El bautismo del Señor

Isaías 42,1-4.6-7 | Salmo 28 | Hechos 10,34-38 | 3,13-17

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Con la fiesta del Bautismo del SEÑOR termina el tiempo litúrgico de la Navidad. En poco más de dos semanas damos por concluido el tiempo de la vida oculta del SEÑOR, que según san Lucas finaliza a los treinta años (Cf. Lc 3,23). El último episodio que conocemos cuenta el encuentro de JESÚS con los doctores en el Templo hacia los doce años, para determinar si el joven israelita poseída los conocimientos suficientes de las Escrituras y alcanzar así la mayoría de edad moral. Desde ese momento, superada la prueba, el joven israelita se hacía responsable de sus actos en descargo de sus padres. El  evangelio de san Lucas concluye el capítulo dos de la infancia, señalando que JESÚS “crecía en estatura, sabiduría y Gracia ante DIOS y los  hombres” (Cf. Lc 2,52) Este dato del evangelista resalta la perfecta humanidad del HIJO de DIOS, que nació de la VIRGEN MARÍA, vivió en Nazaret y se le conoció en aquella comarca como “el hijo del carpintero -artesano-” (Cf. Mt 13,55; Mc 6,3; Lc 4,22). Con pocas palabras tenemos la profesión a la que JESÚS se dedicaba para contribuir al sustento de la Sagrada Familia, pues todavía no era el tiempo de la manifestación pública como el ENVIADO del PADRE, o el MESÍAS esperado. Los evangelios apócrifos, que datan del siglo segundo tratan de rellenar los aparentes vacíos que los evangelios canónicos dejan, con fábulas que en la mayor parte de los casos resultan insostenibles. Estos escritos apócrifos prueban que en todas las épocas se dio el amarillismo o el sensacionalismo, pues hay un público que lo demanda. Pocos católicos tienen la paciencia de enfrentarse con la escasez de datos que aportan los evangelios canónicos y extraer con tiempo, meditación y humildad, las lecciones seguras que los pocos datos sugieren, tomando como únicas fuentes los evangelios, e indirectamente algunos aspectos aportados por el resto de los escritos del Nuevo Testamento. La noticia inequívoca de los cuatro evangelios sobre JESÚS desde el primer instante de su presencia entre nosotros es su condición de HIJO de DIOS nacido de la VIRGEN MARÍA por obra del ESPÍRITU SANTO. El desarrollo de la personalidad humana de JESÚS de Nazaret no supuso obstáculo alguno a la unión con la Segunda Persona de la santísima TRINIDAD. De la conciencia de JESÚS de Nazaret como el HIJO de DIOS no existen motivos en los evangelios para ponerlo en duda, y cualquier objeción en este sentido será cuestionar en principio las propias Escrituras y en segundo lugar el Magisterio de la Iglesia apoyado en los concilios y la doctrina de los santos padres y doctores. La conciencia personal de JESÚS como el HIJO de DIOS repercute directamente en el hecho mismo de la Redención. JESÚS es el REDENTOR en todos los tramos de su existencia en el mundo. JESÚS es el REDENTOR cuando es circuncidado, en sus juegos de infancia, la vida familiar en Nazaret, el trabajo que realiza como artesano, en el silencio y anonimato de su vida oculta. Más aún el REDENTOR necesitaba de este tiempo de espera personal, pues de lo contrario no sería humano; y DIOS hace milagros, pero no realiza ilusionismo mágico. En JESÚS, DIOS empieza a ver como hombre la obra creada y las circunstancias de la vida de los hombres. La personalidad humana del VERBO de DIOS se modelaría viendo el HIJO las cosas de los hombres a través de la conciencia humana de JESÚS. Resultaría una personalidad muy especial, la de JESÚS de Nazaret pues cuando ÉL miraba o escuchaba no lo hacía sólo el hombre, sino el DIOS al que estaba unido y aceptaba la Encarnación. El Cielo parece que tiene una gran urgencia por comunicar a los hombres el Mensaje de Salvación, y al mismo tiempo parece que DIOS no tiene prisa alguna: treinta años desde el nacimiento hasta la manifestación pública en el Jordán; y mientras tanto silencio. Los pastores que fueron corriendo a ver al NIÑO en la cueva del nacimiento, algunos de ellos habrían fallecido y otros darían por frustrada aquella experiencia que en el fondo no se podía borrar de sus almas. Otros, cuando JESÚS inicia su misión verían encenderse de nuevo la llama ardiente de aquella noche y todo comenzaba a cobrar sentido. Lo de aquel NIÑO definitivamente era verdad: era el SALVADOR, el MESÍAS y el SEÑOR, y la aparición angélica tampoco había sido una ilusión. Treinta años para confirmar una experiencia espiritual, una revelación del Cielo. Treinta años cuando la vida no ofrece comodidades es un tiempo prolongado.

Manifestación del SEÑOR

Nosotros recibimos el Sacramento del Bautismo como uno de los dones de la Resurrección; pero el Bautismo del SEÑOR centra su foco hacia la persona misma de JESÚS que se revela y manifiesta a los hombres. En este caso llegamos a la frontera entre los treinta años de vida oculta y el comienzo del ministerio público. Nada impide, por otra parte, que en esta fiesta recordemos nuestro Bautismo, porque lo que acontece en JESÚS se hace extensivo a los discípulos, pero el don llegará con el encargo después de la Resurrección: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizando en el Nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO; enseñándoles a guardar todo lo que YO os he mandado. Y sabed que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,18-20). Este mandato final concluye y al mismo tiempo mantiene abierto el progreso del Evangelio en la Historia. La celebración de nuestro Bautismo propiamente tendrá lugar en la Vigilia Pascual o en la fiesta de la Resurrección del SEÑOR. Los sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, relatan cada uno a su modo la escena del Bautismo del SEÑOR señalando los tres la teofanía que allí tiene lugar, siendo Juan Bautista testigo de la misma; sin embargo el evangelio de san Juan omite el bautismo de JESÚS, aunque Juan Bautista da testimonio del mismo: “al día siguiente ve a JESÚS venir hacia él y dice: este es el CORDERO de DIOS, que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo dije: viene un hombre que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que ÉL sea manifestado a Israel. Juan da testimonio: yo he visto al ESPÍRITU SANTO que bajaba como una paloma del Cielo y reposaba sobre ÉL. Yo no lo conocía, pero el que mandó a bautizar con agua, me dijo: aquel sobre quien veas que desciende el ESPÍRITU SANTO, ese es el que bautiza con ESPÍRITU SANTO” (Cf. Jn 1,29-33). De forma implícita en estos versículos se da por hecho el episodio del Bautismo de JESÚS, del que Juan Bautista fue testigo excepcional, pues confirma la presencia del ESPÍRITU SANTO sobre JESÚS, que es la señal de identidad del MESÍAS esperado. En estos versículos se afirma dos veces por parte del Bautista, que él no conocía a JESÚS, y este dato debilita la teoría sobre la inclusión de JESÚS en un principio dentro del conjunto de los discípulos del Bautista. La excepcionalidad en todos los órdenes de JESÚS de Nazaret no concuerda bien con que recibiera instrucción por parte de su pariente, aunque éste se acreditaba como un hombre religioso excepcional por su espiritualidad, ascesis y vida de renuncia. Pero la misión evangelizadora de JESÚS marcará grandes diferencias con el modo de presentar el mensaje, hasta el punto de hacer dudar al propio Juan Bautista sobre la condición de JESÚS como el MESÍAS esperado (Cf. Lc 7,19). El evangelio de san Juan traslada el punto de partida de la misión de JESÚS, a la “Boda de Caná” (Cf. Jn 2,1ss). Es probable que con los cinco discípulos iniciales mencionados en el primer capítulo, JESÚS con MARÍA su MADRE y parientes participa en la boda de unos familiares y tiene lugar la realización del primer signo público, con el que JESÚS se empieza a acreditar ante sus propios discípulos. El conocido milagro del agua convertida en vino simboliza el cambio radical de los nuevos tiempos religiosos. Las abluciones destinadas a la purificación ritual del agua de aquellas tinajas de cien litros cada una, está siendo sustituida por el vino nuevo de la Sangre del CORDERO. Habrá que recorrer el Evangelio de Juan hasta el final, pero en el comienzo del mismo aparece el signo clave que identifica a JESÚS como el MESÍAS esperado según los cánticos del “Siervo de YAHVEH” recogidos en el profeta Isaías.

Primer cántico del Siervo de YAHVEH, Isaías 42,1-7

El CREADOR envía a su SIERVO y lo acredita ante los hombres: “así dice el DIOS, YAHVEH, el que crea los Cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al Pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan” (v.5). Quien nos ha creado prevé redimirnos y esa será la misión del Siervo de YAHVEH. DIOS tiene Poder y lo manifiesta de forma clara y evidente en el gran libro de la Creación, en el que el hombre puede leer. La inteligencia humana es un don de DIOS que capacita para indagar y comprender las leyes de la Creación. Además de las leyes que rigen el Universo reinante, el hombre posee inteligencia para sondear los principios que rigen su propio espíritu según lo impreso por DIOS en él. A través de si mismo y de la Creación en general, DIOS quiere que sus hijos dotados de inteligencia y voluntad lo descubran y confíen en su Providencia. DIOS está cerca de los hombres dispuesto a cubrir sus necesidades. Así las cosas, las distorsiones de este orden establecido dependen del hombre mismo y no son imputables a DIOS. En nuestro tiempo las múltiples ciencias positivas y los distintos sistemas de pensamiento filosófico nublan la conciencia sobre la existencia de DIOS y el reconocimiento agradecido de su obra creadora. En tiempos del profeta Isaías la gran distorsión de la mirada inteligente venía de la mano de la idolatría. Una y otra vez los ídolos y la idolatría van siendo desenmascarados por los profetas, pero con la misma reincidencia se vuelve al falso culto idolátrico. Al hombre con mentalidad moderna lo han convencido que no necesita a DIOS para vivir en este mundo, y del más allá no es posible saber nada, por lo que el hombre moderno no debe poner su atención en supuestos vacíos. La consigna de Nietzsche se ha extendido: “DIOS no existe, porque nosotros lo hemos matado”. Declarada la muerte DIOS, la muerte del hombre sigue sus pasos: la muerte física y moral está legitimada por las leyes que se atienen al consenso como único principio; y nos encontramos de lleno con la dictadura del relativismo moral, del que habló con insistencia Benedicto XVI recién fallecido. El hombre sin DIOS entra en las prisiones más brutales y en las mazmorras más oscuras. De esto último dan cuenta las leyes y normativas opresoras que pueden sancionar o privar de libertad a los que disientan de lo que la dictadura relativista propone como dogma. No importa que la oscuridad se cierna sobre los espíritus que encuentran en el suicidio su única salida, pues se les ha convencido de que sus vidas no valen nada y la soledad total lo confirma. O el caso de aquellos que ya no encuentran retorno a lo que dictaba su identidad genética y fueron conducidos a falsas identidades que en realidad no existen; y ante ese panorama piensan que es preferible desaparecer mediante el suicidio. Seguimos necesitando al REDENTOR, que se apiade de nosotros y devuelva la inteligencia y la Fe.

DIOS sostiene a su SIERVO

“He aquí a mi SIERVO, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi ESPÍRITU sobre ÉL, dictará la Ley a las naciones” (v.1) JESÚS dirá ”lo mismo que el PADRE vive, y YO vivo por el PADRE, así el que me come vivirá por MÍ” (Cf. Jn 6,57). Y en otro lugar JESÚS dirá a los discípulos: “YO tengo un alimento que vosotros no conocéis: mi alimento es hacer la Voluntad del PADRE” (Cf. Jn 4,32-34). También JESÚS como el SIERVO que era escuchaba y cumplía la Voluntad del PADRE, y de forma objetiva manifestaba su piedad y amor filial. En el bautismo en el Jordán el Bautista escuchará las palabras de este versículo: “este es mi HIJO amado, y en ÉL me complazco” (Cf. Mt 3,17). El ESPÍRITU estará con el SIERVO para llevar a término su misión: “don de sabiduría e inteligencia; don de ciencia y fortaleza; don de consejo y temor de DIOS” (Cf. Is 11,2). El don de temor lo hemos desdoblado en temor y piedad, que en realidad se reconoce como el hilo sustentador de todos los dones mencionados. El SIERVO está vuelto hacia DIOS en adoración permanente fruto de la piedad filial. El Evangelio es la Nueva Ley que esperan todas las islas y todas las naciones. Los rincones del orbe esperan ansioso la predicación del Evangelio por parte de los hijos de DIOS. De forma más precisa lo expresa san Pablo: “la Creación entera vive a la espera de la manifestación de los hijos de DIOS” (Cf. Rm 8,19). El SIERVO, en el que DIOS se complace, habilita a una multitud de nuevos hijos de DIOS para extender su Mensaje a las naciones.

El modo de proceder específico del SIERVO

“No voceará por las calles; la  caña cascada no la quebrará; y el pábilo vacilante no lo apagará; lealmente hará justicia” (v.2-3). Cuatro notas fundamentales las que se recogen en estos dos versículos, que encontramos en el desarrollo de la misión de JESÚS. No es populista, no creará falsas esperanzas de signo político, pues no va a inducir a levantamiento alguno frente al Imperio Romano. La predicación de JESÚS estará presidida desde el primer instante por la compasión y la Divina Misericordia, de tal modo que no echará fardos pesados sobre las vidas quebradas por las injusticias y los sufrimientos, y ofrecerá en su lugar la fortaleza que proviene de DIOS mediante la curación física y espiritual. La llama vacilante de la Fe no la apagará y aceptará el ritmo espiritual de cada persona que se acerca a ÉL. Pero en ningún caso hará concesiones al pecado, que es el arma letal con la que Satanás se agarra desesperadamente a este mundo con la intención de arrastrar al abismo a los hombres.

El SIERVO está protegido

“No vacilará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas” (v.4). La perfecta unión esencial entre el PADRE y el HIJO se exterioriza por la perfecta adhesión de JESÚS a la Voluntad Divina del PADRE; y de esta forma el Designio Divino es de un cumplimiento inquebrantable. Satanás queda radicalmente vencido por la perfecta obediencia del HIJO. De distintas formas el evangelio de san Juan expresa esta verdad, y de forma anticipatoria lo dice en el Prólogo: “el VERBO se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Cf. Jn 1,14). El Reino de DIOS queda implantado en este mundo y el poder del infierno no podrá erradicarlo (Cf. Mt 16,18). El SIERVO ha vencido, y la suerte de Satanás está decidida. Vivimos en el tiempo de la elección por parte de los hombres: ¿qué bandera elegimos?, utilizando la simbología de los ejercicios ignacianos.

LUZ de las naciones

“YO, YAHVEH te he llamado en justicia, te he cogido de la mano y te formé. Te he destinado a ser Alianza del Pueblo y LUZ de las gentes” (v.6). El SIERVO encarna una Nueva Alianza entre DIOS y el Pueblo, que ahora adquiere dimensiones universales. La influencia espiritual del SIERVO desborda los límites atribuidos al Pueblo de Israel. Ahora todas las naciones, “hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación“ (Cf. Ap 7,9) recibirán la Buena Noticia del Evangelio, que es el Mensaje del infinito Amor de DIOS a todos los hombres.

El SIERVO nos restaura

“El SIERVO viene para dar la vista al ciego, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas” (v.7). Es un gran mal la ceguera física, pero resulta una desgracia aún mayor la ceguera moral y la espiritual. Una minusvalía física puede ser compensable, pero la pérdida de los fundamentos morales o la ausencia de DIOS por negar su presencia y existencia constituyen causas de muerte con apariencia de vida. Bendita biología que mantiene nuestro organismo con cierto vigor a la espera de la conversión, pero la Gracia llegará cuando alguien interceda ante el SEÑOR como los amigos que llevan al paralítico (Cf. Mc 2,3-4); el padre que lleva a su hijo para ser curado de un espíritu que lo atormenta (Cf. Mt 17,14-18); de la madre fenicia que acude a JESÚS para cure también a su hija (Cf. Mc 7,25-26) o del centurión que pide la salud para su buen criado (Cf. Mt 8,5). Si DIOS no es el centro de la propia existencia, otras realidades ocuparán esa centralidad, y tal cosa no es beneficiosa. El SIERVO de DIOS sabe de la congénita debilidad humana y tiene la misión de levantar al hombre caído. En ÉL está nuestra salvación.

JESÚS deja Nazaret

El largo tiempo de silencio para JESÚS ha terminado: los treinta años de vida familiar dan paso a la manifestación pública de la misión para la cual ha nacido. Dos secuencias al principio de la misión están íntimamente relacionadas: el bautismo en el Jordán y las tentaciones en el desierto. Los dos momentos guardan una profunda relación, pues declaran la línea mesiánica que JESÚS va a llevar a término. El Siervo de YAHVEH viene a este mundo para expiar el pecado, o los pecados, de los hombres, y lo hará por la vía de la pobreza, la compasión y la misericordia. El MESÍAS es el Siervo de YAHVEH; y este hecho fundamental no le impedirá realizar signos, prodigios y milagros, todo ello con el cuño mesiánico, pero no será suficiente para el criterio hipócrita de las autoridades religiosas y políticas. El Siervo de YAHVEH quiere enseñarnos a confiar en la Providencia de DIOS, porque ÉL nos ama, sabe de todas nuestras necesidades y promete su protección. Pero esta adhesión al MESÍAS y a su Mensaje no garantiza el éxito humano; incluso el fiel en determinadas ocasiones podrá ser incomprendido y perseguido. Seguir al MESÍAS parecía que no era apostar por el caballo ganador. A JESÚS ese extremo no le importó lo más mínimo y lo dejó claro desde el principio, por eso se dirige al Jordán para ser bautizado por Juan.

Estaba Juan hablando

“El que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. ÉL os bautizará en ESPÍRITU SANTO y fuego” (v.11) El tipo de predicación de Juan movía a la conversión, al cambio de vida y la vuelta a DIOS confesando los propios pecados. El mismo estilo de vida del Bautista avivaba las conciencias y lo hacía creíble como hombre de DIOS. JESÚS aparece en medio de aquella predicación y del número de personas que se acercan al Jordán para ser bautizadas, confesando sus pecados. ¿Qué tenía que confesar JESÚS?. Personalmente, nada en absoluto; pero tenía que declarar que ÉL era la verdadera fuente purificadora de los pecados, quien podía devolver al hombre la Gracia perdida y aún superarla. JESÚS baja de la Galilea al Jordán, simbolizando el anonadamiento del VERBO a la condición humana con la Encarnación. La Galilea será el ámbito geográfico que reciba en primer término el anuncio del Reino de DIOS: “se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertios y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). La Galilea pronto será el receptor de una palabra nunca hasta entonces proclamada, pues quien la va a dirigir es el mismo HIJO de DIOS. Pero antes JESÚS va al Jordán para solidarizarse con todos los hombres en su vertiente más controvertida: la dimensión pecadora. Nadie puede asumir el pecado del hombre y perdonarlo, si no es DIOS mismo. Parece que no hay perdón sin expiación, y eso significa que alguien tiene que cargar con ese pecado. El JUSTO es quien carga con nuestros pecados para darnos el Amor misericordioso de DIOS. Este intercambio se verá expuesto en la Cruz con toda crudeza, pero se inicia en las aguas del río Jordán.

Juan reconoce a JESÚS

“JESÚS viene para ser bautizado por Juan y este trata de impedirlo diciendo: soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y TÚ vienes a mí?” (v.13-14). Era cierto, Juan necesitaba ser bautizado por JESÚS en el ESPÍRITU SANTO para entrar en el Reino, pero eso sucederá más tarde, pues JESÚS tenía que llevar a término su misión, resucitar de entre los muertos, y enviar al ESPÍRITU SANTO sobre su Iglesia. Juan tendría que esperar en la región de los justos la Resurrección, para que se abriesen de par en par las puertas de los Cielos. Ahora, en el momento que JESÚS se presenta hay que llevar a término todo lo que el PADRE tiene previsto, y tal cosa no es conocida en detalle por Juan, que accede a las palabras e indicación de JESÚS. Juan Bautista no sólo es grande por su ascetismo, sino también por la gran humildad que manifiesta.

El cumplimiento de la Justicia

“Conviene que ahora cumplamos toda Justicia” (v.15) Juan permite que JESÚS se sumerja en las aguas del Jordán como cualquier penitente. Sin entender muy bien aquella situación la da por buena, porque JESÚS así lo dispone. ÉL posee el conocimiento del PADRE y todo lo que el PADRE le quiere revelar; y a los que JESÚS quiere les hace partícipes de esa misma revelación (Cf. Mt 11,27). JESÚS viene al Jordán y se manifiesta como Hijo de hombre, en el que DIOS está dispuesto a restaurar de nuevo el orden previsto desde siempre y trastocado por el pecado. No sabemos en realidad las dimensiones que el pecado cobró en los planes de DIOS. Sin la presencia del pecado la vida del hombre en este mundo podría desenvolverse de manera muy distinta, prevaleciendo en todo momento un camino de superación positivo, sin necesidad de elegir falsas opciones hacia el mal o el pecado. ¿Con ello estaría el Cielo en la tierra? Una respuesta positiva indica que tenemos una visión muy escasa y limitada del Cielo; aunque, por otra parte, nos sea muy difícil pensar en un mundo material y presente donde no exista la envidia, la crítica, los malos deseos y toda suerte de crímenes. DIOS no ha hecho nada de lo último mencionado, y todo lo referente al mal es cosa nuestra consentida y ejecutada, que no pertenece al Orden Divino. Otra suerte tendríamos actualmente en este planeta Tierra, si hubiéramos acogido con gratitud y reconocido a JESÚS como el HIJO de DIOS y SALVADOR nuestro. Pero una vez más hay que señalar: no le dejamos otra opción que manifestar su Divina Misericordia desde la Cruz, con lo que no nos queda otra opción que seguir sus huellas mínimamente en ese camino para asociarnos a su Redención. JESÚS se sumergió en las aguas del Jordán como preludio de la inmersión de cada cristiano en las aguas bautismales para el perdón de nuestros pecados y el nacimiento a la Gracia, por la que somos reconocidos como hijos de DIOS en el HIJO.

Se abrieron los Cielos

“Bautizado JESÚS, salió luego del agua, se abrieron los Cielos y se vio al ESPÍRITU SANTO que en forma de paloma venía sobre ÉL. Se oyó entonces una voz que decía: este es mi HIJO amado en quien me complazco” (v.16-17). JESÚS como hombre no dejó de estar sometido a las leyes del crecimiento que afectan a todos los hombres como señalamos anteriormente: “JESÚS iba creciendo en estatura, sabiduría y Gracia, ante DIOS y los hombres”. Parece, entonces, lógico que para la nueva etapa que empezaba se efectuase una nueva efusión del ESPÍRITU SANTO, que se dio dentro de una teofanía TRINITARIA. El Bautista fue testigo de un acontecimiento singular, ante el cual el testimonio evangélico no describe reacción alguna como les ocurrió a los discípulos en el momento de la transfiguración de JESÚS en el Tabor (Cf. Mt 17,5). No obstante, Juan Bautista pudo entender que su misión estaba cumplida: el MESÍAS había llegado y el PADRE confirmaba el hecho. Era una promesa y un deseo ardiente que los Cielos se abriesen para que DIOS y sus Ángeles descendiesen a este mundo de hombres necesitados de redención. Por otra parte la Encarnación representa mucho más que una presencia de DIOS interna en la Creación. El ESPÍRITU SANTO, la Tercera Persona de la santísima TRINIDAD realiza la aproximación entre “la fidelidad que brota de la tierra, y la Justicia que mira desde el Cielo” (Cf. Is 45,8; Slm 85,12). Desde el momento en el que el VERBO se encarnó hay en la tierra un principio de eternidad que DIOS mira con agrado desde su Justicia. El puente entre el Cielo y la tierra es el mismo JESUCRISTO, en cuyo Nombre tenemos la Salvación. El Cielo se abrió de forma extraordinaria en la Encarnación, en la Resurrección y en cada acontecimiento eucarístico. El pan y el vino, en el silencio de la celebración, sin otros recursos que las palabras de la consagración y la acción del ESPÍRITU SANTO, realizan el extraordinario milagro de la transubtanciación, y JESUCRISTO se hace presente glorioso con todo su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Desde la tierra no cesamos de reclamar la presencia de DIOS en nuestro mundo, “desde donde sale el sol hasta el ocaso” (Cf. Slm 113,3).

Hechos 10,34-38

El episodio narrado por el libro de los Hechos de los Apóstoles en casa del centurión Cornelio nos ofrece unas líneas generales de la misión de JESÚS, que en su vida misionera no dejó de atender a todo aquel que se acercaba con Fe.

Misión universal

Pedro y el resto de los Apóstoles ya habían tenido la efusión del ESPÍRITU SANTO en Pentecostés, y habría que suponer que estaban listos para la extensión universal del Mensaje a todas las gentes, pero el ritmo para alcanzar esa mentalidad era más lento. En casa del centurión Cornelio, Pedro lo pone de relieve: “verdaderamente comprendo que DIOS no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato” (v.34-35). Pedro y sus compañeros habían sido testigos de las veces que JESÚS rompió los límites geográficos de la Palestina para acercarse a otras regiones y mantener encuentros con personas ajenas a la religión judía. Incluso en el mismo Cafarnaum JESÚS elogia la Fe de otro centurión que pide la curación para su criado enfermo: “en todo Israel no he encontrado  en nadie tanta Fe” (Cf. Mt 8,10). Y sus palabras las repetimos invariablemente en el rito de la comunión: “SEÑOR, yo no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” (Cf. Mt 8,8). Dice JESÚS: “tengo otras ovejas que no son de este mismo redil, y a esas también las quiero llamar, para que haya un solo rebaño y un solo PASTOR” (Cf. Jn 10,16). Uno de los motivos que enarbolan los refractarios al Concilio Vaticano II es el ecumenismo y el pronunciamiento conciliar sobre la libertad religiosa; pues consideran que el concilio traicionó la santa doctrina. Sería bueno que meditasen textos de este tenor principalmente del Nuevo Testamento.

La Salvación viene por los judíos

“Vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron, pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de DIOS, si creen en su Nombre” (Cf. Jn 1,11-12). Y Pedro en casa de Cornelio nos dice: “DIOS ha enviado su PALABRA a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la Paz, por medio de JESUCRISTO, que es el SEÑOR de todos” (v.36) La Paz de la que habla san Pedro es la Nueva Bendición mesiánica dada al mundo por JESUCRISTO. La Paz no la traen los romanos ni su emperador. La Paz que el mundo necesita viene por JESUCRISTO el SEÑOR. En casa de Cornelio es muy importante ahondar en esta diferencia, pues el culto al emperador traería serios disgustos a los seguidores de JESÚS y muchos iban a dar la vida por negarse a reconocer la divinidad de tales personajes que dejaban mucho que desear, aunque ostentaran el poder mundial.

La cosa comenzó en Galilea

“Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, aunque la cosa dio comienzo en la Galilea, después que Juan predicó el bautismo: como DIOS ungió con el ESPÍRITU SANTO a JESÚS de Nazaret, dotándolo de Poder; y pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque DIOS estaba con ÉL” (v.37-38). Las noticias de la predicación y señales realizadas por JESÚS no eran ajenas a ninguna autoridad romana incluidos los centuriones, que tenían responsabilidad directa en la seguridad de la zona. Pero san Pedro ofrece la doctrina oficial y canónica: la cosa empezó con JESÚS en la Galilea y no lo podían confundir con el movimiento iniciado por Juan Bautista. JESÚS estaba dotado de Poder para liberar a los oprimidos por el diablo, pues lo asistía la unción del ESPÍRITU SANTO y DIOS estaba con ÉL. Sigue la lucha sin cuartel entre las potencias satánicas y el Poder de JESUCRISTO. Hoy la llaman algunos batalla cultural, pero en realidad la contienda es teológica o espiritual, como mejor lo entendamos. La contienda no decide factores accesorios o secundarios en estos momentos, sino las bases de nuestra civilización cristiana, y las raíces antropológicas o del mismo ser hombre o mujer. Los cristianos tendremos que reconocer dónde están nuestros recursos para salir lo menos afectados de la corriente desconstructora del momento.

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