Dios nos manda escuchar a Jesús, no a ideologías de moda

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El Evangelio de este segundo domingo de cuaresma nos presenta el pasaje de la Transfiguración de Jesús. El Señor subió a lo alto de un monte acompañado por Pedro, Santiago y Juan y ahí, delante de ellos, se transfiguró. Sus vestidos se pusieron esplendorosamente blancos, con una blancura que nadie puede lograr sobre la Tierra; no debemos olvidar que Jesús, antes de hacerse hombre y venir a este mundo, ya existía, estaba con Dios y era Dios, y al tomar nuestra carne mortal no disminuye su divinidad ni deja de ser Dios.

En la Transfiguración da una muestra de su divinidad y de su Gloria. Jesús no es un gran profeta o un gran personaje de la historia. Jesús es el Hijo único de Dios, es Dios y hombre verdadero y eso lo hace único. Nadie jamás ha existido ni existirá como Él que une ser hombre verdadero a su persona divina; por lo tanto, es absolutamente falso decir que todas las religiones son iguales o queridas por Dios, que da lo mismo ser cristiano, musulmán o budista, pues en ninguna de esas falsas religiones ha hablado Dios por medio de su único Hijo y autorizado mensajero e intérprete que es Jesús, su Hijo; puede haber aparente bondad en todas las religiones, pero sólo en la fe cristiana hay Verdad y esa Verdad es la que testifica el Padre cuando exclama: “Este es mi Hijo muy amado. ¡Escúchenlo!”.

Dios nos manda escuchar a Jesús, no al mundo, a las ideologías de moda, a supuestos profetas iluminados, a personas que dicen tener visiones. Sólo debemos escuchar a Jesús y a Él, sobre todo, lo escuchamos en su Palabra que está contenida en el Evangelio. Jesús aparece conversando con Moisés, que representa la ley dada por Dios a través de él a su pueblo, y Elías considerado el más grande de los profetas; así pues, esta aparición significa una sola cosa: Que la ley y los profetas están de acuerdo y dan testimonio que Jesús es el Hijo de Dios, su enviado, su mesías, el que había prometido enviar a los hombres para su salvación.

“Dios, Padre eterno, Tú me mandas a escuchar a Jesús, tu Hijo amado, pero yo prefiero escuchar otras voces, las voces que justifican mi egoísmo, mi sensualidad mi avaricia, mi soberbia; no arriesgo escuchar tu Palabra, leer tu Evangelio porque me incomoda, porque cuestiona mi manera de pensar y de vivir y cuando busco tu Palabra, sólo me gustan esas partes en las que tú te muestras misericordioso y me das consuelo, pero no quiero ver aquellos pasajes en que te muestras exigente y severo, en los que me pides entrar en el Reino por la puerta estrecha porque ancha es la puerta que lleva a la condenación. Ayúdame a hacer sincero en la vivencia de mi fe, haz que cierre mis oídos a tantos maestros y doctrinas falsas y enséñame a saber escucharte sólo a ti, pues solo tú y nadie más es el camino la verdad y la vida”. 

Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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