* «Cristo es el único y exclusivo exorcista», aclaran
La Asociación Internacional de Exorcistas publica un documento sobre lo que considera errores que se cometen por quienes buscan ayudar a evitar el «tormento debido a la acción extraordinaria del Maligno» sobre algunas personas.
Por su interés, lo reproducimos integramente a continuación:
INTRODUCCIÓN
“Misericordia motus est”[1] es la actitud profundamente cristiana que brota del corazón del Buen Samaritano hacia el hombre que, caído en manos de bandidos, es abandonado agonizante en un camino que baja de Jerusalén a Jericó[2].
Desde esta página evangélica, la Iglesia ha dado siempre gran importancia a las Obras de Misericordia espirituales y corporales[3], recordando que estamos llamados a medirnos por su realización efectiva como prueba de nuestra caridad[4].
Entre las muchas formas de aplicación de las obras de misericordia, se da particular atención al ministerio del exorcismo, mediante el cual la Iglesia quiere, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, derramar «aceite y vino» (Lc 10,34) sobre las llagas de quienes experimentan, entre muchas formas de sufrimiento, algún tormento debido a la acción extraordinaria del Maligno.
Las enseñanzas de Cristo y el Magisterio de la Iglesia, que iluminan siempre la vida de los fieles, nos permiten comprender cuáles deben ser las actitudes que no corresponden plenamente a un correcto ejercicio de la delicada tarea del exorcista[5].
Objetivo de esta nota
Esta nota tiene como objetivo ofrecer las aclaraciones necesarias para que la Divina Misericordia pueda ser distribuida adecuadamente a través del Ministerio del Exorcismo.
No se expondrán aquí nuevamente los criterios sobre las condiciones para la realización de un Exorcismo Mayor, ni tampoco las Orientaciones para este delicado Ministerio[6], sino que se ofrecerán algunas observaciones sobre ciertas prácticas pastorales que, en lugar de ofrecer un servicio al cuerpo herido de Cristo, aumentan el sufrimiento y causan desorientación. Es deseable que los fieles (clérigos, consagrados y laicos) puedan conocer estas observaciones para evitar actitudes y modos que no corresponden a la acción auténtica de Cristo Señor, modelo para todo ejercicio del ministerio de liberación de la acción extraordinaria del mal[7].
Licencia del Ordinario
En los últimos años, ha aumentado el número de quienes, dudando o convencidos de ser víctimas de una acción extraordinaria del demonio, en una de sus diversas formas (vexación, obsesión, posesión o infestación diabólica), acuden en busca de exorcistas. A veces, esta convicción está apoyada por personas que, sin ninguna formación específica en la materia[8] y sin el mandato del Ordinario competente[9], actúan de manera inadecuada, provocando confusión en el pueblo de Dios, especialmente entre aquellos que, por su sencillez, por la situación de sufrimiento en la que se encuentran y, en algunos casos, por la superstición de la que son víctimas, son más frágiles. Con esto no se pretende en modo alguno negar que existen situaciones que requieren la intervención del ministerio del exorcismo que Cristo ha confiado a su Iglesia, sino que el discernimiento definitivo de una verdadera acción demoníaca extraordinaria es responsabilidad, en las diversas formas en que puede manifestarse, de quienes gozan de la formación necesaria y actúan con el mandato de la autoridad eclesiástica.
Cristo, el único y exclusivo exorcista
Conviene recordar que el ministerio del exorcismo se administra siempre en nombre y por cuenta de la Iglesia y que el exorcista actúa como ministro de Cristo (el único que tiene, en sí mismo, autoridad sobre todos los demonios) y de la Iglesia. El exorcista, con su servicio eclesial, “se acerca” al demonio, “venda las heridas” causadas por la acción extraordinaria del demonio, derramando sobre ellas el óleo del consuelo y el vino de la esperanza. Toma sobre sí en su propia oración el sufrimiento del demonio, caminando junto a los parientes y amigos del que sufre; lo conduce “a una posada” (Lc 10,34), imagen de la Iglesia de Cristo, y lo cuida, pagando con sus propias oraciones la liberación implorada[10]. Como en toda acción litúrgica, es la Iglesia la que actúa: «Cuando no está presente ningún grupo de fieles, aunque sea pequeño, presencia que exige de por sí la sabiduría y la prudencia, el exorcista no debe olvidar que en su persona y en la de los fieles atormentados por el Maligno está presente la Iglesia. Y recuerde esto también a los fieles atormentados por el Maligno»[11].
El exorcista, sabiendo que actúa en nombre y representación de la Iglesia, comprende que, como nuevo bautista, debe evitar cualquier forma de protagonismo: «Es necesario que él crezca, pero que yo disminuya» (Jn 3,30).
PRÁCTICAS INCORRECTAS
Teniendo en cuenta las observaciones precedentes que pretenden expresar el sentido y el espíritu de esta nota, recordando que los errores que pueden cometerse en el Ministerio del Exorcismo son tratados cuidadosamente en las citadas Directrices , y basándose en la experiencia y legítima preocupación de algunos, la Asociación Internacional de Exorcistas considera oportuno ofrecer diez aclaraciones para arrojar luz sobre algunas situaciones que son objetables.
1. Desaprobación de la improvisación y el sensacionalismo.
Se condena la actitud de algunos sacerdotes, consagrados y laicos que, carentes de formación adecuada y de mandato episcopal, en lugar de remitir los casos de posible acción extraordinaria del maligno a alguien que haya recibido un mandato especial y expreso del Obispo diocesano, emprenden caminos arbitrarios de liberación, no autorizados por la autoridad eclesiástica competente. Aún más grave es cuando disuaden a los fieles de acudir al exorcista oficial de la propia diócesis, sugiriendo que busquen otros exorcistas “más poderosos” o apoyando la idea de una presencia demoníaca que identifican erróneamente.
2. Centralidad del Evangelio
Es deplorable que algunos, en lugar de anunciar el Evangelio de Jesucristo que libera al hombre de la esclavitud del mal y del pecado, centren su atención exclusivamente en la presencia y la obra del diablo. En lugar de acompañar a los que sufren en un camino de fe, oración, vida sacramental y caridad, recordándoles que spes non confundit (Rm 5,5), «la esperanza no defrauda», les llevan a creer que la liberación depende únicamente de una repetición compulsiva de oraciones y bendiciones[12], cuando, en cambio, la paz que viene de Cristo, y a la que todos anhelan, sólo se puede obtener mediante una vida de caridad, alimentada por la Palabra de Dios, la oración, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y de la Confesión, y una auténtica devoción a la Virgen Inmaculada.
3. Discernimiento negligente
Algunos sacerdotes, y a veces lamentablemente también exorcistas, descuidando el discernimiento serio y riguroso que prescriben los Praenotanda del Rito de los Exorcismos[13], utilizan criterios extraños a la fe católica, haciendo suyos conceptos de origen esotérico o new age [14]. Este enfoque es inaceptable y contrario a la fe y a la doctrina de la Iglesia[15].
4. Prácticas supersticiosas, uso indebido de la res sacrae
Hay que censurar a quienes recurren a procedimientos supersticiosos, pidiendo fotos o prendas de vestir para identificar posibles hechizos, tocando determinados puntos del cuerpo de los fieles con el fin de “diagnosticar la presencia de entidades malignas” o para “expulsar la negatividad”, o sugiriendo un uso indebido de la res sacrae (agua, sal, aceite bendito, etc.) que algunos llaman “exorcizada”. Son comportamientos erróneos que alimentan una mentalidad y una práctica supersticiosas, dañan la dignidad del cuerpo, templo del Espíritu Santo, e inducen a un uso mágico de los objetos benditos, privándolos, de hecho, del verdadero sentido de hacer presente la presencia salvífica de Cristo.
5. Participación de figuras inapropiadas
Es inaceptable que algunos sacerdotes o agentes pastorales colaboren con quienes se consideran “sensibles” o presuntos carismáticos, dirigiendo a ellos a los fieles sufrientes, en lugar de ponerlos en contacto con alguien que ha recibido un mandato especial y expreso del Ordinario del lugar para ejercer el ministerio del exorcismo. Peor aún es cuando es el propio exorcista diocesano quien delega en estas figuras la tarea que la Iglesia le ha confiado: hacer un discernimiento autorizado de una verdadera acción demoníaca extraordinaria, a lo que se añade, en algunos casos, dejarse guiar por ellas para “liberar” del mal a las personas sufrientes. Tal comportamiento elude la naturaleza del ministerio encomendado al exorcista, que le exige hacerse cargo del sufrimiento de los demás y no omitir un tiempo personal, regular, escrupuloso y, en algunos casos, gravoso, de discernimiento necesario para verificar la posible acción extraordinaria del demonio y acompañar a quienes son verdaderamente sus víctimas.
6. Exclusión de las ciencias médicas y psicológicas
En el discernimiento, el exorcista, además de los criterios tradicionales utilizados para identificar los casos de acción extraordinaria del demonio,[16] puede apoyarse en la opinión de exorcistas con experiencia consolidada y, en algunos casos, en la consulta a expertos en medicina y psiquiatría. El ministerio del exorcismo, como todo sacramento, está al servicio del hombre. Por tanto, no se puede excluir a priori la ayuda de las ciencias psicológicas y psiquiátricas, así como de otras disciplinas positivas, que en algunos casos pueden ayudar a comprender el origen de males no necesariamente de origen preternatural. Este comportamiento no sólo es incorrecto, sino que expone a las personas a riesgos innecesarios, descuidando la contribución, en algunos casos decisiva, de las disciplinas médicas y psicológicas modernas.
7. Reclamaciones imprudentes y perjudiciales
El deseo de identificar a toda costa una acción demoníaca extraordinaria como causa de una situación de sufrimiento, cuyo origen se desconoce, omitiendo un discernimiento serio previo, además de ser inútil, puede causar daños. También en este caso, las Directrices elaboradas por la Asociación Internacional de Exorcistas constituyen una excelente ayuda y una referencia indispensable[17].
8. Maldiciones
Sin negar la existencia real de la práctica de la brujería, desgraciadamente más extendida en la sociedad actual de lo que se podría pensar[18], condenamos la actitud fóbica de quienes ven en la brujería el origen necesario de todos los males y desgracias que pueden sobrevenir a la vida de una persona. El sentido común y la experiencia nos enseñan que, aun cuando un mal pueda tener realmente su origen en una brujería, concentrarse en identificarla y condenar a las personas diciendo que son víctimas de ella, no sólo es inútil e irrelevante a los efectos de la liberación, sino que puede ser perjudicial para la víctima, provocando sospechas sobre los presuntos instigadores o autores que han llevado a cabo la brujería y vertiendo sentimientos de odio hacia ellos, como explican claramente las Directrices .
Respecto a este importante tema, reiteramos que es necesario, en cambio, concentrar nuestra atención en los remedios de gracia que ofrece la Iglesia y en el camino cristiano a seguir, recordando que es esencial enseñar a cuantos sufren:
- la certeza de la fe en que Dios no abandona a su criatura en la prueba, sino que de algún modo sufre con ella y al mismo tiempo la sostiene y la consuela con su gracia;
- La convicción de que todo sufrimiento, causado por cualquier mal que pueda sobrevenirnos en la vida, si se acepta con amor y se ofrece a Dios, transforma el mal en bien. En efecto, «la leve tribulación que ahora padecemos nos proporciona un peso incalculable y sobremanera grande de gloria» (2 Co 4,17), completando en nuestra carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24).
9. Sanación intergeneracional (sanación del árbol genealógico)
Aunque animados por las mejores intenciones y con el deseo de aliviar el sufrimiento de las personas, algunos sacerdotes, e incluso algunos exorcistas, llevan a cabo la práctica de la llamada curación intergeneracional, como condición sine qua non , sin la cual no se puede alcanzar la curación ni la liberación, sin darse cuenta del daño que hacen a su fe y a la del pueblo, así como de las consecuencias que éste puede sufrir a nivel existencial. Diversos Ordinarios locales y Conferencias Episcopales ya han intervenido en este ámbito, dando motivaciones doctrinales que demuestran cómo tales prácticas no tienen fundamento bíblico y teológico. A esta posición nos remitimos, en particular a la más reciente, por orden de tiempo, de la Conferencia Episcopal Española[19].
10. Desterrar el miedo
El exorcista debe conducir a los fieles atormentados a recibir la paz que viene de Cristo. Para ello, debe primero estar habitado por esta paz, rechazando toda forma de miedo y educando a quienes acompaña con su ministerio a combatirlo. Porque el miedo, sea cual sea el motivo que lo provoque, cuando se cultiva, conduce al debilitamiento de la fe y a la pérdida de la confianza en Dios. El diablo lo utiliza para esclavizar al hombre (cf. Hb 2,14-15), mientras que en la Biblia resuena al menos 365 veces la invitación de Dios a no tener miedo. Un sacerdote que tuviera miedo del diablo en el ejercicio de su ministerio o en su vida cotidiana no podría ejercer el ministerio del exorcismo sin exponerse a graves peligros para su vida espiritual, sobre todo si, en lugar de cultivar la confianza y el abandono total de sí mismo en las manos misericordiosas de Dios, trata de afrontarlo con prácticas más o menos supersticiosas.
SOCIEDAD ACTUAL
La iridiscente y compleja realidad social en la que se ejerce el ministerio del exorcismo, teniendo en cuenta el panorama definido icónicamente como líquido[20], está lastrada por el peso de las presentaciones cinematográficas que contribuyen a una idea del sacramental del exorcismo como oscura, inquietante y aterradora: las formas censurables de lo horrendo fomentan así una visión muy aterradora de la acción extraordinaria del demonio. Por ello, es necesario prestar atención a la formación de los Sacerdotes, de los Consagrados y de los Fieles Laicos, para que no se encuentren caminando por caminos peligrosos que los llevarían «a manos de bandidos» (Lc 10,30). Todos podemos ver cómo la sucesiva cinematografía[21], con la difusión de productos de dudosa moralidad, alimenta una curiosidad malsana por lo preternatural; y esto se debe a menudo a una falta de equilibrio por parte de quienes, en cambio, deberían ser «modelos de la grey» (1 Pe 5,3).
EXORCISMO, UNA EXPERIENCIA DE DIOS Y DE ALEGRÍA
La experiencia de quienes ejercen el ministerio del exorcismo, así como la de los asistentes que colaboran en diversas funciones, confirma que el exorcismo, contrariamente a la idea difundida, está impregnado de una profunda alegría: se es testigo auténtico de cuán poderosa es la acción de Cristo Resucitado, que ilumina las tinieblas más oscuras y nos libera del pecado más terrible. La intercesión de la Virgen Inmaculada, en primer lugar, de los Santos y Beatos del Cielo, de los Ángeles, fieles servidores del Altísimo, que se hacen sentir durante los exorcismos, demuestran cuán disruptiva es la Comunión de los Santos.
EL ARTE DEL ACOMPAÑAMIENTO
En este sentido, «la Iglesia deberá iniciar a sus hermanos –sacerdotes y laicos– en este “arte del acompañamiento”, para que cada uno aprenda siempre a quitarse las sandalias ante el suelo sagrado del otro» [22]: esto significa tomar al otro y conducirlo a la Hostia divina, siguiendo el ejemplo del buen samaritano que no deja de cuidar del desventurado, sino que cuida de él pagando lo que sea necesario para su salvación (cf. Lc 10,35): y el precio es la Cruz de Cristo.
La tarea principal de todo exorcista será por tanto la de dar paz y esperanza, evitando cualquier gesto o comportamiento que cause confusión y alimente el miedo, siguiendo la invitación del Apóstol: «Sed imitadores de mí, como yo de Cristo» (1 Co 11,1).
LOS SANTOS: MAESTROS Y MODELOS
La Iglesia, reconociendo la santidad heroica de los sacerdotes que, como maestros y modelos, nos han precedido en el camino hacia el Paraíso, nos da enseñanzas que debemos hacer nuestras. Entre las numerosas figuras santas de sacerdotes exorcistas, recordamos aquí a san Vicente Pallotti[23], a quien la Reina de los Apóstoles dijo: «Quiero enseñarte, hijo mío, una doctrina casi desconocida en el mundo, o al menos poco considerada: toda obra, precisamente porque es realizada por el Verbo eterno encarnado, adquiere en su Iglesia grados incomprensibles de dignidad; aprende, pues, a conocer cada vez más la sublimidad del oficio de exorcista, precisamente porque este oficio fue ejercido por el divino Redentor»[24].
LA SUBLIMIDAD DE LA PROFESIÓN DEL EXORCISTA
Los sacerdotes llamados al ministerio del exorcismo deben recordar que, así como el Señor Jesús no quiso estar exento de ser tentado, también ellos están sujetos a la acción ordinaria del demonio, acción que no se puede superar sin una gran fe y una profunda humildad. Sirva de ejemplo para ellos el fundador de los Palotinos. Durante un exorcismo a un santo sacerdote que, después de haberse dedicado durante mucho tiempo y con fruto a la predicación de misiones populares, sufrió la acción extraordinaria del demonio durante trece años[25], escribió esta oración: «No yo, sino Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, te ordeno, oh demonio, a ti y a tus satélites que no desobedezcas ningún mandato. No harás ningún mal a este siervo amado de Dios AG; no le impedirás ningún ejercicio de piedad y no hablarás si no se lo pides». Esta oración manifiesta al mismo tiempo la gran humildad del sacerdote romano –que todo exorcista debe hacer suya– y la firme confianza en la Santísima Trinidad.
LOS MÁS POBRES ENTRE LOS POBRES
En la presentación del Rito de los Exorcismos publicado por la Conferencia Episcopal Italiana, se recuerda que «el fiel que pide un exorcismo es un miembro de la comunidad, uno de aquellos miembros a quienes la comunidad debe amar con un amor preferencial: cuando está en poder del Maligno, de hecho, es el más pobre de los pobres, necesitado de ayuda, comprensión y consuelo. El ministerio del exorcista, por tanto, no es sólo un ministerio de liberación, sino también un ministerio de consolación»[26]. Por eso, recordando las palabras de san Juan de la Cruz: «Por la tarde seréis examinados en el amor», el exorcista no puede dejar de dejarse guiar por estos sentimientos hacia sus hermanos y hermanas que experimentan esta forma extraordinaria de sufrimiento, para que ante ellos y ante el mundo «sea testimonio de la presencia de Cristo Salvador, que ha vencido todo poder hostil a la vida»[27].
REFERENCIAS.
[1] «Se compadeció» (Lc 10,33).
[2] Cf. Lc 10,30-37.
[3] «Las obras de misericordia son acciones de caridad con las que ayudamos al prójimo en sus necesidades físicas y espirituales (cf. Is 58,6-7; Hb 13,3). Instruir, aconsejar, consolar y confortar son obras de misericordia espirituales, como lo son el perdón y la paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer a los hambrientos, dar techo a los sin techo, vestir a los desnudos, visitar a los enfermos y a los encarcelados y enterrar a los muertos (cf. Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna a los pobres (cf. Tb 4,5-11; Si 17,22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; Es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf. Mt 6,2-4): «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga qué comer, que haga lo mismo» (Lc 3,11). «Dad más bien de lo que tenéis, y todo os resultará puro» (Lc 11,41). «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y comed”, pero no les dais lo que necesitan para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2,15-16; cf. Jn 3,17) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447).
[4] Cf. Mt 25,31-46.
[5] De ahora en adelante, por el término exorcista se entiende el sacerdote a quien el Ordinario del lugar, normalmente el Obispo diocesano, ha confiado el ministerio del exorcista, como establece el Código de Derecho Canónico (CIC), can. 1172, § 1.
[6] Sobre este importante punto: Asociación Internacional de Exorcistas, Orientaciones para el ministerio del exorcismo a la luz del ritual actual, Editorial Ágape Libros, Buenos Aires 2021 ( Linee guida per il ministero dell’esorcismo. Alla luce del rituale corriente , Edizioni Messaggero, Padua 2019), en adelante: Orientaciones.
[7] No es intención de esta nota enumerar los numerosos episodios evangélicos que testimonian cómo el Señor Jesús combatió la acción del demonio.
[8] Rituale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum auctoritate Ioannis Pauli PP. promulgatum. De Exorcismis et Supplicationibus quibusdam , Editio Typica emendata, Typis Vaticanis 2004, n. 13, citado a continuación como DESQ seguido del número correspondiente.
[9] Cfr. El Código de Derecho Canónico puede. 1172, §1, citado más abajo como CIC seguido del canon correspondiente.
[10] Cfr. Lc 10, 33-35.
[11] DESQ núm. 34, b.
[12] El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 1078, afirma: «La bendición es una acción divina que da vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don («bene-dictio», «eu-logia»). Aplicado al hombre, este término significa adoración y entrega a su Creador en acción de gracias». El sentido que el Catecismo de la Iglesia Católica da a la bendición es esclarecedor para nuestro propósito: algo que da vida, que viene del Padre. Uniendo los conceptos de palabra y don, se nos ayuda a comprender que el ministerio del exorcismo, ejercido por medio de la palabra, es un don del Padre: «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quienes se las pidan!» (Mt 7,11).
[13] DESQ n. 14-17.
[14] Expresiones como abrir y cerrar chakras, eliminar negatividad, utilizar energías positivas o negativas, cuerpo astral, etc., no pertenecen al lenguaje litúrgico, mucho menos al teológico, sino que son fruto de creencias, supersticiones y filosofías contrarias a la religión católica.
[15] Son varios los pronunciamientos magisteriales que condenan abiertamente la práctica de la Nueva Era y las doctrinas de carácter esotérico. Al respecto, véase la página web del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
[16] Orientaciones, cap. XII y XIII.
[17] Ibíd. Cap. V.
[18] Ibíd., núm. 86-89, págs. 65-67.
[19] Conferencia Episcopal Española – Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, Su misericordia se extiende de generación en generación (Lc 1,50). Nota doctrinal sobre la práctica de la “curación intergeneracional” , Madrid, 1 de noviembre de 2024.
[20] Cf. Bauman Z., Modernidad líquida , Editorial Fondo de Cultura Económica, México 2003.
[21] No faltan, sin embargo, películas que abordan el tema de forma constructiva, ayudando al espectador a reflexionar de forma equilibrada. Entre ellas, «Nefarious» (2023), de C. Solomon y C. Konzelman, que, a la luz de la modernidad, consigue retratar la lucha entre el bien y el mal, y muestra cómo en ella opera realmente el diablo como ser personal. Destacamos también el doc-film auspiciado por la Asociación Internacional de Exorcistas: «Libera nos. El triunfo sobre el mal» (en la producción española su título es: «Libera nos. El combate de los exorcistas»). A través de entrevistas a sacerdotes exorcistas, estudiosos de la Biblia, teólogos, liturgistas, canonistas, psiquiatras y con algunas escenas de exorcismo reconstruidas íntegramente cinematográficamente a partir de hechos reales, esta obra pretende ser una herramienta útil para todos los fieles, tanto laicos como sacerdotes, para ayudarles a comprender qué es el exorcismo a la luz de la Verdad del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia Católica.
[22] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium , Roma, 24 noviembre 2013, n.
[23] San Vicente Pallotti (Roma, 21 abril 1795 – Roma, 22 enero 1850) fue un sacerdote y fundador de la Sociedad del Apostolado Católico, proclamado santo por el Papa san Juan XXIII en 1963. [24
] Amoroso F., San Vincenzo Pallotti romano , San Paolo Editore, Cinisello Balsamo (MI) 2004, p. 48.
[25] Este acontecimiento narrado en la vida de san Vicente Pallotti nos recuerda que la acción extraordinaria del demonio no siempre es causada por la propia responsabilidad; en algunos casos, como en este, es la infinita Providencia divina la que permite tales sufrimientos, ofrecidos como acto de reparación, en aras de un bien mayor. En el suceso aquí narrado, las crónicas de la época refieren cómo el diablo, durante el exorcismo, se divertía en revelar los abusos cometidos por la jerarquía, los religiosos y el pueblo para poder enmendarse y cambiar de vida (Cf. Amoroso F., San Vincenzo Pallotti…, p. 49).
[26] Conferencia Episcopal Italiana, Rito de los exorcismos y oraciones para circunstancias especiales , Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2001, n. 16.
[27] Ibíd., n. 17.