Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos

X X I I I º Domingo del Tiempo Ordinario

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 15 – 20

            En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano comete                                 un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.

         Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.

         Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos.

Palabra del Señor.R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO: 

  1. Este domingo la Iglesia nos invita a reflexionar sobre lo que significa vivir el Evangelio en relación a nuestros prójimos, es decir, aquellos que son hermanos nuestros y viven próximos a nosotros por alguna razón, de parentesco, de cercanía, por ser amigos, compañeros de trabajo,  o de estudio, etc. Cuál deba ser nuestra actitud hacia ellos, nos viene ilustrada por las palabras de Jesús.
  2. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano comete                                 un  pecado…’ : Dos cosas a observar; primero: debemos considerar hermanos nuestros a todos los seres humanos, pues toda la humanidad tiene la hermosa  vocación de ser hijos del Padre celestial, aunque hay que recordar que si bien todos estamos llamados, concreta y realmente se comienza a ser hijos de Dios cuando se acepta la fe y se recibe el bautismo (cf. Mc 16,16), y con él, la gracia del perdón de los pecados, la de ser ser hijos de Dios y templos de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En quienes son bautizados de pequeños, sus papás y sus padrinos aceptan la fe a nombre de ellos, y se comprometen ante la Iglesia a formar al bautizado en la fe y en los mandamientos de Dios.
  3. Segundo: “Si tu hermano comete un pecado…”: no podemos ni debemos permanecer insensibles ante la peor desgracia que puede acontecerle a un ser humano, alejarse de Dios, enemistarse con él por el pecado. Claro, cuando nos falta la fe, consideramos que el pecado es algo meramente accidental o periférico en la vida del ser humano, pensamos como si fuera un asunto muy subjetivo, incluso consideramos que si logramos pensar que no es pecado, en realidad ya no lo es. Todo esto es el gran engaño del Diablo en el Paraíso a nuestros primeros padres y primeros seres humanos; los logra enemistar con Dios con el pretexto de hacerlos libres de Dios y de prometer hacerlos felices, cuando en realidad lo que quiere hacer es destruir en el ser humano la imagen de Dios, desea de forma envidiosa que el ser humano no sea feliz, y lo engaña para que desobedezca a Dios.
  4. El pecado objetivamente daña al ser humano, y en lo más fundamental que posee, en su relación con Dios, y cuando el hombre no se atreve a mirar a Dios por haber pecado, tampoco el ser humano se encuentra a sí mismo, y enemistado con Dios, en realidad está enemistado consigo mismo, con la humanidad y con toda la creación. San Agustín decía, que cuando el hombre peca “la creación huye de él”.
  5. Si bien los efectos de esta enemistad, no son visibles de inmediato, no dejan de ser reales y perceptibles prontamente. Así también, Adán y Eva groseramente desobedecieron a Dios, que les había dado todo, y le creyeron al Diablo, y por el pecado de ellos entró todo mal en el mundo, la muerte, del alma y del cuerpo, la injusticia, la maldad en pleno, el egoísmo, la enfermedad, el sufrimiento, la condenación. Todo ese cúmulo de mal, sólo pudo ser remediado por la preciosa Sangre de Cristo, derramada para nuestra salvación, por el perdón de nuestros pecados (cf. Mt 26,28).
  6. Si tanto le ha costado a Cristo nuestra redención, el perdón de nuestros pecados, cómo no va a pedir a quienes quieren ser sus discípulos que erradiquen ese mal de todo aquel a quien consideran su hermano.
  7. “…ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano:  la caridad indica este primer paso de corrección a quien consideramos hermano; no con ánimo de humillar o de protagonismo, sino con la más leal y transparente intención de ver por el bien del hermano, es una obligación el corregir el pecado de mi hermano, bien conscientes que también yo debo ser corregido constantemente.
  8. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos:  Si el hermano permanece en el pecado, el amor de Dios nos debe impulsar a un segundo paso, pedir a otros que me ayuden en esta noble y desinteresada labor de “salvar” al hermano. Quizá nunca sabremos si una acción sencilla de corrección valga la salvación eterna de uno de nuestros hermanos.
  9. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano: la comunidad de creyentes mantiene la fe que ha recibido de Cristo, y por ello,  está llamada a ser Sacramento de salvación (cf. Lumen gentium» n. 1); ningún pecador, viendo a la comunidad que ora y alaba a Dios puede engañarse respecto a su pecado, si él así lo quiere hacer, es decir, autoengañarse, sin ver la fe de la Iglesia y la luz del Evangelio, él se ha vuelto como un pagano o publicano, alguien a quien no le importa Dios, cayendo en gran desgracia y poniéndose en peligro de condenación eterna, aunque la Iglesia jamás deja de orar por todos.
  10. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo: Está promesa que Cristo hizo en específico a Pedro como al primero entre los apóstoles (cf. Mt 16,19), también la hace aquí a todos y cada uno de los apóstoles, pues la Iglesia es apacentada por el Papa y por todos los Obispos del mundo, que en su conjunto se les llama el Colegio Episcopal; y todos ellos, el Papa y los Obispos, por voluntad de Cristo están llamados a ser los Pastores del Pueblo de Dios, confirmando en la fe a la grey de Dios, como auténticos servidores de Dios y de los hermanos, y a semejanza de Cristo, Buen Pastor, están llamados a dar la vida por las ovejas y a defenderlas del lobo infernal (cf. Jn 10,11).
  11. Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos: Cuánta fe nos falta para pedir como Jesús enseña a sus discípulos, cuánta fe nos falta para darnos cuenta de que para Dios no hay imposibles, y que el pedir en comunidad, como es pedir desinteresadamente, obtiene de Dios cuanto pidamos con fe. Hagamos la prueba y veremos qué bueno es el Señor (cf. Salmo 33), pidamos por aquellos que sufren y pidamos ayudados de la oración de otro hermano, y obtendremos eficazmente de la bondad de Dios, a condición de que pidamos sintiendo que Dios es nuestro Padre, que pedimos junto con otros que son hermanos nuestros, y pedimos no para nuestra conveniencia sino para el bien y salvación de los demás, que ya para nosotros llegará lo que necesitamos: Busquen, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura (Mt 6,33).
  12. Pidamos a la Virgen Santísima de Guadalupe, que nos guíe por el camino de los hijos de Dios, y que como Ella nos corrige con su amorosa mirada, así nosotros, con ese mismo amor, corrijamos a nuestros hermanos.
Comparte: