El covid-19 a más de que sorpresivamente nos vino a fastidiar la vida, nos ocultó la risa que buscábamos ver en nuestro prójimo, nos calentó la cara, con los obstáculos a la boca, nariz y ojos; nos obligó a ser comerciantes “en línea” y a leer en pantallas chicas a lo loco.
El teléfono celular que parecía enfermedad, se tornó necesario con otros argumentos vitales, donde también los chicos estudian y hasta los presbíteros reciben mensajes que no les mueven mucho los ánimos a muchos, pero justifica a quienes ya piensan que cumplieron porque ya pusieron un mensaje electrónico.
Cuando la mayoría de la gente experimentó que no podía participar en la recepción de los Sacramentos, sobre todo la Misa Dominical, se contentó con verla en televisión, en internet, diciendo cumplir puesto que ya la había visto la que celebraba el Papa, o el Obispo, o el Párroco local. La misa como espectáculo, no es sacramento en el lugar donde el vidente está.
No deja de ser una buena acción y una buena intención, pero no cumple con los requisitos de la presencia en la comunidad, con todas las cautelas posibles, pero la presencia personal es indispensable.
En este renglón, la desinformación funcionó como un grave pecado de omisión que ni las campanas suplen.
¡Ojalá y sólo fueran de consideración las anteriores circunstancias que comentamos!
Pero el avasallamiento del covid-19, se quebraron principios que afectaron a la esencial de los Sacramentos, que son vida en la Iglesia.
Por ejemplo, lo mismo da “ver” una Misa que “participar en una Misa.
Y los principios que se quiebran o se barren en el interior de la Iglesia, también se anulan o barren en la vida de la sociedad civil, como cuando los grupos reclaman un derecho y protestan arrasando monumentos, quemando expedientes de las oficinas públicas, que están esperando turno para ser cumplidos.
En este enredo social, el periodismo pierde mucho, pues se va con las fintas de las protestas sociales, y a su modo, piden la renuncia desde las más altas autoridades, declaran clausuradas sus oficinas porque no han resulto casos particulares; afirman aberraciones morales y las fomentan y crean corriente de opinión con quienes manipulan los hechos, presentándoles como la avanzada social y de nada dudan, porque de lo que se trata es ir con el último grito social.
En esta trifulca por la que no lleva la era del covid-19, no hay que quedarse atrás, pero hay saber elegir los rectos caminos que no siempre son los de ayer.
Con información de Milenio/Pbro. Jesus de la Torre T.