Los últimos hechos registrados en el estado mexicano de Chihuahua, donde el 20 de junio del año pasado fueron asesinados dos sacerdotes, demuestran que durante los gobiernos del PRI y del PAN se empoderó el crimen organizado, y en el actual, igualmente panista, desde las estructuras policiales se sigue operando por el narco. El análisis detallado de los sucesos, publicados en los primeros minutos de este domingo en El Diario de Chihuahua, así lo demuestra:
Otra vez en boca de todos en Chihuahua y México el nombre de José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, con la ejecución de un jefe seccional considerado por autoridades ministeriales y militares como uno de sus principales operadores y por la detención de dos mandos policiacos municipales cargados de goma de opio también bajo sus órdenes.
Ambos hechos confirman que el autor de crímenes de impacto internacional habrá disminuido un poco su capacidad de maniobra pero sigue operando en todo el territorio bajo su control, que abarca desde una parte de Creel, el Divisadero Barrancas del Cobre, todo el municipio de Urique hasta sus límites con Sinaloa y parte de Sonora.
El miércoles durante la noche fue descubierto el cuerpo torturado y baleado del presidente seccional de Bahuichivo (municipio de Urique), José Ofelio Cervantes. Tenía varios días “desaparecido” pero sin pesquisa oficial de por medio.
Aunque inicialmente quiso ser presentado el hecho como el asesinato de un político, pronto corrigieron algunos críticos al ser enterados que la víctima era relacionada desde hace años como uno de los operadores principales de Portillo Gil. Antes fue levantado en Cuauhtémoc y también asesinado uno de sus hermanos.
Casi al mismo tiempo, policías y militares detuvieron en un lugar conocido como Mesa de Arturo a dos de los principales mandos de la policía municipal de Urique, Jesús Manuel R. R. y Servando B. M. Trasladaban casi tres kilos de goma de opio (la heroína negra) y dos armas calibre nueve milímetros.
La Secretaría de Seguridad Pública del Estado retiró desde julio del año pasado 15 armas cortas, 41 largas y casi mil cartuchos a los policías municipales de Urique porque carecían del examen de control de confianza, incluidos los dos detenidos.
La Presidencia Municipal está bajo la responsabilidad de Daniel Silva Figueroa. La ganó bajo las siglas del Movimiento Ciudadano (MC), cuyo partido en el estado ni en el país ha respondido por los impactantes hechos delictivos ocurridos en esa región.
Ha sido del conocimiento generalizado de la población en toda aquella zona enclavada en las altas montañas y bajos barrancos de Chihuahua que “El Chueco” sigue conservando grandes márgenes de maniobra. Él decidió prácticamente todas las jefaturas seccionales del municipio, por supuesto los mandos policiacos e inclusive la titularidad en la alcaldía; no de ahora, sino desde la última década, sea naranja o fuera del partido que sea.
Tanto la detención de los jefes policiacos como la muerte del seccional de Bahuichivo encendieron de nuevo al máximo las alarmas entre las autoridades estatales y federales, sabedoras que, mientras Portillo Gil permanezca libre, seguirá siendo un potencial peligro para la gobernabilidad de la región e inclusive para la imagen de la gobernadora del estado, Maru Campos; y para el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Evidentemente al alcalde Silva Figueroa o no le importa o sigue en manos del líder delictivo pues no es creíble que desconociera las andadas en las que seguían sus jefes policiacos.
Entre los muchísimos factores que colocaron a Javier Corral Jurado como uno de los gobernadores peor calificados del país sin duda estuvo el tema de la inseguridad; la tremenda inseguridad que sufrió Chihuahua durante su administración con más de 11 mil ejecuciones durante los cinco años.
Por el norte del estado, desde el Cereso estatal 3, Ernesto Alfredo Piñón de la Cruz, “El Neto”, mantenía la agenda delictiva adentro y afuera del penal; en el sur del estado hacían lo propio el Cártel de Sinaloa y otros grupos en el noroeste y centro.
En Urique era estrenado justamente el nombre de “El Chueco” con el secuestro y asesinato del profesor norteamericano, Patrick Braxton. Las amenazas verbales de Corral no significaron absolutamente nada para el cada vez mayor ascenso del joven líder criminal en la jerarquía del grupo Gente Nueva, del Cártel de Sinaloa. Sigue bajo esas mismas siglas.
Desde Creel, el mundialmente famoso Divisadero Barrancas del Cobre, con su tirolesa más larga de la tierra, su extraordinario teleférico, sus modernos hoteles, hasta Bahuichivo, Yoquivo, San Rafael, Cerocahui hasta la cabecera municipal, “El Chueco” siguió controlando la siembra de mariguana y amapola, la venta de cerveza y alcohol, las cocinas de cristal, las extorsiones a autoridades municipales, estatales y federales, la tala clandestina de árboles…Los bautizos, quinceañeras, bodas, fiestas de independencia…Todo, absolutamente todo.
Aunque se presumía que era buscado por la DEA y otras corporaciones estadounidenses que buscan justicia para su conciudadano Braxton; cuando se creía que verdaderamente era buscado por policías ministeriales y militares, en realidad Portillo se empoderaba más y más en la región. Increíblemente libre.
Bajo esas condiciones suena lógico que haya podido escapar, o por “pitazo” o por franca complicidad, en abril del 2022 cuando le cayó un operativo de la Marina en pleno poblado de Bahuichivo.
Fue ubicado en una bodega en la que almacenaba más de 300 kilogramos de opio, algo de cristal, más de 80 armas cortas y largas, y cerca 80 mil cartuchos de distintos calibres. De ese tamaño andaba su poderío cerca de cuatro años después de haber asesinado a Patrick Braxton, cuyos padres recibieron personalmente a finales del 2018 el compromiso de Corral en Palacio de Gobierno para hacer justicia por su hijo.
Tampoco ese decomiso ni lo “cerquita” que estuvo la Marina de su captura arredraron al treintañero delincuente. Siguió su rutina como siempre.
En junio del año pasado dejó “El Chueco” en franca exhibida a todas las corporaciones de seguridad que presumiblemente lo perseguían con aquel hecho terrorífico, lleno de salvajismo puro, sin respeto absolutamente por nada, ni por los seres humanos ni por la religión.
Asesinó a mansalva, a quemarropa, irónicamente a los pies del altar del Jesucristo crucificado, a dos de sus representantes en la tierra, a dos sacerdotes jesuitas que dedicaron gran parte de su vida a las personas desvalidas de la región, incluido a su asesino cuando no hacía mucho tiempo fue adolescente.
El lunes 20 de junio Portillo Gil mató a los curas Javier Campos y Joaquín Mora; también al guía de turistas Pedro Palma y a Armando Berrelleza, otro habitante de la región.
En el 2018 mató a Braxton. En abril del 2022 escapó del cerco militar. En junio del mismo año no se escondía, puesto que cometió los crímenes de los religiosos y las otras dos personas tras de una discusión por un juego de beisbol en la localidad, Cerocahui.
Hoy sabemos nuevamente de él por los hechos narrados acontecidos durante la semana. Provoca escalofríos sólo imaginar que en cualquier momento pueda cometer otra desgracia.
GPS Dominical.
Domingo 19 de febrero de 2023.