De adolescente se declaró ateo y se reía de los creyentes… hasta que leyó el Evangelio de Lucas.

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Georgy Sungaila es hoy un sacerdote ortodoxo en Lituania, donde los cristianos ortodoxos son apenas un 4% de la población (3 cada cada 4 lituanos se declaran católicos). Pero de niño no recibió casi formación religiosa. Siendo adolescente, se declaraba ateo orgulloso y burlón. Todo cambió cuando, estudiando Filosofía, hizo algo que pocos realizan en serio: ¡se leyó el Evangelio de Lucas! Y, un tiempo después, tuvo un sueño muy especial. Aquello cambió su vida por completo. Ha contado su testimonio en Pravoslavie.ru y en Foma.ru.

Una familia poco religiosa

«Mi padre era católico, mi madre era ortodoxa, fui bautizado de niño», recuerda Sungaila. Su madre acudió durante un tiempo a una iglesia católica bizantina donde bautizó al pequeño Giorgy.

En realidad, explica, «mi familia no era religiosa». Pero durante un tiempo, de niño, conoció varios sacerdotes, tanto católicos como ortodoxos. «De niño yo admiraba a los sacerdotes. Traté con clérigos católicos, uniatas [católicos de rito bizantino] y ortodoxos. Y todos ellos eran personas bastante educadas, amables, que no se negaban a ayudar a nadie. Esto me impresionó mucho: ¡los sacerdotes intentaban hacer bien a otras personas! Y yo quería ser como ellos: amable y con muchas ganas de ayudar a la gente».

Pero llegó la adolescencia y se alejó de la religión.

«Me recuerdo de adolescente, cómo menospreciaba a los cristianos. Yo creía que el cristianismo era una colección de prejuicios. Hablaba del «abuelo barbudo en la nube» y me encantaba organizar interminables «pruebas» para Él. ‘¡Si existes, haz que mañana pase tal cosa…’. Y si aquello al final sucedía, ni me convencía ni tocaba mi corazón. Un día me declaré ateo con orgullo y me quité la crucecita que llevaba al pecho«.

Filosofía en la Universidad: ¡leer el Evangelio de Lucas!

«Ya durante mis estudios de Filosofía en la Universidad de Vilnius, nos encargaron que leyéramos ¡el Evangelio de Lucas! Era una asignatura que incluía, entre otras cosas, Historia de las Religiones».

«Recuerdo que un compañero y yo nos sentamos en la residencia estudiantil y mientras tomábamos té lo leíamos en voz alta, por turnos. Lo comentábamos y cada vez estábamos más asombrados por el poder de lo que leíamos. De vez en cuando salíamos a fumar. Y pensábamos: ‘Qué bueno sería si todo esto fuera verdad’. No pudimos evitar sorprendernos por la personalidad de Jesucristo, compasivo y lleno de amor. Parecía un ideal que uno querría creer, por el que esforzarse. Cuando lo terminamos de leer, fumando en el balcón, decidimos que ese domingo iríamos al culto a la iglesia católica más cercana».

Durante un tiempo tantearon en templos de distintas denominaciones. «Aún no nos considerábamos cristianos, pero ya nuestros hábitos y forma de vida cambiaban gradualmente. Mi amigo sintió que mirar fotografías frívolas y excitarse era un pecado. Una vez me confesó: ‘¿Sabes?, ya no puedo mirar estas asquerosidades, siento que esta mal’. Y para mí fumar se me hizo repugnante«.

Un sueño muy especial

«Una noche tuve un sueño increíble. Sentí como si ascendiera flotando y arriba me rodearon unos seres luminosos. Al principio me impresionó y hasta sentía orgullo. Pero de repente algo me asustó. Intenté recitar el Padrenuestro, pero no recordaba muchas palabras. Todo cambió: la luz se debilitó, las criaturas se hicieron oscuras y comenzaron a chillar. Bajé volando y me desperté como si al caer hubiera golpeado la cama. Fuera de la ventana, todo estaba oscuro. Con miedo, intenté recordar como acababa el Padrenuestro, busqué mi vieja crucecita, la encontré, me la puse y nunca me la volví a quitar».

Camino a la ortodoxia

Ese verano, visitando a su abuela ortodoxa, el joven le pidió que la llevara al culto ortodoxo. Aunque no entendió nada de la liturgia «me sentí como en casa, sentí que Dios estaba cerca, quise volver a la mañana siguiente». Liturgias posteriores en la Pascua ortodoxa en Vilnius y en un monasterio reafirmaron su fe y volvió a despertar en él aquella admiración por los sacerdotes de su infancia.

«Cristo trajo a mi vida verdadera felicidad, paz y alegría, como nunca antes había experimentado en mi vida. Y decidí dedicarme a servir toda mi vida en el trono de Su templo», explica.

El padre Giorgy con su esposa y su hijo: la Iglesia ortodoxa ordena a hombres casados (pero no casa a clérigos ordenados)

El padre Giorgy con su esposa y su hijo: la Iglesia ortodoxa ordena a hombres casados
(pero no casa a clérigos ordenados)

Ser párroco ortodoxo en Lituania

En Lituania, según las estadísticas, hay unos 125.000 ortodoxos pero muy pocos son practicantes o devotos. Entre ellos no hay divisiones, pero sí con los «viejo creyentes» o «vetero-ortodoxos», bastante numerosos en el país, escindidos en el s.XVII al negarse al control estatal que impuso el zar Pedro el Grande. Ellos sí son muy devotos y miran mal, como ‘modernistas’, a católicos y ortodoxos. En las escuelas hay clase de religión católica u ortodoxa, según pidan los alumnos. Casi todas las propiedades robadas durante el régimen soviético se han ido devolviendo a las iglesias, explica.

Los ortodoxos pueden ordenar sacerdotes a hombres casados, pero no dejan casarse a clérigos ordenados: Georgy tiene una mujer y un hijo. Él realiza un gran esfuerzo por divulgar en su blog y en Internet, en lengua lituana, textos clásicos ortodoxos, escritos en ruso, lengua muy distinta al lituano.

 

P.J.Ginés/ReL.

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