Dar gloria a Dios y construir la paz

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

La celebración de la Navidad nos permite contemplar la Gloria, la grandeza y el amor infinito de Dios por nosotros los seres humanos. El nacimiento del Hijo de Dios nos revela la pedagogía divina. Dios que es inmensamente grande, se ha hecho pequeño para que podamos amarlo. Dios que es eterno, entra en la historia humana, se hace uno de nosotros para que el esplendor de su grandeza no opaque nuestra pequeñez; Dios se hace pequeño para que lo podamos acoger y amar.

Teniendo en cuenta el relato Bíblico que se proclama en la misa de media noche del 24 de diciembre (Lc 2,1-14) podemos reflexionar sobre tres realidades que nos interpelan: el drama contemporáneo, la experiencia de salida y la relación gloria y paz.

El Drama contemporáneo. El dato bíblico de que “no había lugar en la posada” para María y José (Lc, 2, 7) o lo que dice San Juan en su prólogo de que la Palabra “vino a los suyos, y los suyos no la recibieron” (Jn 1,11) nos permite reflexionar en el lugar que se le da a Dios en la actualidad. El hombre moderno está muy ocupado o muy distraído en tantas cosas. No tiene tiempo para los demás; tampoco tiene tiempo para Dios. Su pequeño mundo, son sus ocupaciones o sus distracciones. El drama que presentan los textos bíblicos referidos, es también una realidad del presente. No se tiene tiempo ni lugar para Dios. Lo que se refiere a Dios, nunca parece urgente ni tan necesario. La agenda del hombre moderno ya está completamente ocupada. El hombre se ha llenado tanto de sí mismo que ya no le queda espacio para Dios. Y, si no existe espacio ni tiempo para Dios, tampoco queda espacio para los demás, para los niños, los pobres, los inmigrantes, los excluidos. Necesitamos una transformación, hay que renovar el modo como vemos el mundo y nos vemos a nosotros mismos. Necesitamos hacer una conversión desde lo profundo.

La experiencia de salir. Esta navidad estamos llamados a contemplar lo que sucede en torno al nacimiento de Jesús. Los primeros en ir al encuentro del niño Dios son los pastores, gente sencilla que sabe escuchar la voz de Dios, deja sus ocupaciones habituales y va en búsqueda del pequeño que ha nacido. Los pastores hacen la experiencia de la salida. Se trata de ser sensibles a la voz de Dios que nos habla hoy de muchas maneras. Se trata de ponerse en camino y salir de viejos esquemas ya muy ensayados, para dejarse transformar por la pequeñez de Dios manifestada en el nacimiento de su Hijo.

La Gloria y la paz. Dice el relato Bíblico que mientras el ángel explicaba a los pastores los signos como descubrirían al hijo de Dios, una multitud de creaturas celestes alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” Esta proclamación expresa que Dios es glorioso, es luz, es el esplendor de la verdad y del amor. Él es bueno. Los ángeles con su canto transmiten la alegría de percibir la gloria de Dios. Este canto de reconocimiento de la gloria de Dios se relaciona además con la paz y nos transmite una hermosa enseñanza: el reconocimiento de la Gloria divina va de la mano con la realidad de la paz. Teología y antropología se encuentran, son dos realidades que se complementan. El reconocimiento de la Gloria de Dios lleva a la persona a la construcción de la paz. Por el contrario donde no se da gloria a Dios, tampoco se promueve la paz. Donde hay olvido de Dios, hay olvido de la paz. Si la luz de Dios se apaga en el corazón humano, también se extingue todo aquello que tiene que ver con la dignidad de la persona. Cuando Dios desaparece de nuestros escenarios, el ser humano sale perdiendo; el hombre deja de ser la imagen divina, que debemos honrar en el débil, el extranjero, el pobre, el hermano. El olvido de Dios lleva al hombre a convertirse en lobo del hombre. Con el olvido de Dios se acaba la fraternidad.

La celebración del nacimiento del Hijo de Dios, por lo tanto, es ocasión para reafirmar el lugar y la supremacía que Dios debe tener en nuestras vidas, celebrar la navidad es reconocer la gloria de Dios y promover la paz; tenemos muchos problemas en México porque nos hemos olvidado de Dios; porque hemos sacado a Dios de nuestras vidas; la celebración de la navidad es una bella ocasión para renovarnos, para dejar entrar a Dios en nuestra historia personal, la navidad es ocasión para reconocer la Gloria de Dios y ser constructores de paz.

FELIZ NAVIDAD

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.