El buen juicio

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La palabra ponderada por la meditación, en el sentido bíblico, trae consigo el buen juicio o consideración. El juicio ponderado parte del buen principio y busca el bien propio y ajeno. Los principios son pocos y fundamentales, en el sentido que constituyen los cimientos del edificio personal. JESÚS se encargó de rescatar lo esencial de la Antigua Alianza y ofrecernos así, en línea de continuidad, unos principios morales y espirituales con una perfecta armonía a la acción del ESPÍRITU SANTO. Lo recogido en el Sermón de la Montaña, en san Mateo, o el Sermón de la Llanura en san Lucas, ofrece la nueva óptica. De forma especial las Bienaventuranzas presentan el nuevo diagrama del corazón apto para el Reino de DIOS. La ponderación del juicio que caracteriza a la persona que está cercana a DIOS no se produce como resultado de un cálculo aprendido para ofrecer una imagen externa, sino que surge en quien se esfuerza en cultivar la pobreza de espíritu, que lo lleva a no procurar mantener de forma ostensible el pronunciamiento de la última palabra. El juicio ponderado se pronuncia cuando es oportuno hacerlo, porque no se trata de sobresalir con la brillantez de una exposición, sino que su valía se reconoce por la oportunidad de su propuesta. El juicio ponderado no está en el grito, o en el debate alterado con la finalidad de crear tensión y servir de espectáculo a toda costa, pues la morbosidad es una droga que crea adicciones. Al señalar estas dos situaciones tan opuestas nos ayuda a encontrar el beneficio y el perjuicio de una y otra forma de relación. La persona que sigue a JESÚS tiene que realizar análisis o discernimientos con asiduidad, pues los factores sociales y de toda índole así lo exigen. El cristiano debe tener un juicio u opinión ponderada de una gran cantidad de aspectos que adquieren formas culturales con intención de imponerse por sí mismas. El Evangelio siempre ha sido fuente de revisión del mundo que se movía a su alrededor, y así lo ponen de relieve los escritos del Nuevo Testamento, que se van originando en diálogo riguroso con las formas religiosas y culturales que les toca vivir a las primeras comunidades. El juicio ponderado del cristiano lo sitúa en el mundo que le toca vivir, siendo sal y luz, en mayor o menor medida, para quienes lo rodean. El cristiano no es un negacionista, pero tampoco puede ser un tragacionista de todo lo que se promueve como bueno, lícito o ético.

 

La conducta futura

Muchos están deseosos de conocer cómo se  va a comportar el hombre individual y los grupos humanos en el futuro. Todavía debemos hacer una afirmación de más trascendencia: existen personas y grupos interesados y decididos en orientar, conducir y, si fuera posible, determinar el comportamiento individual y social hasta agotar todas las franjas de decisión posible. Somos vistos y analizados por muchas miradas que nos observan como consumidores, usuarios de servicios con un margen cada vez más estrecho de decisión social y política. A los que nos observan les interesa todo sobre nuestro comportamiento, manera de pensar y sentir; pues  son factores a tener en cuenta para los análisis predictivos. Nuestros movimientos pasan insensiblemente para nosotros a grandes bases de datos en los que se van evaluando a tiempo real los gustos personales y las tendencias de todo orden. Estos datos se analizan de acuerdo con modelos establecidos, por lo que indirectamente estamos aportando información sobre las preferencias de voto en unas elecciones, los lugares en los que deseamos pasar las vacaciones, el tipo de coche que vamos a comprar, las películas de preferencia o los políticos que nos disgustan como aquellos otros que nos resultan de nuestra posible elección. Estamos lo suficientemente conectados como para dar toda esa información de forma indirecta e involuntaria. El que posee la información sobre lo que piensa el adversario o enemigo, tiene en sus manos la ventaja suficiente para la victoria, pues está en condiciones de proceder con anticipación, nocturnidad y alevosía. Nuestra indefensión personal y social crece en cada hora que pasa. Todo esto, que sonaba ficción hace veinte años, hoy día es una realidad sobrecogedora de la que se ofrecen muestras escalofriantes en lugares como China o la occidental Canadá. Los grandes medios de comunicación no advierten ni dan noticias suficientes sobre los acontecimientos acaecidos de forma especial en esta última nación, que  pertenece al conjunto de naciones consideradas democráticas. Esta falta de comunicación de los grandes medios vuelve a ser una prueba de cargo contra ellos de la complicidad con las poderosas fuerzas mundialistas, que están llevando a cabo la Agenda 2030. El comportamiento totalitario de un gobierno presuntamente democrático se manifiesta en dos hechos en los últimos días: los camioneros participantes en las manifestaciones pacíficas tienen bloqueadas sus cuentas bancarias, lo mismo que sus familiares. El dinero recaudado en el “crowdfunding”  que cubría los gastos personales de los días de manifestación, y los de sus familias, dichos fondos fueron dispuestos a dos asociaciones, “Black Lives Matter” y “Plannend Parethood”, esta última es la asociación con más de sesenta y cinco mil clínicas abortivas en todo el mundo. Las nuevas tecnologías están sirviendo a las grandes empresas de la comunicación por Internet para concentrar un conocimiento pormenorizado y masivo de la población mundial. Existe un factor que no controlan, ni podrán controlar jamás: el espiritual religioso cristiano. Este último factor viene a presentarse como dique esencial de resistencia. Los cristianos y de forma especial los católicos no podemos ceder un solo palmo de terreno a las pretensiones de enajenación cultural y espiritual de los poderes en el presente. La resistencia se establece  principalmente en la clara conciencia de lo que está sucediendo.

 

Ver, juzgar y actuar

Ver u observar la situación o la realidad es primordial. No es fácil aislar el hecho que nos ocupa y contemplarlo desde los diferentes ángulos que nos afecta. El juicio del que se trata en este punto pertenece al campo del análisis que pormenoriza los elementos de la realidad para formar con posterioridad una visión sintética del problema planteado. Tanto el hecho de ver como el de juzgar siguen procesos propios, ya que nos toca secuenciar los métodos y los procesos en el tiempo. Cuando se trata de emitir juicios o de juzgar, estamos en nuestro caso siempre referidos a la vertiente de la Fe. Los criterios evangélicos están en el fundamento del juicio o los análisis pertinentes. Una buena actuación parte de una visión ajustada de la realidad y del análisis conveniente, que busca la mayor aproximación posible al ideal marcado en el Evangelio. “Ver, juzgar y actuar” constituye una metodología que viene utilizándose desde hace siglos, y sigue con plena vigencia, pues responde a la naturaleza de las cosas. El hombre posee razón y voluntad; capacidad inteligente de comprensión y capacidad sentiente para apreciar los valores. La memoria y la reflexión ofrecen contenido a la inteligencia para ver la realidad, que no aparece de forma súbita ante la mirada interior, sino que viene en cierta medida filtrada por las experiencias acumuladas referentes a situaciones similares. Por tanto la memoria personal juega un papel muy importante en todo el proceso, y esta memoria gana en amplitud y fundamento al enraizarse en la historia comunitaria mediante la información, la lectura o el estudio. Para ver la realidad presente y acercarnos a una comprensión cabal puede precisar de la aproximación a sus causas provenientes de fases anteriores. Nos suena en estos tiempos lo de “construir el relato” de las cosas que han sucedido para darles una versión oficial. Si esto anterior se lleva a cabo de forma totalitaria entre nosotros, en Occidente, habremos perdido en gran medida la posibilidad de ver la realidad, pues se habrán ideologizado las causas que están en el fondo de las grandes cuestiones del presente. Sobre una realidad equivocada solo queda emitir juicios equivocados; y consecuentemente actuaciones erradas. Un ejemplo esclarecedor de lo señalado es la “Leyenda Negra” contra España, que ha repercutido de forma directa contra los países hispanoamericanos. Como advierte María Elvira Roca Barea, la historia de España asumida por los españoles hasta ahora, y por una gran parte de hispanoamericanos, fue escritas por hispanistas ingleses, principalmente. Las élites intelectuales en las universidades, y en la política, han venido difundiendo durante más de dos siglos las tergiversaciones de una historia que demonizó la actuación de España en el descubrimiento de América, y sigue llevando a los distintos países hispanos por unas derivas indigenistas con graves perjuicios para las vidas particulares y de las naciones en su conjunto. Con gran dificultad se van abriendo paso las obras de revisión histórica de Marcelo Gullo, Borja Cardelus o Pablo Victoria; y de forma especial entre nosotros los intelectuales agrupados en la Fundación Gustavo Bueno, dentro del Materialismo Filosófico, al que pertenece el intelectual mejicano Axel Juárez. Alguna mente preclara en este sentido como la de José Vasconcelos apuntó de forma lúcida: “la conquista de América la realizaron los americanos y la independencia la hicieron los españoles”. Detrás de esta formulación sintética se podrán encontrar miles de páginas de historia, que en parte sería preciso conocer para ver la realidad de unos hechos que están determinando actuaciones de capital  importancia en estos momentos. A los católicos de todo el orbe nos va mucho analizar el papel que ocupó la Religión Católica en el proceso de la Primera Globalización de la historia de la humanidad llevada a cabo por España, que duró más de trescientos años. Durante siglos se ha conseguido diluir la mayor gesta de la humanidad, invirtiendo absolutamente el signo del proceso, convirtiendo la acción generadora española y de la Religión Católica en una acción depredadora. La realidad es exactamente la contraria, pero para verlo hay que informarse o acudir a las fuentes históricas fiables. “Ver, juzgar y actuar” para recuperar en el mundo el lugar  que nos corresponde como creyentes en JESUCRISTO. No nos vamos a hacer invisibles como pretenden determinadas fuerzas sociales, que intentan implantarse como hegemónicas. No se trata de adoptar una posición de fuerza ofensiva, sino la de una presencia testimonial allí donde sea preciso. No se puede admitir que se impida rezar públicamente en grupo por las madres que tienen intención de deshacerse del hijo que llevan en su vientre. Los médicos en sus respectivos centros hospitalarios tienen derecho a la objeción de conciencia para no practicar abortos ni eutanasias; y ningún estamento oficial puede confeccionar listas negras con los objetores a tales prácticas que nada tienen que ver con la salud y la vida. La Fe es una gran fuerza capaz de movilizar cuando se ve la gravedad de una situación y se analiza  con criterios evangélicos. Un ejemplo elocuente de esto último lo tenemos en la madre que ha presentado objeción ante el centro de estudios de su hijo, en el instituto de Málaga Manuel Alcántara, para que su hijo no asistiese a un taller sobre sexualidad impartido por la asociación SEDRA-FPFE, que pertenece a la multinacional del aborto  Planned Parenthood. El caso ha sido llevado al Parlamento de la Junta de Andalucía. La Fe es una fuerza, que impulsa a la realización de acciones de transformación social.

 

El hombre sabio

Los libros de la Biblia en el Antiguo Testamento describen cuatro grandes etapas: patriarcal, el tiempo de entrega de la Ley, la fase profética y el tiempo sapiencial. Cada una de ellas mantiene lazos de unión con las otras y dan al conjunto una verdadera unidad, que sirve de antecedente histórico al Nuevo Testamento. Nuestra religión va tomando forma dentro de la Historia de la Salvación, en la que DIOS es el protagonista. De muchas formas el DIOS bíblico se revela como el que da la EXISTENCIA, YAHVEH. El hombre está puesto en la existencia por el que es en SÍ mismo la EXISTENCIA; y el hombre tiene que aprender a vivir según DIOS. El SEÑOR anda por las vidas de los patriarcas fundacionales de la identidad del Pueblo de Israel. YAHVEH es el DIOS de la Vida y está inicialmente referido a tres familias: la de Abraham, Isaac y Jacob. Los patriarcas con los suyos son testigos de la acción providencial de DIOS, que se presenta como único, pues todos los demás no son dioses, sino representaciones idolátricas de fuerzas a las que no se les puede atribuir condición verdaderamente divina. A los patriarcas todavía no ha llegado la Ley, pero en sus vidas se va apreciando la Sabiduría de los hombres santos y prudentes. De las setenta personas que acompañaron a Jacob a Egipto, y después de cuatrocientos años, salió un gran Pueblo camino de la Tierra Prometida, al que se le dio la Ley de la Antigua Alianza. El Pueblo elegido tenía que vivir con unas normas y preceptos en sintonía con el SEÑOR que se les iba revelando: ”hay algún pueblo que tenga los dioses tan cerca como lo está YAHVEH de ti. O que pueblo tiene unos mandatos tan sabios como los que el SEÑOR te ha dado? (Cf. Dt 4, 7-8). Los profetas serán las voces carismáticas que pondrán la Palabra del SEÑOR en el lugar que le corresponde, exhortando en primer lugar a los dirigentes, para que el Pueblo sea conducido de forma conveniente. Los sabios vienen a cubrir el vacío profético, pues la doctrina estaba dada y los sabios tienen la misión de hacerla extensiva a todos. Cada fiel del Pueblo elegido tiene que aprender la Sabiduría, que viene del SEÑOR.

 

El pensamiento del sabio

La Sabiduría necesita que el hombre colabore activamente reflexionando sobre su conducta, y el autor del libro del Eclesiástico lo expresa así: “Cuando la criba se sacude quedan los desechos; así en su reflexión se ven las vilezas del hombres” (Cf. Eclo 27,4). La reflexión  resulta un espejo en el que se descubren algunas deficiencias personales, lo mismo que las virtudes o los aciertos. Pero la armadura de la reflexión debe estar ahormada por los principios básicos de la Ley Natural o del Decálogo. La reflexión del hombre redimido por CRISTO tiene que mirar a los ejes de la vida para el Reino de DIOS, que JESÚS quiere impulsar en nuestro mundo. La reflexión personal del hombre nuevo en CRISTO está en correlación con los valores del Evangelio. La reflexión tiene que permitir el ser juzgados por la PALABRA, y en esa medida se dará lugar a la transformación interior. El corazón renovado por la criba del Evangelio lo hace capaz de mejorar el ambiente circundante.

 

El razonamiento presenta complejidad

“El horno prueba las vasijas de alfarero. La prueba del hombre está en su razonamiento” (Cf. Eclo 27,5). No basta una idea aislada, sino un conjunto de principios, convicciones y valores,  que den forma a un sistema coherente de pensamiento, que en este caso será cristiano. El tiempo, la búsqueda, los aciertos y los errores, van dando la forma de pensar y sentir según la Sabiduría del fiel cristiano. La conversión que significa un cambio en la trayectoria vital puede producirse en instantes o en horas; pero la construcción de una personalidad cristiana lleva toda la vida.

 

La palabra y la acción forman el cuerpo de la idea

“El fruto manifiesta el cultivo del árbol; así la palabra el del pensamiento del corazón humano” (Cf. Eclo 27,6). El tiempo de la palabra, del diálogo y la comunicación, responde a una fase de cierta madurez. El corazón lleva lo que se ha generado en forma de convicción profunda. De la santísima VIRGEN MARÍA aprendemos a “guardar las cosas importantes en el corazón” (Cf. Lc

2,19). La experiencia vivida y contrastada se deja reposar en el interior durante un cierto tiempo y se da oportunidad a que el tiempo y la luz de DIOS atemperen conclusiones o decisiones. La palabra cargada de sabiduría, ciencia o consejo precisa de un corazón que guarde las experiencias de vida durante el tiempo suficiente. El fuego del sufrimiento puede modificar para bien muchas experiencias de vida, que producen en el futuro consejos y acciones según la voluntad de DIOS. El sabio aparece ahora como discípulo de JESUCRISTO, que encarna la Sabiduría.

 

Reconocimiento del prójimo

“Antes que se pronuncie no elogies a nadie, que esa es la prueba de los hombres” (Cf. Eclo 27,7). La actitud del cristiano frente a otras personas debe ser de acogida. La valoración inicial debe ser positiva, concediendo un gran valor a cualquiera que se nos dirija. Siempre debemos considerar que el valor de la persona está por encima de lo que pueda expresar. El camino de la interioridad que hemos comentado hasta ahora no es nada fácil, aunque sea deseable, y en cierto orden de cosas habría que decir que resulta imprescindible. Los condicionantes personales y ambientales que nos afectan hace que la mayoría no tenga otro recurso que estar en el nivel estándar de los convencionalismos. Observamos que algunas personas conservan en su corazón un compartimento para DIOS y se sienten próximas y cercanas a ÉL, y sin duda es así. El razonamiento, la expresión verbal, el lenguaje corporal y las acciones concretas nos ofrecen una visión de conjunto sobre la identidad de una persona, pero la persona es mucho más que el conjunto de todos esos factores; por lo que de nuevo tenemos que apelar a una moderación del juicio sobre  ella, si fuera necesario.

 

La Nueva Luz del mundo

No era poca cosa la revelación habida hasta entonces, de la que la Biblia es testigo; sin embargo en los planes de DIOS estaba el envío de su HIJO a los hombres como la cumbre de su manifestación en el Amor. Por tanto, la revelación plena de DIOS a toda la humanidad excede los contenidos de una doctrina y dirige el foco hacia la persona de JESUCRISTO. La Sabiduría es totalmente nueva, porque depende de la unión del discípulo con el MAESTRO. Al comienzo del Evangelio, san Lucas concita las miradas hacia el que es la Luz del mundo, el Sol que nace de lo alto, o el MESÍAS esperado. El Sermón de la Llanura, que seguimos desgranando condensa la doctrina sapiencial que el discípulo y el seguidor han de asumir en comunión con el MAESTRO. Si alguien opta por quedarse fuera de la estrecha relación con JESUCRISTO se dirigirá a una región de tinieblas.

 

Guías ciegos

“¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?, ¿no caerán los dos en el hoy?” (v. 39)  No todos tenemos las mismas cualidades, ni ocupamos el mismo lugar en la sociedad. Aunque resulte molesto para algunos, la marcha de la sociedad necesita líderes: personas que ejerzan el papel de guías expertos de un camino desconocido o difícil de transitar con el empuje y las habilidades suficientes para sortear los obstáculos. Hay sectores que cuentan con guías o líderes propios: las universidades cuentan con profesores e investigadores, en los que se deposita un alto grado de confianza como buscadores de una verdad histórica o científica. Entran en la constelación de las élites, los agentes sociales y los políticos en diversos grados.  Estos últimos juegan un papel de máxima relevancia, pues el político en cualquiera que sea su lugar está llamado a trabajar con dedicación por el bien común. Ciertamente, el político ejerce la responsabilidad más alta dentro de la caridad social. Nos quedan por mencionar a los representantes eclesiásticos, y como nadie ellos tienen el encargo de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Cf. Mt  5,13-14). El guía pretende conducir a los que en él confían a una meta determinada. Cualquiera de los guías antes mencionados tienen un fin particular, pero entre los fines que podamos encontrar está el fin último del hombre, que se vislumbra más allá de este mundo, por lo que el estado presente se concibe como el preámbulo para el definitivo. La guía realizada de forma sectorial por cualquiera de los guías mencionados debe encaminarnos hacia el fin trascendente y definitivo. En el vértice, como punto omega, aparece JESUCRISTO que da sentido y unidad a todos los esfuerzos humanos. Cualquier guía que pierda la trascendencia, el fin último o el punto omega está privado de la Luz y es un guía ciego. El problema del guía se extiende a los que son guiados por él, pues están predispuestos a deslizarse por el abismo, en el que no hay más que oscuridad, vacío y soledad. Con esta breve parábola, JESÚS establece dos categorías de guías: los que conducen a la Luz y los que  llevan a los distintos abismos.

 

Relación MAESTRO discípulo

“No está el discípulo por encima del MAESTRO. Todo el que está bien formado será como su MAESTRO” (v.40). Encontramos en los ámbitos académicos que con el paso del tiempo hay alumnos que superan en ciencia a sus profesores. Es posible estar de acuerdo que santo Tomás superó a su maestro san Alberto; o que Aristóteles avanzó notablemente sobre la doctrina de Sócrates y Platón. Pero el versículo antes citado va referido de forma directa a  la relación del discípulo con JESÚS. La condición divina de JESUCRISTO dispone por principio, que la distancia entre ÉL y sus discípulos es infinita; sin embargo JESÚS acepta que cada uno de sus discípulos sea cristificado hasta llegar a la altura suya que ÉL mismo ha dispuesto en ese discípulo. El discípulo de JESUCRISTO está llamado a experimentar un proceso de trasmutación desde el centro de sí mismo y configurarse con el MAESTRO. No exageró JESÚS cuando dijo: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Cf. Jn 6,53). La relación del discípulo con JESÚS no se queda en el aprendizaje de una doctrina por elevada que esta resulte, sino que el objetivo es que el discípulo se transforme en el MAESTRO, en una igualdad de Hijo de hombre, del hombre perfecto pensado  por el PADRE para todos nosotros en su hijo JESUCRISTO.

 

La corrección fraterna

“¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” (v.41).Es una obra de misericordia corregir al que está en un error, y enseñar al que no sabe; pero, ¿en qué condiciones tales acciones responden a una verdadera ayuda o a la satisfacción ególatra de sentirse por encima del prójimo? Las mismas imágenes utilizadas en este versículo hablan por sí mismas. Vemos algo insignificante en el prójimo y estamos ciegos para lo que en realidad nos impide ver. Estaríamos haciendo de guías ciegos, a los que la gran venda impide ver la luz, con pretensiones de perfilar y matizar la conducta moral de los otros. JESÚS está haciendo un llamamiento urgente al realismo, al conocimiento de uno mismo, que  nos ofrezca la conciencia real de los propios límites. La realidad es que tenemos una miopía magna congénita para ver la realidad espiritual de los otros; y lo que es más preocupante de uno mismo. Por gracia de DIOS no se nos revela la condición que nos lastra y nos constituye. Volvemos a recordar aquí las palabras del SEÑOR en Jeremías: “nada hay más falso y enfermo que el corazón del hombre” (Cf. Jr 17,9). La persona que hace gala de una bonomía natural se abstiene de emitir juicios de valor hacia las personas en general y mucho menos salir al paso de un defecto particular que pudiera presentar. La gran viga que nos impide ver es la falsedad y enfermedad inherentes. La mota en el ojo del hermano se la quitará él mismo, porque le molestará y con cualquier colirio le pondrá arreglo; o simplemente con agua corriente. Para ser buen compañero de viaje por las sendas de la vida hay que proveerse de caridad fraterna, y llenar la mochila de las actitudes y virtudes mencionadas en los versículos anteriores incluidas las bienaventuranzas.

 

La soberbia utiliza disfraces

“Hipócrita: sácate primero la viga que llevas en tu ojo, y luego verás para sacar la brizna del ojo de tu hermano” (v.42). Pocas cosas disgustan más a JESÚS que la hipocresía. Ante la doblez intencionada, la máscara con la que se pretende aparentar ante los de alrededor, JESÚS reacciona con gran firmeza; porque la persona que se engaña a sí misma de forma soberbia difícilmente es redimible. Procedimientos misteriosos tendrá que utilizar el SEÑOR para desenmascarar de forma progresiva a los que algunos opinan como afectados de alteración de la personalidad. Son los que se aprecian inmaculados y no cesan de reparar las pequeñas o grandes faltas ajenas. El sentido original del término “hipócrita” es el de aquel que representa un papel en el teatro, por tanto que adopta una personalidad que no es la suya. El individuo es consciente del hecho, pero siente una gran satisfacción presentándose superior y por encima de los que puede considerar como simple chusma. De este tipo de personalidades histriónicas abundan en determinados ambientes, y el SEÑOR los exhorta a disponerse en actitud de conversión y arrepentimiento. Pidamos con frecuencia en nuestra oración, a ejemplo de san Pablo, que se nos caigan las escamas de nuestros ojos y permanecer en la luz de la Verdad (Cf. Hch 9,18).

 

Los buenos frutos

“No hay árbol bueno que dé fruto malo; y a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno” (v.43). Algunos frutos son externos y se pueden ver, porque pertenecen al rango de los hechos o acciones tangibles; pero existen otros frutos buenos que permanecen a primera vista ocultos, porque el SEÑOR así lo determina. Pensemos en ese grupo de personas que viviendo una vida de grandes gracias místicas pasan desapercibidas para las personas que están alrededor, y así debe ser para preservar la bondad del don recibido. Es cierto que en algún momento, las personas unidas a JESÚS manifestarán el fruto cosechado a lo largo de su vida: “YO SOY la Vid y vosotros los sarmientos, y mi PADRE es el viñador. A todo sarmiento que da fruto lo poda para que dé más fruto” (Cf. Jn 15,1-2). Unidos al MAESTRO el mismo ESPÍRITU SANTO que resucitó a JESÚS de entre los muertos habita a modo de primicias en nosotros; por eso el cristiano está llamado a dar frutos según su presencia activa. Y los frutos del ESPÍRITU SANTO son: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Cf. Gal 5,22-23). Estos versículos siguen ejemplificando con los higos y las uvas como frutos preciados en las mesas de todos, independientemente del rango social que se ostente. Los espinos jamás darán higos, que de suyo  no sirven más que para crear rastrojos con riesgo de provocar incendios en el monte en tiempo de sequía. Lo mismo ocurre con las zarzas donde pueden esconderse diversos tipos de alimañas: de estas plantas silvestres jamás saldrán las uvas destinadas a producir el mosto y el vino.

 

San Pablo, primera carta a los Corintios 15,54-58

En las cartas de san Pablo, no sólo encontramos doctrina, circunstancias concretas por las que estaban pasando las comunidades; rasgos de la personalidad del propio Apóstol, datos  históricos que señalan las dificultades por las que se abrió paso el Cristianismo en los primeros tiempos; sino también aparece el modelo de predicación. Hay un común denominador en todos los escritos que se conservan del Apóstol: el designio eterno de DIOS sobre el género humano que se cumple con la muerte y Resurrección de JESUCRISTO. No se puede descuidar la responsabilidad que cada cual tenga, pero hay que hacer el esfuerzo de mirar al destino eterno para el cual hemos sido creados y constituye el objeto último de la Resurrección del SEÑOR. Por eso ya no conocemos a JESÚS según la carne; y el Apóstol tampoco lo ve determinante, lo que interesa es vivir de forma permanente al CRISTO resucitado, y eso se logra viviendo con ÉL crucificados:  “si morimos con ÉL, viviremos con ÉL; si sufrimos con ÉL, reinaremos con ÉL. Si lo negamos, también ÉL nos negará; si somos infieles, ÉL permanece fiel” (Cf. 2Tm 2,11-13). La impronta carismática de las comunidades paulinas refuerzan el carácter marcadamente escatológico de la Fe: a JESÚS hay que buscarlo en su estado glorioso y resucitado, estando uno mismo crucificado con ÉL.

 

La incorruptibilidad

En los diversos lugares donde el Apóstol aborda las cuestiones últimas, aparece unido el deseo o la aspiración por DIOS, y el deseo de la incorruptibilidad, que tiene rasgos propios y desborda el simple instinto de supervivencia. La incorruptibilidad se refiere a la dimensión corpórea del hombre, y al mismo tiempo al deseo santo de la unión con DIOS para siempre. DIOS es AMOR (Cf. 1Jn 4,8), DIOS no quiere dar consistencia a las criaturas por su poder, sino por el AMOR con las que las crea y les fija un destino de comunión personal en el caso del hombre: “cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: -la muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Oh, dónde está muerte tu victoria, dónde está oh muerte tu aguijón?. El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley” (v.54-56) San Pablo lleva la insuficiencia de la ley al punto  neurálgico de la Resurrección. La ley estaba imposibilitada por sí misma para ofrecer vida y redención, pues su finalidad estaba en señalar al hombre su propia insuficiencia, limitación y pecado. Los grandes textos espirituales del Antiguo Testamento se alzan muy por encima de las propuestas de la Ley y conceden la primacía a la MISERICORDIA, pero todavía ésta no se había manifestado, aunque en el alma del creyente latía la aspiración profunda por ELLA. La antítesis de la Vida y el AMOR es el odio que el pecado inocula para sembrar la corrupción en todas las esferas de la condición humana. El odio desprecia la Vida que rodea al hombre, aunque en muchas ocasiones se revista con la máscara hipócrita de la complacencia.

 

Acción de gracias

“Gracias sean dadas a DIOS, que nos da la victoria por nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (v.57). El pecado, la muerte, el dolor y el sufrimiento, no tienen la última palabra en el drama de la historia humana. JESUCRISTO ha vencido a las fuerzas del odio, que siguen acarreando toda clase de males e infortunios. La Cruz de JESUCRISTO ha vencido a las fuerzas del mal, y lo ha realizado para darnos a todos los hombres la doble victoria sobre el pecado y la muerte. DIOS nos pide que creamos en esta Gracia inmerecida absolutamente. El Apóstol se dispone en acción de gracias ante este misterio insondable de AMOR. Es probable que se nos ocurran unas cuantas preguntas para formularle a DIOS, y la respuesta es sencilla y comprensible por  el corazón agradecido, que se ve pequeño ante DIOS. Adoración, alabanza y acción de gracias nos postran ante el MISTERIO.

Comparte: