Dios necesita ‘testigos’

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Hemos terminado el tiempo de Navidad e iniciado el tiempo ordinario; recordemos que en este tiempo se usa el color verde en la liturgia, a excepción si se celebra algún mártir será rojo o si es fiesta será el blanco. En el Evangelio que escuchamos este domingo, lo central es el testimonio de Juan sobre Jesús: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo… yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Juan cumple con su misión de ser el precursor e indicar quién es el verdadero Mesías. El testimonio del Bautista indica “síganlo”.

Analicemos algunos pensamientos:

Diferencias entre el bautismo de Juan y el de Jesús

Mientras que Juan predicaba un bautismo de conversión, de arrepentimiento, un bautismo externo, el bautismo de Jesús es en el Espíritu Santo, es un bautismo que transforma a la persona internamente, no se trata de seguir sólo doctrinas o ritos, es un estilo de vida nueva. Con el bautismo de Jesús, no debemos ser los mismos, nuestra vida adquiere un sentido de trascendencia, ese fuego interior del Espíritu Santo, debe conducirnos a vivir al estilo de Jesús, porque Él quitó y quita el pecado del mundo. Se nos olvida con frecuencia que al pecar, no somos sólo culpables sino también víctimas; cuando pecamos nos hacemos daño a nosotros mismos, nos preparamos una trampa trágica pues agudizamos la tristeza de nuestra vida cuando precisamente creíamos hacerla más feliz. No olvidemos la experiencia amarga del pecado: Pecado es renunciar a ser humanos, dar la espalda a la verdad, llenar nuestra vida de oscuridad. Pecar es matar la esperanza, apagar nuestra alegría interior, dar muerte a la vida; pecar es aislarnos de los demás, hundirnos en la soledad; pecar es contaminar la vida, hacer un mundo injusto e inhumano, destruir la fiesta y la fraternidad.

Parece que somos cristianos que fuimos bautizados con “agua”, y que nos falta ser bautizados en el “Espíritu”. Quizá hemos crecido en muchos aspectos, pero vivimos atrofiados interiormente, hemos opacado el fuego del Espíritu; quizá somos personas practicantes de ritos religiosos, pero nos falta vivir la experiencia de ese Dios vivo que da un sentido a nuestras vidas.

Hermanos, al iniciar este año, al estar iniciando este tiempo ordinario, es importante que veamos nuestro cristianismo, nuestras prácticas religiosas, nuestra vida. Muchas veces, nos quejamos de la apatía de los cristianos, criticamos que nos hemos dejado envolver por la cultura del materialismo, del individualismo, pero nos olvidamos de esa experiencia que se tiene que tener con el Dios vivo. El bautismo debería ser el momento de inicio de esa experiencia, pero el bautismo ha caído en una costumbre que se ha repetido, haciéndose una ocasión para un evento social. La mayoría de las veces, ni papás, ni padrinos, comprenden el verdadero sentido del bautismo. Es momento de valorar el bautismo como sacramento de iniciación cristiana y su significado que tiene en nuestras vidas.

El testimonio del Bautista

“Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”. El Bautista testifica quién es Jesús. El Bautista no habla de doctrinas, de normas, él da testimonio, testifica con su vida, indica al que deben seguir. Por el bautismo entramos a formar parte de una Iglesia que se encuentra zarandeada por los vientos de la cultura actual; en esa Iglesia hemos recibido una enseñanza que debe conducirnos a tener un encuentro con Jesús y sólo con un encuentro profundo podremos ser testigos. Hermanos, como cristianos no carecemos de doctrina o directrices para ser buenas personas; como Iglesia y como bautizados, contamos con santos que han sido elevados a los altares por vivir una vida de acuerdo a los requerimientos de Jesús. Pero en este mundo marcado por el materialismo, se necesitan testimonios vivos, actuales, que indiquen que vale la pena vivir como Jesús vivió. La Iglesia en nuestro mundo, no debe quedarse con enseñar doctrinas, debe dar el paso a mostrar un estilo de vida. Nosotros como cristianos debemos buscar el encuentro con Jesús para vivir de acuerdo a su enseñanza. No es suficiente aprender doctrinas de memoria, recitar rezos, practicar ritos. Jesús nos sigue invitando a vivir de manera alegre nuestra fe. No olvidemos que somos testigos vivientes de lo que decimos creer; damos testimonio para bien o antitestimonio para mal.

Papás, no olviden que ustedes son ejemplo de sus hijos; no basta mandarlos al catecismo o indicarles que vayan a Misa los domingos, su testimonio marca más la vida de fe de sus hijos; con sus vida y con sus actos les estás enseñando cómo creer. Como cristianos estamos invitados a señalar a Jesús, sobre todo, a dar testimonio de Él. Sólo puede hablar adecuadamente de Jesús y con la autoridad de Dios, quien lo ha visto, quien lo ha sentido en su corazón. Para hablar y anunciar a Jesús, necesitamos: Hablar de lo que hemos visto y oído, hablar con convencimiento, hablar con gozo y con alegría, y sobre todo, hablar con el testimonio de nuestra vida.

Siempre se necesita de que alguien vea primero para poder luego mostrarlo a los demás. Y esto es válido para todos los que nos llamamos creyentes, porque Dios no necesita ‘propagandistas’, Dios necesita ‘testigos’. Los hijos necesitan de padres que han visto, los fieles necesitan de sacerdotes que han visto, el mundo necesita de cristianos que han visto. Por eso todos necesitamos de “ese bautismo del Espíritu y de fuego”, para que el agua con que nos bautizaron no se seque de inmediato.

No olvidemos hermanos, que la única razón de ser de una comunidad cristiana, es dar testimonio de Jesucristo. Tal vez una de las tragedias de nuestro mundo actual, sea el ‘no contar con testigos vivos de Dios’. La figura del Bautista, verdadero testigo de Jesucristo, nos obliga, nos lleva a hacernos una pregunta: ¿Mi vida, ayuda a alguien a creer en Dios o más bien le aleja de Él?.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

Comparte:
Obispo de la Diócesis de Apatzingan