Del holodomor a la invasión

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La historia debe servirnos de referente para no retroceder jamás. La reciente invasión de Rusia a Ucrania nos ha demostrado que los orígenes del totalitarismo siguen latentes en el accionar de Vladímir Putin. No es la primera vez que el pueblo ucraniano es víctima del mandato ruso, lo fue también entre 1932 y 1933, cuando con una crueldad similar Stalin mató de hambre a aproximadamente 4 millones de ciudadanos que en ese momento pertenecían a la extinta Unión Soviética.

Los neonazis y los comunistas se han unido para derribar a Ucrania, pero no contaban con el patriotismo de su presidente, Volodímir Zelenski. Oriana Fallaci dijo por el año 2000 que habíamos dejado de tener líderes desde finales del siglo XX, pero estoy segura de que si hoy viera a Zelenski no dudaría, al igual que yo, en llamarlo “héroe”.

Las historias de los caídos en la guerra y las admirables imágenes de hombres y mujeres que salen a luchar nos han llenado de emoción y de solidaridad. La soldado y escritora, Iryna Tsvila, fue asesinada en combate junto a su pareja, y su entrega puede parecer desconcertante para quienes viven sumergidos en redes sociales y el solo pensar en la realidad y el sufrimiento les genera fuertes dolores de cabeza, pero lo cierto es que la resiliencia y espiritualidad de Ucrania no es cosa nueva, en el pasado fueron duramente atacados por Stalin, y por fortuna, todo fue documentado gracias a la valentía de un brillante periodista.

Gareth Jones, fue un diplomático inglés que se infiltró en la URSS para contar de primera mano cómo se comían unos a otros buscando sobrevivir en la golpeada Ucrania. Jones, fue asesinado luego de hacer su publicación, pero los recuerdos del Holodomor, como se le conoce comúnmente al genocidio u holocausto, están vivos en la memoria colectiva de los ucranianos que se han visto nuevamente amenazados, y han decidido no quedarse de brazos cruzados.

Putin, un hombre que finge ser creyente en Dios y que además dice ser provida, pero en un día de guerra mató a más de una decena de niños, se ha convertido en un peligro para el mundo. Cuando Venezuela vio la posibilidad de salir de la narcodictadura que la esclaviza, él se mostró contundente en su defensa. El oro de los venezolanos es algo de lo que no piensa prescindir, no importa si este está bañado de la sangre de millones de oprimidos. El autoritario jefe de Estado se ha dedicado a hacer alianzas con regímenes comunistas y dictatoriales como China y Corea del Norte, así como también ha buscado tener influencia sobre las naciones latinoamericanas donde gobierna la izquierda o el extremismo.

Putin ha ido tan lejos como yo sabía que era capaz de ir. Cuando era una estudiante universitaria de solo 18 años, y antes de que siquiera imaginara la influencia que ese país tendría en el mío o que yo sería una exiliada por denunciar lo que puede hacer el socialismo para mantenerse en el poder, me encontré con La Rusia de Putin, un libro escrito por la periodista y defensora de DDHH, Anna Politkóvskaya, donde contaba las atrocidades cometidas por el ejército ruso en Chechenia, publicación que al igual que a Jones en tiempos del comunismo soviético, le costó la vida.

Aún y pese a todos los indicios, muchos no logran ver el problema que representa Putin en nuestra época. Rusia sigue teniendo una estructura comunista y sus funcionarios actúan como lo hacía la Unión Soviética que tanto daño hizo a la humanidad, y que, sin embargo, llena de orgullo al hermético gobernante. Que hayan cambiado los métodos no quiere decir que hayan desaparecido del todo sus prácticas inhumanas. Lamentablemente, Putin es la semilla de la KGB que después de 30 años ha puesto en jaque la estabilidad de Europa.

Con el débil liderazgo de Biden, el reciente retiro de Merkel y la ausencia de un Churchill en la política europea, el primer día de guerra pudimos pensar fácilmente que Ucrania estaba perdida, pero la resistencia y la fortaleza de Zelensky y de su nación ha generado apoyo masivo, y Europa se muestra decidida a unirse contra las irracionales pretensiones de un Putin que ya no se siente tan fuerte como cuando inició la fatídica guerra.

Cada soldado ucraniano que ha perdido su vida en la batalla por la libertad es un héroe y cada ruso que ha participado en la invasión es tan mercenario como quien los dirige. Son las dos caras de la guerra, cada país y cada individuo escoge en qué bando estar.

Irene María de Sousa Periodista
Escritora / Defensora de los Derechos Humanos

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