. No deja el sabio de reconocer los grandes peligros que acechan la vida del hombre, pero el autor sagrado de este libro ofrece distintos textos en los que considera el buen punto de partida para enfrentar el porvenir y buscar en todo la voluntad de DIOS. Padecemos una condición humana dañada por el pecado, pero no está del todo corrompida, y el autor sagrado realiza esta apreciación: “era yo un muchacho de buen natural, me tocó en suerte un alma buena y siendo bueno vine a un cuerpo incontaminado” (Cf. Sb 8,19-20). Precisamente por este hecho el hombre puede aspirar al perfeccionamiento de una condición personal que debe perfeccionarse. Nos falta a todos la terminación de aquello que comenzamos a ser en la infancia y juventud. Para ser más precisos, desde el punto de partida de la concepción mantenemos un desarrollo complejo de personalización que encuentra su acabado o terminación en las manos de DIOS que dio el ser y el origen. El SEÑOR nos pide colaboración para llevar a cabo su obra, y la Sabiduría viene en nuestra ayuda.

DIOS nos dispensa su Sabiduría

El autor sagrado muestra que una persona con cierto grado de salud espiritual se percibe a sí misma necesitada de la asistencia de DIOS: “comprendí que no poseería la Sabiduría si DIOS no me la daba, y esto ya era un fruto de la prudencia saber de quién procedía” (Cf. Sb 8,21). La virtud cardinal de la prudencia hace fructífero el buen juicio o razonamiento. Algo lo consideramos cardinal cuando establece las bases para otras funciones o desarrollos. La virtud de la prudencia ejerce esa función básica y reguladora del buen juicio. No es poca cosa que una persona al examinarse vea lo que no tiene y sepa con claridad que tal cualidad o le viene de DIOS, o no la obtendrá nunca. El hombre pide Sabiduría y DIOS se la da: “¿si un hijo entre vosotros os pide pan, le dais una piedra?… Cuanto más vuestro PADRE del Cielo dará el ESPÍRITU SANTO a los que se lo piden” (Cf. Lc 11,11-13).

DIOS da la Sabiduría a sus hijos

La vida es el talento básico que hemos recibido con el deber de hacerlo productivo según DIOS. Siendo esto así, DIOS espera que nos sigamos dirigiendo para pedirle dones complementarios, que hagan mejorable el don inicial básico que nos concedió. Los dones naturales no quedan excluidos de la exigencia por el trabajo en la “viña del SEÑOR” (Cf. Mt 20,1-16). El autor sagrado nos dice a quién ha de ir dirigida nuestra oración de petición y súplica: ”DIOS de los padres y SEÑOR de la Misericordia, que con tu Palabra hiciste todas las cosas” (Cf. Sb 9,1). El DIOS de los padres es el que dirige los destinos de Israel desde el momento de la elección y manifestación. DIOS es comprendido como SEÑOR de la Misericordia, porque de otra forma no escuchará las plegarias de los hombres. El DIOS de los padres es el Creador de todo lo existente, y todo obedece al mandato de su Palabra. La revelación del libro de la Sabiduría está muy próxima en el tiempo y en su contenido a la doctrina del Nuevo Testamento. Dice Santiago en su carta: “todo don perfecto viene de DIOS, del PADRE de los astros” (Cf. St 1,17). Nada nos puede apartar del Amor de DIOS manifestado en CRISTO JESÚS (Cf. Rm 8,39 ), porque la Misericordia de DIOS es infinita. En la plenitud de los tiempos alcanzamos la plena revelación de la PALABRA, que estaba junto a DIOS, que era DIOS desde siempre, por la que fueron hechas todas las cosas (Cf. Jn 1,1-2).

Un don imprescindible

“Aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la Sabiduría que procede ti será estimado en nada” (Cf. Sb 9,6). Toda persona que tiene una responsabilidad sobre otras que le son encomendadas necesita de la asistencia de la Sabiduría para actuar convenientemente. Cuanto más se asciende en la escala social, magistrados, gobernadores o reyes, la asistencia de la Sabiduría es garantía para todos los ciudadanos. Hoy comprobamos con dolor que los destinos de nuestras naciones están en manos de personas que para nada se preocupan de regir los destinos de los pueblos según los designios de DIOS, al que sí le importan las cosas prosaicas de nuestra existencia. Sin la Sabiduría que procede de DIOS los hombres nos entretenemos en un juego de dioses, de fracaso en fracaso hasta el desastre sin fácil remedio, del que se sale, en todo caso, con gran dolor y sufrimiento. No nos engañemos: el corrupto gobernante en su vida particular extenderá esa misma corrupción a la esfera pública, porque el individuo se mueve por lo que late en su corazón. Un gobernante sin DIOS es una desgracia para el pueblo.

El hombre enfermo

Quien se encamina y busca la Sabiduría experimenta los episodios de oscuridad e inseguridad propios también de la condición humana propensa a enfermar. Dice el sabio: “¿qué hombre, en efecto, podrá conocer la Voluntad de DIOS? ¿quién hacerse idea de lo que el SEÑOR quiere?” (Cf. Sb 9,13) Este aparente retroceso en las consideraciones anteriores, sin embargo nos devuelve al realismo de la precariedad personal, pues el espíritu del hombre se dispone con gran diligencia a contar los tantos a su favor. La Sabiduría viene en ayuda de nuestra débil inteligencia y frágil voluntad. La Sabiduría viene en auxilio nuestro para conocer la Volunta de DIOS y aceptarla con agrado; y el autor sagrado quiere decirnos que ese conocimiento es un logro de primer nivel, que no puede atribuirse la persona a sí misma. El remedio que evita los males de la apropiación indebida incluye la acción de gracias a DIOS. Pero todavía estamos a mitad del camino, dado que saber o conocer la voluntad de DIOS crea la responsabilidad añadida del cumplimiento de la misma por nuestra parte. Puede aparecer ante nuestra conciencia que debemos y podemos contribuir con una asociación solidaria hacia personas necesitadas, pero no lo hacemos. Esto nos acarrea un verdadero problema moral, que estará llamando a la puerta de nuestra conciencia durante un tiempo. Si esa reclamación se disipa por cerrazón personal, habremos perdido una gran ocasión y nuestro corazón acrecentará su dureza. Saber para el bien y realizarlo es una gran bendición.

Una mente muy dañada

La mente, la razón o la inteligencia, forma parte del espíritu humano, que presenta notables daños. El autor sagrado nos dice: “los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas” Cf. Sb 9,14). Sin hurgar en los orígenes nos remitimos a los casos expuestos por las cartas de san Pablo y otros escritos del Nuevo Testamento. El Apóstol se muestra profundamente dolido por la nula perseverancia de los Gálatas, que se olvidaron con sorprendente rapidez del Evangelio predicado y de las gracias carismáticas recibidas al aceptar su predicación; y san Pablo llega a decirles: “insensatos gálatas, ¿quién os ha embrujado?” (Cf. Gal 3,1). Anteriormente se hizo referencia a la prudencia como virtud cardinal que también necesita del ejercicio y de la Gracia para que algunos pensamientos adquieran rango de convicción profunda. Diversos versículos de la carta de Santiago sobrecogen al describir el comportamiento de algunos cristianos de los primeros tiempos, que tenían tan próxima la Resurrección del SEÑOR y las grandes manifestaciones del ESPÍRITU SANTO. La debilidad humana es notoria: “sabe el SEÑOR que los pensamientos del hombre son insustanciales” (Cf. Slm 94,11); pero el SEÑOR no deja de exhortarnos a la vigilancia diligente en el presente campo de pruebas, que es la vida en este mundo.

Opresión espiritual

“Un cuerpo corruptible agobia el alma, y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones” (Cf. Sb 9,115). Las preocupaciones de todo tipo nublan la mente a la hora de tomar decisiones; y la tendencia enfermiza de nuestro cuerpo no favorece la lucidez del pensamiento. En medio de todo esto aparecen personas con un espíritu vigoroso, que son capaces de sobreponerse a las limitaciones físicas y demuestran una sorprendente capacidad espiritual. En las fases finales de la vida, el trabajo espiritual realizado ofrece sus frutos al dar paz y serenidad a la persona con las convicciones profundas básicas. En los primeros tiempos se acumulan las preguntas y con todo derecho se busca dar una respuesta satisfactoria; y el trabajo realizado a lo largo de los años da el gran resultado de ofrecer seguridades cuando nuestra “tienda –cuerpo- presente se deteriora” (Cf. 2Cor 5,1). Por otra parte, “un espíritu lleno de preocupaciones” ahoga la Fe, los dones espirituales y la Presencia de DIOS. La parábola de “El Sembrador” advierte del peligro de la semilla del Reino que cae entre las zarzas (Cf. Mt 13,22). Por supuesto que no es posible pasar por esta vida sin inconveniente alguno, tal estado de cosas no existe; pero la pericia espiritual busca la forma de mantener la Presencia de DIOS en medio de un mundo que en estos tiempos para la mayoría resulta estresante.

Indagar sobre las cosas espirituales

“Trabajosamente conjeturamos sobre lo que hay sobre la tierra, y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance, ¿quién, entonces, ha rastreado lo que está en los Cielos¿ (Cf. Sb 9, 16). Esta gran dificultad para reconocer las cosas trascendentes, aún con la ayuda de la Gracia o la Sabiduría, quiso remediarla JESÚS, pues ÉL es el que bajó del Cielo y transmite a los hombres las cosas de DIOS (Cf. Jn 3,13). JESÚS manifiesta signos extraordinarios que hablan de quién es ÉL, del poder de DIOS y del designio eterno de los hombres. En un momento dado, JESÚS recrimina a los circunstantes a que analicen y disciernan sobre los signos de carácter mesiánico, que ÉL va manifestando; lo mismo que son capaces de analizar el tiempo atmosférico y colegir sus consecuencias (Cf. Lc 12,56). El tiempo que vive el autor del libro de la Sabiduría no es el momento de la plena manifestación del HIJO de DIOS, aunque su mensaje estuviera muy cerca en el tiempo.

Conocimiento de la Voluntad de DIOS

La Voluntad de DIOS aparece en la Biblia expresada, en primer término, en los cinco primeros libros o Pentateuco. Los profetas se encargan de actualizar y aplicar en el tiempo de su ministerio, el contenido principal de la ley. Los profetas dejan el campo abierto a los libros sapienciales, que reclaman la actuación de DIOS en la conciencia de cada persona particular. Los tres cuerpos doctrinales objeto de revelación van a estar de acuerdo: “¿quién habría conocido tu Voluntad, si TÚ no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto el ESPÍRITU SANTO? (Cf. Sb 9,17). Sorprende la mención al ESPÍRITU SANTO, pero es dudoso que el autor sagrado lo concibiese como la Tercera Persona de la TRINIDAD, pues esa revelación sólo cabe con la evidencia en la Fe sobre JESUCRISTO como el HIJO de DIOS, cosa que no estaba al alcance directo del autor sagrado. No obstante es necesario tener en cuenta el altísimo nivel de revelación contenido en este libro revelado, que es capaz de admitir una proximidad de DIOS al hombre más profunda que la asistencia con el don de la Sabiduría: DIOS estaba dispuesto a proveernos de su mismo ser que es ESPÍRITU.

¿Una profecía?

“Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra. Así aprendieron los hombres lo que a TI te agrada, y gracias a la Sabiduría se salvaron” (Cf. Sb 9,18). JESÚS se identifica con este texto cuando admite que sus persona y señales dan razón a la Sabiduría (Cf Mt 11,19). Está el autor sagrado en la misma perspectiva que el profeta Ezequiel o el profeta Jeremías, pues los dos contemplan el tiempo de una actuación extraordinaria por parte de DIOS para cambiar el corazón de piedra en un corazón totalmente renovado (Cf. Ez11,19); y gracias a esta poderosa acción espiritual establecer una Alianza Nueva (Cf. Jr 31,31-34). Después de señalar de modo general las limitaciones de la condición humana, el autor sagrado termina con un mensaje de Esperanza, porque DIOS interviene haciendo posible en el hombre lo que éste no es capaz de realizar.

Mucha gente con JESÚS

San Lucas sigue la narración de su Evangelio con JESÚS camino de Jerusalén, y por el camino se va incorporando una multitud. Tiene cierta importancia fijarnos en lo que pasa por el camino. Unos versículos anteriores al Evangelio propuesto para hoy, nos narran la parábola del señor que celebra un gran banquete, al que todos los invitados presentan excusas para no asistir; entonces el señor de la casa manda a su siervo para que vaya a las calles y plazas de la ciudad y traiga a todos los necesitados y discapacitados, y lo mismo hizo en una segunda orden al siervo enviándolo a los caminos y los cruces de los mismos (Cf. Lc 14,15-24). El ENVIADO de DIOS, que a modo de SIERVO, recorre plazas y calles invitando a los pobres y minusválidos al Banquete del Reino de los Cielos es JESÚS. Quien recorre todos los camino y encrucijadas buscando a los más desfavorecidos sigue siendo JESÚS de Nazaret. DIOS manda a su HIJO, el Siervo de YAHVEH, a encontrarse con los hombres en los caminos y encrucijadas en las que estemos. Pasó el tiempo en el que el autor sagrado podía decir: “desde el Cielo DIOS examina a los hombres, para ver si hay alguno que obre bien” (Cf. Slm 53,2). En su HIJO, DIOS deja su Trono para descender a los lugares más inverosímiles con el objeto de tender una mano al hombre herido. El cometido del SIERVO de YAHVEH es conducir a los hijos perdidos y descarriados al Banquete del Reino y en este sentido ÉL se convierte en el verdadero CAMINO que conduce a la casa del PADRE. Nuestros caminos desviados de la debida dirección y sentido tienen arreglo rectificando en el mismo sentido dispuesto por CRISTO: “YO SOY el CAMINO, la VERDAD, y la VIDA. Nadie va al PADRE, sino por MÍ” (Cf. Jn 14,6). En el camino de ascenso a Jerusalén, JESÚS atrae la mirada de muchos que dejan sus propios caminos para seguirlo a ÉL. Pero JESÚS tiene que pronunciar una seria advertencia: La cumbre de Gloria para ÉL no está en el Jerusalén terreno, aunque las antiguas profecías podían inducir esa interpretación. Todo lo contrario, en Jerusalén se iba a encontrar con la traición, el abandono de los suyos y la exclusión por parte de las autoridades civiles y religiosas. Aquellos que decidan seguirlo por el camino deberán adoptar una actitud lejana al triunfalismo, confiando en ÉL incondicionalmente. Las exigencias presentadas en los versículos siguientes tienen sentido dada la gravedad del momento. Aquella lección es permanente y sigue con plena vigencia en los tiempos que corren.

JESÚS va el primero

“Volviéndose JESÚS a la multitud, les dijo” (v.25). Imaginamos la escena: el entusiasmo fácil ante la predicación de JESÚS y los signos que la acompañaban favorecía todo tipo de delirios de grandeza, incluso en los propios discípulos. Los presentes tuvieron que verse sorprendidos ante las repentinas palabras del MAESTRO, que sin previo aviso, detiene la marcha y les habla en tono muy grave. Algo quería cortar JESÚS sobre los comentarios que se estaban difundiendo. JESÚS en absoluto es contrario a la fiesta y la alegría, pero no quiere dar lugar por un momento a la superficialidad. Los momentos son cruciales y ÉL no está de excursión haciendo senderismo camino de Jerusalén.

Para todos

Lo que va a decir JESÚS a continuación va dirigido a todos los cristianos; es decir, a todos los seguidores o discípulos. Las siguientes palabras con frecuencia se quieren circunscribir a los clérigos o personas de vida consagrada, pero el círculo de destinatarios es mucho más amplio.”Si alguno viene donde MÍ y no pospone a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, incluso a su propia vida, no puede ser discípulo mío” (v.26) En el orden del Decálogo, JESÚS dispone para ÉL el primer lugar. El Amor a ÉL está por encima del amor al padre, que prescribe el cuarto mandamiento. Aquel hombre que está acompañando es infinitamente más que hombre: es DIOS. La intervención de JESÚS exige una meditación serena acompañada por una gracia muy especial del ESPÍRITU SANTO para aceptar plenamente sus palabras. Lo dice san Pablo: “nadie puede decir –o afirmar- que JESÚS es SEÑOR, sino es movidos por el ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3). Pero la siguiente consecuencia es que todo el edificio religioso queda alterado y es necesario rehacerlo de nuevo como le ocurrió al propio san Pablo. Los que hemos nacido en los siglos posteriores de familias cristianas nos hemos ahorrado gran parte del proceso siempre difícil y arriesgado. Los que fuimos bautizados en la infancia y crecimos en una familia religiosamente católica tenemos que actualizar y personalizar estas palabras de JESÚS en algún momento de nuestra vida. Las consecuencias de situar a JESÚS de Nazaret en el vértice de todos los valores personales opera como una revolución. Amores, preferencias y obediencias se ponen en juego cuando tenemos que jerarquizar preferencias, fines y objetivos para dar coherencia al seguimiento de CRISTO. La casuística derivada de este versículo resulta interminable, porque cada día surgen motivos que obligan a tomar una decisión a favor de JESÚS y su Evangelio.

La Cruz

Otra vez la Cruz; parece que no nos libramos de ella y esa es la realidad. El Cristianismo es la escuela más acreditada para llevar la inevitable Cruz que a todo hombre acompaña por el hecho de vivir. Lo que hace JESUCRISTO es poner de frente la realidad de las cosas. ÉL nos promete una bienaventuranza plena, pero no en este mundo, porque ahora nos toca un cierto ejercicio de nuestra libertad por el que vamos tomando decisiones con objeto de realizar en algún momento la opción fundamental por CRISTO, nuestro único SALVADOR. Tampoco debemos hacer la cosa demasiado compleja, porque se trata de asumir cada día la carga correspondiente: “el que no lleve su Cruz y venga en pos de MÍ no puede ser discípulo mío” (v.27). En la práctica esta máxima de JESÚS es una verdadera liberación, pues no podemos solos con las cargas de la vida. Una enfermedad grave sin la fuerza de JESÚS para llevarla nos aplasta. Un fracaso serio sin el consuelo espiritual de DIOS puede hundir en una depresión. Un esfuerzo continuado por cualquier motivo sin el dinamismo del ESPÍRITU SANTO no somos capaces de soportarlo. El resultado de seguir a JESÚS con nuestra Cruz es la Paz. Por tanto el discípulo de JESUCRISTO no es aquel carente de problemas o dificultades; enfermedad o limitación; sino el que ante cualquier situación adversa tiene su apoyo y único recurso en el SEÑOR.

Construir

“¿Quién de vosotros si quiere edificar una torre no se sienta a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla?. No sea que habiendo puesto los cimientos y no pudiendo continuar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él diciendo: este comenzó a edificar y no pudo terminar” (v.28-29). El camino del discípulo es un proyecto que en primer lugar está diseñado por DIOS, y tiene que ser realizado en cada caso particular. No valen los entusiasmos fáciles, porque la vida es lo suficientemente prolongada para ofrecer escenarios muy distintos. Nunca tendremos capital suficiente para terminar la construcción del propio edificio cristiano: “si el SEÑOR no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (Cf. Slm 127,1). Hay que invertir en confianza incondicional y Amor de DIOS. Sabemos que la Caridad construye y sin ella nada tiene valor. Dice san Pablo que “una Fe poderosa capaz de mover montañas, sin Caridad, no sirve de nada; hablar todas las lenguas de los Ángeles y de los hombres, y poseer un gran don de profecía, sin Caridad, no sirve de nada; repartir todos los bienes a los pobres, incluso el cuerpo a las llamas, sin Caridad, no sirve de nada” (Cf. 1Cor 13,1ss). En lo que toca al Reino de DIOS, sólo el Amor  tiene valor.

Militancia

“¿Qué rey, que sale a luchar contra otro rey no se sienta antes y delibera si con diez mil puede salir al paso del que ataca con veinte mil? Y si no cuando está todavía lejos envía una embajada para pedir condiciones de paz. De igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (v.30-33). Desde el minuto uno de la misión JESÚS está confrontado con el Maligno (Cf. Mc 1,13) La negociación no puede tener lugar con el opositor al proyecto de DIOS para instaurar su Reino en el mundo. Hoy se habla de librar la batalla cultural para salvar los valores antropológicos, occidentales o cristianos; sin embargo el fondo de la batalla es netamente espiritual y el discípulo de JESUCRISTO no puede permanecer impasible. La imagen bíblica de David y Goliat (Cf. 1Sm 17,1ss..), queda muy escasa para dar una idea del desequilibrio de fuerzas entre el poder del Maligno y la capacidad de oposición que puede esgrimir el cristiano particular. Sin embargo JESUCRISTO es el más fuerte y está vencido por su Sangre Redentora. La debilidad del cristiano y de la Iglesia cuentan con la fuerza y el  poder del SEÑOR a condición de reconocerlo y permanecer en  ÉL: “si el SEÑOR no guarda la  ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Cf. Slm 127,1).

San Pablo, carta a Filemón  9b-10,12-17

La carta a Filemón es la única de carácter particular admitida en el canon del Nuevo Testamento. Filemón parece ser un cristiano de Colosas, que presidía la comunidad reunida en su casa.  Onésimo es un esclavo de Filemón, y parece ser que había cometido un robo, escapándose de la casa de su amo, Filemón, para evitar el castigo. San Pablo lo acoge en su prisión domiciliaria en Roma, con toda probabilidad, y lo bautiza y evangeliza. Ahora el cristiano Onésimo es recomendado por san Pablo a Filemón, al que pide lo reciba como “hermano en la Fe” (v.16). San Pablo desearía que Onésimo se quedara con él en aquel tiempo de prisión, pero no quiere tomar determinación alguna sin contar con él –Filemón-; pues desea que su decisión esté movida por la Caridad fraterna. Es probable que Onésimo volviese junto a san Pablo con todo el consentimiento de Filemón que le habría concedido la manumisión –la libertad del esclavo-, pues la tradición señala a Onésimo como obispo de Éfeso.

El caso de Onésimo nos trae a la consideración el esclavismo de aquel tiempo y de los siglos posteriores, que el Cristianismo no fue capaz de abolir hasta tiempos recientes. Se piensa que enfrentarse al régimen esclavista traería graves consecuencias a la vida social de aquellos tiempos, pero lo cuestión seguirá siendo muy discutible, pues la esclavitud no favorecía para nada el comportamiento moral de patronos y esclavos sometidos a sus órdenes y caprichos personales de aquellos. Es posible que en ciertos aspectos la vida del esclavo mejorase dependiendo de un amo cristiano, pero aún así permanece en entredicho esa relación amo esclavo por la privación de libertad al esclavo sometido. La carta a Filemón propone las condiciones idóneas para la resolución del esclavismo, pues pone en primer lugar los valores derivados de la Caridad cristiana. El propio Filemón tenía que reconocer su nueva condición de hombre libre en CRISTO gracias al Apóstol, por lo que no realizaba nada extraordinario considerando como hermano a Onésimo con la intención suya de devolverlo al Apóstol y concederle la libertad. 

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