Del “trabajaré con ustedes” de Xóchitl al “No estoy de acuerdo” de Claudia, así firmaron compromiso por la paz

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

En un evento inédito en la historia política contemporánea, la jerarquía católica se ha tomado en serio el proceso de construcción de paz emprendido desde el asesinato de los jesuitas de Cerocahui. En el Centro Cultural Tlatelolco de la UNAM, el 11 de marzo escribió una página en la historia de estas campañas que verán reflejado la continuidad con el oficialismo que tiene descontentos a millones o bien el golpe de timón para reencausar las cosas, especialmente en la difícil situación de violencia y de militarización.

Por la mañana, el candidato Jorge Álvarez, tercer lugar en la preferencia del voto, había firmado el Compromiso por la paz, documento que engloba la propuesta del Núcleo por la paz con lo seis temas urgentes que el futuro gobierno debe atender en un problema que ya no pude esperar. Álvarez acentuó la adhesión al compromiso al recordar también su formación en la Compañía de Jesús y acusando la descomposición provocada por el actual régimen. La firma del Compromiso fue la antesala que sirvió a una pausa hasta la llegada de Xóchitl Gálvez, la representante de Fuerza y Corazón por México cuyo propósito de arrebatar el poder al oficialismo fija su diana en la lacerante descomposición social.

Gálvez, quien abundó en citas del Papa Benedicto XVI y del actual Pontífice, Francisco, no dejó de lado el recuerdo por los sacerdotes asesinados en el presente sexenio, eclipsados por la de la muerte de los jesuitas de Cerocahui. Contundente, reconoció que sus planteamientos para enfrentar la inseguridad, la violencia y devolver la paz, coinciden con el Compromiso del Episcopado Mexicano y de los jesuitas. Ella misma ofreció el trabajo inmediatamente después de la imposición de la banda presidencial, el 2 de octubre, con el Núcleo por la paz, en la primera reunión de trabajo para enderezar las cosas. Salpicado de anécdotas de su trabajo como funcionaria pública, la candidata recordó la Tarahumara, la cual “conozco como la palma de mi mano”, y al padre Gallo, uno de los jesuitas abatidos por El Chueco. Bien aceptado, el discurso parecía recibir el beneplácito de Rogelio Cabrera y Ramón Castro quien llamó a Gálvez “nuestra candidata…” quizá en un lapso inconsciente que fue el aval en las coincidencias con la candidata que no ocultó su pertenencia a la Iglesia. “No soy teóloga”, dijo, pero coincidió en que la misa es el momento donde todos, previo a la comunión, reconocemos la necesidad de paz.

Y después, en el tercer turno, la candidata que parece ir en caballo de hacienda hacia el triunfo, según algunas encuestas. Y aunque Sheinbaum presentó sus coincidencias, fueron más las disonancias. Su discurso confirmó la actual tendencia militarizar todo. “Firmo el documento en el entendido que hay una visión conjunta de construcción de la paz. Sin embargo, hay diversas afirmaciones y propuestas en las que no coincido y a la firma del presente debe anexarse el documento denominado: Sigamos dialogando…” Era evidente, su propuesta tuvo por eje hacer de lado la polarización en la que estamos inmersos. Sheinbaum sabía que el escenario era indiscutible escaparate para vencer las reticencias y no podía darse el lujo de enviar a un representante o un documento que, por razones de agenda, podría ser leído por otro. “Todas las voces son importantes para seguir construyendo la nación pacífica, justa, democrática, libre y soberana que todas y todos deseamos. Continuemos el diálogo…” diría en su conclusión ante un público cuyos gestos más bien eran los de escepticismo por no reconocer lo que ahora viven millones de mexicanos, especialmente cuando la Iglesia ha sido tocada por la violencia.

La actitud de Sheinbaum fue aprovechada por Gálvez quien sabe olfatear muy bien cuando hay una oportunidad. “¿Vives en Disneylandia?” espetaría en redes sociales ante lo que consideró una grosería de discurso al Episcopado Mexicano por su visión distintas de las cosas.

Sin duda, la Iglesia católica se anota un punto al fortalecer una posición que ha venido creciendo. Aprovechó la coyuntura y sentó en el mismo foro a tres visiones de país. Los jaloneos se vencieron y las propuestas aparecieron. Con esa firma, ahora hay un compromiso que, en teoría, debería mejorar las cosas e impedir que el país siga desmembrándose hasta el punto de su convulsión.

Pero tampoco nos engañemos. Lo que ahora es un ejercicio de diálogo, podría cambiar de la noche a la mañana. Porque prometer no empobrece. Y todos pueden hablar de diálogo hasta que el poder llega a las manos. Si no, sólo hay que asomarse a Palacio.

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