«Dios nunca bendice el pecado que separa al hombre de la fuente de la vida eterna y lo lleva a la ruina»: cardenal Müller

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* No debemos adoctrinar a los seminaristas con la fraseología neo-marxista y pseudo-psicológica de la revolución cultural del siglo pasado, pide.

La Asamblea sinodal va llegando a su fin. Mientras esperamos el documento final que recogerá las reflexiones compartidas durante estos días, cada vez más participantes van contando cómo se ha desarrollado este Sínodo.

Si bien es cierto que Roma ha impuesto un control férreo a la hora de compartir información y seleccionar a aquellos que debían intervenir en rueda de prensa tras las sesiones sinodales, también aquellos que no han gozado de tanto protagonismo quieren dar su parecer para que se les escuche y no solo se oiga lo que los medios oficiales del Vaticano pretenden.

El cardenal Müller, que ha participado en este Sínodo por designación directa del Papa Francisco, ha destacado a este medio que su «influencia en el sínodo fue completamente limitada» pudiendo hablar en público solo una vez. Sin embargo, el cardenal alemán destaca que «las conversaciones en la mesa fueron buenas».

El ex prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, reconoce que temas como la «bendición de la sexualidad extramatrimonial, antes y fuera del matrimonio, diaconado y ordenación sacerdotal de las mujeres, nivelación de la diferencia entre sacerdotes, obispos y laicos» han estado sobre la mesa en todo momento.

El purpurado alemán ha lamentado que en muchas ocasiones, escuchaba hablar a la gente «del Espíritu de una manera completamente anticatólica/poco ortodoxa, sin considerar que el Espíritu Santo es una persona divina y no un fluido, y por lo tanto sólo puede mencionarse junto con el Hijo y el Padre».

Intervención que protagonizó el cardenal Müller en el Sínodo el 11 de octubre sobre el sacerdocio:

El Vaticano II es la mejor guía para orientar la Iglesia en el siglo veintiuno. Porque su doctrina es la auténtica expresión de la fe católica.


Quisiera decir solo algo sobre el sacerdocio ministerial.

“Presbterorum Ordinis” señala las tareas importantes que los sacerdotes ordinados deben realizar en la renovación de la Iglesia de Cristo. El sacerdocio sacramental no es un grado superior dentro del sacerdocio común de toda la iglesia, como dijeron los protestantes: Más bien vale: “El sacerdocio de los presbíteros supone, ciertamente, los sacramentos de la iniciación cristiana, pero se confiere por un sacramento peculiar por el que los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza.” (PO 2) Es Cristo mismo quien llama, enseña, forma a sus apóstoles y a sus sucesores y les hace partícipes de su consagración y misión del Padre (PO 2).

La crisis de vocaciones, por tanto, no proviene de la gracia divina y del estilo carismático de vida del celibato, sino que, en el caso de abusos sexuales o espirituales, resulta de defectos psicosociales y morales de hombres individuales, especialmente cuando uno desprecia los mandamientos sexto y noveno del Decálogo.

Pero también sabemos que algunos inocentes han sido acusados simplemente por ser sacerdotes y para socavar la credibilidad de la Iglesia. El grave pecado del abusos deshonestos de adolescentes o la impudicia entre personas del mismo o del sexo opuesto excluye del reino de Dios (1 Cor 6,9; Rom 1, 26f). Un pecado mortal es lo contrario a una expresión de amor de Dios. Porque Dios nunca bendice el pecado que separa al hombre de la fuente de la vida eterna y lo lleva a la ruina.

Al formar a los seminaristas para que sean buenos pastores que den su propria vida por el rebaño de Cristo, no debemos adoctrinarles con repetir la fraseología neo-marxista y pseudo-psicológica de la revolución cultural del siglo pasado, sino que debemos orientarles en el amor personal a Cristo con respecto a la antropología y la teoría moral y social cristianas como lo hizo magníficamente el Concilio en «Gaudium et spes».

Toda división de la Iglesia en el esquema de izquierda-derecha de los partidos políticos o en direcciones ideológicas fracasa. La unidad de la Iglesia no se establece mediante una fórmula de compromiso, sino que tiene su origen y fuente constante en Cristo, su Cabeza, que mantiene unidos a todos los miembros de su cuerpo, que es la Iglesia.

Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto: Jesucristo.

Este sínodo de obispos da frutos sólo cuando seguimos el camino nuevo y recto del Syn-hodos, la compañía con Cristo, es decir, cuando seguimos a Aquel que se ha revelado en su persona como He Hodos, el camino, la verdad y la vida.

Por Javier Arias.

Jueves 26 de octubre de 2023.

InfoVaticana.

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