Dios creó todas las cosas para su gloria; las criaturas no pueden existir sino en él y para él.
Esto no sólo no implica un «egoísmo trascendental» en Dios -como se atrevió a afirmar un filósofo, con blasfema ignorancia-, sino que es el colmo de la generosidad y el desinterés.
No buscaba su propia utilidad -las criaturas no podían añadir absolutamente nada a su felicidad ya sus infinitas perfecciones– sino que sólo quería comunicarles su bondad.
Dios ha dispuesto las cosas de tal manera que las criaturas encuentran su felicidad en glorificarle.
Por eso Santo Tomás afirma que sólo Dios es infinitamente libre y generoso: no obra por indigencia , como para tener algo que aún no posee, sino únicamente por bondad , para comunicar su felicidad a las criaturas.
Por Antonio Royo Marin OP.
Teología de la perfección cristiana.
No 11.