Dicen y no hacen

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXXI Domingo del tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

En este domingo, nos encontramos con una crítica fuerte de Jesús hacia aquellos escribas y fariseos, que se habían sentado en la cátedra de Moisés; aquellos conocedores de la Torá que se dedicaban a enseñar la ley de Moisés. Jesús critica sus actitudes, su manera de llevar la religión, no critica su enseñanza. Parece que hacen una enseñanza para los demás y ellos están exentos de cumplirla. Exigen a los demás lo que ellos mismos no viven. Jesús condena su incoherencia: “Dicen y no hacen. Escuchemos: “Hagan, pues, todo lo que les dicen, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra”. Existe un abismo entre lo que enseñan y lo que hacen, entre lo que pretenden de los demás y lo que se exigen a sí mismos. Es una crítica a los dirigentes religiosos de su tiempo, pero nosotros no estamos exentos de esa crítica.

Como decía Jesús el domingo pasado, el mandamiento de amar a Dios está unido al amor al prójimo: “Éste es semejante al primero”, nos dijo. No existe espacio sagrado en el que nos podamos entender a solas con Dios dando la espalda a los demás. Un amor a Dios que olvida a sus hijos e hijas es una gran mentira, por eso decimos, que la crítica que hoy volvemos a escuchar es a esa incoherencia de vida, ante los discursos vacíos de compromiso, ante esas indicaciones para que los demás las cumplan, pero el predicador queda sin responsabilidad.

Hermanos estas palabras de Jesús están cargadas de actualidad, ya que sabemos las cosas que están bien pero no las cumplimos. Nuestros pueblos siguen escuchando dirigentes que ‘no hacen lo que dicen’; basta recordar en las campañas políticas para las elecciones, cuánto se promete y qué pronto se olvidan. Encontramos defensores del orden, cuya vida es desordenada; defensores de la justicia cuya actuación está al margen de lo que es justo; educadores cuya conducta deseduca a quienes los conocen; reformadores que son incapaces de reformar su propia vida; padres de familia que indican a sus hijos lo que es correcto, pero viven al gusto del momento.

Hermanos, las palabras de Jesús son una crítica para todo aquel que se sienta superior a los demás o con capacidad de enseñar a otros. Para todos aquellos que se sienten maestros, Jesús remarca una comunidad de iguales, donde se viva una fraternidad. Pero a quienes dirige su palabra de manera especial es a los dirigentes religiosos, ya que encontramos en la Iglesia dirigentes que viven obsesionados por aplicar la ley con rigorismo, sin preocuparse de vivir la radicalidad del Evangelio. Podemos ser hábiles en detectar herejías, en ver

desviaciones del Evangelio, pero nos olvidamos de ayudar a vivir con nuestro testimonio una gozosa adhesión a Jesucristo.

Nuestra sociedad más que necesitar predicadores de homilías hermosas, bien elaboradas, defensoras de la ortodoxia, creo que más que eso, necesita dirigentes que con su conducta, impulsen una transformación social, que con su vida diaria, muestren que vale la pena seguir a Jesús. Por qué no decirlo, nuestra sociedad necesita maestros de vida.

Hermanos, la crítica es fuerte y está dirigida a todo cristiano; parece que nos invita a vivir antes que predicar, o sea, que nos demos un momento de silencio para analizar si lo que enseñamos ya lo hemos vivido, de lo contrario estaremos cayendo en la incoherencia. Como dice el refrán: ‘Si las palabras convencen, el ejemplo arrastra’. Papás, mamás, no basta dar buenos consejos a sus hijos, es un imperativo que esos consejos se vivan en familia. Cuando un papá dice a su hijo: ‘No está bien que andes ingiriendo bebidas alcóholicas’, sabemos que es un buen consejo, pero si el papá toma seguido y en exceso, esas palabras por sabias que sean, no llegan a la mente, no llegan al corazón de aquel hijo.

El Evangelio de este domingo es fuerte para nosotros sacerdotes y obispos, ya que somos los que predicamos y no sólo los domingos, lo hacemos todos los días; somos los que nos hemos sentado en la cátedra de Moisés. Podemos caer en ser buenos predicadores, en preparar homilías con argumentos bien elaborados, pero llevar una vida alejada del Evangelio. Hemos de ser los primeros en sentirnos interpelados por el Evangelio de este domingo; de hacer una autocrítica sobre nuestra coherencia de vida. Debemos ser los primeros en mostrar que el Evangelio se encarna en la vida diaria; en cada circunstancia de la vida por dura que parezca, el Evangelio debe darnos la luz y la fuerza necesarias para seguir adelante.

Hermanos, preguntémonos: ¿Somos de los que indicamos el camino del bien, llevando una vida disoluta? ¿Nos sentimos guías de los demás, de palabra, pero no con nuestras actitudes? ¿Criticamos las malas acciones de los demás, sabiendo que también las hacemos? Jesús, sigue denunciando la incoherencia de vida, la hipocresía, el mostrar con palabras que somos buenos, pero nuestras acciones nos desdicen.

Que el Señor Jesús que hace presente para nosotros su sacrificio redentor en cada Eucaristía, nos haga a todos en la Iglesia, crecer en el Espíritu de humildad y de coherencia, en el servicio que Él nos pide a cada uno.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan