«Estad atentos, estad atentos». El 1 de agosto de 2021, el decano de los vaticanistas estadounidenses John Allen, instó a sus lectores a mantener los oídos atentos a una posible sorpresa de agosto , el equivalente vaticano a la sorpresa de octubre que en la política estadounidense cae un mes antes de la votación para elegir al nuevo presidente de los Estados Unidos. Quizás este sea el origen de las suposiciones y rumores -como escribe hoy Antonio Socci en Libero- de la próxima renuncia del Papa Francisco.
¿Pero qué pasa?
Que se está recreando un clima (fuertemente minoritario, sin embargo, hoy, en comparación con lo que sucedió con Ratzinger, incluso en los medios de comunicación) similar al del último año de pontificado de Benedicto XVI. Esto tiene lugar en el contexto de un gran escándalo financiero, el del palacio de Londres que involucró incluso a la Secretaría de Estado del Vaticano (en 2012, «solo» el IOR), con un juicio recién abierto contra 10 acusados, incluido el cardenal Angelo Becciu. También llegaron amenazas de muerte, como había sucedido con Ratzinger (dos envíos distintos de sobres con balas dirigidos al Papa, el primero interceptado el 9 de agosto), todo ello aderezado con especulaciones sobre el estado de salud de Bergoglio, dado que fue sometido a una operación de colon en 4 de julio.
Sin embargo, la «frágil salud» del pontífice decepcionó a quienes esperaban cáncer: la intervención fue «decisiva» y no basta -para predecir un colapso físico cercano- con especular sobre el hecho de que los boletines fueron emitidos por la Oficina de Prensa del Vaticano y no del Policlínico Gemelli, donde se realizó la cirugía.
Por supuesto, el Papa Francisco es un anciano, que cumplirá 85 años en diciembre, pero que también dijo abiertamente en una entrevista que nunca saldrá de Roma (“Yo tenía setenta y ocho en Argentina”).
En realidad, pronto podría producirse un cambio legislativo que, eso sí, preocupa mucho a los partidarios del «Papa Emérito».
El Papa Francisco pronto podría promulgar una nueva ley (en forma de Constitución Apostólica) para regular la renuncia del Papa, y especialmente el estado tras la renuncia de un Pontífice. Esto también para evitar toda una serie de interpretaciones engañosas sobre la existencia de dos papas, sobre su convivencia, sobre la tesis de «un papado ampliado» y sobre otras cuestiones que, aunque no han tocado a la gran mayoría de los fieles, han alimentado los venenos subterráneos de los llamados “Papa-vacantistas”, quienes han llegado a plantear la hipótesis de que el único Papa verdadero es Ratzinger. En definitiva, ni siquiera se excluye, aunque sería sensacional, que para la nueva ley no hubiera ningún Papa emérito.
Por Maria Antonietta Calabrò.
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