Digánle a la gente que se siente

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos presentan a Jesús que se preocupa por las necesidades espirituales y materiales de la gente, que se presenta como un verdadero profeta, pero que es a la vez un Dios solidario con la gente que lo seguía. Veamos.

 

  1. « ¿CÓMO COMPRAREMOS PAN PARA QUE COMAN ÉSTOS?»

Jesús sabe cuál es la solución al problema del hambre, sin embargo, necesita que sus discípulos se involucren en ésta acción para que vayan tomando parte activa en su misión. Jesús hacía suyas las debilidades humanas (cf. Mt 8,17) e invitó a sus discípulos a hacerse cargo de los más débiles en sus necesidades (cf. Mt 25,35-36). Hacerse de pan en un lugar despoblado y sin dinero es un cometido difícil de alcanzar. Es preciso elaborar una estrategia. El apóstol Felipe presentó una solución: comprar 200 denarios de pan. El apóstol Andrés presentó otra solución: compartir el pan de un niño.Ninguno de los dos creyó en su propia propuesta porque humanamente esto era imposible. Sin embargo, Jesús acepta la generosidad del niño: ¿Tú que estrategias sugieres para dar de comer a tanta gente con hambre en el mundo hoy? Sabemos que ni el dinero ni el pan humano solucionan el hambre y la sed que existe en el interior de la persona. ¡Sólo Dios es el Pan vivo que da la vida al mundo! (cf. Jn 6,51)

 

  1. «AQUÍ HAY UN MUCHACHO QUE TRAE 5 PANES DE Y 2 PESCADOS»

Las soluciones no necesariamente tienen que ser grandes estrategias, proyectos descomunales o planes de pastoral bien diseñados basados en análisis de realidad profundos; a veces, las respuestas están en lo sencillo de la vida, en el compartir, en el dialogar o en el ser solidarios con el que más lo necesita. La solución tampoco viene de grandes eruditas, filósofos o científicos sino de la gente sencilla, humilde, común y generosa. La solución tampoco está en la cantidad, en las grandes dimensiones de los bienes o en su peso; a veces con una cantidad pequeña podemos dar de comer a toda una familia si lo hacemos con generosidad y amor. Lo más eficiente de la estrategia está en la actitud de quien la emplea, de quién da la solución y de quien recibe el beneficio. La actitud debe ser la misma en los tres: estar dispuestos a ser parte de ella. ¿Qué hubiera pasado si el niño se negara a compartir su pan? ¿Qué hubiera sucedido si Jesús adopta la actitud pesimista del Apóstol Andrés? ¿Y qué hubiera acontecido si la gente no acepta sólo un pedazo de pan? Es importante que los tres actores estén en la misma sintonía: ¡Creer en la misericordia y el amor de Dios!

 

  1. «JESÚS TOMÓ LOS PANES Y DESPUÉS DE DAR GRACIAS A DIOS, SE LOS FUE REPARTIENDO »

Lo más importante en una planeación no es el método ni la técnica ni los objetivos, sino la mística, la filosofía y la actitud, esto es, la espiritualidad, el pensamiento y la acción. ¿De qué nos serviría un plan estratégico diseñado por expertos si no contamos con una espiritualidad bien cimentada? ¿De qué nos serviría el uso de las tecnologías más sofisticadas si no contamos con la gracia del Espíritu santo? ¿A que nos conduciría compartir nuestros bienes si no lo hacemos en nombre de Dios? Jesús en muchas ocasiones nos enseña que lo más importante en una acción humana es ponerse en las manos de Dios: la pesca milagrosa (cf. Lc 5, 1-11), la multiplicación de los panes (cf. Jn 6,1-14) y el agua convertida en vino (cf. Jn 2,1-12). El gesto de “elevar los ojos al cielo” (cf. Jn 11,41 y 17,1) es un indicador de que primero nos debemos poner en las manos de Dios y después ejercer la acción humana. Dios nos da lo que nos hace falta: alimento, salud, paz, alegría, amor, vida, verdad, justicia, perdón y misericordia. Dios reparte a manos llenas todo y sólo lo que necesitamos para ser felices. ¡Dios es fuente inagotable de felicidad! ¿Qué estás dispuesto a dar tú?

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