La memoria es la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado; es una de las potencias del alma, según la filosofía escolástica, que trata de un sistema de aprendizaje en tres etapas: la lección, la cuestión y el debate. Sin embargo, la memoria a la cual me quiero referir es la del corazón, pues éste nunca olvida, recuerda los hechos y situaciones que ha vivido y han quedado guardados en su interior.
Si nos interrogamos acerca de lo que hemos vivido, podríamos recordar lo adquirido, las cosas, los consejos, las experiencias y las dificultades superadas entre tantos recuerdos, como las enseñanzas paternas, pero lo que aquí interesa y quiero destacar es la gratitud del corazón que el hombre llega a tener, sin olvido de los beneficios. A esto le podemos llamar agradecimiento. Lo interesante es que el corazón no olvida, siempre recuerda y trae a su memoria todas estas relaciones, acontecimientos y experiencias. Recordar, dicen, es “volver a vivir”, solo que, en tu memoria, lo importante es ser agradecidos.
Todo recuerdo recíproco implica acontecimientos pasados en los que haya existido relación de uno con otro. Al hacer presentes estos acontecimientos, se renueva la relación y nace la gratitud. Tal es el caso entre tú y tus seres queridos, la memoria del corazón se refiere a contactos acaecidos en el pasado, en los que quedó establecida una alianza escrita en el corazón, lo cual induce a vivir el día de hoy con la intensidad de la presencia que emana del recuerdo del corazón, pues solo el fiel recuerdo del pasado puede garantizar la buena orientación del porvenir, siempre con gratitud.
Acordarse, recordar, mencionar, pero también conservar y, en su caso invocar, son acciones que ejercen una función importante en nuestras vidas, incluso en el aspecto espiritual, pero lamento destacar que el drama del olvido denota deficiencia en la memoria del hombre, al grado de cambiar nuestros principios, valores y costumbres, por ello, acuérdate siempre, el pueblo olvida a su Dios y ahí está la ingratitud. En efecto, todo recuerdo debe animarnos a ser mejores, incluso el recuerdo de las faltas nos debe llevar a la enmienda de nuestras acciones.
Creo que puedo decir que el recuerdo se convierte en espera y la memoria desemboca en la imaginación de un mañana venidero, próspero, pero el tiempo no se ha consumado todavía y la memoria sigue en espera de una mejor vida, sin embargo, prefiero guardar mis memorias en mi corazón, mantenerme firme e inconmovible en la fe, para hacer siempre un progreso, porque estoy consciente de que nuestras reflexiones no son en vano; en efecto, no me cansaré de hacerlas.
La memoria del corazón trae consigo el agradecimiento, el aprecio por las bendiciones y beneficios que hemos recibido. La educación invita a dar las gracias, estar agradecidos es, en particular, un grato acto de amor. Para alcanzar la plenitud creo que el hombre necesita tener un corazón con buena memoria, que sea agradecido, que viva en paz y feliz, una sola memoria y una sola gratitud.
Finalmente, el hombre es un ser racional, con memoria, y ésta debe guardarse en el corazón. El agradecimiento puede expresarse de diferentes formas, desde una palabra o un regalo, hasta los efectos de la oración hacia Dios.
