Dios y el hombre

Job 38,1.8-11 | Salmo 106 | 2Corintios 5,14-17 | Marcos 4,35-41

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Existe la Biblia porque DIOS se ha revelado al hombre. Después de dos mil años de Cristianismo se necesita resaltar algo tan elemental como lo anterior. Las lecturas de este domingo, de forma especial la primera y el evangelio, plantean dos preguntas íntimamente relacionadas: ¿dónde está DIOS?, y ¿quién es JESUCRISTO? Job se encarga de poner voz a la cuestión sobre DIOS; y los discípulos, en medio de una situación un poco apurada, se preguntan por la identidad de su MAESTRO. Las preguntas se formulan con la intención de obtener alguna respuesta satisfactoria. Las preguntas bien formuladas abren las puertas a respuestas cargadas de sentido, que transmiten certeza. El libro de Job ofrece un argumento permanente a lo largo de los siglos: Job formula preguntas, protestas y desafíos dirigidos a DIOS en medio de grandes sufrimientos. Job se encuentra en una verdadera situación límite, pregunta a DIOS, quiere respuestas y lo hace porque es creyente y vivió la experiencia previa de la estrecha relación con el SEÑOR, que de forma súbita giró ciento ochenta grados y cambió en gran desgracia. Job lo pierde todo: los hijos, las posesiones y lo aborda la enfermedad más excluyente. Job se encuentra de la noche a la mañana afectado de unas llagas como de lepra, que lo obligan a separarse de la comunidad y habitar al pie del vertedero de la ciudad donde acaban todas las basuras. Job pasa del prestigio y reconocimiento social más elevado, a la indigencia más dolorosa, porque la muerte familiar y social se ha producido, pero él vive para dolerse de tanta desgracia. A Job lo mantiene con vida en este mundo la réplica dirigida a DIOS por su situación, declarando su inocencia y pidiendo respuestas al único que podía dárselas. Job es muy humano, no es un Ángel y formula todos los interrogantes sin renunciar en momento alguno al Juicio de DIOS, que espera con insistencia y dispuesto a someterse al mismo, aunque declare su inocencia en toda aquella tragedia. DIOS hablará, sin responder directamente a los requerimientos de Job, pero su sola Presencia será suficiente para compensar y resolver todos los graves perjuicios vividos. La perseverancia y fidelidad de Job fueron recompensadas con la reintegración incrementada de sus bienes. Este final feliz debemos interpretarlo como el cumplimiento en el más allá de todas las promesas.

La pregunta por DIOS

“En el peligro invoqué al SEÑOR y me escucho, poniéndome a salvo” (Cf. Slm 17,4-7). Tenemos testimonios de la conciencia de trascendencia de los hombres antiguos, aunque fuese de forma primera. Algo existía alrededor, perteneciente a mundos invisibles, que sin embargo afectaban sus vidas y sucesos cotidianos. Miles de años fueron necesarios para que el hombre en medio de formas de vida primitivas y arriesgadas pudiera recibir la revelación de DIOS. para sacarlo de las tentativas con resultados contradictorios. No sólo es suficiente estar al tanto de las fuerzas espirituales trascendentes, sino que resulta determinante precisar el origen o paternidad de las mismas. Llegado cierto momento de la historia de los hombres, DIOS viene a buscar a su Pueblo (Cf. Dt 4,34). Pero este acontecimiento, que inicia la Historia de la Salvación es muy reciente con respecto a la estancia del hombre sobre la tierra. Gracias a esta iniciativa de DIOS, los hombres hemos tomado una conciencia más elevada sobre nosotros mismos. No es igual un mero ciudadano, que un hijo de DIOS; aunque la categoría de ciudadano sea el resultado de siglos de civilización. A pesar de la marcha de la historia, o precisamente por ella, los individuos de cada generación tenemos que hacernos las preguntas fundamentales, que afectan a nuestra identidad; lo mismo que al llegar la adolescencia se produce un replanteamiento de las pautas familiares recibidas, porque el proceso de personalización sigue su curso y debe cubrir sus etapas. También entre nosotros no puede decaer la pregunta sobre DIOS, o quién es JESUCRISTO; para qué estoy en este mundo; cuál es mi camino o vacación en la vida; qué implicaciones tiene mi condición espiritual; ¿es verdad que nos constituye un alma creada directamente por DIOS?; ¿tiene algo que aportar la Iglesia a mi respuesta por el sentido de  la vida?; ¿qué encaje tiene el Mensaje del Evangelio en el mundo moderno?; ¿es posible ser cristiano en los tiempos presentes?; ¿tiene alguna fuerza transformadora el Evangelio en las estructuras sociales?; ¿Puede dialogar el Evangelio con la ciencia moderna?; ¿necesita el hombre de hoy un horizonte de Esperanza para cumplir con sus aspiraciones?; ¿tiene sentido la oración cuando cualquier necesidad está satisfecha por el mercado?; ¿aporta seguridad el Evangelio a la incertidumbre y miedos de todo tipo que se generan?; ¿tiene sentido en estos tiempos la pregunta sobre DIOS?; ¿ se necesita, la pregunta sobre uno mismo: quién soy?.

DIOS nos llama

Si en la antigüedad DIOS vino a llamar a su Pueblo de la esclavitud egipcia por medio de Moisés, en la “plenitud de los tiempos” nos ha llamado por su HIJO, JESUCRISTO (Cf. Hb 1,1). También los gentiles, todos nosotros, somos objeto de trato preferente para DIOS, que nos constituye hijos suyos en JESÚS. Todo tiempo tiene sus propias tribulaciones, y el nuestro nos ofrece las que vamos favoreciendo que aparezcan, por lo que las protestas deben ser las justas. Tenemos una gran capacidad para estropear las cosas como los niños inconscientes o maleducados, que después llaman al adulto para que lo arregle diciendo, “yo no he sido”, esto por sí solo se ha echado a perder. Cierto que DIOS acude siempre que lo invocamos y viene en nuestra ayuda independientemente del grado de culpabilidad atribuible, simplemente viene por el hecho de ser sus hijos. DIOS se ha propuesto hacernos hijos suyos plasmando en cada uno de nosotros la imagen de su propio HIJO, de ahí que el HIJO coeterno con ÉL se encarnase, tomando todos aquellos aspectos necesarios de nuestra condición humana, incluido el pecado no teniendo ÉL pecado alguno. Dada la gravedad y consecuencias de nuestro pecado, JESÚS se vio abocado a la ignominiosa muerte de la crucifixión. Puesto a prueba hasta el límite su Divina Misericordia se ha constituido para todos nosotros en fuente de Salvación eterna. Por este abajamiento extremo del HIJO hacia nuestra condición humana, ninguno de los hombres queda excluido de la respuesta de DIOS si se pregunta en razón del HIJO. Cada página o fragmento del Evangelio JESÚS muestra su condición y misterio, que nos lleva a preguntar: ¿quién es ÉSTE? Esta es la pregunta clave este domingo, pero el interrogante es extensivo a toda nuestra vida cristiana. El conocimiento de JESÚS redunda en nuestro propio conocimiento. Ante DIOS somos lo que valemos en el HIJO. La dignidad de cada ser humano no se obtiene por declaraciones de derechos, que un día se otorgan y otro día desaparecen de forma caprichosa. La dignidad de cada hombre viene dada por la condición de hijos de DIOS en JESUCRISTO. Este fundamento debiera ser del todo operativo en nuestro mundo, sin esperar a verlo cumplido del todo en la Vida Eterna.

En medio del infortunio

Job interpela a DIOS en medio de la desgracia, dolor y sufrimiento. DIOS responderá dejando intactos los interrogantes planteado por el hombre de DIOS. Cada uno de nosotros escribiremos páginas similares con preguntas propias que nacen de un corazón desgarrado por el sufrimiento: “un corazón quebrantado y humillado, TÚ, oh DIOS, no lo desprecias” (Cf. Slm  50,19). El libro de Job no desmiente que en el origen de todo dolor y sufrimiento late la desgracia acaecida por el pecado de origen. Job va a sufrir un cúmulo de desgracias clasificables como purificaciones pasivas, con objeto de devolverlo a un estado espiritual más apto para la adoración y comprensión del Misterio de DIOS. El libro sagrado expone distintos motivos o facetas personales que deben ser transformadas. Cada uno de nosotros tiene derecho a la buena fama, sin la cual se hace imposible o muy difícil la vida social de relaciones y encuentro con los demás. Job ofrece en estas páginas una versión notable de reconocimiento social, que va a ser demolida hasta sus cimientos. Con gran facilidad el ego se apega al prestigio social, que dispone el ánimo hacia un cierto endiosamiento. Job también había creado un personaje en torno a sí. Para una nueva relación con DIOS y reconocimiento de su Misterio, era necesaria la quiebra de ese personaje fabricado con dedicación. El ego de Job está a punto de ser pulverizado cuando retrotrae su mirada al reconocimiento social anterior, y compara su situación con lo que está viviendo en el presente. Job era muy reconocido entre los suyos, de quien se esperaba una palabra cargada de sabiduría y buen juicio, porque DIOS estaba con él. Era difícil una mejor carta de presentación y el texto sagrado nos lo cuenta así: “Quién me hiciera volver a los meses de antaño, aquellos días en que DIOS me guardaba, cuando hacía brillar su lámpara sobre mi cabeza, y yo a su luz por las tinieblas caminaba; como era yo en los días de mi otoño, cuando vallaba DIOS mi tienda, cuando ÉL-Sadday- estaba aún conmigo, y en torno mío mis muchachos, cuando mis pies se bañaban en manteca, y regatos de aceite manaba la roca. Si yo salía a la puerta que dominaba la ciudad, y mi asiento en la plaza colocaba, se retiraban los jóvenes al verme, y los viejos se levantaban y quedaban en pie. Los notables cortaban sus palabras y ponían la mano en su boca. La voz de los jefes se ahogaba, su lengua se pegaba al paladar. Me escuchaban ellos con expectación, callaban para oír mi consejo. Después de hablar yo no replicaban, y sobre ellos mi palabra caía gota a gota. Me esperaban lo mismo que a la lluvia, abrían su boca como a lluvia tardía”. (Cf. Jb 29,1-23). Job era reconocido como hombre piadoso, prudente y sabio, que intervenía a las puertas de la ciudad donde se resolvían las causas judiciales. Job se veía bendecido por el SEÑOR, y consideraba que sus años se prolongarían en la tierra antes de descender al sheol, o lugar de las sombras. En medio de la enfermedad de llagas purulentas, sentado entre ceniza y vestido de saco, Job vuelve a su pasado de éxito y comprueba su caída en desgracia para los que lo rodean: “ahora soy yo la copla de ellos, el blanco de sus chismes. Horrorizados de mí se quedan a distancia y sin reparo a la cara me escupen. El que ha soltado su cuerda me maltrata, y el que ha tirado de rostro el freno. La ralea se alza a mi derecha, me lanzan piedras como proyectiles, abren hacia mí sus siniestros caminos” (Cf.  Jb 30,9-12). La prueba del dolor y el sufrimiento es el crisol de la fidelidad, y Job se muestra muy humano expresando la hondura del dolor que lo mantiene en el límite, o más allá, de sus fuerzas. Los amigos que lo acompañan permanecieron con él siete días con sus noches en silencio, simplemente acompañando con su presencia; y después se pronunciaron cargando de razones y doctrina sus pronunciamientos a modo de sentencias. Aquellos amigos con sus razonamientos aumentaron la soledad de Job, que no encontraba justificación alguna para tanta desgracia como le había sobrevenido. Después de la dura prueba, DIOS aparecerá de nuevo y hablará. DIOS justifica a Job y dice a los amigos: “a Elifaz de Temán, mi ira se ha encendido contra ti y tus dos amigos, porque no habéis hablado con verdad de MÍ, como mi siervo Job” (Cf. Jb 42,6-7). DIOS está muy por encima de los cálculos humanos y los juicios sobre los hombres le pertenecen. Job también sabe de DIOS cuando se le manifiesta: “te conocía sólo de oídas pero ahora te han visto mis ojos” (Cf. Jb 42,5). Después de la gran tribulación, Job experimenta la profunda transformación espiritual que le ofrece una nueva visión de DIOS. Los versículos de la primera lectura de la Santa Misa de este domingo disponen a Job para una visión nueva de DIOS.

Job 38,1,8-11

DIOS se acredita a SÍ mismo a través de las obras de la Creación. De esta forma de ver las cosas se ocupa la teodicea, que pone en orden los saberes referentes a la acción de DIOS en medio de la Creación y dentro de las circunstancias que atañen a la vida de los hombres. También los signos de los tiempos dan pie a considerar un lenguaje que habla de la Presencia de DIOS en medio de los hombres. En los siguientes versículos, DIOS se revela a Job, que había litigado con ÉL, a través de la Creación material: “DIOS contestó a Job desde el seno de la tempestad y dijo: ¿quién es éste, que empaña el consejo con razones sin sentido?” (v.1-2). Las palabras del hombre son muy imprecisas y es una conquista elegir el lenguaje adecuado para detallar cosas importantes. Si esto es así en la comunicación e intercambio de lo que vamos a trasmitir sobre lo humano, se acrecienta la dificultad al intentar calificar o determinar las acciones y designios de DIOS. Job sale absuelto ante DIOS de el discurso dolido hasta el extremo: “más me hubiera valido morir en el seno de mi madre”. Job habló “con razones sin sentido”, pero DIOS lo atendió, y deducimos que lo hizo por dos motivos fundamentales: Job era su amigo y había sido llevado al límite de sus fuerzas. Job era humano y no divino, como fue reconociendo a lo largo de sus discursos dirigidos principalmente a DIOS. Por nuestra naturaleza errática no somos capaces de medir la diferencia entre DIOS y nuestra insignificancia; pero ÉL acepta el litigio presentado. El gran mal de nuestros tiempos está en la indeferencia hacia DIOS. El hombre de hoy no tiene en cuenta a DIOS ni para discutir su teórica inexistencia. La primera condición por la que DIOS se manifiesta a Job está en que es su amigo, y ÉL mantiene su compromiso de fidelidad. Precisamente a Satán se le permite tentar a Job hasta aquellos extremos por ser el “hombre más piadoso que había en la tierra, al que la divina Providencia había favorecido extraordinariamente (Cf. Jb 1,1.8 ). Como en las grandes manifestaciones o teofanías, DIOS se vuelve a Job en el torbellino, o la tempestad. A Moisés y al Pueblo elegido, DIOS se manifestó en medio de la tormenta (Cf. Ex 19,16-18 ). A Elías, DIOS se le manifiesta en medio de una suave brisa cuando estaba en el Horeb (Cf. 1Re 19,12-13). El modo de manifestarse el SEÑOR está en sintonía con la revelación que Job va a recibir. DIOS hace reflexionar a Job sobre los misterios de la Creación y las grandes limitaciones humanas para tener una idea cabal del acto creador por parte de DIOS, pero un punto de partida esclarecedor debe ser tenido en cuenta por Job: ”¿dónde estabas tú, cuando fundaba YO la tierra?” (v.4). La ciencia y la técnica modernas ofrecen ojos para mirar hacia lo más alto y profundo de la Creación, pero sus resultados siempre son limitados. Cuando hemos aparecido -el hombre o el grupo humano- todo estaba hecho y preparado para nuestra llegada. DIOS lleva a Job por los misterios de la Creación al reconocimiento de su mismo Amor Providente. Todo lo creado mantiene su medida: ¿quién fijo las medidas sobre la Creación? (v.5). Los científicos se admiran en nuestros días por “el ajuste fino” por el que milésimas de segundo en la velocidad de desplazamiento de un electrón podría hacer imposible la formación de elementos esenciales para la vida. Otros se preguntan, ¿por qué existe un orden y no un caos permanente? El interrogante formulado a Job sigue estando de actualidad.

La inmensidad del mar

Para el hombre de la antigüedad el mar era sobrecogedor, y pocos se aventuraban a intentar la navegación por sus aguas: “¿quién encerró el mar con doble puerta cuando del seno materno salía brotando?” (v.8). No se sabía mucho del la fuerza de gravitación o de la atracción e influencia de la luna en las mareas, y la presencia del mar resultaba algo grandioso. Quien controlase el mar con su oleaje y tempestades tenía que poseer el poder de DIOS. Brota el mar inmenso e impetuoso y provoca la admiración del hombre de hace tres mil años; pero el actual ha perdido la capacidad de sorpresa por la singularidad de la materia inicial que da lugar al “big-ban” en la que confluyen cuatro fuerzas: la gravitacional, la magnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte. En fracciones de millonésimas de segundo con temperaturas altísimas y una fuerza expansiva inimaginable brota un universo que sigue en expansión con muchos miles de millones de galaxias, de las que desconoceremos la mayoría. El mar brotando de forma incontenible asombra a Job; pero hoy nos encontramos un Universo todavía más sobrecogedor, pero el hombre de hoy piensa que eso surge de su juego virtual, y así cultiva con fruición el enanismo racional.

El decorado visible

En los cielos aparecen las nubes y se muestran incontrolables. El hombre de hoy cree haber roto el significado religioso, metafórico o poético, porque ha descubierto que desprendiendo yoduro de plata con aviones fumigadores doma la cosa a capricho y las nubes se disponen bajo su control y dominio. DIOS es inaprensible y el lenguaje religioso también se comporta así en cierta medida. A Job le llega el mensaje: “cuando le puse al mar una nube por vestido y de nubarrones hice sus pañales” (v.9). Hoy estamos familiarizados con los procesos de la evaporación, las variaciones de la presión atmosférica, las corrientes marinas, el fenómeno del Niño y un impreciso cambio permanente del clima, que es ajeno a la intervención del hombre, por mucho que algunos se empeñen. Como la palma de una mano era la nube que el criado de Elías vio venir del mar en dirección al Monte Carmelo (Cf. 1Re 18,44), después de tres años de pertinaz sequía. Las nubes traen el agua que necesita el mantenimiento de la vida vegetal y animal en la tierra. Todavía no sabía nada de las desaladoras. Las nubes son importantes para nuestra supervivencia y pronto se convirtieron en signos del misterio envuelto en una nube. Detrás de las nubes, beneficiosas por su precipitación, se esconde momentáneamente el sol, que aún manteniendo su carácter de obra creada ofrece también un simbolismo especial. DIOS  mira y alumbra a los hombres desde lo alto y las nubes evocan el velo que cubre su Misterio.

Otros límites y otros mares

“Tracé sus linderos y coloqué puertas y cerrojos. Llegarás hasta aquí., no más allá, aquí se romperá el orgullo de tus olas” (v.10-11) También lagos de cierta extensión tenían la denominación de mares, con episodios de temporal y oleaje. Cada parcela marítima tiene sus características, y los de la zona deben reconocer y leer rasgos propios para hacer útil ese espacio marítimo. La experiencia enseña que por mucha pericia y conocimiento del comportamiento del mar, hay momentos que se pueden hacer incontrolables para el hombre, y sólo DIOS puede intervenir para evitar una desgracia. Lo refiere muy bien el caso del profeta Jonás, que huyendo de la orden divina de dirigirse a Nínive, busca una embarcación que lo lleve a Tarsis, precisamente la dirección opuesta. Al poco tiempo de hacerse a la mar se levantó un temporal, impropio para aquella época, que hacía temer por la vida de todos los que habían embarcado. Empezaron a formular oraciones a los dioses en los que creía cada uno, mientras Jonás dormía en la bodega. Lo fueron a llamar e increpar por su desidia, y él confesó la razón del peligro que se cernía sobre todos ellos. La solución estaba en que lo tirasen por la borda y se calmaría la tempestad, cosa que sucedió (Cf. Jn 1,12.15). DIOS domina los ríos y los mares, desata las tempestades o las controla y resuelve en bonanza. De otras muchas formas DIOS habla y se manifiesta a los suyos con acciones de Poder incontestables a los ojos del hombre piadoso. El DIOS de Israel es Poderoso, y está por encima de todos los ídolos que torpemente puedan poner ante sí. Job en ningún momento volvió su mirada, en medio de la desgracia, hacia ídolo alguno, y DIOS lo recompensó con el doble de bienes de los que dispuso en su etapa anterior.

La identidad de JESÚS

Hemos tratado algunos versículos del capítulo cuatro del evangelio de san Marcos en los domingos anteriores, y en éste continuamos con los versículos finales del mismo. JESÚS es el MAESTRO que enseña a las multitudes (v.1); y su Mensaje se centra sobre el Reino de DIOS que ejemplifica, en este capítulo, mediante tres parábolas, de las que resalta la del Sembrador como la parábola clave para entender todas las otras. A los discípulos y a los que muestran un interés especial el MAESTRO se lo enseña todo en privado (v.11).Una lección esencial sobre el Reino de DIOS es la de saber cómo se realiza su crecimiento (v.23-29). El crecimiento del Reino de DIOS es una acción que se reserva el mismo DIOS, pues depende de las gracias especiales que ÉL da en todo momento. Se puede decir, que para verificar el crecimiento del Reino de DIOS el hombre y el evangelizador no han de poner obstáculos, pues todo el resto corre a cargo de DIOS mismo. Este capítulo cuatro termina con un cambio de lugar para continuar la misión: una breve travesía por el mar de Galilea, que da pie a la pregunta esencial para el cristiano: ¿quién es JESUCRISTO? En este capítulo como en otros, JESÚS ejerce su tarea de MAESTRO, y eso nos da una aproximación a la identidad de JESÚS, pero no se agota, y es necesario seguir preguntando. El crecimiento del Reino de DIOS también tiene que ver con el descubrimiento de la identidad de JESÚS de Nazaret. No es secundario que esta pregunta crucial aparezca después de haber calmado la tempestad en el lago, que amenazaba con hundir la barca (v.41). Todo el Nuevo Testamento hay que leerlo, meditarlo, proclamarlo o predicarlo con esta verdad de fondo frente a cualquier otro contenido. Más aún, el Antiguo Testamento para una lectura adecuada debe hacerse mirando las alusiones más o menos veladas al VERBO de DIOS anunciado, que se va a encarnar en el seno de la VIRGEN MARÍA.

La otra orilla

“Este día, al atardecer, les dice: pasemos a la otra orilla” (v.35) Como siempre las frases cortas o las indicaciones están cargadas de significado, y debemos detenernos. Entre dos luces se inicia el día siguiente, en el que”pasa una noche y una mañana” (Cf. Gen 1,5ss). Después de la instrucción a las multitudes y a los propios discípulos, viene el tiempo de la reflexión o meditación, para que la Palabra desprenda su virtud. El día que termina es un anticipo de la vida que llega a su fin en este mundo y se dispone al despertar en la otra vida anunciada por la Palabra. Todo lo anterior se refuerza por la disposición de JESÚS para dejar Cafarnaum y pasar a la otra orilla. La noche de este mundo se vive en la Esperanza de amanecer y despertar a un nuevo día o una Nueva Vida. Esta corta travesía será intensa en enseñanzas como todo lo que está dentro del programa evangelizador del MAESTRO.

Siguen a JESÚS

“Despiden a la gente, y llevan a JESÚS en la barca e iban otras barcas con ÉL” (v.36). La jornada de JESÚS con sus discípulos podía ser larga e intensa: enseñanza a orillas del Mar de Galilea (v.1), enseñanzas dada a los discípulos (v.11). El cambio de lugar no representa un obstáculo para algunos de los presentes, que después de ser despedidos disponen también de una embarcación y pueden seguir a JESÚS. En los primeros versículos de este evangelio, los presentes percibían que la predicación de JESÚS estaba dotada de características peculiares, pues predicaba y enseñaba como quien tiene autoridad sobre todo lo que dice (Cf. Mc 1,21-28). No todas las personas tienen la misma sensibilidad religiosa o necesidad espiritual. Los que siguen a JESÚS ahora por el Mar de Galilea desean no perder la pista del MAESTRO. No están excluidos de estos últimos seguidores, aquellos forofos y entusiastas cuyo fervor se puede apagar como una bengala en el aire.

Tormenta repentina

“En esto se levantó una fuerte borrasca, y las olas irrumpían en la barca de suerte que ya se anegaba la barca” (v.37) Estaba cayendo la noche y la espesura gris de las nubes que descargaban el agua con la fuerza de un temporal, agitaban el oleaje del Mar de Galilea y hacían zozobrar las barcas. ¿No podía haber previsto el MAESTRO aquel suceso? ¿Realmente iban a pasar todos ellos a la otra orilla, pero ahora referida a la otra vida? La predicación del MAESTRO les había traído mucha Paz interior e incluso fortaleza y entusiasmo, en el sentido más noble del término. ¿Qué estaba pasando? Algo estaba fuera de control y allí mismo podían ahogarse todos los proyectos y buenas intenciones. Las barcas se estaban llenando de agua y no eran capaces de achicar el agua que iba llenando las barcas, por lo que estaban a punto de hundirse y con ese naufragio se iban al traste todos los proyectos sobre el Reino de DIOS planteados en las parábolas y enseñanzas pertinentes. De repente una tormenta en el Mar de Galilea podía certificar la defunción del proyecto evangelizador de JESÚS. Los que iban en las barcas conocían aquel lago y podían prever su estado antes de disponerse a navegar por él, pero en aquella ocasión los encontró del todo desprevenidos.

Despiertan a JESÚS

“JESÚS estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despiertan y le dicen: MAESTRO, ¿no te importa que perezcamos? (v.38). La imagen que traslada este versículo es una metáfora de la experiencia religiosa que vivimos en distintos momentos de nuestra vida: nos parece que la tempestad nos va hundir de un momento a otro y DIOS está ausente, por lo menos de forma aparente. Esta es la conclusión en la mayor parte de los episodios límite, cuando las fuerzas se han agotado, y los vientos arrecian, las olas golpean la propia barca, el agua la inunda y se piensa en agarrarse como náufrago a cualquier madero roto de la embarcación, a la espera de rescate o ser arrastrado hacía la orilla por el propio temporal. La pregunta que los discípulos hacen a JESÚS es la misma que haríamos cualquiera de nosotros; y la formulan con una gran corrección formal, pero cargada de una indignación por haberlos llevado hasta esa situación. Por la cabeza de los discípulos pudo pasar de todo, y JESÚS sólo va a poner en evidencia algo de lo que pensaban y sentían. El MAESTRO los estaba sometiendo a una prueba muy dura. Aquel temporal y mar encrespado no eran una broma, pues estaban a punto de perecer. Siguiendo a JESÚS se arriesga esta vida, y tal cosa no se puede solapar, pues de lo contrario nos engañamos. En otro lugar, JESÚS lo dice así: “quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por MÍ la encontrará” (Cf. Mt 16,24-28).

Una palabra con Poder

“JESÚS, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: calla. Enmudeció el viento y vino una gran bonanza” (v.39). Sólo DIOS tiene dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, que se rigen de acuerdo a un diseño perfectamente prefijado, que las propias fuerzas no se han dado a sí mismas. Una sola palabra cargada con el Poder del HIJO de DIOS es suficiente para devolver la bonaza y la disposición favorable de estas fuerzas naturales al servicio de los hombres. Aquella acción de JESÚS llenará de asombro a los presentes y dará un nuevo conocimiento sobre la identidad de JESÚS. Los exorcismos y las curaciones físicas alcanzan un alto grado de significación a la hora de atribuir a JESÚS cualidades extraordinarias, pero el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza evidencia un rango muy superior al de taumaturgo con capacidad de hacer prodigios y milagros. Sólo DIOS domina los elementos naturales, porque ha diseñado las leyes por las que se rigen.

El miedo que anula la Fe

“JESÚS les dijo: ¿por qué estáis con tanto miedo?, ¿cómo no tenéis Fe? (v.40). Experimentamos una reacción que nos advierte de un peligro. Éste nivel de miedo es recomendable al adoptar una actitud prudente ante alguna cosa o persona, que no ofrece garantía o confianza. Pero JESÚS quiere desterrar el miedo que aborda el ánimo precisamente porque ÉL se encuentra desplazado de la confianza que debe profesarle el discípulo. Aparece entonces el miedo religioso. El miedo a no haber sido perdonado por el SEÑOR; el miedo a no ser apto para la Salvación; el miedo a no ser digno de recibir al SEÑOR en la EUCARISTÍA después de haber realizado una buena confesión; el miedo a no ser merecedor de la Divina Misericordia; el miedo a ser dominado por las fuerzas del Mal; el miedo a ser tentado por encima de las propias fuerzas; el miedo a tratar de las cosas de DIOS con otras personas por el reparo de ser rechazado; el miedo envuelto en respetos humanos para no dar a entender que se es creyente; el miedo que cultiva un complejo de inferioridad ante otras confesiones religiosas cuando la Verdad está en JESÚS; el miedo ante acontecimientos que se dibujan con rasgos apocalípticos; el miedo ante la persecución social que descalifica al Cristianismo y a la Iglesia Católica; el miedo que induce a esconder cualquier seña de identidad cristiana para no ser tildado de…; el miedo que paraliza la defensa de los principios y valores evangélicos; el miedo cómplice que arrastra a otros a inhibirse de un compromiso con la caridad cristiana. Como vemos el miedo religioso es letal para un cristiano y su antídoto es tan asequible como aceptar a JESÚS  el SEÑOR en todas las parcelas de la vida.

Una vida entera para responder

“Los discípulos se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿quién es ÉSTE que hasta el viento y el mar lo obedecen?” (v.41). Otros episodios, predicaciones y enseñanzas tendrán lugar, y los discípulos irán completando la respuesta, siempre inacabada, sobre la identidad de JESÚS. Este es el verdadero camino de aprendizaje. El temor de DIOS es el don del ESPÍRITU SANTO, que abre el corazón a la admiración y contemplación respetuosa y silenciosa, donde se debe fraguar la íntima conciencia sobre la identidad de JESÚS: “si tu corazón reconoce que JESÚS ha resucitado; y tus labios confiesan que es tu SEÑOR te salvarás” (Cf. Rm 10,9). JESÚS, el HIJO de DIOS, con este dominio sobre la naturaleza revela que es uno de la TRINIDAD, e hizo posible todo lo existente, lo mantiene y está conduciendo a la plenitud de realización. Solo una Palabra para reordenar las fuerzas agresivas hacia aquellos hombres: ¡calla! Lo mismo que en los  orígenes: “y dijo DIOS: ¡hágase!… (Cf. Gen 1,1ss).

San Pablo, segunda carta a los Corintios 5,41-17

San Pablo da a sus escritos una fuerza especial al insertar en las circunstancias concretas o las acciones cotidianas, la Presencia de DIOS, que nos atiende directamente, o asiste con sus dones. Para el Apóstol no existen dos vidas: la presente y la que se abre después de la muerte, sino que estamos en una existencia que se despliega en dos fases. Entre un estado y otro media el grado de transformación que vamos viviendo mediante la acción de la Gracia. Peregrinamos por este mundo y lo hacemos en un cuerpo o tienda que se va desmoronando, y esperamos ser revestidos de una habitación celeste, perteneciente al edificio eterno no construido por manos humanas. Pero el Apóstol da un paso más en esa dirección y manifiesta que quisiera ser ya sobrevestidos “para que lo mortal sea absorbido por la Vida” (v.5). Caminamos por esta vida al descubierto ante la mirada de DIOS (v.11), y esta enseñanza es crucial para ser conscientes de la importancia de los propios actos y caminemos en el “temor” que no representa el miedo a DIOS. “Nada nos puede separar del Amor de DIOS manifestado en CRISTO” (Cf. Rm 8,35-39).

El Mensaje debe ser conocido por todos

“El Amor de CRISTO nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos por tanto murieron” (v.14). Todos los hombres estamos en la cárcel de la muerte y el hombre sólo cuenta con el Amor de CRISTO para su liberación. Ningún otro lider o fundador religioso tiene el Amor de CRISTO por todos y cada uno de los hombres para sacarnos de la muerte en la que yacemos. Es urgente o apremiante, por tanto, dar a conocer este Evangelio, que el PADRE dispone para todos los hombres. La prueba histórica del Amor incondicional de DIOS manifestado en CRISTO, está en la Cruz. El Amor de DIOS no es un conocimiento gnóstico desencarnado y seleccionado para unos iniciados. JESÚS murió por todos los hombres, no sólo por algunos o por muchos, sino por todos los hombres independientemente de nación, raza, lengua o religión. Es apremiante o urgente que todos lo reconozcan. Ningún fundador de religión alguna entregó su vida por Amor a los suyos. JESÚS muriendo, destruyó nuestra muerte como nos dice la Plegaria Eucarística.

Un intercambio de Amor

“ÉL murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para AQUEL que murió y resucitó por ellos” (v.15). Sólo DIOS podía hacerlo: salvar de la muerte a todos los que estábamos muertos, muriendo ÉL mismo en JESUCRISTO. Nuestra vida adquiere una nueva dirección y sentido: vivir para CRISTO. Tal cosa se realiza en la adoración y cumplimiento de la voluntad de DIOS, y en el Amor al prójimo. Pero de nuevo tenemos que volver a la escuela de los discípulos de JESÚS para aprender paso a paso las lecciones de este cometido que abarca toda la vida.

Lo esencial

“En adelante, ya no conocemos a nadie según la carne, y si conocimos a CRISTO según la carne, ya no lo conocemos así” (v.16). Para san Pablo la Resurrección de CRISTO no se puede separar del hecho histórico de su muerte en la Cruz. Estos hechos han dado a los hombres la efusión del ESPÍRITU SANTO, por lo que ya es posible concretar una vida en este mundo con un alto grado de participación en las cosas celestiales. En esta afirmación del apóstol influía la consideración de la venida inminente del SEÑOR, con lo que se daría el cierre definitivo de la historia. Se hacían, por tanto, menos relevantes los milagros y las enseñanzas de JESÚS, pues lo esencial estaba en la unión con el SEÑOR en virtud de su muerte y Resurrección. San Pablo muere sobre el año sesenta y siete, y la perspectiva espiritual sobre estos asuntos cambia notoriamente a partir del año setenta con la destrucción de Jerusalén y su Templo. Para los judíos de forma especial, pero también para los cristianos fue revelador que tales acontecimientos no diesen como resultado la Segunda Venida del SEÑOR. Había, entonces, que hacer memoria y poner por escrito las enseñanzas y milagros del SEÑOR, haciendo una recopilación fidedigna. Era importante conocer a CRISTO según la carne. No sólo era importante, cabría decir que resultaba esencial para acreditar la Encarnación y verdadera condición humana e histórica del HIJO de DIOS, al modo de ser propuesto por san Marcos. Este versículo dieciséis  puede tener otras derivadas perfectamente aplicables.

Una nueva creación

“El que está en CRISTO es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo” (v.17). Desde que CRISTO murió y Resucitó en este mundo existen cosas nuevas, o realidades directamente venidas del Cielo, que antes estaba cerrado. Nos tenemos que referir de nuevo a la EUCARISTÍA como algo imposible antes de CRISTO. Lo mismo sucede con la intervención del ESPÍRITU SANTO en la realización de los Sacramentos. Nuestro drama se produce cuando constatamos que las realidades nuevas todavía coexisten con nuestro hombre viejo con tensiones desgarradas, en más de una ocasión. Pero no dudemos que la acción de la Gracia, que se va manifestando, también, “gracia tras gracia” (Cf. Jn 1,16), sigue su curso indefectiblemente.

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