El cerco se va estrechando en torno a JESÚS por parte de las autoridades religiosas, que no lo quieren reconocer como el MESÍAS. El acto profético que fue la expulsión de los vendedores del Templo (Cf. Mt 21,12-17) dio lugar a la pregunta insistente sobre su autoridad para proceder de aquella forma. La pregunta por la autoridad con la que actúa JESÚS es en realidad indagar sobre su identidad. A ninguna ley civil o religiosa tiene que acogerse JESÚS para manifestarse como lo considere oportuno dentro del recinto considerado como la Casa de su PADRE en sentido propio. Los sacerdotes del Templo, los miembros del Sanedrín y los escribas, tenían información suficiente sobre JESÚS, que podrían haberla utilizado como inteligencia de la identidad auténtica del MESIAS. Las informaciones fueron llegando a los responsables religiosos desde los primeros momentos, como nos atestiguan los evangelios, pero el resultado no fue la revelación o el descubrimiento de la epifanía de DIOS en medio de su Pueblo, sino la presencia de una persona a la que era necesario eliminar. Sin embargo los evangelios también nos señalan algunos que teniendo un corazón bien dispuesto fueron capaces de ver con los ojos de su alma: “ahora, SEÑOR, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu SALVADOR” (Cf. Lc 2,28-30). El testimonio de Nicodemo treinta y tres años después del pronunciado por el anciano Simeón, sintetiza muy bien lo dicho hasta aquí: “nadie puede hacer las obras que tu haces, si DIOS no está con ÉL” (Cf. Jn 3,2). En el evangelio de san Marcos, alguien de forma inesperada ofrece un testimonio sorprendente: el ciego Bartimeo, que está al borde del camino, a la salida de Jericó, cuando JESÚS se dispone a subir a Jerusalén en el trayecto final de su periplo evangelizador, grita con insistencia: “JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí” (Cf. Mc 10,47-48). Un ciego al borde del camino sabe quién es JESÚS, pero los sacerdotes, sanedritas y escribas no saben quién es JESÚS ni de dónde procede su autoridad. Un ciego sin nombre más que el ser reconocido como el hijo de Timeo, sabe y reconoce uno de los rasgos fundamentales de la identidad de JESÚS: que es “hijo de David”. JESÚS se revela como el cumplimiento de las promesas hechas a David actualizadas por los profetas y verificadas en el Pueblo elegido. Pero las autoridades religiosas, los sanedritas y los escribas no saben nada de esto. Utilizando la ironía decimos, que tal cosa es prodigiosa, pero en realidad la cosa es trágica. Los peritos, los expertos, los que ostentan de forma oficial la interpretación de las Escrituras no saben quién es JESÚS después de todas las señales realizadas delante de sus ojos. JESÚS había renunciado desde el comienzo de su misión a toda ostentación civil y religiosa de poder como lo muestran de forma clara las tentaciones en el desierto. De ninguna manera JESÚS subordina su misión a las pautas dictadas por las distintas formas de poder mundanas. Tampoco puede amoldarse a las fórmulas traídas por los que dicen velar por las esencias de la religión. El Reino de DIOS hecho realidad en las palabras y acciones de JESÚS supera los moldes de la antigua religión. Se está produciendo un cambio de modelo religioso, que los responsables de su tiempo no quisieron ver. JESÚS no vino a mundanizar el Judaísmo, “sino a darle pleno cumplimiento” (Cf. Mt 5,17). La manifestación en máximo grado de la Divina Misericordia no venía a negar la verdad de la ley de Moisés y los profetas, sino que en ese momento se estaba descubriendo cuál era la fuente primordial de dónde todo tenía su procedencia y origen. El VERBO de DIOS no se había encarnado en el seno de una religión cualquiera, porque no todas las religiones eran iguales, ni lo son hoy día; el VERBO de DIOS tenía que encarnarse en la religión que había sustentado la fe en YAHVEH con Moisés y los profetas al frente, porque ese era el Designio Eterno del PADRE. La zona cero de donde todo parte es Nazaret: la persona de la VIRGEN MARÍA que recibe con su asentimiento el don de la Encarnación. ELLA es el ámbito físico, el lugar concreto, donde se junta el Cielo con la tierra. La humanidad del VERBO es el punto fundacional donde nace todo lo que viene posteriormente. JESÚS en su manifestación no puede prescindir de su condición de HIJO de DIOS; pero su Divinidad no se impone y recorre los caminos humanos por los que hacemos senderos todos y cada uno de sus hermanos.
JESÚS no disputa con el César
Los evangelistas se encargan de resaltar que Juan Bautista y JESÚS no tienen interés alguno en desbancar el poder romano. A los soldados romanos que se acercan al Jordán a confesar sus pecados en medio del bautismo de penitencia dado por Juan, éste les exhorta a que no extorsionen a nadie y se contenten con el sueldo asignado (Cf. Lc 3,14). JESÚS acude a casa del centurión que avisa a JESÚS de la grave enfermedad de su siervo muy querido, y lo hace por medio de algunos amigos que ponderan la contribución de este centurión en la construcción de la sinagoga (Cf. Lc 7,4-9). JESÚS concluye aquel encuentro elogiando la Fe del centurión romano. San Pedro también abre la puerta de la Fe a los gentiles bautizando a la casa del centurión Cornelio, en Cesarea marítima (Cf. Hch 10,25ss). JESÚS no está en frente del poder romano, porque el Reino de DIOS no es una revolución, sino un proceso de conversión personal. De nada sirve derrocar poderes políticos, si la Gracia no llega a los corazones. El evangelio de san Juan relata el episodio de la multiplicación de los panes y los peces, en el que JESÚS despide a la gente antes que en masa lo quieran proclamar rey (Cf. Jn 6,15). La primera de las tentaciones en el desierto se movió en la utilización del poder para la satisfacción de las necesidades primarias, sin los cauces propios del trabajo conjunto. San Pablo lo dice con claridad: “el que no trabaje, que no coma, porque algunos viven muy ocupados en no hacer nada” (Cf. 2Tes 3,10-11). JESÚS realizó la multiplicación de los panes y los paces como signo mesiánico, que anticipaba el “verdadero PAN del Cielo” (Cf. Jn 6,32ss). Un mesianismo populista habría hecho fracasar la Redención. Dos escenas evangélicas declaran que JESÚS no persiguió en momento alguno el mesianismo político: la entrada profética en Jerusalén y el interrogatorio ante Pilato. La entrada profética en Jerusalén, en los días previos a la Pascua estaba destinada a plasmar las palabras del profeta Zacarías, “mirad a mi SIERVO que llega montado sobre un pollino de asna” (Cf. Za 9,9); y resaltar la verdadera semblanza del MESÍAS como el SIERVO de YAHVEH. En el interrogatorio ante Pilato, JESÚS declara que su realeza está en relación directa con la Verdad de DIOS (Cf. Jn19,37-38); cosa que a Pilato le parece una disquisición sin sentido despreciándola con la autosuficiencia del que viene de vuelta de todo en la vida. Para Pilato aquel extraño predicador no presentaba peligro alguno, pues decía ser el REY de la Verdad. JESÚS, por otro lado, no buscó honores dentro del sistema jerárquico de la religión judía. ÉL se atuvo a las pautas propias de cualquier fiel observante, pero tampoco desaprovechó las ocasiones, en las que puso de relieve lo esencial de la religión de los padres, y la superación de diversos aspectos: descarta el divorcio por cualquier motivo (Cf. Mt 5,32;19,9); declara abolida la Ley del Talión (Cf. Mt 5,38-42); Propone el amor a los enemigos (Cf. Lc 6,27-31); declara puros todos los alimentos (Cf. Mc 7,15-19); y con su muerte y Resurrección establece la Nueva Pascua para alcanzar la Jerusalén Celestial (Cf. Ap 21,2).
Doctrina de san Pablo
La organización social depende de la colaboración de los componentes de dicha sociedad con la autoridad constituida. En las especies animales observamos con claridad la existencia de un componente de la manada al que los otros siguen o supeditan. San Pablo nos dice que la autoridad proviene de DIOS para la consecución del bien común: “sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de DIOS, y las que existen por DIOS han sido constituidas” (Cf. Rm 13,1). Cada persona tiene sus propias características, pues no existen dos seres humanos que sean iguales. Dados los distintos dones recibidos y las circunstancias ambientales también distintas, cada persona ejerce un campo propio de influencia o dominio. Toda autoridad proviene de DIOS, porque la misma condición personal dada por DIOS, que nos hace “a su imagen y semejanza” nos dota para ello de poder y autoridad: “llenad la tierra y sometedla, dominad sobre las aves del cielo, los peces del mar y todos los animales que hay sobre la tierra” (Cf. Gen 1,28). La condición espiritual del hombre incluye capacidad para el ejercicio del poder y la autoridad intelectual, moral y en todas aquellas áreas de la actividad humana. Los liderazgos constituyen una forma especial del ejercicio de la autoridad. El grupo social se cohesiona alrededor de uno o varios miembros del mismo, que demuestran capacidad para llevar a cabo tal finalidad. Lo que se espera de aquel en quien recae la autoridad es que trabaje y procure el bien común del grupo. La autoridad proviene de DIOS en cuanto que emana de la Ley Natural, que supera el orden biológico y entra en la esfera de la recta razón. Por tanto, la forma de gobierno o liderazgo del grupo está supeditado al discernimiento y decisión de los miembros del grupo, que lo pueden revocar en el momento que aquellos representantes que ostentan la autoridad se conviertan en tiranos, y abandonan la consecución del bien común. El Nuevo Testamento no determina una forma de gobierno con prioridad sobre otras, tan sólo nos refiere “la autoridad constituida” que puede ser monárquica -de uno solo-, aristocrática o el gobierno de un grupo cualificado, que ostenta el poder; la democracia o poder delegado en algunos representantes del pueblo. Otras formas: dictadura, república, monarquía absoluta o parlamentaria, plutocracia y gobierno de sabios, de aquellos que han demostrado sabiduría y prudencia. Con todas las bondades e imperfecciones de cada una de estas formas de gobierno para dirigir las sociedades, san Pablo demanda de los cristianos aceptación y sometimiento a la autoridad pública.
El rey Ciro
Se va a producir el retorno de los israelitas a la tierra dada por el SEÑOR después de cincuenta o setenta años de deportación, según hubiese sido el momento de la expulsión. Muchos de los que retornan habían nacido en Mesopotamia, pero manteniendo la conciencia de pertenencia al Pueblo elegido. En principio el tiempo del destierro, de siete décadas, tendría que haber devuelto al Pueblo a sus raíces religiosas. En parte así sucedió, pues un buen número de escritos bíblicos se dieron en este periodo como resultado de la reflexión y conversión por la catástrofe sufrida. ¿Por qué habían sido expulsados de la Tierra que YAHVEH había prometido a Abraham y a Moisés al sacar al Pueblo de la esclavitud egipcia? DIOS es fiel y cumple sus promesas, por tanto es el Pueblo, cada uno de sus fieles, el que ha de hacer un sincero acto de revisión personal. El factor religioso opera como identificador entre los deportados. Si no quieren perder su identidad como judíos y reconocerse el Pueblo elegido tienen que volver a las prácticas religiosas de forma responsable; pues de lo contrario se diluirán entre los babilonios y en pocos años serán adsorbidos por el politeísmo babilónico. No será posible mantener el sistema de sacrificios y rituales que se realizaban en el Templo, pero surgen las sinagogas como lugares de enseñanza de la Palabra y centros de oración comunitaria. Muchos salmos se datan en este periodo de destierro. En un ambiente de cierta clandestinidad los judíos tenían que aferrarse a las prescripciones alimentarias, a la celebración de las fiestas y a la trasmisión oral de sus tradiciones. Cuando el Imperio persa emerge como el más poderoso en la zona, encuentra en Babilonia un grupo numeroso que puede volver y habitar la tierra de Palestina. Ciro es el rey providencial que permite y favorece el retorno de los israelitas a sus posesiones anteriores.
Ciro es el instrumento de YAHVEH
“YO SOY el que dice a Ciro: tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis designios, cuando digas de Jerusalén, que sea reconstruida; y del Templo, echa los cimientos” (Cf. Is 44,28) Los imperios a lo largo de los siglos tienen su momento de esplendor, pero les llega su ocaso. Pareciera que la historia del género humano no pudiera prescindir de la guerra como medio de dominio e imposición religiosa y cultural. Con Ciro llega el declive de Babilonia y el auge del Imperio Persa, y el profeta Isaías sigue diciendo: “el SEÑOR dice a su ungido Ciro, a quien ha tomado de la diestra para someter ante él a las naciones, y desceñir la cintura de los reyes; para abrir ante él los batientes, de modo que no queden cerradas las puertas” (Cf. Is 45,1). Un rey pagano, que no pertenece a ninguna de las Tribus de Israel, es objeto de elección singular por parte de YAHVEH, que habla de él como su ungido. Sin conocimiento directo de YAHVEH y ajeno a sus Escrituras, Ciro se encuentra jugando un papel muy relevante en los planes de DIOS. El rey Ciro tiene poder, porque DIOS lo ha ungido ¿Se puede considerar que la unción se produce de forma general a todo tipo de autoridad y mandatario, o solamente cuando estos entran en contacto con los pertenecientes al Pueblo elegido? ¿Está todo dispuesto para favorecer al Pueblo elegido, o se le encomienda a éste el ser instrumento de DIOS para extender su conocimiento a todos los demás pueblos?.
Del SEÑOR es la historia de los pueblos
”A causa de mi siervo Jacob, Israel mi elegido, te he llamado por tu nombre sin que tú me conozcas” (Cf. Is 45,4). Rebeca, la mujer de Isaac, tuvo dos hijos en el mismo parto y el que nació en segundo lugar fue Jacob, que con todo heredó la primogenitura y la bendición paterna en medio de episodios un tanto grises, de dudosa moralidad. El resultado es que YAHVEH elige a Jacob como patriarca que pondrá los cimientos a las Doce Tribus de Israel, DIOS pone en el mundo un Pueblo que adopta como primogénito entre todos los pueblos, y en muchos momentos de la historia aparece perdido, disperso, subyugado por otros pueblos; pero misteriosamente resurge de sus propias cenizas. Esta historia sigue repitiéndose en el curso de los acontecimientos actuales. No hace falta abogar por Israel, sólo es necesario asomarnos al antisemitismo que reina en el presente en los lugares más diversos. La situación actual tiene sus particularidades pues DIOS prioriza al Nuevo Israel en razón de su HIJO, pero no anula las promesas, en cierta medida, al Pueblo judío, “porque los dones de DIOS son irrevocables” (Cf. Rm 11,29). Ciro tiene un papel en la Historia de la Salvación, sin que él tenga noticia de tal cosa, porque DIOS, el único DIOS, “lo ha llamado por su nombre”. El ejercicio del poder político tampoco es ajeno a los acontecimientos que influyen en la manifestación del Reino de DIOS en el mundo.
Sólo un DIOS
Las contradicciones internas de los hombres y los conflictos sociales tienen en su raíz la pérdida de DIOS como el cimiento de la propia vida y de la sociedad en su conjunto. “YO SOY YAHVEH, fuera de MÍ ningún otro DIOS existe, YO te he elegido sin que tú me conozcas” (v.5). La unción de esta revelación imprime en el alma la convicción profunda de esta verdad fundamental. La especulación racional va a encontrar múltiples argumentos que se refuerzan unos a otros en la afirmación de la existencia de un único DIOS; pero nada es tan fuerte como la Fe nacida y alimentada de esta Palabra que tiene resonancias eternas: “YO SOY DIOS, y no hay otro”. Los cristianos vivimos un monoteísmo trinitario y no un triteísmo: el PADRE, el HIJO y el ESPÍRITU SANTO no son tres dioses, sino un solo DIOS. Esta revelación añade consistencia a la Palabra de Isaías y especifica la Fe del Nuevo Testamento.
DIOS y su creación
”Que se sepa desde el levante hasta el poniente, que todo es nada fuera de MÍ. YO SOY YAHVEH, no hay ningún otro” (v.6). La usurpación y la suplantación de identidad forma parte de las ardides del padre de la mentira, o el mentiroso desde el principio. Es YAHVEH, el DIOS de Abraham, de Isaac y de Jacob, quien se reveló a Moisés en el Sinaí (Cf. Ex 3,4-6); le dio las Diez Palabras en tablas de piedra y le prometió “una tierra que mana leche y miel” (Cf. Ex 3,17). DIOS es uno y su Nombre es YAHVEH. DIOS es uno, y no hay más dioses que ÉL; y si apareciera alguno queriendo presentarse como tal, sólo puede ser el padre de la mentira, que viene a confundir a los hombres. En este versículo DIOS mismo lanza un reto: mirar al mundo, a la creación en su conjunto y la inmensidad de la misma; pues todo lo que se abre a la visión del ojo humano es nada ante DIOS mismo su CREADOR. Es de necios establecer una identidad entre la Creación y DIOS como formulan algunos, pues todo camina hacia su término, mostrando una caducidad imposible de haberse dado a sí misma la existencia. Lo que es caduco y temporal no alcanza la eternidad por sí mismo. DIOS puede crear, porque es capaz de salir de SÍ MISMO al ser TRINIDAD. La creación no es el HIJO, pero todo ha sido pensado y realizado para el HIJO, por el HIJO y en el HIJO. La creación no se perfecciona por ella misma que encierra el lastre del pecado: la creación necesita ser redimida, y le corresponderá al HIJO llevar a cabo esa misión, pasando por la Encarnación, muerte y Resurrección.
Conspiración contra JESÚS
“Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprender a JESÚS en alguna palabra; y le envían a sus discípulos junto con los herodianos” (Cf. Mt 22,15-16). Continúa el evangelio de hoy la conclusión de la parábola de “La boda del hijo del rey”, en la que los fariseos y los saduceos se pudieron sentir aludidos. El destino de los que rechazaron la invitación no termino con un final feliz, y aquellas autoridades religiosas iban a poner punto y final a la misión de JESÚS; o al menos eso es lo que pretendían. Entran en escena los herodianos, que no se sabe muy bien el papel que desempeñaban en la trama que conspiraba contra JESÚS. Herodes presa de sus paranoicas supersticiones pensaba que JESÚS era Juan Bautista que había vuelto y de ahí que pudiera realizar tan grandes milagros (Cf. Mc 6,14-16). Los poderosos cuentan con numerosos peones dispuestos a realizar corruptelas y encargos que pudieran salpicar a los principales. Allí estaban los comisarios religiosos y políticos para entrar en acción, y pronto tendrían oportunidad de presentarse con falsos testimonios en el juicio contra JESÚS.
El falso halago
“MAESTRO, sabemos que eres veraz y enseñas el camino de DIOS con franqueza; y no atiendes a compromisos humanos, porque no haces acepción de personas” (v.16) Todo lo que exponen aquellos que tratan de tender una trampa a JESÚS es cierto, pues JESÚS en todo caso atiende con prioridad al enfermo, al necesitado y al pecador. También es correcto que JESÚS no tiene acepción de personas, y valora al hombre de acuerdo a su condición de hijo de DIOS. Dice JESÚS en casa de Zaqueo: “también éste es hijo de Abraham” (Cf. Lc 19,9) significando que aquel publicano y pecador también estaba dentro del Pueblo elegido y era objeto de su Misericordia. Aquellos comisarios estaban desempeñando con precisión el encargo. La finalidad del halago era desactivar las defensas en el ánimo de JESÚS y sorprenderlo en una palabra imprecisa en la trampa dialéctica que estaban a punto de tenderle. “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz” (Cf. Lc 16,8); y eso es así desde el principio de los tiempos como nos relata el Génesis. Allí Satanás -la serpiente- elimina las defensas dialécticas y anímicas para colocar su carga de profundidad y arruinar espiritualmente al hombre: “si comes de ese fruto, que te han prohibido, serás como DIOS, conocedor del bien y del mal” (Cf. Gen 3,1-5).
La pregunta
“Dinos, MAESTRO, ¿es lícito pagar tributo al César o no? Pero JESÚS conociendo su malicia, les responde, ¿por qué me tentáis? (v.17-18). JESÚS podía deducir por las actitudes y gestos externos cuáles eran las intenciones de aquellos individuos, pero además JESÚS como en otras ocasiones lee las conciencias o el corazón de aquellos comisarios perfectamente instruidos en la estrategia. La doble intención JESÚS la pone de manifiesto y los califica de “hipócritas”. El Tentador sigue trabajando y cuenta con sus agentes para las distintas acciones, y JESÚS delata también el móvil de fondo de aquella estratagema. La cuestión del tributo a Roma era un asunto político que implicaba a Herodes, al que se le encargaba de recaudar una cantidad de impuestos. A su vez Herodes contaba con los cobradores principales que eran los publicanos. La cadena quedaba establecida y todos se beneficiaban de la extracción de impuestos menos los contribuyentes, a los que una mala cosecha podía hacerles perder su hacienda, entonces pasaban a ser jornaleros de cualquier terrateniente del lugar. La repercusión social de los impuestos era de gran importancia y la respuesta dada por JESÚS sería tenida en cuenta.
La moneda del tributo
“Dice JESÚS: mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Les dice: ¿de quién es esta imagen y esta inscripción? Le dicen: del César. Entonces les dice: lo del César devolvédselo al Cesar y lo de DIOS a DIOS” (v.19-21). Si hay algo que sea propiedad del César hay que devolvérselo; y aquello que sea de DIOS y el hombre lo reconozca tendrá que corresponderle. La autoridad que se le atribuye al César proviene de DIOS: “no tendrías autoridad o poder sobre MÍ, si no te hubiera venido de lo ALTO (Cf. Jn 19,11), le dice JESÚS a Pilato. Toda autoridad o poder en la tierra proviene de DIOS cuando es dispuesto para el bien común de los que son encomendados. Aquellos portaban indebidamente una imagen del Cesar en el denario que mostraron a JESÚS, y estaban reconociendo que el REY de los judíos ya no era YAHVEH. Sin darse cuenta aquellos individuos religiosos marcados por la estricta observancia se estaban secularizando. El ámbito religioso empezaba a convivir con una cierta distancia entre ambos, sin confundir sus propias normas. La hacienda imperial y la pertenencia de Israel como Pueblo elegido de YAHVEH no tenían que entrar en conflicto, y si ellos lo querían provocar era su decisión. Israel podía agradar a DIOS aunque permaneciese bajo el yugo político romano, y las autoridades tenían que discernir bien ese extremo para no dirigir al Pueblo por el precipicio de la rebelión. El MESÍAS de DIOS no tenía un carácter de acción política, sino que venía a convertir los corazones hacia DIOS en orden a la santidad.
San Pablo, primera carta a los Tesalonicenses 1,1-5b
Las comunidades de Tesalónica tuvieron siempre un lugar especial en el corazón del Apóstol y se lo hace saber, poniendo de relieve una de las características principales del evangelizador. Les dice san Pablo: “nunca nos hemos presentado ante vosotros con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, y DIOS nos es testigo. Nos mostramos amables con vosotros como una madre cuida de sus hijos; y de esta manera, amándoos a vosotros queríamos daros no sólo el Evangelio de DIOS, sino nuestro propio ser” (1Tes 2,5-2). Esta carta a las comunidades de Tesalónica mantiene la tensión espiritual propia de la espera en la Segunda Venida del SEÑOR, que el Apóstol corregirá en sus detalles, pero mantiene su actualidad para cualquier momento de la historia. Nosotros también nos sentimos en un cambio de época y la necesidad de una mejora espiritual, que nos haga superar las graves deficiencias del momento presente. Ha ocurrido en otros tiempos, cuando las fuerzas humanas no alcanzan a resolver los graves problemas que se presentan, anhelamos la actuación especial del SEÑOR que en realidad está siempre viniendo, y nunca desoye el clamor de su Pueblo.
Presentación
“Pablo, Silvano y Timoteo, a la Iglesia de los Tesalonicenses, en DIOS PADRE, y en el SEÑOR JESUCRISTO. A vosotros Gracia y Paz” (v.1). San Pablo aparece acompañado de dos grandes colaboradores, Silvano y Timoteo, al que dedicará dos cartas denominadas pastorales por recoger un buen número de consejos prácticos sobre la misión. Silvano podría ejercer junto al Apóstol labores de secretario en la elaboración de las cartas. El saludo inicial es similar al de otros escritos y ofrece un pórtico común al que nos encontramos en una liturgia, porque la Palabra expuesta tiene un valor primordial. A las enseñanzas antiguas hay que ir añadiendo las cartas que los Apóstoles dirigen a las comunidades que están fundando. Estos escritos entrarán en el canon y constituirán al mismo tiempo la medida para calificar otros escritos. Con el último Apóstol se cierra la Revelación, que tiene entre sus rasgos fundamentales el ser apostólica. El fundamento de la Fe está en DIOS, PADRE de nuestro SEÑOR JESUCRISTO. Por ÉL nos viene toda clase de bendiciones con la instauración del Reino de Paz en medio de nosotros. La Paz mesiánica sigue trasmitiéndose por medio de los Apóstoles a toda la Iglesia, y a la Iglesia de Tesalónica no le falta ninguna Gracia del SEÑOR.
La oración apostólica
“En todo momento damos gracias a DIOS por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones” (v.2). El Apóstol es un intercesor por todos aquellos que le son encomendados, a los que un día dirigió la Palabra de la Vida, y quedaron marcados por el Bautismo para la Vida Bienaventurada. Es una característica de la oración de San Pablo la continuidad: siempre están los hermanos de Tesalónica en el corazón del Apóstol para ser presentados a DIOS. Lo que el aire es para el cuerpo lo es la oración para el alma del Apóstol. Sin respirar no se puede vivir y el Apóstol no vive sin estar en una oración continua.
El estado de la comunidad
“Tenemos presente ante nuestro DIOS y PADRE la obra de vuestra Fe, los trabajos de vuestra Caridad y la tenacidad de vuestra Esperanza en JESUCRISTO” (v.3). Las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, son las columnas en las que se sostiene la vida cristiana de cada uno en particular y de la comunidad misma. En el centro está la Caridad, pero la Fe da inicio a la vida cristiana. Gracias a los trabajos de la Caridad en este mundo la Esperanza en las promesas de la Vida futura se mantiene. Las tres Virtudes Teologales se necesitan mutuamente y la una contribuye al crecimiento de las otras dos. Los trabajos en este mundo movidos por la Caridad no dan lugar a la disipación, y mueve al creyente a un encuentro más auténtico con el SEÑOR, en la espera de una Vida Eterna que se abre en el horizonte, porque JESÚS ha resucitado.
Un Evangelio en el Poder del SEÑOR
“Conocemos hermanos queridos de DIOS vuestra elección, pues os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras, sino con Poder y con el ESPÍRITU SANTO, con plena persuasión” (v.4-5b). Toca aquí el Apóstol un eje fundamental de la Evangelización en los comienzos, que da la clave al mismo tiempo de la falta de eficacia de la Evangelización, la mayor parte de las veces, en el momento presente. Las manifestaciones carismáticas se daban con abundancia suficiente de modo que no se albergaran dudas sobre la presencia del RESUCITADO en medio de esa comunidad. La presencia del ESPÍRITU SANTO impartiendo dones y carismas, revivía con intensidad la presencia de JESÚS entre las multitudes o en las casas reunidos en un círculo más pequeño. La mundanización de la Iglesia nunca hará posible la fuerza espiritual de la Iglesia Apostólica de los inicios.