El mártir que protegió el Grial, Lorenzo, era uno de los diáconos del Papa Sixto II en el momento de las persecuciones. A Lorenzo también se le confió el tesoro de la diócesis de Roma; En particular, era responsabilidad de Lorenzo encargarse de la asistencia.
Los Apóstoles habían creado a los primeros siete diáconos precisamente para esto, para aliviarse de la carga de tener que sustentar a las viudas, a los huérfanos y a los necesitados con los fondos que compartían los primeros cristianos. Sixto II sufrió el martirio, luego le tocó el turno a Lorenzo.
A este último le fue reservada la tortura de la parrilla para que revelara dónde había colocado las «riquezas» de la Iglesia. Señaló a los pobres, en quienes se habían gastado esas «riquezas». Luego le gritó al verdugo que también podía darle la vuelta, pues un lado ya estaba «cocido», y entregó su alma a Dios. Lorenzo era hispano, por lo que el muy católico emperador Felipe II le dio la forma a su palacio. de un «escorial», una parrilla.
Pues bien, en el año 258, como las cosas iban mal, Sixto II le había confiado a Lorenzo algunos objetos preciosos para que los guardara a salvo. Precioso para la fe, por supuesto. Lorenzo los había traído a su país, a Huesca. Entre estos objetos también había una copa de ágata preciosa, aquella con la que el Papa decía misa. ¿Por qué esa copa era especial?
Porque con ella celebraba a San Pedro, que lo había traído a Roma desde Antioquía, y lo había traído a Antioquía desde Jerusalén. Sus veintidós sucesores celebraron con esa copa hasta la época de Sixto II.
Era la copa que Jesús había usado en la Última Cena. En él el vino se había transformado en su Sangre. De hecho, la frase con la que se llevó a cabo la consagración durante la misa debía considerarse literal: «…tomó este cáliz glorioso…». Pero la copa que contenía la Sangre de Cristo es el Grial.
¿Qué pasó con el Grial de Huesca? Pasó por varias manos a lo largo de los siglos, siempre transportado con seguridad para arrebatárselo primero a los vándalos, a los arios y luego a los musulmanes.
En 1399 el rey de Aragón, Martín I, lo hizo colocar en la catedral de Zaragoza y adornarlo con adornos de oro. En 1424 el rey Alfonso el Magnánimo lo donó a la ciudad de Valencia, que lo conserva en su catedral desde 1437. Con él celebraron misa los papas Juan Pablo II y el actual Benedicto XVI, que estaban de visita. En el siglo XX fue sometido a examen por un grupo de eruditos, quienes coincidieron unánimemente en que efectivamente era un objeto en uso en la Palestina del siglo I.
¿Por qué se consideraba que el Grial estaba “perdido” y, por tanto, legendario en la Edad Media? Por el simple hecho de que España estaba dominada por los islamistas. Y los que sabían dónde estaba el Grial tenían cuidado de no abrir la boca.
Por Rino Cammilleri.
Roma, Italia.
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