Dios, infinitamente rico, recompensará tu conducta

XXIIº Domingo del Tiempo Ordinario

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del Santo Evangelio según San Lucas: 14, 1.7-14

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: Déjale el lugar éste, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, acércate a la cabecera. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, seráhumillado; y el que se humilla, será engrandecido.

Luego dijo al que lo había invitado: Cuando des  una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos.

Palabra del Señor.  R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. Este domingo el Santo Evangelio nos refiere cómo Jesús acepta ir a comer a casa de un jefe de los fariseos. Si bien Jesús en muchas ocasiones se manifiesta contrario a las enseñanzas y conducta de los fariseos, ante todo Cristo se muestra como el médico que ha venido a curar a los enfermos, a rescatar a los pecadores (cf. Mt 9,12-13) y acepta estar en medio de ellos para mostrarles la salvación, aunque de forma traidora ellos estaban espiándolo.
  2. Ante el anhelo egoísta de los humanos de ser los primeros por encima de los demás: los convidados escogían los primeros lugares, Cristo da una enseñanza trascendente a través de una parábola: Cuando te inviten a un banquete de bodasocupa el último lugar…”.
  3. Decimos que es una enseñanza trascendente pues la parábola no pretende darnos normas de etiqueta,  o de urbanidad, o de buenos modales sociales, sino un mensaje mucho más profundo.
  4. Así, la parábola deja asentado:

         – La invitación al banquete de bodas al que alude la parábola nos eleva, por la palabra de Cristo, a la invitación al Reino de los Cielos.

         – “…no te sientes en el lugar principal…” : no eres tú el que tiene autoridad por ti mismo para asignarte un honor o un lugar en el Reino de Dios.

         – “…no sea que haya algún otro invitado más importante que tú…” y se te diga Déjale el lugar a éste: es sólo Dios el que sabe quién tiene los méritos suficientes para ocupar un lugar, y quélugar precisamente, en el Reino de Dios.

         – y como el Reino de Dios ya comienza en germen desde aquí en la tierra (cf. Lumen Gentium n. 5), igualmente sólo Dios sabe quien está más cerca de él aquí en el tiempo, y la enseñanza de Jesús se da para aplicarla aquí en la tierra, aunque pensando en el cielo, por lo mismo, la verdadera actitud del cristiano es la del ser conscientes de que el primero en el Reino de los cielos es el que se hace el último y se conduce como el servidor de todos aquí en la tierra, a semejanza de su Maestro que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mc 10,44-45).

         – Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar…”, reconociendo que somos siervos inútiles pues sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17,10), concentrándonos así no en pensar qué grandes somos o qué méritos tenemos, sino en dar buenas cuentas de nuestro servicio debido al Señor, y estando siempre preparados para la llegada del Señor  (cf. Lc 12, 43).

         – Si se vive toda una vida con la prioridad de servir a Cristo, reconociéndonos como siervos inútiles que sólo han hecho fructificar la gracia que recibieron de Dios, se genera así la hermosísima posibilidad de escuchar: Amigo, acércate a la cabecera. Estar cerca de la cabecera es estar cerca de Dios eterno.

5. Ubicando la fuente de todo verdadero bien y honor en Dios, Cristo sentencia que sólo Dios puede asignar el verdadero valor al ser humano y darle la verdadera gloria, gloria no efímera como la que se dan los hombres los unos a los otros, sino como sentencia divina que ubica al hombre en su verdadera valía en el horizonte de la eternidad: Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

6. El gran don que has recibido en virtud de la redención de Cristo, es el de ser reconciliado con Dios, si es que has aceptado su ofrecimiento de perdón en Cristo, si es que te has arrepentido y cambiado de vida. Entonces recibes el honor de los honores: el ser hijo de Dios, hijo en el Hijo único de Dios (cf. Gál 4,5-7). Ése es tu mayor honor y engrandecimiento, y que nadie, excepto tu soberbia y tu pecado, te pueden arrebatar. Honor que se proyecta hasta la vida eterna.

7. Es muy oportuno notar que la parábola, aunque alude a un reconocimiento y una recompensa eterna, sin embargo, es para aplicarse en nuestra vida temporal: aquí es donde debemos practicar la fe para reconocer que todo bien procede de Dios, aquí es donde debemos ubicarnos en la presencia de Dios en una autoimagen conforme a sus ojos, en conciencia, nunca por encima de los demás, y más bien preocupados y ocupados por dar buenas cuentas de nuestra vida; aquí es donde debemos imitar a Cristo en su humildad y mansedumbre, y estar dispuestos a servir, incluso en lo más sencillo que ciertamente será grande si es hecho a imagen de Cristo servidor. Aquí es donde debemos servir con humildad a la causa del Reino; que Cristo sea el criterio y no los ídolos del dinero, el poder, los fatuos honores, más falsos entre más lejanos están de los criterios de Dios.

8. En esa tesitura, cuando el verdadero honor es servir al Rey de reyes (cf. Ap 19,16), Él nos manda proyectarlo en el servicio a los demás, y de forma especial, a los más  necesitados en  cualquier  aspecto, a los  más  sencillos y  pobres:  “… cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; Y ASÍ SERÁS DICHOSO, porque ellos no tienen con quépagarte…”

9. ¿Por qué la dicha está en que no te puedan pagar? Porque en este mundo todo se cobra; en cambio, el mundo de Dios es el ámbito de la gratuidad, el del amor gratuito y todopoderoso de Dios. ¿En qué mundo te quieres mover tú? Jesús, que nos invita a lo verdaderamente trascendente, te invita a moverte en el mundo de Dios, el cual te recompensará todas tus buenas obras: pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos. Hay que contemplar la dimensión trascendente de Dios: se te pagará, pero no en moneda terrestre, sino con bienes celestiales y eternos, y en la resurrección de los justos.

10. Dios, por intercesión de nuestra Madre santísima de Guadalupe, nos lleve a participar de esa resurrección de los justos, habiendo practicado las obras  de Dios.

Comparte: