MENSAJE A LA COMUNIDAD
30 de octubre de 2022
DEJÉMONOS ENCONTRAR POR EL SEÑOR
Este domingo, les saludo desde la ciudad del Vaticano, a donde he venido para tener un encuentro con el Papa Francisco, junto a mis hermanos Obispos que formamos parte del Consejo de Presidencia de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Les pido nos incluyan en sus oraciones para que los frutos de esta reunión sean para el bien de toda la Iglesia en América Latina y el Caribe.
Hoy, hemos escuchado en el Evangelio el encuentro de Jesús con Zaqueo, un encuentro que marca de manera especial la vida de un hombre que, por su trabajo, no era bien visto por la gente de su tiempo.
Que significativo fue ese momento en el que la curiosidad de Zaqueo tuvo una respuesta que lo hizo transformar su vida, ya que la mirada de Jesús es muy diferente a la mirada de los hombres y mujeres que en muchas ocasiones nos dejamos llevar solo por las apariencias o por lo que los demás expresan de una persona.
Jesús, ante nuestras necesidades, nunca pasa de largo mostrando indiferencia. Él se detiene pacientemente para vernos a los ojos, para escucharnos y ayudarnos a comprender que, al dejarlo entrar en nuestra vida, él manifestará perpetuamente su misericordia, dándonos una vida nueva, fortaleciendo nuestra esperanza.
Este pasaje debe ayudarnos a no dejarnos vencer por los juicios que la sociedad, o las personas con las que convivimos cotidianamente, puedan hacer, ya que en muchas ocasiones estos juicios no tiene fundamento, ya que son emitidos desde la apariencia y no desde el real conocimiento de lo que estamos viviendo, o hemos vivido, en algún momento de nuestra vida.
Este encuentro en la misericordia, es una clara invitación para que no pongamos barreras para encontrarnos con Jesús, ya que él quiere que nos acerquemos confiadamente, que le presentemos nuestras necesidades, las situaciones que nos afligen y que pensamos que no tiene solución. Él desea abrazarnos en su misericordia, no dejemos pasar esta oportunidad.
Asímismo, al estar ya cercana la celebración de los fieles difuntos, día en que los cristianos recordamos a nuestros seres queridos que han concluido su caminar por este mundo, es importante que dejemos que sea el Señor quien nos consuele y nos ayude a comprender la misión para la cual hemos sido creados y enviados a este mundo, la cual sabemos tiene un tiempo específico en esta tierra, pero que nos dispone para la eternidad que él nos ha prometido.
Les invito a que procuremos celebrar en familia estos días de reflexión y de tradición cristiana. Es una ocasión ideal en la cual no solo debemos recordar a quienes ya no están físicamente, sino que busquemos seguir haciéndolos presentes en nuestra vida, poniendo en práctica sus buenos ejemplos y las enseñanzas que nos compartieron mientras peregrinaban en esta vida.
La visita a los lugares en donde descansan los restos de nuestros familiares, es una buena tradición que debemos continuar con devoción, explicándola a los más pequeños de la casa, buscando que esta fiesta no solo sea un momento para “ir al panteón”, sino la oportunidad familiar para festejar la vida eterna de nuestros difuntos.
Desde acá me uniré a ustedes en la oración, ofreciendo la Santa Misa por el eterno descanso de todos los fieles de nuestra Arquidiócesis, y como cada 2 de noviembre, celebraremos la Misa en el Panteón del Roble, lugar en donde descansan los restos de muchos de los sacerdotes de nuestra Iglesia de Monterrey. Para esta ocasión, le he pedido a Mons. César Garza, nuestro Obispo auxiliar, que presida esta Eucaristía a nombre de un servidor.
Les envío mi bendición y les pido nos tengan presentes en sus oraciones.
Mons. Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey