Dios lo será todo en todos

Ezequiel 34,11-12.15-17 | Salmo 22 | 1Corintios 15,20-26.28 | Mateo 25,31-46

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El señorío de CRISTO cumple el Plan de DIOS de llevar a plenitud todas las cosas. Llegamos al final del Año Litúrgico y recorrimos un camino espiritual de la mano del evangelista san Mateo en la Liturgia de la Palabra de los domingos. La semana próxima daremos comienzo al tiempo de Adviento, preparatorio a la Navidad, y damos inicio a un nuevo ciclo. La acción de la Gracia sobre los cristianos y el mundo tiene por objetivo nuestra transformación hasta completar en cada uno el modelo que es el mismo CRISTO. Nos encontramos en un proceso que comenzó mucho tiempo atrás, del que a nosotros nos toca participar en estos momentos. JESÚS, el HIJO ÚNICO de DIOS nos va llamando: “mis ovejas escucharán mi voz” (Cf Jn 10,27). La voz del VERBO es Palabra creadora para cada hombre hecho a su “imagen y semejanza” (Cf. Gen 1,26-27). La Palabra del VERBO se establece dentro de una relación personal y de encuentro a lo largo de esta vida: “venid a MÍ los que estáis cansados y agobiados, que YO os aliviaré” (Cf. Mt 11,28). La Palabra del VERBO, JESUCRISTO el HIJO de DIOS, la volveremos a escuchar al dejar este mundo, y será la entrada para siempre en la Vida Eterna con el SEÑOR: “venid, benditos de mi PADRE, al Reino que os he preparado desde la creación del mundo” (Cf. Mt 25,34). En los evangelios quedan reflejadas palabras similares que dan entrada a los seguidores de CRISTO para acceder a la Vida Eterna. Son palabras de Juicio, de Misericordia y de Vida Eterna. JESÚS predicaba que el Reino de los Cielos estaba cerca: “se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertios y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). El patrimonio paterno lo heredan los hijos, y nos hemos convertido en hijos de DIOS por puro don y Gracia a través de JESUCRISTO, que nos ha dado “el poder ser hijos de DIOS” (Cf. Jn 1,12), por la Fe que tenemos en ÉL. Esta Fe afirma sin reticencias que JESUCRISTO es nuestro único SALVADOR, porque ÉL es el HIJO de DIOS. La Palabra de JESÚS franquea la entrada definitivamente a la Vida Eterna.

Tiempos distintos

Las cartas que van dirigidas a las Siete Iglesias, en el libro del Apocalipsis, muestran los diferentes tiempos o épocas, y circunstancias, que afectan a la vida de cada cristiano. El SEÑOR tiene una Palabra específica para cada una de las Iglesias. Más aún, la Palabra del SEÑOR nos va a ser dirigida de modo particular, pues ÉL es el BUEN PASTOR, que conoce a cada una de sus ovejas y las llama por su verdadero nombre (Cf. Jn  10,3). No sólo debemos considerar estas palabras del Apocalipsis, sino también determinadas palabras contenidas en los evangelios como  tipos de palabras para darnos entrada en la Vida Eterna.

Éfeso

“El que tenga oídos, que oiga lo que el ESPÍRITU dice a las Iglesias. Al vencedor le daré a comer del Árbol de la Vida, que está en el Paraíso de DIOS” (Cf. Ap 2,7). Una vez eliminada la dualidad del bien y del mal que perturbaba el corazón del hombre, ya es posible participar de la Vida Eterna sin restricciones. El verdadero Paraíso se abre para el hombre después de haber renunciado a las diversas formas de maldad, y haberse determinado por el “amor primero” o primordial (Cf. Ap 2,5). Nosotros escuchamos a nuestro modo la Palabra que se ha revelado en la Escritura, y un día escucharemos sin mediaciones la Palabra que nos da la entrada a la Vida Eterna.

Esmirna

“Te daré la corona de la Vida” (Cf. Ap 2,10). San Pablo nos dice: “si sufrimos con ÉL, reinaremos con ÉL” (Cf. 2Tm 2,12). A los de Esmirna les esperaba cárcel y persecución por la Fe en el nombre de JESÚS. La corona de la victoria está labrada con los sufrimientos, persecuciones y cárceles en el Nombre de JESÚS, como preveía la última de las Bienaventuranzas según san Mateo (Cf. Mt 5,11). “El vencedor no sufrira daño dela muerte segunda (Cf.Ap 2,11).

Pérgamo

“Al vencedor le daré el maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca, y grabado en la piedra un nombre nuevo, que sólo él conoce” (Cf. Ap 2,17). Ahora nosotros en la EUCARISTÍA nos alimentamos del verdadero MANÁ, porque la EUCARISTÍA baja del Cielo; pero entonces el alimento de nuestro espíritu aunque escondido estará presente sin escasez alguna. El banquete está preparado y el MANA del Cielo ofrecerá un banquete sin término y variado sin limitación alguna. En esta carta se revela que alcanzaremos nuestra verdadera identidad cuando el SEÑOR nos ofrezca para siempre la Morada Eterna. El símbolo de la piedra alude a la inmutabilidad de la nueva identidad recibida. Dice la primera carta de san Juan: “en realidad somos hijos de DIOS, pero aún no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a ÉL, porque lo veremos tal y como ÉL es” (Cf. 1Jn 3,2). El SEÑOR nos conoce y llama por nuestro nombre verdadero (Cf. Jn 10,27).

Tiatira

“Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones, y las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla, con el mismo Poder que YO he recibido de PADRE. También le daré el lucero del alba” (Cf. Ap 2,27-28). Parece ser que la Vida Eterna no es una gozosa inactividad, sino que el SEÑOR tiene dispuestas diferentes funciones que entrañan responsabilidad. San Pablo nos había dicho en el himno de la carta a los Filipenses, que el SEÑOR no tuvo a bien permanecer en su Gloria y Poder igual a DIOS, por lo que se despojó de su rango (Cf. Flp 2,6-7). A los discípulos, JESÚS les dice que a ellos los va poner en doce tronos para regir las doce tribus de Israel (Cf. Mt 19,28;Lc 22-28-30). El Cielo es representado por un gran banquete (Cf. Mt 22,2 ) o un estado de vida muy especial en el que sólo hay gozo y felicidad: “pasa al gozo de tu SEÑOR” (Mt 25,23) El estado de bienaventuranza, gozo y plenitud, no impide que en el Cielo las cosas discurran con orden y responsabilidad como quiere indicar la Palabra del SEÑOR a Iglesia de Tiatira. El “lucero del alba” simboliza la Gloria del RESUCITADO.

Sardes

“El vencedor será revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del Libro de la Vida, sino que me declararé por él delante de mi PADRE y de sus Ángeles” (Cf. Ap 3,5). La nueva vestidura de luz blanca, resplandeciente como la de JESÚS en el Tabor (Cf. Mt 17,2) es una característica de los bienaventurados que se encuentran delante del trono de DIOS (Cf. Ap 7,9). Los bienaventurados revestidos de vestiduras blancas están inscritos en el Libro de la Vida y fueron redimidos por JESÚS, pues lavaron sus vestiduras y las blanquearon en la “sangre del CORDERO”  (Cf. Ap 7,14).

Filadelfia

“Sí, vengo pronto. Al vencedor le pondré de columna del santuario de mi DIOS, y no saldrá ya más, y grabaré en él el Nombre de mi DIOS; y nombre de la Ciudad de mi DIOS, la Nueva Jerusalén, que baja del Cielo enviada por mi DIOS” (Cf. Ap 3,12) El vencedor gracias a la acción del SALVADOR se convierte en columna de la Ciudad Santa que se va construyendo, con el nuevo nombre, o condición, dada por la pertenencia total a DIOS. La Ciudad Santa es la imagen del Nuevo orden celestial constituida en el punto final del cierre de nuestra historia. La tierra con su orden decadente ha pasado, y surge la Ciudad Santa constituida por todos los que han vencido y llevan inscrito el Nombre de DIOS.

Laodicea

“Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él CONMIGO. Al vencedor le concederé sentarse CONMIGO en mi trono, como YO también vencí y me senté con mi PADRE en su trono” (Cf. Ap 3,20-21). La Vida Eterna es una estrecha comunión con la TRINIDAD mediante la intercesión del HIJO por cada uno de nosotros. De distintas formas, JESÚS promete elevar a los redimidos por ÉL a un grado celestial poco imaginable, o en absoluto posible de concebir, pues asegura sentarnos en el trono de DIOS en el que ÉL se ha sentado. La victoria del redimido se vive en la plena comunión con JESÚS. Oiremos su voz, abriremos las puertas de nuestra inteligencia y corazón para que entre el SEÑOR que nos ha redimido; y ÉL nos llevará donde nuestros cálculos presentes no pueden imaginar.

¡Despierta, tú que duermes!

San Pablo percibe que la línea divisoria entre esta vida y la Vida Eterna es muy tenue, aunque existan profundas diferencias. Sin embargo lo que aquí realizamos traspasa con agilidad la sutil frontera que nos separa, y DIOS no cesa de enviarnos mensajes y señales. De esta forma, san Pablo recoge en la carta a los Efesios una convicción alentadora, que aparece en otros escritos primitivos (Cf Is 60,2): “!Despierta, tú que duermes y levántate de entre los muertos!, y CRISTO será tu LUZ” (Cf. Ef 5,14). El apóstol continúa diciendo a los suyos, que miren bien cómo viven pues conviene dar continuamente gracias a DIOS PADRE, en el Nombre de nuestros SEÑOR JESUCRISTO. De esta forma se evita la discontinuidad entre este plano de existencia y la Vida Eterna, que se puede abrir en cualquier momento. Tampoco debemos olvidar los pasajes evangélicos cuya significación trasciende el caso milagroso. En una sintonía total con la máxima anterior viene a colación el episodio de la revivificación de la hija de Jairo narrada por san Marcos. “JESÚS entra en la casa con Pedro, Santiago y Juan, y los padres de la niña; a los que dice que la niña está dormida y la va a despertar: “contigo hablo, niña, ¡levántate! (Cf. Mc 5,37-41). No olvidemos: “mis ovejas escucharán mi voz” (Cf. Jn 10,27). La voz del SEÑOR cargada de Poder amoroso será oída por todos los bautizados para los que CRISTO es la LUZ. Es penoso terminar creyendo en una luz después de la muerte que no encierra la voz de JESÚS que llama al alma a una Vida Eterna, que nadie podrá igualar. Igual que en este mundo existen falsas voces y luces engañosas, también están presentes en el tránsito a la otra vida.

Determinación personal

La opción por JESUCRISTO debemos alimentarla hasta el último instante de nuestro peregrinar por este mundo. Lo sabían muy bien aquellos padres del desierto, que revivieron en su oración incesante la jaculatoria de Bartimeo: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” (Cf. Mc 10,47). Hasta el último instante de esta vida somos ciegos al borde del camino, que habremos de estar pendientes del paso de JESÚS, que va camino de Jerusalén. El grito de Bartimeo tiene acogida y respuesta por parte de JESÚS: “¿qué quieres que haga por ti?” (Cf. Mc 10,51). Podemos sentirnos verdaderamente bienaventurados, si un instante después de haber dejado este mundo nos encontramos con JESÚS, que nos formula esa pregunta: “¿qué quieres que haga por ti?”. ÉL espera la misma respuesta dada por el ciego Bartimeo: “SEÑOR, que vea” (Cf. Mc 10,52).Ver, conocer y amar, son verbos equivalentes en lo que toca a la Vida Eterna. Bartimeo pronuncia la respuesta esencial, que los padres del desierto formularon sin cansarse durante toda su vida para decírsela a JESÚS “cara a cara” una sola vez. Mucho entrenamiento para no equivocarse en la petición al SEÑOR, que sabía de los innumerables actos de amor durante toda una vida de renuncia y sacrificio. Un ejemplo vivo para cada bautizado. JESÚS quiere que el Juicio a sus hijos concluya en la verdadera LUZ: “Venid, benditos de mi PADRE al Reino preparado para vosotros desde siempre” (Cf.  Mt  25,34).

Profetismo y cambio de época

Al profeta Ezequiel le corresponde llevar la Palabra del SEÑOR al Pueblo que va siendo deportado a Babilonia del quinientos noventa y siete al quinientos ochenta y siete (a.C.). En este cambio de siglo entre el séptimo y el sexto (a.C.), coinciden grandes profetas que exhortan al Pueblo y a sus gobernantes, para que procedan de acuerdo con lo que el SEÑOR les pide, pero no se produce el cambio de conducta necesario. Jeremías, Miqueas, Baruc y Ezequiel ejercen su ministerio en esta franja de tiempo de una generación -cuarenta años-, que representa la salida de una etapa anterior para entrar en un tiempo de gran desestabilización nacional, pues Israel se verá forzado al destierro, la destrucción del propio país y la esclavitud en Babilonia. Los profetas de DIOS tuvieron que enfrentarse a los falsos profetas, que eran mayoría y más complacientes con sus gobernantes. El profeta es la referencia para establecer un criterio de conciencia. El falso profeta no inquietaba la conciencia de los que tomaban decisiones erradas contra la Ley y el Pueblo. El verdadero profeta era molesto para la mayoría, pues el Pueblo manipulado piensa y siente en la línea marcada por los que ostentan el poder. El SEÑOR se va a quejar al profeta Ezequiel por lo que los pastores están haciendo con su Pueblo, hasta el punto de tomar ÉL la iniciativa de guiar personalmente al Pueblo, prescindiendo de los pastores que habían recibido ese encargo. Los reyes, los sacerdotes y responsables del Templo, y los profetas a sueldo de la corte, no conducen al Pueblo del SEÑOR según les indica la Ley y la Palabra acreditada de los verdaderos profetas.

La Palabra cae en el vacío

El mismo SEÑOR advierte al profeta sobre la receptividad de su predicación y enseñanza: “en cuanto a ti, hijo de hombre, los hijos de tu Pueblo hablan de ti a la vera de los muros y a las puertas de las casas: vamos a escuchar qué Palabra viene de parte de YAHVEH. Se sientan delante de ti, y escuchan tus palabras, pero no las ponen en práctica. Hacen amores con su boca, pero su corazón sólo anda buscando sus interés. Tú eres para ellos como una canción de amor graciosamente cantada, con acompañamiento de buena música” (Cf. Ez 33,30-31). Como mucho la Palabra dada por el profeta llegaba a ser como lo expuesto en la “parábola del sembrador”, que echó alguna semilla en terreno pedregoso, y algunos granos germinaron rápidamente, pero un ligero rayo de sol era suficiente para agostar la planta. Aquellos prorrumpían en elogios -se hacían amores- por la palabra escuchada, como alguien que aprecia la estética de las mismas, pero los resultados prácticos son muy distintos. La alternativa a ese estado de cosas es que DIOS mismo va a intervenir personalmente, aunque la fase inicial de su actuación es una purificación que todos en el Pueblo la van a notar. Las calamidades se van a multiplicar, y en medio de aquella desgracia nacional surgirá un gran crecimiento espiritual, que se verá confirmado por la puesta por escrito de gran parte de los libros del Antiguo Testamento -Ley, Profetas y Salmos-; y la aparición de las sinagogas como lugares para la enseñanza de las Escrituras. El profeta Ezequiel, al igual que los otros profetas no dejan de ofrecer un futuro de Esperanza para Israel, que a pesar de todas las infidelidades sigue siendo el Pueblo depositario de las promesas dadas por el SEÑOR.

Responsabilidad de los pastores

Los diez versículos iniciales del capítulo treinta y cuatro, de Ezequiel, es un descargo del estado espiritual del Pueblo que ha terminado en esa situación calamitosa por causa de los mismos pastores “que se apacientan a ellos mismos”. Los que tienen los medios y el conocimiento necesario, no aportan los bienes espirituales a las “ovejas”, que representan a todos aquellos que necesitan de la orientación y guía precisa. La acusación del SEÑOR es muy grave contra los pastores, que tienen la misión de guiar al Pueblo: a todos y cada uno de sus componentes. El pastor es la referencia o modelo para los que necesitan ser conducidos hacia DIOS. Los hechos no han cambiado, y los grados de influencia de los modelos sociales se elevan gracias a los medios disponibles. Hoy se puede conseguir que un gran número de personas tenga un pensamiento estándar como la mayoría, pero cree ser original en lo que piensa, afirma y hace. Este es un punto de difícil retorno, en el que el falso profeta llega a la meta de su influencia o manipulación.

DIOS mismo toma partido

“Así dice el SEÑOR: YO mismo apacentaré mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así las recuperaré de todos los lugares por los que se habían dispersado, en días de nubarrones y brumas” (v.11-12).  Esta Palabra se cumple de forma plena con JESÚS: ÉL es EL buen pastor (Cf. Jn 10,1ss). El daño a las ovejas había sido de todo tipo: expulsados de la propia tierra, la que el mismo DIOS había prometido a sus padres de forma solemne, la esclavitud y mendicidad errante, el desprecio de los otros pueblos, que se veían más protegidos por sus dioses que el Pueblo de Israel por YAHVEH. La inseguridad espiritual y moral es una crisis muy difícil de superar donde la mayoría de las veces los pueblos y los individuos fracasan. La vuelta a una conciencia de Pueblo de YAHVEH sólo es posible por una intervención muy especial de DIOS. El Pueblo de Israel tuvo en muchos momentos todas las condiciones para perder del todo su identidad como Pueblo elegido. No es del todo cierto que la historia se repita, aunque aparezcan algunas constantes; por eso hay quienes opinan que en estos tiempos se hace necesaria una intervención del SEÑOR para volver a encauzar el rumbo del Nuevo Pueblo de Israel, la Iglesia. ¿Estamos viendo hoy lo que anunció la VIRGEN en Garabandal (1965 en Santander, España), de obispos contra obispos; cardenales contra cardenales, dentro de la Iglesia? ¿Se pueden ocultar las disputas públicas y publicadas? ¿Quiénes tienen la verdad o la razón: los demócratas, los progresistas, los moderados, los conservadores, los inclusivos, los tolerantes, los inculturalistas, los tomistas, los modernistas, los de la teología del pueblo, los indigenistas y de la leyenda negra contra España, los partidarios de un proceso sinodal permanente en la Iglesia, los que abogan por un ecumenismo radical que englobe a todas las religiones, los que priorizan la religión climática frente al resto de los credos, religiones y espiritualidades, los que abogan por una superación antropológica que desestime la heterosexualidad, los que opinan que el JESÚS del Evangelio tiene poco que decir al hombre y sociedad presente? Como podemos observar, la lista de cuestiones perturbadoras es amplia y ampliable.

La unidad como objetivo

“YO mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a reposar. Buscaré a la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida; confortaré a la enferma; a la que esté gorda y robusta la guardaré, las pastorearé con justicia. En cuanto a vosotras ovejas mías, así dice el SEÑOR YAHVEH, he aquí que YO voy a juzgar entre oveja y oveja, entre oveja y macho cabrío” (v.15-17). Con distintas imágenes, los profetas fueron anunciando los tiempos mesiánicos. La imagen del BUEN PASTOR que desarrolla su actividad en Palestina se cumple de forma plena con JESÚS el HIJO de DIOS. Desde el minuto uno de la misión evangelizadora “la fama de JESÚS se extendió por toda la región” (Cf. Mc 1,28). Los lugares más remotos empezaron a tener noticias de un predicador entre los judíos que realizaba grandes prodigios y milagros: ¿no sería el MESÍAS esperado? Para muchas personas, JESÚS desde el principio inspiró una gran paz interior, y al mismo tiempo la conciencia de una nueva valoración y dignidad del hombre. El predicador de Galilea sólo empezó a crear preocupación a las élites religiosas que veían peligrar su modo de ejercer la autoridad religiosa. La predicación de JESÚS llega a los sencillos y a los que están en las zonas marginales de la sociedad, pues el DIOS de sus padres predicado por JESÚS no los excluye, sino que está dispuesto a remediar su indigencia con una promesa inapelable de Vida Eterna, a la que tendrán acceso entre los primeros. Las palabras de Ezequiel se cumplen: “recobraré a mis ovejas de todos los lugares por donde se habían dispersado en días de nubarrones y brumas. Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y todos los poblados de esta tierra” (v.13-14). JESÚS recorría caminos, poblados y aldeas, predicando en las sinagogas y en los descampados” (Cf. Mt 4,23-25; Mc 3,7-10; Lc 6,17-19). El Templo y las casas particulares ofrecen a JESÚS espacios propios para evangelizar, que es la medicina destinada a los enfermos físicos, morales y espirituales. La geografía de Israel y de forma especial los alrededores del Mar de Galilea son los testigos mudos de la gran acción de JESÚS para instaurar el Reino de los Cielos en medio de los hombres, cumpliendo de forma literal la profecía de Ezequiel: los enfermos son curados, los afligidos encuentran consuelo; los que padecen opresiones espirituales quedan liberados; los maltratados por los sucesos de la vida son restablecidos; y así sucesivamente. Nadie va de vacío cuando se encuentra con JESÚS. JESÚS, el HIJO de DIOS, en su Primera Venida, durante su vida pública, no ocultó en ningún momento su identidad con los signos y señales que acompañaban su predicación. La muerte y Resurrección de JESÚS garantizan la Segunda Venida en el final de la historia, y mientras tanto vivimos el tiempo del ESPÍRITU SANTO, en el que de forma creciente la tercera persona de la Santísima TRINIDAD “convence al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio. Sobre el pecado, porque no han creído en JESÚS, el HIJO de DIOS. Sobre la justicia, porque JESÚS está entre nosotros con el mismo Poder dado por el PADRE; y sobre el juicio, porque la sentencia sobre el diablo ha sido dictada y está condenado” (Cf. Jn 16,8-11). JESÚS el PASTOR está juzgando “entre oveja y oveja, entre oveja y macho cabrío”, como nos dice el profeta Ezequiel. Al profeta no se le oculta que la misma acción compasiva y misericordiosa de DIOS resulta también purificadora y judicial. JESÚS no dejó de sanar a los enfermos y al tiempo los llamaba a la conversión, que lleva implícito un acto judicial.

El Juicio Final

Las parábolas dadas en este capítulo veinticinco de san Mateo se refieren al Juicio que DIOS establece sobre las acciones de sus hijos. Es compatible establecer dos sentidos de lectura: el Juicio que cierra la historia de los hombres, pues se ha completado el tiempo; y el Juicio realizado en un presente continuo, que se aplica sobre las personas en particular, y al mismo tiempo va conduciendo la historia de los hombres hacia estadios de mayor perfección. En esta segunda acepción, el Juicio discrimina y va separando “el trigo de la cizaña” y por otro lado va mejorando las condiciones para una aplicación de los méritos de la Redención. Esta segunda opción se puede objetar de optimista, dando a la actuación humana un sentido permanente, en línea ascendente y positivo. No necesariamente la cosa tiene que ser así, y de hecho hay acontecimientos que pueden catalogarse a lo largo de los siglos como verdaderos fracasos históricos: léase el cisma de Oriente o la mal llamada Reforma Protestante. Nuestros análisis adolecen siempre de falta de datos con respecto a la visión que DIOS tiene de los hechos, y su intervención dentro de nuestra historia, que sigue siendo misteriosa. La aproximación, por nuestra parte, a la acción de DIOS entre nosotros depende totalmente de la revelación extraoficial, que el SEÑOR nos quiera conceder. Tenemos también la Revelación oficial que es la Escritura bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, y con estos datos seguimos aproximándonos a una realidad que nos incumbe de forma vital, y al mismo tiempo se queda en la penumbra de las realidades últimas. Algo de conocimiento se desprende de la Palabra y a ella debemos acudir con la confianza de obtener una respuesta suficiente en consonancia con nuestra Fe. Caeríamos en una gran presunción, si pretendiéramos agotar una cuestión que los espíritus más elevados han tenido que leer entre líneas.

La colaboración de los Ángeles

“Cuando el Hijo del hombre venga en su Gloria acompañado de todos sus Ángeles, entonces se sentará en su trono de Gloria” (v.31). Todos los Ángeles de DIOS acompañan o están al servicio del Hijo del hombre, que es el HIJO de DIOS al mismo tiempo. Los Ángeles que estuvieron al servicio de DIOS en todo el proceso de la Creación, se dispusieron en una decisión personal a secundar a su SEÑOR en el camino de la Redención a favor de los hombres. Según el evangelio de san Juan, desde los primeros versículos, señala que los discípulos se darán cuenta de la obra para la que son llamados cuando vean “el cielo abierto y a los Ángeles de DIOS subiendo y bajando por el Hijo del hombre” (Cf. Jn 1,51). Mientras haya hombres en este mundo, los Ángeles de DIOS tienen una misión fundamental de estrecha colaboración con el SEÑOR que ha venido a redimir al género humano. Los Cielos estaban cerrados, y por el Hijo del hombre, que se va a ofrecer en expiación, se abrirán y los Ángeles actuarán como enviados y mensajeros de las múltiples gracias necesarias para el perfeccionamiento de los que han de heredar la Vida Eterna. En este sentido el Juicio se viene produciendo, porque JESÚS es el VIVIENTE, que ha vencido y es “el que era, el que es y el que viene” (Cf. Ap 1,8). Por ÉL los Ángeles llegan a nosotros con nuevos dones espirituales y celestiales (Cf. Ef 1,3). Tal cosa acontece, porque JESÚS está sentado a la derecha del PADRE después de haber tenido lugar su muerte y Resurrección. Desde entonces, de forma definitiva el Cielo está abierto, y los Ángeles están subiendo y bajando por -o sobre- el Hijo del hombre, que encontrándose a la derecha del PADRE, también permanece de forma misteriosa y oculta en cada uno de sus hermanos más pequeños (v.40).

El juicio de las naciones

“Serán congregadas delante de ÉL todas las naciones y ÉL separará unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda” (v.31-33). En línea con el profeta Ezequiel, este cuadro final establece una reunión de los que, entre todas las naciones, actúan de acuerdo con la alianza establecida. La meta final no está en una tierra física emblemática y memorable como puede ser el territorio de Israel con su Ciudad Santa, Jerusalén. La llamada del BUEN PASTOR convertido en JUEZ SUPREMO es la reunión de todos los suyos “en el Reino preparado para todos ellos desde el comienzo de la creación del mundo” (v.34). La profecía de Ezequiel se está cumpliendo (Cf. Ez 34,17), y el SEÑOR va convocando a los redimidos en la Ciudad Santa de la Nueva Jerusalén (Cf. Ap 21,10). Por sus doce puertas van entrando todos los redimidos de los diferentes tiempos y lugares, pues así nos lo indica el número de doce mil que entran por cada puerta, que actúan como tribunales de juicio. La ciudad se va llenando y en un acto de adoración multitudinaria, el vidente contempla miríadas de miríadas delante del trono de DIOS (Cf. Ap 7,9). La humanidad entera mantiene en la Ciudad Santa la estructura de las Doce Tribus pertenecientes al Pueblo elegido. A los Ángeles también se los dispone según las Doce Puertas, que llevan el nombre de un patriarca y un apóstol (Cf. Ap 21,12). El Juicio a las naciones se convierte en una gran convocatoria y encuentro entre los Ángeles y todos los que vamos rindiendo cuentas del paso por este mundo, y llegamos de todas las naciones. Se nos puede identificar, porque llevamos la señal en la frente impresa por el Bautismo por el fuego del ESPÍRITU SANTO (Cf. Ap 7,4) Todo este trabajo de los Ángeles no se realiza en un día, por así decir, sino que abarca desde la presencia de JESÚS en medio de nosotros hasta su Segunda Venida. Cuando el VERBO entra en el mundo los Ángeles reciben el mandato: “adórenle todos los Ángeles de DIOS” (Cf. Hb 1,6) El Ángel no disocia la adoración del ministerio o servicio que debe realizar. En todo momento los Ángeles están dispuestos para realizar con profundo agradecimiento por la tarea encomendada. Gracias a la humillación de su SEÑOR, los Ángeles nos juzgan con misericordia, sin faltar a la Verdad.

Obras de Misericordia

El examen que se establece en el Juicio Final no va sobre los Mandamientos directamente, las Bienaventuranzas, los siete pecados capitales o el ejercicio de la Virtudes Teologales. En el relato, el JUEZ sorprende al decir que era ÉL quien tenía hambre, sed, necesidad de vestido, que también había estado enfermo y en la cárcel; y unos, los de su derecha, lo habían asistido; y los de su izquierda no se habían ocupado en lo más mínimo. Estos últimos no habían mostrado a lo largo de su vida la más mínima compasión hacia sus semejantes, en los que el SEÑOR tenía su morada. ÉL permanece oculto, y ni unos ni otros se dan cuenta del hecho, pero al menos habría que solidarizarse por razón de semejanza: este indigente es un ser humano semejante a mí. Parece ser que el mal cuando entra en el corazón del hombre desnaturaliza hasta niveles insospechados, que en un determinado momento se revelan infernales. El resultado y destino de estos últimos es sobrecogedor: “apartaos de MÍ, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (v.41). La condenación eterna nos deja sin argumentos, pero es una posibilidad que JESÚS reitera en otros lugares, y la Fe de la Iglesia reafirma basada en la Escritura. No dejamos de afirmar en todo momento, que DIOS quiere la conversión del pecador y su salvación, pues para eso murió JESÚS; pero la libertad personal es un factor determinante en ese sentido de forma especial. Sabemos lo que nos dice san Juan en su primera carta: “nadie puede amar a DIOS a quien no ve, si no ama a su  hermano a quien ve” (Cf. 1Jn 4,20). La salvación es en este sentido una opción hecha hacia DIOS por Amor a ÉL. Puede haber personas que prefieran la compañía eterna de Lucifer por sentirse afines a su modo maligno de entender la existencia. Los que dan culto a Satanás, no lo hacen porque no crean en DIOS, sino por su adhesión personal al Príncipe de las tinieblas. Ciertamente una persona así ha invertido voluntariamente su condición de hijo de DIOS y condición natural que lo hacía “imagen  y semejanza de ÉL” (Cf. Gen 1,26-27).

San Pablo, primera carta a los Corintios 15,20-26.28

La cuestión de la Resurrección y la Vida Eterna están directamente unidas, aunque se pueden diferenciar. Nosotros lo confesamos en el Credo: “creo en la Resurrección de los muertos, y la Vida Eterna”. San Pablo tiene que argumentar en sus comunidades las características propias del Cristianismo, que encuentra en la Resurrección de los muertos y en la Vida Eterna elementos diferenciales. El Cristianismo afirma que el destino del hombre es nacer a este mundo y morir una sola vez (Cf. Hb 9,27). Por otra parte, la Resurrección creída por el Cristianismo atribuye una corporeidad al hombre en el más allá. El pensamiento griego propio de toda la Cuenca Mediterránea establecía otros criterios: el cuerpo es una cárcel de la que el alma se libera en la muerte, y esa alma desencarnada está sujeta a una rueda de reencarnaciones o de transmigraciones por tiempo indefinido. Como vemos los tiempos presentes no son tan modernos cuando vuelven a las doctrinas de la reencarnación y de la autopercepción de la identidad en un cuerpo equivocado, que se vuelve una cárcel declarada, y hay que librarse de ella. Bien, san Pablo inicia este capítulo quince de la carta  primera a los de Corinto, afirmando la Resurrección de JESUCRISTO como núcleo de la Fe cristiana y factor esencial de nuestra Salvación: “os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes; por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué, de otro modo habéis creído en vano. Porque os transmití, lo que a mi vez recibí, que CRISTO murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce” (Cf. 1Cor 15,1-6). Esta es una fórmula del Credo inicial de la Iglesia, que nosotros seguimos profesando con otros artículos, que se insertan en la verdad fundamental: JESUCRISTO, muerto y Resucitado es el SEÑOR. San Pablo testimonia con los riesgos de su tarea evangelizadora las verdades que predica: “¿De no haber resucitado CRISTO, por qué nosotros nos ponemos en peligro a todas horas? Cada día estoy en peligro de muerte. Si por motivos humanos, luché en Éfeso contra las bestias, qué provecho saqué?” (v.30-32).

CRISTO el primero

“CRISTO resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron. Porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la Resurrección de los muertos” (v.20-21) Antes de CRISTO los difuntos permanecían en el Sheol, que era un ámbito considerado de sombras y penumbra, donde las almas permanecían como en un sueño o letargo a la espera de la Resurrección en el Último Día, como le dice Marta a JESÚS (Cf. Jn 11,24). La Resurrección que abre los Cielos y la plenitud de Vida para el hombre en el más allá, es JESÚS. ÉL es el primero. El Día del SEÑOR llega con JESÚS y su Resurrección. Ahora los que yacen en el sueño de la muerte pueden levantarse y entrar en la Vida. El Resucitado los tomará de la mano y los llevará a las moradas eternas, preparadas para todos los que esperaban en ÉL.

Vida en CRISTO

“Del mismo modo que en Adán murieron todos, del mismo modo revivirán en CRISTO. Pero cada cual en su rango: CRISTO como primicia; luego los de CRISTO en su venida. Luego, el fin, cuando entregue a DIOS PADRE el Reino, después de destruido todo Principado, Dominación, Potestad” (v.22-24). La entrega del Reino al PADRE no es una tarea inmediata, sino que se dilata en el tiempo, pues tiene que ser derrotadas las fuerzas demoníacas que alteran la vida de los hombres y frustran el Plan de DIOS. El mismo Apóstol nos dice en Efesios, que nuestra lucha no es contra los elementos visibles y materiales, sino contra las fuerzas espirituales de carácter demoníaco (Cf. Ef. 6,12). La resistencia de los creyentes tiene que realizarse con las armas de la Fe. DIOS PADRE espera el señorío del HIJO sobre todo aquello por lo que ha vertido su sangre redentora.

JESÚS tiene que reinar

”ÉL tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte” (v.25-26). Por su muerte en la Cruz, a JESÚS le pertenece la historia de los hombres y la de cada uno en particular. El que murió en la Cruz es el hombre-DIOS- y su valor redentor no se agota en los pecados de hombres limitados. JESÚS es el REY aunque este reconocimiento no sea de momento unánime, pero en el curso de los acontecimientos se trazan las líneas por las que discurren las fuerzas que llevan al cumplimiento del Plan de DIOS.

DIOS en todas las cosas

“Cuando hayan sido sometidas a ÉL todas las cosas, también el HIJO se someterá al que ha sometido a ÉL todas las cosas, para que DIOS sea todo en todo” (v.28). Este versículo conclusivo de la lectura es la síntesis final de toda la obra de la Redención en este mundo para dar inicio a una eternidad imprevisible y totalmente desconocida, pero que anhelamos en lo más íntimo de nuestro ser, porque estamos hechos para este objetivo último: pertenecer a DIOS íntegramente. Todo el despliegue creador por parte de DIOS y su recuperación redentora del género humano encuentran su sentido último en esta ofrenda de JESÚS al PADRE, que de otra forma podrá decir: todo está cumplido.

Comparte: